🍎 Antojos 📻
Trimestre 1: Dos Mes.
Bajando las escaleras del hotel, Lucifer llegó a la cocina con una expresión de frustración.
—¡Otra vez nada! —masculló mientras cerraba el refrigerador y miraba las estanterías—. ¿En serio? ¿Solo cereal?
Contempló la única caja de comida en la estantería. No era fan del cereal; lo encontraba un poco soso, especialmente sin leche. Resignado, tomó un puñado de cereal y lo comió mientras se dirigía a su cuarto para prepararse y salir a comprar suministros.
Al salir del hotel, se dirigió a la tienda para abastecerse para la semana.
—Señor Lucifer, ¿viene por suministros? —preguntó el dueño de la tienda al verlo.
—Sí, ya sabe lo que me gusta. Lo mejor que tenga —respondió Lucifer.
—¡Claro! —dijo el hombre cerdo, dirigiéndose a sus imps—. ¡Oye, tú! ¡Ya escuchaste al rey, prepara su pedido!
Luego de dar las órdenes, el hombre cerdo se volvió hacia Lucifer para charlar, como siempre.
—¿Viene solo hoy? ¿Y el Overlord que solía acompañarlo?
—Oh... —Lucifer se puso un poco nervioso al darse cuenta de que se refería a Alastor—. Bueno, está ocupado con unos asuntos del hotel. Vine yo solo esta vez.
—Ya veo. Debe ser raro venir solo después de tantas veces que vinieron juntos.
—Sí, algo así —confirmó Lucifer.
Cambió de tema y hablaron de asuntos triviales, incluyendo a la hija del vendedor, que había estado hospedada en el hotel desde hacía una semana. El cerdo demonio se alegraba de que su hija tuviera una segunda oportunidad, ya que no merecía estar en el infierno. Haría lo que fuera por sacarla de allí.
Cuando el pedido estuvo listo, Lucifer regresó al hotel para organizar todo en la cocina y preparar un desayuno decente.
Mientras cocinaba, recordó con tristeza a Alastor. Su rutina solía ser preparar el desayuno mientras Alastor estaba con él, pero ahora solo estaba él. Hacía ya un mes que la situación era así.
Alastor no salía de su habitación. Nadie lo había visto o escuchado desde hacía tiempo, ni siquiera en su torre transmitiendo su programa de radio. Era como si la tierra lo hubiera tragado, pero se sabía que seguía allí por el ruido de estática proveniente de su habitación y por las sombras y secuaces que custodiaban la puerta. Esos malditos muñecos de vudú corrían a cualquiera que intentara acercarse a la habitación de Alastor.
Lucifer se preguntaba qué estaba pasando con Alastor. No solo por su extraña y reciente relación, sino también porque el hotel parecía desmoronarse sin él, aunque no de manera literal. La comida se estaba perdiendo; había un ladrón que robaba los restos. Si Alastor estuviera aquí, eso no pasaría. Él solía registrar la comida restante antes de dormir, vigilaba la cocina todas las noches con su magia vudú, y al despertar verificaba que todo estuviera en orden.
—Jodete, Alastor —murmuró Lucifer, tratando de contener las lágrimas. Se limpió los ojos y tomó una manzana para comerla.
—Buenos días, papá —dijo Charlie al entrar en la cocina, asustando a Lucifer, que casi se atraganta con un pedazo de manzana.
—Buenos días, cariño.
—Mm, qué rico se ve el desayuno hoy —dijo Charlie mientras se acercaba para tomar una galleta, maravillada por el sabor de naranja, canela y jengibre—. Están deliciosas.
—Lo sé. Hija, ¿has sabido algo de Alastor?
—No... Intenté entrar a su habitación de nuevo, pero los secuaces me echaron a mí y a Vaggie.
—Ya veo...
—¿Y el ladrón de la alacena?
—Aún no lo encuentro. Es muy astuto, no deja ninguna evidencia.
Charlie suspiró.
—Qué lástima. Bueno, vamos a desayunar antes de que se haga tarde. Tenemos cosas que hacer; llegarán nuevos huéspedes hoy —dijo, intentando aliviar el ambiente y a su padre. Ella ya estaba al tanto de la relación con el demonio, y aunque al principio no lo aceptó, reflexionó y decidió apoyar a su padre en esto.
En la habitación de Alastor, él leía un libro mientras Niffty, a su lado, observaba fascinada el ligero abultamiento en el vientre de su jefe. Por otro lado, Husk echaba leña a la chimenea para mantener la habitación cálida, ya que el termostato de Alastor había fallado y el señor tenía frío.
—Ya —dijo Husk, sacudiendo su pelaje para eliminar las cenizas—.
—Muchas gracias, querido Husk. Y tú también, Niffty —Alastor miró a la pequeña, acariciando su cabello—. Gracias por limpiar mi habitación.
—No te preocupes, Alastor. Siempre mantendré todo limpio —respondió Niffty con entusiasmo, abrazando a su jefe y apoyándose en su vientre. Aunque Alastor se alteró un poco, la dejó hacerlo y suspiró.
—¿Y así vas a estar? —preguntó Husk, acercándose para sentarse en la esquina de la cama y mirando al demonio radio—. ¿Por cuánto tiempo piensas ocultarlo?
—. . .
—No puedes robar comida durante nueve meses sin que nadie lo note, y tampoco puedes permanecer encerrado en tu habitación todo el tiempo. ¿Qué harás cuando tu vientre crezca más, o cuando entres en trabajo de parto, o cuando el bebé nazca?
—Alastor es muy inteligente, seguro que tiene un plan —dijo Niffty, mirando a Alastor, que parecía perdido en sus pensamientos—. ¿O no?
En ese momento, ambos se dieron cuenta de que Alastor no había pensado en esos aspectos. Solo había actuado por impulso después del shock, recluyéndose en su habitación y evitando incluso su pasión, la radio, así como a su pareja, y robando comida de la alacena porque no quería salir. Solo salía de madrugada con su sombra para robar comida, mientras ellos eran los únicos que sabían del embarazo, incluido a Rosie, quienes lo cuidaba y limpiaba su habitación.
—Bueno, tenemos que irnos para recibir a los nuevos huéspedes. Piensa en lo que te dije, Alastor.
Niffty tomó la mano de Husk y se fueron, dejando a un Alastor pensativo y con unas ganas repentinas de llorar. Las hormonas lo estaban afectando.
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