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🍎 Vox 📻

Valentino no había vuelto desde aquel día.

—¿Qué familia Vox? —repitió, la pregunta resonando en su mente como un mantra.

Había escuchado esas palabras antes, tal vez una vez... sí, una vez, de su exesposa.

Después de matar a Alastor, su familia lo obligó a casarse, como si la vida pudiera continuar sin más. Había creído que con Loretta podría encontrar un nuevo comienzo, una conexión auténtica. Pero lo que había imaginado como un vínculo se desvaneció rápidamente, desbordado por la bofetada de realidad que ella le presentó.

—¿¡Te vas?!

—No, el que se va eres tú. —Loretta le lanzó unas maletas a los pies, el sonido del impacto resonando en el aire tenso.

—¿Tú… me estás corriendo de nuestra casa? —Vox tomó con fuerza el brazo de la mujer, quien soltó un quejido de dolor—. ¿Te atreves a tratar así a tu esposo? ¿A quien te ama tanto?

—¿A quien me ama tanto? Vox... Si realmente me amaras, te irías ahora mismo. Ya no soporto más esta obsesión a la que llamas amor.

Las palabras de Loretta eran como un puñal, atravesando la defensa que había construido a su alrededor. La idea de amor que él había cultivado se desmoronaba, revelando la verdad: no había amor, solo control y dependencia.

—¿Y qué va a pasar conmigo sin ti? ¿Qué va a pasar con nuestra familia?

—¿Familia? —Loretta sintió cómo Vox la soltó un poco y ella aprovechó para liberar su mano—. ¿Qué familia, Vox? Entre nosotros no hay nada parecido a eso. ¡Así que, por favor, vete ya!

Antes de que Vox pudiera articular una respuesta, Loretta lo empujó fuera de la casa, cerrándole la puerta en la cara. El golpe de la puerta resonó en su pecho, y Vox, con el corazón hecho añicos, se dirigió a casa de su padre. Al poco tiempo, una carta de divorcio llegó a sus manos, un recordatorio frío de su fracaso.

Desde aquel día, Vox se sumió en una espiral de tormento. Comenzó a acosar a Loretta con la misma ferocidad con la que había acosado a Alastor.

Cada encuentro se volvía más oscuro, y Vox le confesó a Loretta su papel en la muerte del famoso locutor de radio, una revelación que la sumió en la paranoia. Los días pasaron, y Loretta, esa mujer vibrante que alguna vez fue, se convirtió en un espectro, consumida por el miedo y la desesperación.

Un día, decidido a "negociar", Vox fue a su casa. Pero los gritos se tornaron agresivos cuando Loretta se negó a abrir la puerta. En su desesperación, Loretta arrojó su televisión desde el segundo piso, un acto impulsivo que acabó hiriéndo a Vox, matándolo en el acto.

Loretta fue encarcelada, pero pronto fue absuelta de los cargos, gracias a la defensa de su padre, un fiscal que argumentó que había actuado en defensa propia. Pero el triunfo fue efímero: Loretta murió en el manicomio.

Con cada recuerdo, Vox sentía un nudo en el estómago.

—¿Hasta ahora te das cuenta? —se preguntó a sí mismo, mirándose en un charco de agua—. Si nada de eso hubiera pasado, si las cosas hubieran sido diferentes, todavía los tendrías.

La respuesta le quemaba en la garganta. Tal vez habría vivido feliz con Alastor o quizás con Loretta... o con Valentino. A Valentino no lo amaba; lo veía como una distracción, una forma de llenar el vacío que había dejado su propia incapacidad para amar de verdad.

Y aunque nunca lo admitió, su querida hija Vespera fue un rayo de luz en su oscura existencia. Criar a esa niña le había traído felicidad y orgullo, pero ahora esa alegría se convertía en un peso. Se arrepentía de no haber sido el padre que ella necesitaba, de no haberla amado como debía. La culpa lo asfixiaba, y la pregunta lo atormentaba: ¿podría redimirse alguna vez?

En ese charco de agua, su reflejo le devolvía la imagen de un hombre roto, un alma atrapada en la red de sus propios errores. La vida que había deseado había desaparecido, y con ella, cualquier atisbo de felicidad. Vox se sintió perdido, navegando en un mar de recuerdos que lo ahogaban, deseando con todo su ser que hubiera tomado decisiones diferentes.

O de morir... Tal vez.

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