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EL HOMBRE CAMINABA CON DESESPERO a través de los pasillos esperando encontrarse con aquel hombre después de la plática que tuvo con Sykes sobre su hija en estado crítico después del disparo y de las cosas que robó su mujer para luego huir con descaro. Ahora más que nunca necesitaba al Eterno libre y sobre todo, su ayuda sin tener el riesgo de ser asesinado por un Dios, tenía miedo, sí, pero fingía no tenerlo con la furia que desprendían sus ojos, después de todo, estaba encerrado y con el círculo de contención, no tenía por qué temerle, no podía hacerle daño estando dentro de aquella enorme bola de cristal que lo contenía a él, pero no podía evitar que sus manos temblaran al recordar la expresión que tuvo hace unos días. Habían matado a su cuervo y enviado al hospital a aquella mujer que el Magus creía su amante de aquel Eterno, el Dios no podría estar más enojado, pero entre más trababa de convencerse que no saldría, más se llenaba de dudas su cabeza. No, no puede escapar mientras aquella gigante barrera que los separa se mantenga en pie, todo iba a salir bien si aceptaba su trato a cambio de salir de su jaula.

El Eterno se encontraba con la mirada en el suelo, recordando con dolor a Jessamy y aquella joven que vio crecer durante 10 años, al principio sólo sentía que era una simple niña que se resignaba a aceptar su papel en aquella casa, a pesar de ser una humana, en el fondo sabía que le había agarrado cariño a pesar de su ingenuidad que parecía nunca marcharse aunque pasaran los años, para él era un segundo pero para aquella joven era una parte de su vida. Aunque posiblemente, se fue más pronto de lo esperado y no pudo hacer nada para evitarlo.

—La mujer que vive conmigo se fue y se ha robado toda mi fortuna, también te robó a ti, se largó con tu yelmo, tu arena y tu rubí. Puedo sacarte para que la persigas, si me das lo que te he estado pidiendo: Riqueza, fortuna e inmortalidad. Ah, eres un Dios, esas cosas no te importan, ¿no quieres tus armas, tu libertad y poder revivir a la mocosa que murió por intentar sacarte de aquí?—sus ojos parecían querer arrancarle la boca para callar el sufrimiento que gritaba el alma, pues no podía borrar el recuerdo de aquel simple disparo, que acabó con la vida de Jessamy y Avic al tratar de liberarlo de aquel globo de cristal, todo fue en vano, aquel dolor lo podía ver el anciano, a través de sus ojos ardiendo en furia y melancolía—Ah, sí, ella a pesar de que recibió el disparo en su hombro, murió desangrada, es una pena, hubiéramos hecho un buen negocio con la familia más importante del país—pero ella era más que un negocio, era aquella niña que confío sus secretos y vida a la peor persona que pudo confiar todo su ser: Él. No cuando aún en su corazón seguía Nada y su traición, a pesar de la inferioridad que tenían los seres humanos con vidas tan cortas, algunas no perduran mucho, pero nunca llegó a creer que pudiera doler como el infierno, lo había amado y había terminado muerta, por su culpa, si tan sólo nunca le hubiera ofrecido aquella manta, si tan sólo no se hubiera acercado a él y hubiera seguido una vida normal seguiría con vida, si no le hubiera contado acerca de sus estúpidos sueños que parecían insignificantes para él pero tan significativos para ella, aquellos sueños tontos no se hubieran vuelto igual de importantes para él si ella no se los hubiera contado con tanta ilusión, si no hubiera ido a verlo cada maldito día que pasaba encerrado en aquel lugar no se sentiría tan débil y vulnerable como lo estaba en aquellos momentos, no estuviera roto en piezas si tan sólo nunca la hubiera conocido.

