𝗫𝗜
NO SABÍA NI QUÉ ESTABA PASANDO EN AQUELLOS momentos, sentía como si tuviera demasiados corazones latiendo en sincronía en su cabeza, estómago y pecho, tan fuerte que si pudiera compararlos con un corredor de su mundo, seguramente ganaría y por mucho, su mente no se encontraba en ese ahora, vagaba en la sola posibilidad de que ella tenía de tener aquel órgano entre sus manos, manchándose con la sangre de un torturado más del infierno, la sola imagen cruzando por su cabeza de ella mordiendo aquel corazón con el sabor del averno dentro de todo el sabor metálico entre sus dientes, le helaba la sangre el tan sólo tener una imagen en su cabeza de lo que podría suceder en su mente, ¿terminaría perdiendo la cabeza, toda aquella tortura la sentiría ella, cómo se sentiría morderlo? Y ahí quiso dejar de pensar, llegar a la nada y sentir la caricia de la verdadera oscuridad, no luz, no oscuridad, no más que un vacío infinito fuera del desastre que era su rostro, estaba completamente pálida, sin poder mover ni un sólo dedo. Un brazo se aferró a ella, tan fuerte que podría romperle el hueso si tuviera, a su lado, se veía Robin igual de preocupado que ella, incluso podría decir que más por cómo apretaba su mandíbula, incluso con todo el bullicio exterior pudo oír cómo crujían por la rabia de la decisión de Estrella de la Mañana.
—Keteh—susurró aquel nombre mientras Estrella de la Mañana clavaba su mirada en la multitud de demonios.
—¿Qué?—susurró con los nervios comiendo su estómago y el llanto comenzó cuando aquella alma comenzó a gritar cada vez más fuerte, no quería voltear, no quería ni siquiera volver a ver aquel agujero vacío donde antes había un ojo lleno de vida, ahora sólo quedaban las larvas arrastrándose por los agujeros llenos de un líquido verdoso espeso lleno de pequeñas burbujas que sobresalían por toda la pus que se resbalaba por su piel amarillenta y grasienta—No quiero hacerlo—su voz comenzaba a romperse, cuando el alma comenzó a gritar más desesperada, gritos de un animal salvaje al que han dañado al punto de dejarlo al borde de la muerte.
—Di su nombre, de esa forma tú no comerás el corazón, el que tiene fue el "afortunado" tiene el derecho de negar o no—asiente, con un leve alivio sobre su cuerpo, pero eso no le quitaba aquella escena de su mente, era como si todas aquellas larvas hubieran abandonado el cuerpo del alma para pasar a su mente, arrastrando su viscosidad en forma de pavor, un cañón destructor que iba a acabar con ella, llevándola a la verdadera pesadilla.
—¿Avic Burgess? Sé que estás aquí, no vale la pena esconderte, es tan fácil encontrarte, existen reglas que seguir—en un arrebato de idiotez, quita aquella máscara de su rostro, mirando a Estrella de la Mañana sin pestañar.
—Soy yo, su Majestad—todas las miradas recaen en ella, sintiendo la presión y como si se ahogara en las aguas de la tormenta con cada paso que da, acercándose más a ella llenando su cuerpo de un hormigueo constante que gritaba con fervor la palabra peligro, queriendo huir inmediatamente del lugar al estar a unos simples pasos del Gobernante del Infierno, pero no podía hacerlo, no cuando estaba tan cerca de volver a ver la luz del sol y dejar todas las locuras del infierno, quién sabe cuánto podría sobrevivir en aquel desastroso lugar—Me vengo a entregar por voluntad propia y gracias a las reglas, no puedo aceptar el corazón—escucha el crujir de los huesos de aquella alma, incluso a pesar de estar de espaldas pudo sentir su corazón desprenderse, era como aquel sonido cuando una liga se rompe. Luego, los gritos fue lo único que llenó la habitación, un dolor que no podía aguantar, la humillación de ser expuesto a mil demonios por una cena que no lograba entender. El corazón aún palpitaba, podía ver las venas resaltar bombeando sangre, como si siguiera en el cuerpo del hombre, el líquido carmesí manchaba el blanco hilo, tiñéndolo de rojo, goteando el suelo con el líquido carmesí.
—Bien, entonces nombra al demonio que quieres que coma el corazón y podrás volver al círculo al que perteneces
—¿Entonces por qué me mandó a llamar si me iba a regresar al lugar? Tengo una petición que hacerle, antes de continuar—era mucho más grande que ella, sintiéndose no más que una simple cucaracha a su lado, aquel rostro intimidante y abrumador no le ayudaba mucho a mejorar aquellos nervios que sentía en cada respiración que daba.
—Bien, te escucho—respira profundamente, preparándose para lo que iba a decirle en su mente, hasta que es el momento de soltarlo sin poder sostenerse de nada.
