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❝ Cartoceavo Episodio ❞

Se tomó el primer taxi que se le cruzó en el camino, aún tenía un par de hojas pegadas a su abrigo.

Como pudo, tomó una toallita desmaquillante, limpiandose el rostro. Se encogió abrazandose a sí misma ahí en el asiento de atrás, por suerte el chófer no comentó nada al respecto. Solo la llevo a su destino, a la calle del departamento donde solía vivir con Sesshomaru.

Sentía que todo le daba vueltas, se las ingenió para pagar el taxi y bajar. Atinar a colocar las llaves de la puerta de la entrada. Parecía estar ebria, se sentia peor que estarlo.

Para cuando estaba en el ascensor estuvo mejor arreglada que cuando bajó del taxi. Y cuando se cruzó con algunos vecinos del mismo piso solo se excuso diciendo que había enfermado. Bueno, no era del todo una mentira.

En todo momento sostuvo con fuerza aquellas llaves, deseando no romperlas. Para cuando llegó al departamento, estaba deshabitado, tal como lo planeó. Lo primero que hizo fue tomar agua y tomarse solo algunos segundos para poder recomponerse. Y poder dejar las llaves, aquellas que eran un repuesto, tal cual como deberían estar guardadas.

Una vez que lo hizo, pudo respirar correctamente. Caminando como un zombi se dirigió al sofá y se desplomó ahí mismo.

Silencio. No sé escuchaba nada más que el ruido de fondo de la ciudad.
Kagura comenzó a recapitular cada momento del día antes de llegar hasta ahí. Las comisuras de sus labios se elevaron. Hasta que una pequeña risa se agrandó en una burlona y llena de satisfacción.

Todo lo que pudo haber salido mal, estuvo ahí en cada segundo. Y sin embargo, ahí estaba, su plan... le salió bien. Bien, bien. No ha muerto, la prioridad, no se ha lesionado de gravedad, al menos de lo que ella era consciente. El resto, el resto no importa.

¿Si era atrapada? ¿Si se la llevasen a la cárcel?

Que importa, nada de eso compensaría el daño. Nada le devolviera a Sesshomaru ese maldito auto.

El pensamiento la hizo morbosamente feliz. Siente y está segura que de la mano de herir el orgullo de su ex, el dolor que sentirá como una patada en los huevos, de la mano está un bien, oh si. Destruir ese vehículo significa hacerle un bien a ese pobre diablo, destruir quizás la última cosa que lo ataba a su padre. Ahora, ardían en el infierno.

Es buena siendo mala.

...

Un estruendo, un alarmante sonido inusual. Las aves salieron volando despavoridas. Aquella zona era tan pacífica que realmente no era normal escuchar una cosa así. Una zona libre de cohetes y definitivamente no era una zona donde escuchar explosivos poder asociarnos alguna mafia. O fue un ataque terrorista o había ocurrido un accidente. Y por juzgar hasta donde se había escuchado, Sesshomaru concluyó que ocurrió un espantoso accidente.

Aquello lo había sacado de sus propios pensamientos, entonces se había decidido por terminar allí su descanso y volver al trabajo.

Caminó de prisa, no querría toparse con una multitud de gente en cuanto fueran al rescate de los pobres desafortunados.

Le tomó unos largos minutos de caminata hasta llegar a la salida, donde un móvil de la policía iba a la derecha del camino.

─ Hey, acabo de escuchar a un policía hablar en su radio ¡parece que chocó un auto lujoso contra el barranco! ─ habló un chico joven a su grupo de amigos, quienes estaban a metros del señor Taisho.

─ ¡Vamos a ver! ─ respondieron antes de correr en aquella dirección.

Chocar, auto, lujoso. Tres palabras que se apuñalaron en el cerebro de Sesshomaru. Oh, que terrible. Que terrible pensamiento el suyo, su preciado Sacro se le cruzó por la cabeza.

Que absurdo. Algo así sería imposible.

