Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXI

LO PRIMERO QUE VE AL ABRIR LOS OJOS ES MÁS OSCURIDAD, APENAS Y LA LUZ DE LA LUNA lograba entrar por las cortinas negras del cuarto. Al levantarse de la cama rápidamente, un dolor punzante azota su cabeza y un mareo la hizo quedarse aún en aquella cama, ¿cuánto tiempo estuvo explorando sus memorias perdidas, el Eterno ya había llegado? ¡Qué importancia tenía él en esos momentos! Acaba de recuperar todo su pasado con Robin y eso era lo que verdaderamente importaba en ese ahora, no sobre el Eterno que le decía palabras que la herían sin importarle, viéndola como lo que verdaderamente era: Una humana muy inferior a él, incluso un abrazo nunca significó nada para él, todos sus secretos, sueños, miedos y pesadillas que había tenido él los había conocido dentro de aquella jaula que lo mantenía cautivo sin ninguna posibilidad de salir, pero nunca pensó que lo único que quería era ahogarse en su soledad, no quería comprender si sus emociones eran como las de un humano, pues se había enamorado de una, Nada, su alma gemela, ¿tan fuerte era aquel vínculo que fue capaz de enamorar a un Dios? Quizá lo era, después de todo Robin cometió las mismas locuras que ella por una persona, cambiando todo para estar con ella, un peso sobre sus hombros provocaba ese pensamiento, pues no quería ser la culpable de que se alejara de su hogar, de todo lo que conocía, pero así él lo había decidido, una estupidez cambiar todo eso por alguien como ella, alguien que seguramente volvía al infierno después que se cumpliera el año que tenía fuera de los dominios de Estrella de la Mañana.

Necesitaba olvidar, necesitaba una bebida, nunca había tomado, pero su madre solía decirle que así podía olvidar cualquier pena, no lo entendió cuando era una niña, pero ahora necesitaba verificarlo por cuenta propia. Quería olvidar a su padre, el sentimiento y el sonido de su cabeza siendo golpeada contra el vidrio de cristal, saber que él fue el despiadado asesino de su mejor amigo de la infancia, Holly, Alex, el Eterno y el infierno. Todos esos recuerdos queriendo acabar su cerebro como si fueran un martillo golpeando múltiples veces al clavo, haciendo entrar más en la madera sin poderlo sacar una vez más. Estaba jodida si no podía olvidar todo lo que pasó, solo había querido ser una humana más y terminó sin su familia, a punto de perder su alma. Incluso su padre había sido un desastre en su último adiós, la última vez que lo vería, o al menos eso esperaba.

Al bajar por las escaleras de fierro se topa con Caín, quien se encontraba cubierto de sangre, la limpiaba con un trapo con total tranquilidad, sin darle ningún tipo de importancia por haber cometido un crimen, quizá debería hacer lo mismo, pero faltaba alguien en ese lugar, no quería pensar lo peor de él, pero conocía aquella historia bíblica, el primer asesino y la primera víctima, quizá esa sangre había sido de Abel, pues si el hombre tuviera una herida no estaría tan tranquilo limpiándose con un trapo que cambió de color blanco a uno rojo que se asemejaba al color de la cereza..

—¿Y Caín?—no pudo evitar preguntarle, pues no quería dormir con la preocupación de compartir el techo con un asesino, quizá la próxima sangre sea la de ella y le dé la sorpresa de llegar más pronto al infierno a Lucifer, un gusto que no quería darle después de casi hacerla comer el corazón de un hombre moribundo que habían torturado para una fiesta enferma.

—En el patio, bajo tierra—no preguntó más,  no quiso preguntar más, era obvio que la sangre era de Abel y el respondía como si aquello fuera lo más normal del mundo—Es mi derecho como hermano mayor, las cosas aquí no funcionan como en el mundo de la vigilia, vuelve a donde perteneces, creo que es obvio que no deberías estar aquí—decidió avanzar, relajando sus músculos que se habían encontrado tensos tras la respuesta sobre dónde se encontraba Abel. Olvidaba que ese no era su mundo, así como no lo había sido el mundo de faerie, completamente distinto a todo lo que conocía, desde el primer momento que aceptó ir con Robin supo que nada era igual a su mundo, tanto que ahora lo veía como algo normal después de todo lo que vio—Puedes llevarte al mitad duende, no lo queremos aquí. Él y sus estúpidas bromas hicieron que perdiera la cuenta de todas las veces que he tenido que saltar al lodo por objetos perdidos, apenas pasó un día que regresó y no lo soporto ni un solo segundo más, ahora tenemos a otro capricho del señor, una mortal 