—Robin y yo queremos salir de este lugar, yo-
—Si fuera tan fácil, ninguna alma estaría en este lugar
—Quiero liberar al Rey de los Sueños, es mi amigo y-—pero Lucifer volvió a interrumpir, con una expresión de desagrado en sus facciones.
—Sueño de los Eternos no tiene "amigos", sin embargo—la examinaba con la mirada, rodeándola sin poder tener una escapatoria—Puedo notar una esencia de él en ti, no sé qué tan importante sea una simple alma mortal para él, así que dame una sola razón para dejarte ir a con los demás mortales vivos y te dejaré ir si hay una razón para liberarlo, aquí en el infierno, ¿realmente tiene importancia?—lo pensó, la respuesta era tan obvia que no lo pensó dos veces antes de decirlo, a pesar de todo el silencio, de estar en medio de mil demonios que pudieran hacerle lo mismo que le hicieron a aquella alma por el simple hecho de desafiar a Estrella de la Mañana—¿Nada? Veo que lo has entendido—tan pronto terminó de hablar, ella lo hace, lo más firme que pudo hablar durante su estadía en aquel lugar, más segura de lo que nunca había estado, incluso más de lo que alguna vez estuvo después de conocer la palabra libertad.
—Sí la tiene. Soñé tanto con un cielo que pensé que llegaría a el aún estando en el infierno, ¿qué hubiera sido sin ese sueño? Incluso el peor monstruo sueña—la mirada de la gobernante se mantenía sobre ella firmemente, mirándola con cierto recelo dentro de una guerra en su cabeza, al final, aparta su mirada de ella y le entrega el corazón palpitante en su mano, sostenido apenas por aquel hilo delgado—Gracias, su Majestad, pero no puedo aceptarlo—pareció sonreír de forma tétrica, como si tuviera algo en mente que no planeaba revelar hasta que se cometiera, aquel escalofrío recorre nuevamente su cuerpo, pues algo iba mal en aquellos momentos.
—Por favor, entrégalo tú, son las normas—deja de respirar por unos momentos, con su vista clavada en el corazón bombeante, ¿sólo lo sostendría por un tiempo y luego lo entregaría? Su mano temblaba mientras más se acercaba al órgano, su respiración se mezclaba de forma brusca con sus latidos, volviéndose una tempestad cuyo viento la volvía a empujar al inicio de cuando comenzó aquel encierro, cuando no era más que una niña que exclamaba un sí a cualquier demanda que le hubiera dicho Roderick Burgess en aquel entonces, pero no era la misma. A los pocos segundos recuerda el dolor de ver a Sueño en aquel estado, sintiéndose impotente por no poder hacer nada y por no lograrlo, aún así, si pasaba esa prueba, podría hacerlo, podría cumplir su promesa y volver a vivir una vida mundana sin pasar en aquel lugar toda la eternidad, una segunda oportunidad por la cual quería luchar. Aquel dolor punzante en su pecho desparece, dejando los ecos de los latidos del corazón a la orden de la noche, no pasó mucho tiempo para que lo volviera a sentir. El asesinato de Benett, la traición de Holly, el sonido del cráneo de su padre golpear contra el cristal en un sonido seco que retumbaba en su cabeza, el cuchillo de Alex sobre su espalda, aquel casi compromiso golpeándola en conjunto en una estocada que no podía controlar, entonces toda aquella estabilidad se destruye en unos segundos, el corazón cae al suelo rebotando y rompiéndose en el camino, pero eso poco le importaba mientras su cabeza seguía golpeándola como un cura vehemente, grita de dolor al recordar las sonrisas que le daba Benett cuando le traía dulces a hurtadillas del mercado, cuando solía acariciar la calidez de su frente enredando sus dedos en sus cabellos de resorte, aquellas sonrisas infantiles que compartían, ya no las había, él se había ido por su culpa, había sido su culpa de que él ya no estuviera vivo, si no lo hubiera conocido Roderick no lo hubiera mandado a matar, si tan sólo pudiera volver el tiempo atrás, si tan sólo hubiera seguido todas las reglas, comenzó a llorar, como lo hacía hace 10 años con Morfeo, contándole todo como amigos desde siempre.
—Ya basta—logró oír a Robin ordenar con firmeza a pesar del sonido en blanco que resonaba en sus oídos.
