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Capitulo 2

Teresa Lisbon

–Me sorprende que esperaras a que yo fuera mayor de edad. No es que seamos una sociedad respetuosa de la ley en general–

Mamá frunció los labios. –Espero que te deshagas de esa irritabilidad antes de conocer a el señor Jane. Un hombre como él no tolerará tu insolencia–

Mis manos se cerraron en puños debajo de la mesa. Mamá fue probablemente la fuerza impulsora detrás del matrimonio. Ella siempre estaba tratando de mejorar nuestra posición en la Familia.

Ella sonrió y luego se puso de pie.–Será mejor que empiece a buscar un lugar. Este será el evento del año.–

Me dio unas palmaditas en la mejilla como si yo fuera un lindo caniche que le hubiera ganado un trofeo en una exposición canina. Al darse cuenta de mi expresión agria, frunció el ceño. –No estoy seguro de que Jane apruebe tu mal humor... o tu flequillo–

–Se ve bien– dijo papá con firmeza.

–Se ve bonita y joven, no sofisticada ni femenina–

–Si Patrick quiere una dama, debería dejar de robar cunas–murmuré.

Mamá jadeó, poniendo una mano sobre su corazón como si yo sola la llevara a una tumba prematura. Papá trató de disimular una risa tosiendo.

Mamá no se dejó engañar. Ella lo señaló con un dedo de advertencia. –Háblale algo de sentido a tu hija. Ya conoces a Teresa. Siempre te dije que fueras más estricto con ella–Se dio la vuelta y se fue con un swoosh de su falda larga.

Papá suspiró. Me dio una sonrisa cansada. –Tu madre solo quiere lo mejor para ti–

–Ella quiere lo mejor para nuestra posición. ¿Cómo es bueno para mí casarme con un viejo cruel, papá?–

–Vamos–dijo papá, poniéndose de pie. –Vamos a dar un paseo por el jardín–

Lo seguí. Me tendió el brazo y lo tomé. El aire era cálido y húmedo y me golpeó como una bola de demolición–Patrick no es tan viejo, Teresa. Sólo 25–mintio, recordaba perfectamente que tenia treinta y uno.

Traté de pensar en hombres de su edad, pero en realidad nunca presté atención a los hombres. –¿No era Betram de su edad? Pensar en mi prima no era un consuelo; me asustó sin sentido. Si Patrick fuera así...

–¿Y si fuera un asqueroso bruto gordo?– Miré a papá. Sus ojos marrones se suavizaron. –No me mires como si te hubiera traicionado. Convertirse en la esposa de Jane no es tan malo como crees–

–Irrevocablemente cruel–Así lo llamaste. –¿Te acuerdas?–

Papá asintió con aire culpable. –A sus hombres y al enemigo, no a ti–

–¿Como puedes estar seguro? ¿Por qué murió su esposa? ¿Cómo? ¿Y si la mataba? ¿O abusó de ella tan horriblemente que se quitó la vida?–Tomé una respiración profunda, tratando de calmarme.

Papá me quitó el flequillo de la cara. –Nunca te había visto tan asustada–Él suspiró. –Bertram me aseguró que Patrick no tuvo nada que ver con la muerte de su esposa–

—¿Confías en Betram? ¿No me dijiste que está tratando de establecer su poder?–

–No debería haberte dicho tanto–

–¿Y cómo puede estar seguro Pairo de lo que le pasó a la señora Moretti? Tú sabes cómo es. Incluso un Capo no se involucra en asuntos familiares–

Papá agarró mis hombros. —Jane no te pondrá la mano encima si sabe lo que le conviene.–

Ambos sabíamos que papá no podía hacer nada una vez que me casara con Patrick. Y si fuéramos honestos, él no era alguien que se arriesgaría a meterse en un conflicto que perdería. Bertram prefería a Jane a mi padre. Si tuviera que elegir entre los dos, papá encontraría un final rápido.