—En primer lugar, créeme que por mí ya me hubiera largado de este lugar con Robin desde el primer momento que llegamos, no quiero tener nada que ver con tú señor, no quiero volver a verle la cara, segundo lugar, ¿tienes un trago? Después del día de mierda o sueño de mierda, quizá también pasado pasado 

—Claro, pero sírvetelo tú. No soy el sirviente de nadie y al parecer ambos queremos golpearle la cara, ¿a ti qué te hizo? Es bueno compartir el odio mutuo en un día jodido

—Más bien qué dijo, supongo que nunca pensé que era muy diferente, pero aprendí que no debes confiar en alguien que no habla. No sé cómo pude enamorarme de alguien que apenas conocía, mucho menos tomarlo por una persona, él... Fue alguien complejo, me lo decían, no es una persona, pero lucía como una, actuaba como una, muy inexpresiva pero se veía que tenía un corazón, muy en el fondo, me escuchaba y la habitación era tan fría que me conformé con unos oídos invisibles, fui tan estúpida al pensar que él era mi única salida de esa cárcel, al final, terminé en otra peor y luego en la del Eterno, una tragedia tras otra

—Hay una botella de vino en la segunda vitrina. No te lo termines o estarás con Lucifer—había varias botellas de vino juntas, decidió tomar la más pequeña, pues solo serían unos tragos—Soy la última persona en este universo que daría un consejo pero es necesario que lo sepas, está prohibido que un humano y un Eterno estén juntos así que será mejor que lo olvides o terminarás como...

—Nada, lo sé, me queda muy claro y creo que no será como ella. Será mucho peor, ya he estado ahí, es horrible, no quiero volver pero al parecer ya tienen un lugar especial para mí, así que me ahogaré en está botella hasta que se cumpla el plazo y ahora tengan un buen motivo para torturarme, quizá hasta queme la sala del trono del Eterno y sea él quien me lleve antes que la muerte lo haga

—¿Por qué le dices Eterno?—intentó destapar la botella, pero era algo imposible para ella—Dame eso, la vas a romper—Caín arrebató la botella de sus manos para después usar un sacacorchos y destaparla sin mucho esfuerzo—Así se hace 

—No quiero olvidar lo que es, suena simple pero así cada vez que lo veo, no logro ver la sonrisa de Sueño cuando estábamos en el sótano, solo logro ver la frialdad de las palabras de un Eterno, no a alguien que podría amar, al menos, quiero dejar de hacerlo 

—Si te sirve de consuelo. Él parece que siente lo mismo, aunque es muy difícil o incluso imposible que lo llegue a admitir, después de todo destrozó la rosa que les dan a las almas gemelas después de encontrarse por un tiempo, supongo que te la dio el mitad duende y él... Digamos que no le sentó muy bien, pero, si me lo preguntas, es mejor ahogarse en el alcohol—tomó un vaso de vidrio, llenándola con aquella sustancia embriagadora que nunca tuvo la oportunidad de probar, ahora parecía más una bebida mágica, que le haría olvidar el rostro de su padre, el de Alex, Lucifer, Morfeo, Benett y todo aquel que trajera un agrio sabor a su garganta, al menos el sabor de ese líquido era demasiado agrio como para que dejara de pensar en todo lo ocurrido, en lo que verdaderamente era: Una asesina, pero lo olvidaría, al menos, eso deseaba, eso conseguiría si pasaba del sabor amargo de la bebida.

—Él nunca lo estaría, él me lo dijo, nunca le importé y nunca lo haré, quizá quiere que todo mundo sea tan infeliz como lo es él

—Quizá tengas razón, pero ahora solo disfruta del  alcohol, primero sabrá como la mierda, luego todo se irá—da un largo trago que quema su garganta, sintiendo como pasa por ella por su tráquea haciéndola hacer un gesto de disgusto—No de golpe, idiota. Te serviré más aunque espero que tú novio no llegue, me colgaría o arruinaría todo el alcohol si supiera que te di vino. Aunque tú me lo pediste—un pequeño dragón dorado tenía una mancha de sangre en su nariz, intentaba limpiarse con sus pequeñas manos pero no alcanzaba ni a tocar su cara, sus ojos eran demasiado grandes haciéndole tener una apariencia más tierna de lo que ya se lo daba su grande cabeza y su pequeño cuerpo, como si fuera uno de los peluches que solía tener en su armario cuando tenía ocho años—¿Otro vaso?—no pudo contestar ya que le volvió a servir llenando aquel recipiente con el vino—Está vez, no de golpe, te embriagarás más rápido—no hizo caso cuando tomó todo el contenido de un solo trago, aquella quemazón antes insoportable en su tráquea ahora era más agradable, aquellas burbujas en el vino acariciaban sus labios y sentía que podría olvidar todo con unos vasos más. Así que volvió a servirse una vez más, todo de un solo trago nuevamente, sin importarle el día de mañana, en un año.