—Lo siento mucho Robin, pero así son las reglas, un simple contacto con el corazón de las almas torturadas y dejan hecho pedazos a cualquier mortal—seguían hablando, pero ya no quería escuchar nada, sólo quería ahogarse en la culpa y remordimiento del pasado. Había llegado tan lejos... Pero su tiempo se había acabado, al igual que el de Benett, ella merecía ese lugar, había tantos pecados que remover. La herida se volvió a abrir, empezaba a salir la sangre de su espalda, justo como la pesadilla que había tenido, se abría cada vez más y un dolor punzante empieza a corromper aquella zona, suelta un quejido de dolor, dejándose caer al suelo por completo, desangrando por su corazón de cristal—Justo así—entonces lo volvió a escuchar, el grito de aquella alma al que le habían quitado todo. Incluso su corazón. Ella tenía una oportunidad de volver, una oportunidad de volver realidad sus sueños, ¿por qué estaba ahí llorando cuando debería estar por llegar al mundo de los Vivos? Su mano temblaba, había perdido sangre y lo sentía, pues su cuerpo era cada vez más débil, su mano frágil cae al suelo, ya no sentía que pudiera continuar, no quería continuar. ¿De qué le servía seguir si no le quedaba nada?
—Sueño puede estar esperándote, sabes que puedes, sé que puedes salir de está mierda—era cierto, él la seguía recordando y le importaba, era alguien importante para él y no podía dejar a Robin pudriendose en el infierno, él la ayudó y la protegió siempre, quería hacer lo mismo al menos una vez por él—No puedes rendirte Avic, te necesito a mi lado, si de algo te sirve este idiota, puedes usarme todo lo que quieras, casi podría jurar que no volveré a molestar a nadie pero incluso se molestan cuando les hablo así que no serviría de nada jurar eso—sonrió, pues a pesar de estar sangrando seguía siendo el mismo, no lograba entender a qué se refería con usarlo, pero ya tenía una segunda persona a la que le importaba, una segunda vez, intenta alcanzar el corazón, hasta que sus dedos rosan con la sustancia pegajosa y caliente, latía con sumo esmero, entre más latía, más perdía sangre, ¿Acaso el alma podía morir? No lo quería averiguar.
—Keteh—susurró en un sonido casi inaudible incluso para ella, pero liberó aquel pasado que le hacía sangrar su espalda, derramando cada pizca de vida que le quedaba, cada sueño que tenía plasmado en su cabeza como una tinta imborrable siendo manchada por el dolor de aquella herida punzante que estaba acabando con ella y, con todo lo que alguna vez luchó con garras y dientes. Sólo quería volver a vivir, ahora sólo estaba volviendo a morir por la misma herida que le causó su hermano, la había apuñalado por la espalda, de forma tan cobarde que le daba asco. Él le daba asco. Quería hacerle lo mismo, quería llenarle su oído de cosas dulces, haciéndole creer que no tenía rencor alguno contra él, luego, en un cálido y sutil abrazo que lo llenara de esperanza por un mejor mañana para ambos, para luego quebrarlo y mandarlo al infierno como hizo con ella, en un bullicio constante como lo había con todos los demonios de aquel lugar.
Entonces el dolor punzante y la sangre desapareció, como si sólo hubiera sido su cabeza todo ese tiempo que llevaba sangrando en el suelo, recordando todo lo que le hizo aquella familia maldita, incluso lo estaba ella desde el primer momento que vio la luz y desde el primer momento que le dieron sangre, recorriendo en sus venas, saliendo con la misma calidez del corazón que sostenía entre la punta de sus dedos, manchándose con aquel líquido como si fuera pintura con agua caliente. Con su cuerpo tembloroso se levanta, sintiendo por primera vez el peso de la corona en su cabeza y las pocas fuerzas en todo su cuerpo queriendo terminar con ella, aún así consiguió levantarse, sosteniendo el corazón por el hilo con sus piernas aferrándose al suelo que parecía temblar debajo de ella, o tal vez era los efectos que tenía aquel órgano sobre ella al querer corromper su alma, pero sus esperanza explotaba como una bomba de color tornándose en diferentes formas y colores, dando forma a sus mejores recuerdos cuando había estado en la mansión de los Burgess, aquel cielo azul y aquel sol acabando con todo rastro de sombra, cuando al dormir podía ver a la luna resplandecer como una luciérnaga en medio de un bosque oscuro, iluminando toda la oscuridad como mil de aquellos insectos juntos en una gran guirlanda puesta sobre la bella doncella que llamaba noche, sobre las estrellas iluminando en forma de memorias que brillaban como diamante y cantaban en una dulce melodía cual canario fuera de su jaula.
—Keteh—repitió de forma firme, aferrándose a los eriales de su cabeza, multiplicándose, formando un bello paisaje que no podía arrancar ningún demonio—Quiero nombrar a Keteh en mi lugar, para comer el corazón del alma torturada—Lucifer la mira de la misma forma, queriéndose desmedrar en el lugar por la miraba del gobernante sobre ella. Un demonio aparece a su vista, su piel era verdosa, llena de moco amarillento y una lengua bífida se asomaba por su boca, su cuerpo era recorrido por espinas del mismo color de su piel brillando en escarlata a las velas, de su boca escurría una sustancia transparente y su mirada encajaba en el corazón que colgaba del hilo.