–Vendrá a buscarte mañana–

Di un paso atrás, sorprendida. –¿Mañana?–

Mamá había sido muy clara en que no conocería a Jane hasta nuestra presentación oficial durante la cena. Se suponía que debía quedarme en mi habitación toda la tarde mientras mis padres y mi futuro esposo discutían mi futuro como si fuera una niña de dos años sin opinión.

Vestida con mi vestido overol de mezclilla favorito, y debajo una camiseta sin mangas blanca con girasoles, salí de mi habitación cuando escuché el timbre. Descalzo, no hice ruido mientras caminaba de puntillas hacia el rellano uperior, evitando todas las tablas que crujían.

Me arrodillé para hacerme más pequeño y miré a través de la barandilla. Por el sonido de las voces, mis padres estaban intercambiando cumplidos con dos hombres. Papá apareció, sonriendo con su sonrisa oficial, seguido de mamá, que irradiaba alegría. Entonces dos hombres entraron en mi campo de visión.

No fue difícil adivinar cuál era Patrick. Era más alto que papá y el segundo hombre. Ahora entiendo por qué lo compararon con Betram. Era ancho y alto, y el traje de tres piezas azul oscuro lo hacía parecer aún más imponente. Su expresión era de acero. Incluso mi madre batiendo sus pestañas no le sacó una sonrisa. Al menos su compañero parecía querer estar aquí. Jane no parecía viejo, y definitivamente no estaba gordo. Sus músculos se mostraban incluso a través de las capas de tela que vestía. Su rostro era todo ángulos afilados. Fue un rastrojo intencional, no el que gritaba falta de tiempo o cuidado.

Patrick era un hombre adulto, muy imponente y poderoso, y yo acababa de terminar la escuela secundaria. ¿De qué se suponía que él y yo íbamos a hablar?

Me encantaba el arte moderno, estudiar y Pilates. Dudaba que alguna de esas cosas le importara a un hombre como él. La tortura y el lavado de dinero probablemente eran sus pasatiempos favoritos, y tal vez la prostitución ocasional. La ansiedad apretó mis entrañas. En menos de cuatro meses, tendría que acostarme con este hombre, con este extraño. Con un hombre que podría haber llevado a su esposa a la muerte.                                   

Un destello de culpa me llenó. Estaba haciendo suposiciones. Patrick había perdido a su esposa y se quedó solo para atender a sus hijos. ¿Y si fuera un hombre de luto? Sin embargo, no lo parecía.

Aún así, considerando que los hombres en nuestro mundo aprendieron a ocultar sus verdaderos sentimientos desde una edad temprana, su falta de emoción no significaba nada.

–¿Por qué no vamos a mi oficina por una copa de mi mejor coñac y charlamos sobre el matrimonio?–Papá hizo un gesto por el pasillo.

Jane inclinó la cabeza.

–Me aseguraré de que todo salga bien en la cocina. Nuestro chef está preparando un festín para esta noche– dijo mamá con entusiasmo.

Tanto Patrick como su acompañante sonrieron a mi madre con los labios apretados.

¿Ese hombre alguna vez sonrió verdaderamente con sus ojos y su corazón?

Esperé hasta que desaparecieron de mi vista antes de bajar corriendo las escaleras y entrar en la biblioteca, que estaba justo al lado de la oficina. Presioné mi oído contra la puerta de conexión para escuchar la conversación.

–Esta unión será buena para ti y para mí– dijo papá.

–¿Ya le dijiste a Teresa sobre el vínculo?–

Escuchar mi nombre en la voz profunda de Patrick por primera vez hizo que mi corazón se acelerara. Lo escucharía decirlo por el resto de mi vida.

Papá se aclaró la garganta. Incluso sin verlo, sabía que estaba incómodo. –Sí, anoche–

–¿Cómo reaccionó ella?–

–Teresa es consciente de que es un honor casarse con un subjefe–

Rodé los ojos. Realmente deseaba poder ver sus caras.