—¿Tú... Heriste a ese pequeño?—todo se movió en un segundo, haciéndola sujetarse del taburete y eso le hizo descubrir que no tenía ninguna tolerancia al alcohol, al menos eso haría más fácil borrar todo en su mente por unos momentos, dándole más importancia a un ahora que a un futuro en el infierno, donde probablemente maten lo último que le quedaría: Su alma. Dos vasos más y se sintió volando entre las nubes, eufórica agitó su cabello como siempre lo había querido hacer, desordenandolo y riendo consigo misma sin importar la mirada de Caín sobre ella, nunca se había sentido tan feliz, ya no importaba nada más que ese sentimiento que llegó a tener, era mejor que correr descalza por el prado, mejor que jugar a las escondidas con su hermano Alex, quien ya no estaba con ella, quizá nunca lo volvería a ver, ¿a dónde había ido? ¡Ya no importaba, él ya no estaba ahí! Solo estaba ese trago y ella, no había nada más importante ni nadie más importante. Caín había respondido desde hace unos momentos su pregunta, pero no logró comprenderlo, no quería comprenderlo, ¿de qué le serviría entenderlo si no ayudaba a hacerla sentir mejor? Al final, aquel pequeño dragón no lloraba, quizá la sangre era de Abel, quien estaba varios metros bajo tierra, como lo estaba Alex, como lo estaba su padre y como debería estarlo ella, ¿por qué estaba aún viva después de un siglo? ¡Debería estarlos acompañando en una silla caliente al lado de las llamas del infierno, siendo torturados por todos los demonios del lugar! Al final, todos ellos igual eran asesinos, al igual que ella, ¿por qué estaba tan tranquila ahogándose en su propio llanto con un vaso de vino? Entonces, la euforia se transformó en llanto desconsolado. Tenía que hablar con alguien, Caín no era una muy buena opción pero era lo que había.

—¿Por qué tenía que matar a mí padre, por qué tenía que dejarlo todo por un idiota que no dejaría ni un plato sucio por mí, por qué Robin me abandonó, por qué todo me sale mal, por qué mi padre mató a Benett, por qué tenía que ir al infierno cuando sólo quería ser libre y ¡por qué el Eterno no me deja en paz?!—en su mente todo sonó muy claro, pero la cara de confusión de Caín le hizo pensar lo contrario.

—No entiendo qué balbuceas, pero ya es demasiado alcohol para ti. Déjalo—intentó quitarle la botella, ¡pero nadie le quitaba esa bebida celestial de las manos! El sabor antes agrio del vino ahora le hacía agua la boca y no quería parar hasta acabar con la botella—Dámelo—pero ella sacó la lengua, mofandose de él—¡Ya no eres una puta niña, dámelo, ya bebiste demasiado y el maldito mitad duende no me dejará en paz por tú culpa, nunca debí dejarte que tomaras de ahí!—empezó a reír y a negar varias veces, dando otro largo trago directo de la botella, sintiendo el líquido resbalar por su garganta, el piso se volvió a mover pero eso no importaba mientras pudiera acabarla.

—¡¿Qué carajo le diste?!—la puerta principal se abrió de golpe, dejando ver a un Robin con el ceño fruncido completamente empapado por la tormenta que caía afuera, las gotas de lluvia caían de sus mechones rubios y toda su ropa se pegaba a su cuerpo como su acabara de lanzarse a un río desde un risco, o al menos parecía que alguien lo lanzó y salió curioso del agua en busca de venganza pues miraba furioso a Caín con ganas de quererlo asesinar, quizá él lo había lanzando desde el risco y quería vengarse, pero aquella situación era divertida, al menos lo era en esos momentos, sus zapatos tenían lodo y dejaba huellas en la madera, Caín lo veía con las mismas intenciones asesinas y ella solo quería beber aún más, deseaba que esa sensación nunca se fuera, dejó de darle Importancia a su pequeña pelea mental y buscó volver a concentrarse en la botella.

