─ ¡Detente! ─ gritó Kagura, asustando al chófer del taxi.

Todo aún era bastante fresco que ni siquiera los siete minutos de viaje en taxi hacía cualquier lugar eran suficientes para calmar la adrenalina en su ser. 
No es de extrañar que deje salir su instinto impulsivo a través de gritos y portazos. El aturdido taxista estaciona como puede y deja salir a la loca mujer luego de recibir su paga.

A modo de disculpa por gritarle a un inocente señor que solo cumplía con su trabajo Kagura deja que se quede con el generoso cambio. 

Una gran tienda es la razón por la cual la mujer de cabellos castaños decidió interrumpir su viaje. Cigarros, quiere cigarros.

Miente si dice que no recuerda la última vez que fumo uno. Fue la primera y única ocasión que Sesshomaru le dijo "por favor."

─ 》Te lo he dicho mil veces, no me gusta que fumes.
─ ¿Cómo te hago entender? Es perjudicial en todo sentido, Kagura, esto te enfermara.
─ Considera mis palabras, por favor, déjalo. 《

No hay cosa que moleste más a Kagura que alguien se meta en sus propios asuntos, en especial un hombre. Es problema suyo si llena de humo sus jodidos pulmones, por ejemplo.

Esa ocasión Sesshomaru, con un tono de voz bajo y suave miró a los ojos a Kagura. Para alguien como él, aquello era prácticamente una suplica. Era la primera vez que, en un buen plan le dijo por favor, algo que nunca jamás con nadie decía. Entonces, Kagura lo consideró, lo aceptó y dejó de fumar.

─ Sesshomaru puede irse a comer mierda. ─ piensa Kagura una vez que prende un cigarro con su encendedor nuevo. Deja salir el humo de la primera bocanada, al mismo tiempo que él nostálgico sabor invade su boca.

No tiene en mente hacer algo en concreto. Ahora es victima de una tortura silenciosa llamada pensamientos.

Joder, era una cornuda.

Eso significaba bien que todo lo que había construido, su vida, su hogar compartido, su relación y salud mental se iban por un caño para jamás volver. Jamás nada volvería a como era antes.

Quiere matarlo. A él y a la mosquita muerta esa.

Apresura el paso, no tiene que ceder a sus bajos impulsos, es crucial calcular su pasos a seguir de ahora en adelante para no caer en lo más bajo. No.
Por nada del mundo tiene que ir a reclamarle aunque debería romper su cabeza con un ladrillo.

Pasa el tiempo sin que ella se de cuenta realmente, llega hasta el gran parque de la ciudad. ¿Porqué no? Se ha tomado el día, no piensa asistir a las otras clases en ese estado. Puede hacer lo que no ha podido nunca por su atareada rutina diaria.

Siempre quiso venir a pasar la tarde junto a su novio en aquel parque como lo hacen rodas las parejas. Siempre hubo un no o un pero. Cada vez una excusa diferente.

─》 Precisan de mi supervisión.
─ Este evento es muy importante.
─ Todo debe salir a la perfección.
─ Será la próxima vez. 《

─ No habrá una maldita próxima vez jodido hijo de puta. ─ maldice Kagura.

El trabajo del peli-blanco lo consumía hasta los domingos. Y cuando este tenia un día libre, lo ocupaba para sentarse a leer en la biblioteca del departamento.
Kagura siempre respetó y entendió aquello, después de todo tenía sus propios pasatiempos.

¿Ese fue su error? ¿Cada quien con lo suyo egoístamente sin compartir nada?

El hilo de pensamientos siguieron con el curso de la tipica pregunta.
¿En qué fallé?

Por supuesto que la decisión de ser infiel jamás serian por su culpa. ¿Sin embargo podría existir la posibilidad que haya ayudado a extinguir la llama que los había unido en primer lugar?
¿Es así cómo mueren las parejas?

Paso a paso, baldosa por baldosa. Miles de extraños caminando, ocupándose de sus propias vidas a su alrededor.
Kagura a paso lento, y fumando de vez en cuando no puede parar de angustiarse cada vez más.

No puede terminar de asimilar cómo Sesshomaru pudo aburrirse. Aburrirse de ella y de lo que tenían. Del cómo ella jamás lo notó, nunca notó nada anormal en él. ¿Cómo iría a saberlo? ¿Y desde cuando estaba pasando?

En cuanto menos se ha dado cuenta, las emociones ya eran más grandes que su cuerpo mismo. Camina de prisa de repente, hasta apoyarse en un poste de luz en medio del sendero de aquel inmenso parque. Con las manos temblorosas prende el último cigarrillo, lo fuma hasta que se acaba. Lo tira antes de dejar ir el humo de su boca.

El viento disipa ese grisáceo humo.

Es cuando ya no puede más. Sus ojos pican demasiado como para seguir reprimiendolos. A su alrededor, solo hay desconocidos. Completos extraños, que por supuesto no les importaría en nada ni mucho menos notarían a la solitaria mujer recostada en aquel poste, no esperando nada ni a nadie.

Las deja salir como el humo de su cigarro. Las lagrimas en grandes gotas son demasiado pesadas y resbalan fácilmente por su bello rostro. Llevándose consigo emociones y su maquillaje. Lucha contra el temblor de sus labios, es demasiado si deja salir sonido alguno también.

Llorar es tan extraño para ella. Ha llorado en su infancia y su problemática adolescencia. Ahora una adulta exitosa no tendría motivos para hacerlo. Ni siquiera ha llorado de felicidad cuando se juntó con su novio.

No, ya no es su novio. Todo eso se acabó. A la mierda.
Sin siquiera poner palabras de por medio todo entre ellos, en un solo instante se había ido al diablo. ¿Y por qué?
¿Por qué al bastardo parece que le importa una mierda? No parecía asustado ni arrepentido. Oh ni siquiera ha escuchado sonar su celular, no se ha molestado en llamarla. Ni una sola señal. Nada.

El dolor es inmenso. Se siente decepcionada, pero más traicionada.

¿Eso es todo?

Él es un aburrido de mierda.
Aún así Kagura jamás le habría hecho eso.

El único testigo de sus penas es el atardecer.