—Eso no responde a mi pregunta —le recordó Jane a mi padre con un dejo de molestia en la voz—. Ella no solo se convertirá en mi esposa. Necesito una madre para mis hijos. Te das cuenta de eso, ¿sí?–

–Teresa es una mujer... muy cariñosa y responsable–La palabra no salió fácilmente de los labios de papá, y me tomó un momento darme cuenta de que se refería a mí. Todavía no me sentía mujer. –Ella ha cuidado al hijo de su hermano en ocasiones y lo disfrutó–

Jugué con el niño pequeño de mi hermano durante unos minutos cuando me visitaron, pero nunca le había cambiado un pañal ni alimentado a un niño.

–Te puedo asegurar que Teresa te satisfará–

Mis mejillas se calentaron. Hubo un momento de silencio. ¿Patrick y su compañero habían malinterpretado las palabras de papá como yo?

Papá se aclaró la garganta de nuevo. –¿Ya le dijiste a Betram?–

–Anoche, después de nuestra llamada, sí–

Comenzaron a hablar sobre una próxima reunión con el Capo, lo que hizo que me desconcentrara un poco y me perdiera en mis pensamientos.

–Necesito llamar a casa. Y a Kimball y a mí nos gustaría relajarnos un poco antes de la cena. Hemos tenido un largo día —dijo Patrick.

–Por supuesto. ¿Por qué no pasas por esa puerta? La biblioteca está en silencio. Todavía tenemos una hora hasta que te presente a mi hija–

Tropecé alejándome de la puerta cuando sonaron pasos detrás de ella. La manija se movió, y rápidamente corrí detrás de una de las estanterías, presionándome contra ella. Miré hacia la puerta. Patrick y Kimball entraron. Papá les dio otra sonrisa falsa y luego cerró la puerta, encerrándome con ellos. ¿Cómo se suponía que iba a salir de la biblioteca y subir las escaleras con Jane y su compañero alrededor?

–¿Y?– preguntó Cho.

Patrick se adentró más en la habitación y se acercó a mí. Estaba frunciendo el ceño, pero parte de la vigilancia había desaparecido. –Agotador. La Sra Lisbon  en particular. Espero que su hija no se parezca a ella.

Apreté los labios con indignación. Mamá era agotadora, cierto, pero sus palabras me molestaron.

–¿Has visto una foto de ella?–Kimball recogió uno de los marcos de la mesa auxiliar, riéndose.

Mirando a través de la brecha en los libros, mis ojos se abrieron con horror. Lo levantó para que Jane lo viera. Tenía nueve años en esa foto y sonreía ampliamente, mostrando mis frenillos. Dos pequeños girasoles estaban atados a los lados de mis coletas, y estaba vestida con un vestido de lunares con botas de goma rojas. A papá le encantaba esa foto mía y se había negado a quitarla a pesar de las insistencias de mamá. Ahora deseaba que la hubiera escuchado.

–A la mierda, Cho, deja eso —dijo Jand bruscamente, haciéndome estremecer.–Me siento como un jodido pedófilo mirando a esa niña–

Cho dejó el marco. –Ella es una niña linda. Podría ser peor.–

–Espero sinceramente que se haya deshecho de esos aparatos ortopédicos y del horrible flequillo–

Mi mano voló a mi flequillo. Me invadió una mezcla de ira y mortificación.

–Funciona para el look de colegiala–, dijo Cho.

–No quiero follarme a una maldita colegiala–

Me estremecí y mi codo chocó con un libro. Se cayó en el estante.

Oh, no. El silencio descendió sobre la habitación.

Miré a mi alrededor frenéticamente en busca de un escape. Agachando la cbeza, traté de deslizarme al siguiente pasillo. Demasiado tarde. Una sombra cayó sobre mí y choqué con un cuerpo duro. Me tropecé de nuevo en el estante. Mi coxis golpeó la madera dura, lo que me hizo gritar de dolor.

Mi cabeza se levantó, mis mejillas ardiendo. –Lo siento, señor– espeté. Al diablo con mi educación adecuada.

Jans me miró fijamente, frunciendo el ceño. Entonces la realización se asentó en sus rasgos.

En cuanto a las primeras impresiones, esto podría haber ido mejor.

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Patrick Jane

Miré a la chica que tenía delante. Me miró con enormes ojos verdes y labios entreabiertos. Entonces me di cuenta de quién era la chica. Teresa Lisbon, mi futura esposa.