—Maldito mitad duende, ¡acababa de limpiar!

—Sí, lo que digas, pero aquí, lo importante es que le diste vino a mí pequeña. ¡Nunca ha tomado ni una sola gota y adivina cómo estará mañana ahora que la embriagaste!

—¿Yo la embriagué? Parecía demasiado contenta intentando alcanzar la última gota, y claro, como si me importara mucho lo que le pasara al pequeño capricho de Morfeo—Robin le quitó la botella, con enfado intentó arrebatársela de sus manos, ¿pues quién se creía para quitarle a su querida sustancia embriagadora? No era nadie más que alguien que abandonaba a las personas que quería—Pero ah, eso ya lo sabes. Después de todo por eso ella no te ama, porque ella ya lo ama a él

—Cállate o juro que nunca volverás a asesinar a Abel, porque te romperé la botella tan duro en tu cabeza que olvidarás quién eres y luego de un segundo golpe, el vidrio entrará por tu cráneo, pero eso no será todo. Créeme que no lo será—intentó atrapar la botella nuevamente, pero Robin la elevaba cada vez más fuera de su alcance—Ya bebiste demasiado, vamos a tu cuarto

—No puedes ordenarme nada, ¡me abandonaste, con él, con su jodido bastón y su carácter de mierda, me dejaste en ese lugar, sin decir nada, me quitaste todo lo que sabía de ti, todo el mundo que me hiciste conocer para luego olvidarte de eso como si no fuera nada. Yo te quería!—después del deseo, vino nuevamente las lágrimas, sintiéndose miserable por cuarta vez en un día. Robin la miró con lástima y tristeza en sus ojos, dejando de lado la botella en el taburete, concentrándose solo en ella y en sus lágrimas a punto de desbordarse por sus ojos, como un río salvaje que arrastra con los troncos que le han puesto enfrente, la botella ya no le importaba, solo quería soltarse a llorar como lo había hecho hace unos momentos, o aún peor, como la niña que alguna vez fue, aquella niña débil que nunca debía llorar si quería ganarse el respeto de su padre y hermano, algo que no conoció por más que se esforzara—¡Me abandonaste en ese lugar, con esa gente que me terminó asesinandome, tenía mucho miedo. Mi jodido hermano me asesinó, por la espalda, por la puta espalda, con un abrazo, lo peor de todo es que yo le creí, así como creí que eras mi amigo!—intentó acercarse, pero ella no lo dejó, solo se alejó como si aquel toque pudiera quemarla, quería golpear aquel rostro con todas sus fuerzas, quitar aquellos ojos de cachorro moribundo de un puñetazo a su nariz, el agua cayendo de sus cabellos no ayudaba mucho a aquella comparación en su mente, pues lucía así, como un pequeño cachorro que buscaba el perdón de su ama por romper sus zapatos favoritos. No quería dárselo, pero su mirada parecía ser una de sus debilidades.

—Debiste tener mucho miedo, lo siento de verdad. Nunca volveré a dejarte sola de nuevo, lo juro cachorra humana. Nunca volverás a tener miedo, explicártelo en este estado no sería lo correcto—le creyó, cada palabra que salió de su boca se la creyó con la inocencia de una niña a la que le prometen un caramelo después de la comida, con las mismas esperanzas que tenía una madre con un niño en el vientre. Era lo único que le quedaba y lo único que necesitaba, los ojos avellana de aquel mitad duende sobre los suyos, sin importarle oler a alcohol en esos momentos, ni Caín quien no sabía si se había retirado o seguía ahí incómodo por la escena que estaban haciendo, solo lo necesitaba a él, siempre había sido así, lo supo tarde, pero en ese ahora lo sabía. Le creyó a la persona que le había mentido con su verdadero nombre más de tres veces, incluso, dudaba si ese era su verdadero nombre, pero eso no importaba, pues no le mentiría con un juramento—Tienes que descansar, mañana te daré algo para la resaca. Luego me encargaré de Caín, ahora lo importante es que no vuelvas a tocar una botella en tu vida