—¿No vas a hablar después de todo lo que te dije?—pero él no respondió. Se mantuvo en silencio, pues aquel humano no merecía ninguna de esas cosas, no podía cambiarlo, ni a Jessamy, ni a Avic. Las cosas estaban hechas—¡Háblame, háblame, háblame!—empezó a golpear su bastón con salvajismo contra la esfera de cristal, a lo lejos llegaba Alex, con sus ojos hinchados y agotados de tanto llorar por la culpa que se adueñaba de su mente mientras los recuerdos pasaban como fotografías cuando su hermana estaba muriendo desangrada, ¿y qué hizo? Nada, porque muy dentro de él sabía de los celos enfermizos que tenía al saber que era más inteligente, más fuerte y más decidida a luchar por todo lo que amaba, más capaz de manejar la casa Burgess y con ello, quedarse con todo lo que alguna vez anhelo. Hasta que su rumbo cambió tras la llegada del Eterno a su vida, aún así, su padre seguía manteniendo esperanzas en ella, esperanzas que quería puestas en él y no en su hermana, pues después de todo había luchado por conseguir una sola muestra de afecto de parte de aquel hombre que se esmeraba por derrumbar lo poco que le quedaba, pero seguía juntando las piezas y ofrenciendolas.

—Padre—tomaba del hombro a aquel hombre, tratando de calmarlo pero sólo golpea su mano con cólera alejándolo de él. Pero no quería pelear, no en su estado actual.

—¡No me toques!—parecía ser un niño haciendo una rabieta por un juguete que no conseguía, daba más golpes y más golpes al vidrio, pero se sentía tan decaído que sólo retrocedió junto a los guardias, viendo el berrinche de un adulto a lo lejos—¡¿Por qué no me hablas y con esa mocosa lo hacías?!—intenta recuperar el aliento, pues se había cansado después de tanto—Volveré mañana, a ver si cambias de opinión y tal vez, hasta pueda decirte la verdad sobre la mocosa—sus ojos oscuros se detienen en él, buscando un rastro de mentira que no encontró. Pero aún con esa información le dijo todo. Ella no murió después de todo, volvería a él para cumplir su promesa y tal vez, la llevaría a su reino como pago por liberarlo.


DESPERTABA AGITADA, CON UN DOLOR AGUDO EN SU HOMBRO que fue golpeado con la bala que incrustó su hermano sobre ella y Jessamy.

Jessamy y Morfeo.

Se levanta de golpe, sintiendo el mareo sobre su cabeza aumentar cada vez más, recordaba los huesos de la fiel seguidora de Sueño y su cuerpo inerte sobre el suelo áspero, pero siente una mano suave que la hace recostarse.

—Cariño—dijo la voz de la mujer con dulzura y lágrimas en sus ojos—Has despertado

—¿Qué pasó?—pero hasta aquella pregunta sonaba estúpida, pues recordaba los sucesos del día anterior a la perfección: La sangre, las verdades, la muerte, el dolor y los gritos. Al parecer, venía de una familia de asesinos de sangre fría, que no importaba nada más allá de sí mismos.

—Tu tonto hermano te disparó y yo no puedo quedarme más tiempo para darle su merecido-

—¿A qué te refieres que no puedes quedarte más tiempo?—la mujer se remueve en su asiento incomoda por la pregunta repentina de su hija, pues no sabía cómo decirle que iría a abandonarlos con aquel monstruo que se hacía llamar Magus.

Me pidió que abortara, pero no puedo hacerlo, así que me voy con el bebé y—su hija vuelve a interrumpir, pues no podía sentirse peor.

—¿Nos vas a abandonar, así de fácil?

—Hija, yo-

—No, ya lo habías hecho desde hace tanto tiempo, me abandonaste cuando más necesitaba una madre, cuando mi corazón era una tormenta, ¿dónde estuviste, acaso me acompañaste para seguir mis sueños y, corazón y no las putas reglas de está sociedad de mierda en la que vivimos?

—Lo siento de verdad por no dejarte ser tú misma, tenía la presión de tu padre sobre mis hombros y eras la única esperanza para que la familia Burgess se elevara más-

—No, váyanse todos a la mierda. Ya me cansé de todo, ¿sabes lo jodido que lo he pasado estos días, si quiera sabes eso?—el silencio de la mujer lo dijo todo, pues ella nunca estuvo interesada ni en la vida de su propia hija—No, por supuesto que no lo sabes—las gotas de agua empezaron a golpear como balas su ventana, se acercaba una tormenta, dándole a entender que aquella mujer tenía que irse antes de que no pudiera hacerlo—Vete—ordenó con voz dura.

—Avi, yo-

—No queremos que tú y tu hijo se mojen, así que vete de una vez

—Pero tú también eres mi hija—los ojos de la mujer comenzaron a cristalizarse, por la frialdad de las palabras de su hija, pero ya había explotado, no podía contener más su enojo y, tristeza que se desbordaban en forma de insultos y lágrimas.