Obligó a su ansiedad a callarse mientras caminaba por el sentido contrario, el izquierdo, directo al estacionamiento.

Caminó, caminó un poco más rápido. Llegó a trotar cuando realmente estaba cerca.

Sin ningún cuerpo de seguridad allí, posiblemente atendiendo el desastre de allá atrás.

Incluso antes de llegar al lugar donde se suponía que lo había estacionado, había apretado las llaves de su vehículo fuertemente. Como si aquello pudiera calmarlo.

Llegó al lugar, vacío.

Vacío.

Su coche no está ahí.

Sesshomaru había dejado de respirar. Caminó lentamente hasta ahí. Se frotó la cara varias veces.

No estaba alucinando, hasta se paró en medio del cuadro pintado en el suelo. Nada. No había nada ahí.

Respiró con mucha dificultad. Bien, puede que haya cometido un error, y esté en otro lugar ¿No?

Con mucho temor levantó la cabeza y giró en su propio lugar, para ver a un par de vehículos estacionados. Ninguno era el suyo.

Sacro no estaba, había desaparecido.
Y no, no había otro lugar para estacionar.

¿Qué mierda significa esto?

Sintió que con la violencia de los latidos de su corazón, se le escaparía por la boca. Antes de que pudiera darse cuenta ya estaba corriendo en la dirección opuesta.

El viento frío golpeó su rostro, pero eso poco importaba.

¿Porqué? ¿Porqué? ¿Es una pesadilla? ¡Es la peor pesadilla!

Pronto apareció en su campo de visión una pequeña multitud de gente detrás de una barrera de cinta policial, y a los costados coches de patrullas. Desde ahí no pudo confirmar sus horribles sospechas, apresurandose.

Lo vio. Era... era, era una suerte de bollo de chatarra humeante. El color de sus chapas golpean a Sesshomaru, como una bofetada. 

Saltó por encima de las cintas, necesita acercarse, necesita ver que no, no se trata de Sacro. Que todo es una fea, fea, fea coincidencia.

─ ¡Señor, no puede pasar! ─ habló un oficial.

No escuchó, no estaba escuchando nada, como si fuera un ente aparte de la realidad. Todo el peso del mundo cayó en su estómago cuando llegó al costado, con su nombre grabado ahí aún con los raspones.

》Sacro《

No puede ser...

─ Señor ¿Acaso usted... ? ─ Una voz masculina habló detrás de él.

Estuvo muy ocupado tratando de procesar los hechos que se tomó su tiempo para ponerse de pie, listo para degollar al culpable.

─ ¿Usted es el dueño de este vehículo? ─ Volvió a preguntar el hombre, alto, de cabellos oscuros y ojos azules.

Tozoku Bankotsu, decía el nombre en su placa.

─ ¿No es obvio? ─ contra Preguntó con rabia contenida.

─ Señor, el que hace las preguntas aquí soy yo. ─ respondió relajado. ─ Está hablando con el  Oficial Jefe de la policía Nacional de este distrito.

Mientras que Sesshomaru lo vio como si gritara que le importaba una mierda si era policía o un emperador, quería saber, quería saber quien fue, quien había hecho esto.

─ ¿Donde estaba usted al momento de los hechos?

─ No es posible. ─ Susurró el Taisho ante su poca paciencia. ─ Claramente no estaba aquí. ¡¿Qué es lo que pasó?!

─ Nosotros también queremos saberlo. Estamos investigando.

─ ¡Jefe! No hay señales de sangre por ningún lado.  ─ reportó el oficial Mukotsu.

─ Bien, no dejes que nadie altere la escena del... crimen antes de que llegue el detective.

─ ¡Entendido!

─ Señor ─ Bankotsu volvió a dirigirse a Sesshomaru ─ le pido que me acompañe a dar su declaración, mientras tanto harán búsqueda de huellas digitales y de cualquiera evidencia que pueda ser útil para hallar respuestas. 

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