—No es como si quedara mucho tiempo, pronto. Seré un espíritu más torturado, quizá hasta mi corazón sea el próximo en ser comido en esa estúpida fiesta—su cercanía a ella la hacía sentir incomoda, pero no quería separarse, la hacía sentir mejor que aquel vino y solo quería dejarse dejarse llevar por sus ojos preocupados y sus labios húmedos por la lluvia que había descargado toda su ira sobre él, sintiendo en su interior que cualquier suspiro, latido y llanto siempre habían sido suyos, navegando por las suaves aguas rosadas del amor más puro que alguna vez sintió, algo que podría durar por toda la eternidad de las estrellas, sin se afectado por cualquier guerra, enfermedad o muerte, pero era un goce tan momentáneo como la sombra, y tan breve como un relámpago nocturno que rompe con el seno de las tinieblas lanzando su destello a cualquier oscuridad que encuentre en su camino, un goce tan corto como el sueño que siempre se mantuvo presente en su cabeza, sin perder la esperanza de cumplirse algún día.

—No sucederá. Te lo prometo, me aseguraré que eso no ocurra. Ahora, tienes que ir a dormir, ha sido hoy un día duro, lo recordaste todo, el monstruo que fui—su aliento era la caricia de los suaves pétalos de las rosas a sus labios, tan cerca que podía saber lo que era el verdadero paraíso, una medicina a sus dolores que quería probar, un elixir que sus labios resecos necesitaban para poder seguir en el camino sin caer al suelo moribunda por una sola gota de agua, no sabía si era el efecto del alcohol sobre su cuerpo, que la impulsaba a acercarse cada vez más a él hasta mezclar sus respiraciones agitadas en una sola, cayendo bajo el hechizo de sus labios. Estaba nerviosa, pues nunca había besado a nadie. Un siglo completo nunca lo había hecho, ¿podría haber alguien más patético que ella? Pero ahora quería hacerlo, quería saber qué era eso que hacía apartar la cabeza a las niñas de diez años, aquello que los enamorados tanto hacían entre las sombras, aquello que le habían prohibido hacer en su infancia. Pero él se apartó, rompiendo todo el encanto que había puesto sobre ella, haciendo que su pecho empezara a doler, ¿era acaso que no gustaba de ella o quizá le daba asco su aliento a alcohol?

—Robin... ¿No te gusto?—sintió que hacerle esa pregunta era como darse una estaca a su corazón, una respuesta que no quería oír, pues sería un huracán que la terminaría por devastar.

—Esa es la pregunta más estúpida que he oído en toda mi vida. Y eso que he estado con gente que lo es desde su nacimiento, un ejemplo es Caín pero volviendo al tema. No eres tú, en realidad, sí pero no de la forma que crees, es solo que... No estás consciente de lo que haces, yo sé que tú no me amas a mí, has visto mi verdadera forma, debería darte asco en estos momentos, por eso, creo que será mejor tener una conversación mañana sobre cómo recuperaremos tú alma y sobre la raza de perrito que tendremos. Ahora, mejor vamos a tu cuarto, aunque dudo que puedas ir sin caerte—¿qué estaba diciendo? ¡Estaba muy segura de lo que hacía! ¿Por qué pensaba que le daría asco? Seguía siendo Robin, aquel que la sacó del infierno, incluso del averno de su hogar por un corto período de tiempo que había atesorado y guardado en lo más profundo de su corazón. Sentirse libre por un momento en su vida.

—Tú no eres un monstruo Robin, pero tampoco eres un príncipe, es por eso que quiero hacerlo—intentó tomarlo de su mano, pero él la apartó bruscamente, llevándose otro pedazo con él, sus ojos no reflejaban alegría, era solo tristeza, no había nada más allá de eso.

—No andas sobria Avic, ve a dormir. Te ayudaré a subir pero no digas nada más, te conozco, ahora mismo eso no es lo que necesitas, quizá un cuento te ayude a dormir. Ven, vamos—negaba, pues no quería irse del lugar hasta convencerlo de que ya no sentía nada por el Eterno, que él no fue más que una ilusión que hizo su cabeza ante la soledad de aquel cuarto frío y duro que la había tenido cautiva por muchos años, pero al final, le hizo pasar su brazo por sus hombros, ayudándola a subir por las escaleras que parecían infinitas, moviéndose su suelo en varias ocasiones, haciendo que su cuerpo se tambalee pero al final es sujetado por Robin. Hasta que llegan a su habitación y la recuesta sobre la cama esperando que no volviera a levantarse del lugar, pero lo hace, sin querer dormir todavía.