—Bien, puedes dárselo, no me hago cargo de las consecuencias y puedes irte al mundo de los mortales, ¿algún lugar en especial al que quieras ir?—entrelazó los dedos de sus manos, en espera de su respuesta de forma impaciente.
—Quiero ir a la mansión de los Burgess, donde se encuentra preso Sueño de los Eternos a manos de Alex Burgess
—Por supuesto que ibas a decir eso, bien humana, tendrás tu cuerpo mortal de regreso, por un año, el duende Robin podrá regresar a su reino o ir contigo, después del plazo de un año, regresarás al infierno siendo torturada por toda tu eternidad—su corazón se encoje, buscando un rastro de mentira en sus palabras, pero sólo encuentra la frialdad de la satisfacción en su rostro.
—Eso no me lo dijiste—dijo en un susurro que apenas y fue nítido para Lucifer.
—Son las reglas, toda alma tiene permiso de salir por un corto periodo de tiempo siempre y cuando tenga mi autorización, pero después de eso, les espera una gran tortura en mis dominios, deberías agradecerme, te estoy haciendo un regalo al darte un cuerpo, un regalo para la "amiga" de Sueño—estaba completamente aterrada sobre su destino después de ese año, no podía articular ninguna palabra y su respiración era cada vez más inexistente, ¿qué haría después de ese año, Sueño podría ayudarla con aquel problema? Quería pensar que sí, que él le daría solución, que podría ayudarla, pero no sabía si quiera si seguía en la mansión, si se había ido al mundo de la Ensoñación, era su única salvación. Atrapada en su cabeza, puede sentir como le arrebata de un tirón aquel corazón, sintiendo cómo el peso se desvanecía de su mano, de un ademán, un portal se abre al extremo de la habitación, brillando en llamas rojas que no consumían la tela que lograban tocar—Si esa fue tu decisión, hazte cargo de las consecuencias—con confusión, miraba al demonio morder como una manzana el alma del torturado, manchando su boca de rojo, un aullido escapa de su boca devorándolo por completo en segundos, pudiendo ver la textura latiente de ese, sus ojos se vuelven completamente rojos, iluminados por el deseo de más de esa jugosa desesperación humana—No me hago cargo de lo que pase después—una rama de espinas sale disparaba como bala a ella, cierra los ojos esperando el doloroso golpe, pero sólo escucha el metal caer al suelo, librándose de aquel peso en su cabeza.
—¡Corre!—escucha la voz de Robin a la lejanía, al ver la furia de aquel demonio brillar en sus ojos junto con el fuego infernal no lo piensa dos veces antes de correr hacía el portal con su alma dependiendo de un hilo justo como lo había estado aquel corazón en sus manos, las ramas se encaminan a ella, persiguiéndola como una serpiente arrastrándose a un ratón que huía para no ser devorado, hasta que aquellas espinas logran atraparla, jalándola hacía al demonio sediento de sangre, rompiendo sus vestimentas, intenta zafarse con desesperación, mirando el paisaje a la lejanía, aquel árbol que movía sus hojas de forma silenciosa en una suave danza que la saludaba como a una vieja amiga que no había visto por años, pero era demasiado débil, las espinas empezaron a desgarrar su piel de forma violenta, iba a rendirse hasta que alguien logra cortarlas, aparta su vista del lugar para ver a Robin con la respiración agitada sosteniendo una espada—De verdad sólo tú me haces tirar una copa de vino—otra rama se dirige violentamente hacía ellos, el rubio tira de ella con fuerza, haciéndola correr más rápido de lo que sus piernas le permiten hacía aquel paisaje lleno de vida, las espinas se aferran a su frente, haciendo que lance un chillido de dolor al ser jalada por ella, un dolor palpitante recorre su cuerpo, apenas logra distinguirlo por toda la adrenalina que fluye por todo su ser, de un sólo corte, aquella presión termina dejando colgando una rama verde de espina que se había enredado en su pelo, Robin la sostiene de su mano halándola hacía la salida de todos los demonios, casi tropezando en el camino pero volviéndose a recuperar al ver tan cerca la salida, casi sintiendo el aire sobre sus fosas nasales, otra rama se dirige a ellos, sus pies dudan si tocar aquel fuego a sus pies, pero era eso o ser devorada por el demonio, prefería mil veces quemarse a no volver a pisar el pasto nocturno, extrañamente, era sólo un hormigueo recorriendo sus piernas, al cruzar, todo aquel fuego se extingue y puede escuchar el canto de un grillo a la lejanía. Estaba en casa, dispuesta a liberar a Sueño y cortarle la cabeza a Alex.
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