Yo empecé. A mi lado, Kimball estaba conteniendo la risa, pero yo no estaba cerca de la jodida diversión. La mujer, la niña, que se convertiría en mi esposa en menos de tres meses acababa de llamarme "señor".

Mis ojos recorrieron su cuerpo, observando sus pies descalzos, sus pierns esbeltas, su feo vestido de mezclilla y la atrocidad floral que vestía como blusa. Finalmente, mis ojos se posaron en su rostro. Todavía tenía flequillo, pero el resto de su cabello era largo y ondulado, cayendo por sus hombros desnudos.

Levantó los ojos cuando no hice ningún movimiento para dejarla pasar y se puso rígida, obviamente sorprendida por mi inquebrantable atención.

Tenía que admitir que el flequillo no se veía tan mal. Ella era muy linda. una chica encantadora Ese era el problema. Vestida como estaba, parecía una adolescente, no una mujer, definitivamente no una esposa y madre.

Se tocó el flequillo con dedos temblorosos, un rubor arrastrándose por sus mejillas.

Ella debe haber escuchado todo lo que dijimos.

Suspiré. Esta fue una mala idea. Lo supe desde el principio, pero las cosas estaban acordadas y ya no había vuelta atrás. Se convertiría en mi esposa y con suerte nunca me volvería a llamar señor.

Dejó caer la mano y se enderezó. –Disculpe, señor, no pretendo ofenderlo, pero no debe estar solo conmigo sin supervisión, y mucho menos estar tan cerca de mí–

Kimball me lanzó una mirada que dejaba claro que estaba a punto de mearse encima.

Entrecerré los ojos hacia Teresa, sin dar un paso atrás, pero tenía que admitir que me gustaba que me hiciera frente a pesar del poder que tenía. –¿Tu sabes quien soy?–

–Sí, eres el subjefe en Filadelfia, pero caigo bajo el gobierno de mi padre, no del tuyo, e incluso si lo hiciera, el honor me prohíbe estar a solas con un hombre con el que no estoy casada–

–Eso es cierto–dije en voz baja. –Pero en menos de cuatro meses serás mi esposa–

Levantó la barbilla, tratando de parecer más alta. Su espectáculo fue impresionante, pero sus dedos temblorosos y sus ojos muy abiertos traicionaron su miedo.

–Cómo lo veo... nos espiaste. Tuvimos una conversación confidencial a la que irrumpiste sin permiso —dije en voz baja.

Ella miró hacia otro lado.

–Estaba en la biblioteca cuando entraste y me asustaste—Expresó

Cho se echó a reír a mi lado. Lo silencié con una mirada y suspiré. No tenía paciencia para el drama. Durante semanas, apenas había dormido en una noche. Las criadas me quitaron la mayor parte del trabajo de las manos, pero el llanto de Charlotte me despertó de todos modos. Necesitaba una madre para mis hijos, no otro niño al que cuidar. –Cho, ¿puedes darnos un momento?–

Lisbon me miró con incertidumbre, todavía apoyada en ese estante. Me alejé un paso de ella, dándole el espacio apropiado. Cho salió y cerró la puerta.

–Esto es inapropiado–dijo con su voz suave.

–Quiero tener una palabra rápida contigo. Más tarde, tus padres estarán cerca y no tendremos tiempo para hablar–

–Mi madre hablará todo el tiempo. Ella es así de agotadora–

¿Se estaba burlando de mí? Su rostro era curioso y cauteloso.

–Eso no estaba destinado a tus oídos– Hice un gesto hacia los sillones. –¿Vas a hablar conmigo?–

Ella inclinó la cabeza como si tratara de entenderme. –Por supuesto.–

Esperé a que ella se sentara antes de tomar mi propio asiento. Cruzó las piernas, luego se alisó el flequillo de nuevo, pero se sonrojó cuando me vio mirando. Su nariz se crispó. –Te agradecería que no le dijeras a mi madre sobre esto, señor—

–No me llames señor–gruñí.