—¡No soy una niña, Robin! Soy muy capaz de comprender lo que siento en estos momentos, yo sé qué es lo que siento—dio la vuelta, cansado de toda aquella situación, pues aquel dolor en su pequeño no se iba desde el momento que Ethan le dijo que la pequeña había caído en amor por Morfeo, gracias al loco de su padre quien lo mantenía cautivo en el sótano, aquel que también le arrebató todo rastro de felicidad a la niña que conoció, aquella que se emocionaba con una hada a pesar de no ser como la pintaban en los cuentos que le leía Ethel cuando no podía dormir, había vivido muchas pesadillas, un cuento era lo que necesitaba en esos momentos, así como lo hacía su madre, pero nunca había leído alguno, nunca le interesó esa parte de los mortales, pues todos eran una meta imaginación de color rosa que no estaba en sus planes tenerlo que soportar, vaya que se arrepentía de eso en aquellos momentos, pues no conocía historia alguna que ella no haya escuchado de su boca, le contó todo, incluso cosas y trabajos que nunca llegó a contarle a nadie, pues ella se había convertido en su mundo, alguien que tenía que proteger, pues fue su culpa que muriera y ahora estuviera en riesgo de volver a aquel lugar que un ángel malhumorado como ella no pertenecía.

—Te contaré una historia, ven a la cama y podrás dormir tranquila está noche—eso no pareció convencerla, pues hizo una mueca de desagrado y ladeo sus labios—Duerme, pronto caerás por el cansancio, mañana te dolerá la cabeza y olvidaremos esto. Olvidaremos tu etapa de irritable y fastidiosa, mañana será un nuevo día y una nueva posibilidad de que Morfeo no me asesine por haber dejado plantada a Lucienne cuando le dije que le iba a ayudar a traer a algunos sueños de vuelta a la ensoñación

—Entiende que ya no soy una niña, no necesito cuentos. Yo sé lo que siento

—Aquí vamos de nuevo. ¿Y qué sientes? Si tanta insistencia tienes de querer que te crea, pero no puedes decir qué sientes, ¿cómo puedo creerte si no sé qué es lo que sientes?—hubo un corto silencio entre ambos, uno que no estaba dispuesto a soportar más, pues lo mataba, le daba falsas esperanzas que no existían, aquella mortal lo mataría en cualquier momento y no se negaría cuando lo hiciera, pues era lo único que le quedaba, en lo único que podría creer, aunque fuera la mentira más cruel que ha escuchado, él había sido el mejor mentiroso que conocía, al menos hasta que la conoció a ella y supo quién era aquel que mentía mejor, pues lo hacía dudar gracias a esos ojos que gritaban aquello que tanto anhelaba escuchar desde el primer momento que sus ojos se pusieron en aquella melena rubia, ese rostro inocente y vivaz que lo había atrapado, sus dulces palabras que antes habían sido tontas e irracionales pero ahora no eran más que inocentes como las de una niña, pero ella lo había dicho, no era más aquella niña que tanto protegió en la mansión del idiota de su padre que hubiera preferido asesinar él mismo, quitarle ese peso a su pequeño ángel que cargaba todos los días, si tan sólo lo hubiera matado él no estuviera en ese estado de embriaguez, rompiendo su corazón una vez más.

—Siento que te amo—aquellas palabras tuvieron el suficiente poder sobre él para hacer que sus piernas se detuvieran, la suficiente fuerza para detener su tiempo y creer que podría hacerlo aún dentro de sus penumbras de la confusión, donde no había ninguna otra salida más que posibilidades remotas que no llevaban a ninguna parte que no fuera otro camino sin fin, sintiendo el candor que llevaban las palomas en la firmeza del cielo, era aquel hechizo de la alondra armoniosa que cantaba feliz junto al jubiloso viento que arrastraba su llamado a través de las hojas que dejaba caer el blanco espino, sintiendo la mínima posibilidad de mantenerse ahí, bajo el hechizo de aquella bruja cruel que con palabras melodiosas alimentaba sus oídos, o quizá era él, aquel enamoradizo enfermizo que caía ante su suave cobijo que alumbraba cualquier pavorosa oscuridad del alma, llenándola del más acendrado dulzor que podría tener el brillo de la luna que caía sobre ellos como el aletear de las alas de la libélula al danzar del viento y el suave abrazo del sol, ella era eso, todo lo que necesitaba, pero ella no necesitaba de él, seguía amando a Morfeo, pues conocía cuando mentía y aquella era la mentira más cruel y despiadada que le habían dicho en tanto tiempo, estrujaba su pecho aún sin usar sus manos, quemaba su pecho sin fuego y lo hacía querer morir sin aún saber lo que significaba vivir. Ese era su hechizo mortífero en el que lo había sometido desde la primera mirada, su primer toque y sus primeras palabras, nunca volvió a ser lo mismo, intentaba descubrir si conocerla lo iba a destruir o a aliviar, pero eso poco importaba cuando lo miraba de aquella forma, dándole algo más importante que cualquier pasado, algo por lo que podría seguir a pesar de no ser correspondido, había pensando varias veces que se iría de su lado cuando recuperara su alma, pero no podía dejarla, su rostro era lo único que lo hacía sentir vivo, lo único que necesitaba dentro de la nada de su existencia, conocerla fue saber lo que significaba el infierno y el cielo uniéndose en un solo ser: Ella, que con aquellos ojos antes chispeantes de vida tenían gotas de rocío cayendo por sus tiernos pómulos hacía que quisiera consolarla hasta que la lluvia de sus ojos se acabaran, al estar a su lado no era como en el pasado, siempre estando alerta a todo sonido de su alrededor, quizá no había sido el más silencioso para otros seres, pero los mortales no sabían escuchar, haciéndole más fácil su tarea de arruinarles la noche o su vida. Todo eso perdió sentido cuando vio dentro de sus ojos y supo el significado del universo y sus secretos.