—Pues no lo pareció, ni ahora, ni nunca, hay cosas que he pasado estos días que me tienen al borde del llanto, pero no lloro porque queda una persona que sigue confiando en mí y yo en él, si hay una persona al menos en esa casa que a pesar de no ser humano es lo más parecido a eso entonces—su madre la envuelve en su cálido abrazo, buscando que su hija encuentre un apoyo en ella, como era cuando apenas tenía ocho años y le contaba todo acerca de su día, cuando le traía tréboles pequeños de una maceta que tenía en su ventana. Pero aquella maceta se había secado al igual que él lazo con ella cuando se alejó de su propia hija.

—¿Puedo ayudarte en algo? Lo que sea, sólo pídelo, por favor—pero aquel abrazo no la hacía sentir mejor, pues sentía como sus brazos la intoxicaban, entre espinas y huesos más perforaban su pecho mientras aquel abrazo quería adueñarse de su ser para volver al pasado de lo que había sentido en un ayer lejano, no podía darle ese lujo y no quería dárselo, pues su alma estaba muy lejos de ese ayer, no podía simplemente acercarlo a las fauces de su propio infierno personal, la pesadilla eterna en la que estaría si acepta el veneno que llevan esas espinas.

—Lo siento de verdad madre, me siento tan rota que no puedo juntar todas las piezas, no puedo parar ni desear a la muerte, sólo... Dame algo de tiempo, te iré a visitar, donde quiera que estés y Morfeo-

—Sobre él, quiero decirte algo, más bien, mostrarte algo—levanta una ceja, pues no sabía ahora en qué problemas se había metido su madre y menos con Sueño, no iba a saber si era alguien vengativo que iría por cualquiera que lo haya lastimado y aunque no lo fuera en un pasado, seguramente ya lo era después de todo lo que su padre le hizo pasar. Ethel saca de su bolso crema un rubí, resplandeciente como aquel que había visto hace tanto tiempo la primera vez que vio a Morfeo, pues era de él. Ese era su rubí.

—Debes devolvérselo, no es seguro que lo tengas madre, suele ser a veces difícil lidiar con él y no quiero que tengas problemas a futuro. Además, no es tuyo—al intentar alcanzar aquella joya, de forma brusca su madre lo aparta de su vista, sus ojos se oscurecieron como un mar en tempestad, haciéndola parecer otra persona—¿Madre?

—No dejaré que te lo quedes, ¿lo quieres para ti, no es así?

—Ethel, sabes que no es así, él es... Mi amigo, tienes algo de él que le tengo que devolver, no sé ni siquiera si es un rubí común o uno "mágico" por decirlo de aquella forma, no me importa, sólo quiero regresarselo a Sueño, es de él—pero su madre parecía caer en la demencia mientras más hablaba de alejarselo más alejada de la realidad se encontraba—Madre, por favor, cuando lo libere quizá lo quiera de regreso

—¿Cuando lo liberes, sabes el peso de tus palabras? ¡Casi mueres por ese idiota y sigues queriéndolo liberar de su jaula, tal vez nos mate, ¿acaso no te importa tu familia?

—Que yo sepa, mi familia fue la misma que mató a Benett, a Jessamy y mi familia fue la que me hizo infeliz al intentar hacerme ser alguien que no era

—Estás siendo egoísta, no ves por el bien de toda esta familia, ¡¿acaso no te importa si morimos?!—estaba acabando con su paciencia, sonaba tan idéntica al Magus que podrían ser confundidos si sólo escuchara el significado de sus palabras.

—Oh, de verdad lo siento por querer liberar a alguien que ha estado encerrado por una década entera. No es un monstruo

—No lo es, pero tampoco es humano

—No sé por qué siento que ya he tenido está conversación antes, pero lo volveré a repetir. Él resultó ser más humano de lo que ustedes serán algún día

—Yo te crié, como una madre cría a un hijo y con esto me pagas, ¿enamorandote de un Eterno?—escupe sus palabras en forma de los colmillos de una serpiente venenosa, pero tantas veces serpientes así le habían picado que dejó de tomarle importancia.