Ella hizo una mueca, aturdida. –¿Cómo se supone que debo llamarte?–

-¿Qué tal si me llamas Patrick?- Pronto seré tu marido—

Ella soltó un suspiro tembloroso. –Noviembre.–

-Sí. Una vez que cumplas los dieciocho.-

-¿Hace alguna diferencia? ¿Cómo unos meses más me hacen una esposa viable cuando no lo soy ahora?-

-Eres demasiado joven de cualquier manera, pero me sentiré más cómodo casándome contigo cuando seas mayor de edad oficialmente-

Ella frunció los labios y sacudió la cabeza.

–Tengo dos niños pequeños que necesitan cuidados. Wayne tiene dos, casi tres entonces, y Charlotte tendrá diez meses cuando nos casemos.

–¿Puedes mostrarme fotos?–preguntó, sorprendiéndome.

Saqué mi teléfono y le mostré mis antecedentes: una foto tomada poco antes de la muerte de Angela, pero ella no aparecía. Wayne acunaba a su hermana de cuatro meses en sus brazos.

Observé el rostro de Teresa. Su expresión se suavizó y sonrió, una sonrisa sincera y desprevenida. No como las sonrisas a las que estaba acostumbrado de las mujeres en nuestros círculos. Eso también mostraba lo joven que era. Aún no hastiado y vigilado.

–Son adorables. Y lo lindo que la está abrazando–. Ella me sonrió y luego se puso seria. –Siento tu pérdida. I-

–No quiero hablar de mi esposa muerta–, corté.

Ella asintió rápidamente y se mordió el labio. Joder, ¿por qué tenía que verse linda e inocente? Había tantas adolescentes que cubrieron sus rostros con suficiente maquillaje para agregar diez años a su verdadera edad, no Lisbon. Parecía tener diecisiete años, y milagrosamente no parecería mayor en cuatro meses cuando cumpliera los dieciocho. Tendría que pedirle a su madre que le pusiera mucho maquillaje en la cara para el día de la boda.

Se colocó el cabello detrás de una oreja, revelando un arete de girasol.

–¿Siempre te vistes así?–Señalé su atuendo.

Miró hacia abajo de su cuerpo con un pequeño ceño fruncido.– Me gustan los vestidos.– El rubor en sus mejillas se oscureció cuando me miró.

–A mí también me gustan los vestidos– dije. –Vestidos elegantes, apropiados para una mujer. Espero que te vistas más elegante en el futuro. Tienes que transmitir una cierta imagen al exterior. Si me das tus medidas, enviaré a alguien a comprarte un guardarropa nuevo–

Ella miró.

–¿Comprendido?–Pregunté cuando ella permaneció en silencio.

Ella parpadeó y luego asintió.

–Bien– dije. –No habrá una celebración oficial de compromiso. No tengo tiempo para eso, y no quiero que se nos vea juntos en público antes de que seas mayor de edad–

–¿Conoceré a tus hijos antes de casarnos? ¿O ver tu mansión?–

–No. No nos veremos hasta noviembre y conocerás a Wayne y a Charlotte el día después de nuestra boda.–

–¿No crees que sería bueno que nos conociéramos antes de casarnos?–

–No veo cómo eso importa–, dije bruscamente.

Ella miró hacia otro lado. –¿Hay algo más que esperas de mí, excepto un cambio de vestuario?–

Consideré pedirle que comenzara a tomar la píldora porque no quería tener más hijos, pero no me atrevía a hablar con una chica de su edad al respecto, lo cual era ridículo considerando que tendría que acostarme con ella en nuestra noche de bodas. 

Me paré. –No. Ahora probablemente deberías irte antes de que tus padres se den cuenta de que estábamos solos.–

Se puso de pie y luego me miró por un momento, ahuecando sus codos en sus palmas. Se dio la vuelta y se fue sin decir una palabra más. Después de que ella se fue, Cho volvió a entrar.

Levantó las cejas. –¿Qué dijiste? La niña parecía que iba a llorar–

Mis cejas se juntaron. –Nada.–

–Lo dudo, pero si tú lo dices–

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