—Dilo cuando sea verdad. Me haré cargo de Caín mañana o quizá hoy—la vio tambalearse al intentar caminar hacía él, pero él ya no quería seguir escuchando aquellas palabras que lo herían como el cardón al clavarse tan profundo en la piel que es imposible sacarlo sin desgarrar, eso eran aquellas palabras para su pecho, palabras que tenían la pureza del alcatraz, pero no eran más que una vaga sensación pasajera que se convertirían en cardón para su corazón, clavándose tan profundo que dolería sacarlo con la misma mano que lo enterró ahí, rasgando y matando el último suspiro que le quedaba, pero así, aún sangrando en aquel devastador momento, su sonrisa podría ser el cielo en el paraíso y podría morir en paz. Así lo haría. Pues ella era el relámpago en la sañuda oscuridad, la luz dentro del huracán, aunque después del rayo venga la oscuridad valdría la pena, pues no moriría nunca a no ser que no fuera por su mano, quizá lo haría de sed, pero la muerte era tan agradable como se veía, quizá ella fuera amable pero lo que venía después no lo era, ¿perenigraría por siempre en la oscuridad o encontraría la salvación que tanto buscaba en la penumbra de la noche? Cuando el grillo cantaba incontables canciones alegres dentro de su cueva, cuando la luciérnaga empezaba a emprender vuelo a través de hojas y setas, era ahí donde pensaba que pertenecía, su hogar dentro de un todo, donde no cantaba el grillo ni la luciérnaga brillaba, pero ella le demostró que la verdadera belleza habitaba en las penumbras, donde existía la luz. Esa luz en forma de ojos y mirada que se lanzaron sobre él en un ataque furtivo y furioso, acabando con la poca cordura que le quedaba cuando sintió la suavidad de sus labios sobre los suyos, la suavidad de sus manos de porcelana deslizándose con el sigilo de una serpiente por sus frías mejillas hasta atraparlo, convirtiéndolo por primera vez en toda su vida en un pequeño ratón que se dejaría vencer por el depredador, su corazón volviéndose completo, como si todas las leyendas del paraíso que parecían un mito lejano a una realidad frívola y dura como la luna se convirtieran en la calidez y suavidad del sol que con anhelo brillaba más intenso al medio día, fue el alba después de la larga noche, el oasis en medio del desierto de Lut, todo lo que había necesitado, la razón por la cual había vivido tanto había sido por ese momento, el mismo momento donde las palabras no bastan para declarar más de lo que se pudiera hablar, donde dos corazones podrían ser uno. Pero seguía doliendo como el infierno, pues a pesar de que sus labios eran el río que necesitaba no lo eran los suyos, condenándolo a la mera ilusión de su alma. Su beso hubiera le concedido la inmortalidad si tan solo hubiera sido real, pero no podía escapar, la necesitaba, aunque ella no sintiera lo mismo, era por eso que debía romper con su paraíso, romper sus alas y dejarse caer al inframundo, oyendo como el viento rompe con su cuerpo, hasta la duda caída que terminaría con todo sentimiento puro que alguna vez albergó en su interior, no quedando más del recuerdo de lo que alguna vez fue. Así lo hace, termina de romper con su alma y a su ve con aquel beso que parecía morfina, capaz de aliviar cualquier dolor, llevándolo más lejos de lo que alguna vez pudo imaginar y supo lo que era estar vivo. Era el momento perfecto para dejarse llevar por las aguas oscuras de la dulce muerte, llenando de agua sus pulmones, quitando toda oportunidad de vida gracias a la presión del agua y fue entonces cuando sabía que era el tiempo para dejar de respirar.