—No sólo me enamoré de él, ¿conoces las palabras libertad y felicidad? Pero supongo que no, te las presento, son mi nuevo amor y mi razón para seguir luchando—ofendida, su madre camina a paso firme hacía la puerta del hospital, no quería seguir discutiendo con ella y menos podía seguir aguantando las ganas de golpearla.

—Entonces ese amor será tu muerte, te ayudaré a escapar de aquí, para que encuentres a tu amado. Pero no es responsabilidad mía si tu padre te atrapa y te golpea hasta morir

—Él ya no me da miedo, no me va a poder doblegar. No ahora ni nunca—apretaba las mantas que la cubrían, se había sentido como un conejo asustadizo cuando aquel hombre le hizo sentir el peor dolor físico que había sentido durante toda su vida, su piel ardía y quemaba, cuando él la tomó de aquella forma sólo recordaba la sensación en su piel y carne, como si hubieran echado sal y limón a la herida.

—Bien, espero que no te arrepientas después. Creo que sí quieres sacar al pájaro de su jaula, tiene que ser ahora

—¿Por qué? No entiendo lo que quieres decir

—Tu padre quiere mandarte a Londres, lejos de él y con la vieja Poppy de tutora

SE ESCABULLÍA ENTRE LA OSCURIDAD DE LA puerta trasera, escuchando el chirrido de la puerta al cerrar, por más intentó que aquello no sucediera, aquella puerta oxidada no parecía callar, no tuvo más remedio que empezar a correr a pesar de los puntos en su hombro, necesitaba llegar lo más pronto posible, antes de que su padre perdiera la paciencia y la mandara lejos de ahí para no volver a ver al Eterno por quién sabe cuánto tiempo, siendo incapaz de cumplir con su promesa, con la libertad de Sueño obtendría la suya. Los guardias jugaban póker en la sala, sumergidos en el deseo de no perder y todo parecía ir a la perfección, tanto así que temía si algo malo llegara a pasar, en su cabeza aleja todos esos pensamientos para continuar su camino hacía el sótano. A lo lejos, su hermano cortaba la carne para la cena con un cuchillo de carnicero, lucía frustrado y cansado, como si no hubiera dormido en días como si con lo único que podía desquitarse era con aquella carne que cortaba, en sus oídos un ruido la pone alerta, aquel bastón que golpeaba el piso de forma intimidante, con su corazón en la garganta, sigilosamente pasa por el gran pasillo hasta llegar al sótano sin ser descubierta por ningún integrante de la familia. Al abrir la puerta, camina rápidamente a abrir aquella reja negra, encontrandolo ahí, en la misma posición de siempre, pero parecía más agotado que antes.

—¿Sueño?—se acerca al gran globo que lo retenía, los ojos fríos de Morfeo al final parecieron mostrar una expresión, sorpresa y alivio. Él sabía que vendría a él, las manos frías de la joven se pegan al vidrio, queriendo destruirlo para abrazarlo de una vez por todas y dejar que ese anhelo que golpeaba cada día que iba a visitarlo se cumpla para acallar a su corazón deseoso por una simple caricia, un simple roce que se quedaría impregnado en su piel como agua que le daba vida, no pudo aguantar colapsar frente a él, deja caer su frente en el vidrio cansada de todo lo que pasó el día anterior para salir de aquel hospital—¿Estás bien, no te hizo algún daño? Lo siento mucho, debí encontrar algo mejor, yo debí—lo de él hizo no lo esperaba, como si quisiera tomar sus manos para calmarla a su propia cabeza, las intenta juntar con las de ella a través de vidrio, podía ver sus ojos junto con los de ella y a pesar de no poder sentir su piel podía sentirlo, tan cerca que podría morir en aquellos instantes.

—No te dije acerca de la forma fácil de liberarme, no es tu culpa, no quiero que vuelvas a llorar, niña—sus ojos oscuros albergaban culpa y remordimiento que no estaba dispuesto a aceptar, lo tomaría como un lo siento. Era alguien orgulloso, al final conoció algo de él, quería conocer más sobre aquel Eterno—Rompe el círculo de contención, así podrás liberarme, te llevaré al reino de los sueños, estarás junto con Caín y Abel

—¿Caín y Abel, como los de la biblia?—Sueño asiente, sin despegar su frente de la de ella pero tenía que romper ese momento agradable antes de que su padre llegara y la descubriera—No suena mal—sonríe ante aquella propuesta, pues aún vería a Morfeo y estaría cerca de él, no tendría que distanciarse de esos ojos que cargaban a la noche que tanto amaba, Sueño siente un alivio dentro de él, pues ella aceptó irse con él, quería pensar que era como un pago, para mantenerla lejos de la locura que hay en el mundo de la Vigilia, pero sabía que quería seguir a su lado, pudo ocultarselo a sí mismo, pero no a ella, no con esa sonrisa que dibujó en su rostro cuando ella aceptó.

—¿No es tierno cuando una pareja de enamorados vuelve a encontrarse?—habló aquella voz airada que repudiaba, rompiendo aquella burbuja de felicidad que había sentido—Yo te lo dije mil y un veces, Avic, pudiste tenerlo todo, dinero, fortuna e hijos, pero lo elegiste a él, el camino incorrecto

—Yo no elegí lo incorrecto, Magus, yo elegí lo que mi alma, mente y corazón necesitaba—acerca su pie a aquel círculo, viendo a su padre ponerse completamente pálido y a su hermano llegar con un rostro asustado.

—¡¿Qué crees que estás haciendo?!—no supo el momento cuando él llegó y tiró  de su cabello, alejándola de aquel círculo—¡¿Sabes lo mucho que he sufrido para mantenernos como lo estábamos antes?!

—¿Y tu sabes lo mucho que él ha sufrido, lo que yo he sufrido por tu maldita culpa?—desafiaba a su padre, con rencor en su mirada manteniéndola y no agachandose como lo hacía cuando era tan sólo una niña—Me encerrarte en una eterna pesadilla, ahora, veta al infierno—logra zafar su mano de su cabello para luego empujarlo con toda su rabia contenida lejos de ella. Pero había golpeado su cabeza contra el vidrio y poco a poco, el hombre empezó a perder la consciencia.

—¡Padre!—gritó su hermano para correr al cuerpo inerte de Roderick, no sabía lo que había hecho, sus manos empezaron a temblar y sudar como nunca lo habían hecho, su pecho subía y bajaba con dificultad mientras un sonido estático retumbaba en sus oídos—No tiene pulso—y sintió como su alma se fue de su cuerpo, empezaba a marearse al recordar el sonido seco de su cráneo golpear contra la esfera gigante. Era una asesina, había matado a su padre—¿Por qué lo hiciste, Avic? ¡Dímelo!—lloraba el joven su pecho, sintiendo agujas perforarlo y la rabia incrementar en su sistema.

—No lo escuches, tú no lo asesinaste, fue un accidente—habló Sueño, tratando de calmarla, pues sus bocadas de aire eran cada vez más largas y más profundas mientras caía lentamente a la demencia de su propia cabeza—Avic, mírame—hizo lo que le ordenó, encontrando la calma en su noche y en la tranquilidad de su mirada—Tú no lo mataste, fue un accidente, saldremos de aquí juntos y nunca más volverás a sufrir—asiente consecutivas veces, tratando de encontrar la calma en él y en la palabra juntos.

Mataste a papá—su hermano estaba completamente afectado, se encontraba envuelvo en su propia ira—¡¿Por qué lo hiciste?!

—No lo maté, fue un accidente-

—Mientes, tú lo odiabas tanto como yo, ¡por eso lo mataste!

—¡Yo no lo maté, entiéndelo Alex!—pero su hermano mantenía su mano en su bolsillo con sus ojos perdidos y vacíos.

—No, por supuesto que no lo hiciste, ¿me puedes dar un abrazo?—Avic asiente con su cabeza para dale un abrazo a su hermano, debía sentirse igual o peor que ella en esos momentos, su padre era su adoración. Sólo quedaban ellos dos para apoyarse. O al menos eso pensaba hasta que sintió una fría punta sobre su espalda para que luego la perforara profundamente, la apuñala nuevamente, más profundo. Empieza a escupir sangre, manchando la camisa blanca de su hermano. Sus latidos comenzaron a hacerse cada vez más lentos, su vista la opacaba sus lágrimas pero no podía gritar, era como ahogarse en un mar rojo lleno de su propia sangre, escuchó a Sueño gritar su nombre, pero no podía decirle que iba a estar bien, pues ya nada lo estaba. Al final, nunca pudo ir al reino de Morfeo ni cumplir su sueño de ser feliz a su lado.

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