Quizá el infierno y el paraíso siempre habían sido el mismo lugar y no se habían unido.

—Me vas a matar un día de estos, si no es que ya lo hiciste, mañana olvidarás esto y podremos intentar hacer un plan para recuperar tú alma, luego estarás comiendo un helado en algún parque y nunca habrás tenido tanta paz con en ese momento, ¿parece perfecto, no?—sus ojos parecían confundidos por sus palabras, temblababa como un pequeño perrito sin lograr comprender sus palabras o quizá el por qué se separó de esa forma y con esa frialdad con la que nunca la había mirado.

—¿Olvidar? Yo no quiero olvidar, ¿en verdad no me amas? Solo dilo

—Nunca ame a nadie más que a mí mismo, hasta que llegaste tú y quise acabar conmigo, porque eras una mortal y yo no era más que un duende, hice todo esto porque aún seguía amándome más a mí mismo, porque era tan egoísta que solo me importaba todo lo que me hacías sentir, no me importó nada más que ver tú rostro cuando escapé aquella noche para estar a tu lado. Fue entonces, aún en el infierno que supe que te amo más de lo que creía, tanto que moriría por ti, volvería al infierno con tal de verte sonreír, pagaría una eternidad en el noveno círculo con tal de estar un segundo más a tu lado. Si ese no es el amor que tanto hablan los mortales creo que es mejor que vaya comprando un diccionario y me vaya actualizando con todos sus conceptos para decirte mil palabras de lo que siento por ti

—Robin-

—Robin nada, tú vas a dormir y yo voy a vengarme de Caín tomando cada una de sus botellas de alcohol para que nunca vuelvas a agarrar una—su abrazo lo confundió, pues lo envolvió con sus brazos temblando al igual que todo su cuerpo, sus ojos desorbitados y vidriosos le encogían su corazón, una niña buscando un refugio cuando el cielo lloraba desconsoladalo por pintarse de gris, como si planeara nunca soltarlo por esa noche hasta que sus memorias dentro de su cabeza descansarán de todo el bullicio, un momento de paz que quizá nunca podría tener.

—No quiero dormir, los puedo volver a ver, no quiero volverlos a ver—lo entendió todo con esas palabras. El peor demonio que tenían los mortales durante las noches eran sus propias memorias que los atormentaban en las noches en vela, Peores que cualquier monstruo en el rincón de su habitación, una espina tan pequeña pero dolorosa que no podían arrancar de su piel.

—Te dije que no tendrías que temer nada mientras yo estuviera contigo, nada ni nadie va a herirte, ni tu propia sombra te lastimará mientras yo esté aquí. Ten dulces sueños, Avic

No escuchó ni vio nada más después de sentir una corriente de viento sobre sus ojos, una suave caricia, un pequeño momento de paz que nunca olvidaría.

CAÍN, ¿DÓNDE ESTÁ LA HUMANA? YA HA llegado de su viaje de faerie?—Morfeo entró a la Casa del Misterio, con un cuervo sobre su hombro quien grazno en respuesta, Matthew no parecía comprender por qué regresaron a la Ensoñación sólo para saber si una humana llegó al lugar, pues según la palabras del señor su próxima parada sería el mismo infierno que tanto le contaban cuando aún vivía, cuando aún tenía brazos y no esas cosas con las que no podía tomar ni un solo vaso de café como antes solía hacerlo..

—Pues ya ha llegado mi señor, pero no creo que quiera saber la respuesta a la pregunta—Caín dejó caer el hielo sobre el vaso cordial sin cuidado, seguido de un líquido amarillento que caía desde la botella hasta aquel vaso llenándolo hasta el tope.

—Si te pregunté es porque quiero saberlo, ¿es acaso que ya no sientes el mismo respeto, Caín?

—Bien, se lo diré. Se anda besuqueando en su cuarto con el mitad duende, quizá ya hasta llegaron a la cama, quién sabe, en ese estado uno hace locuras que estando sobrio nunca haría

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro