
━ 𝗈𝗇𝖾. 𝗮 𝗱𝗿𝗲𝗮𝗺 𝗼𝗿 𝗮 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁𝗺𝗮𝗿𝗲?
━ 𝗎𝗇𝗈. ¿𝘂𝗻 𝘀𝘂𝗲𝗻̃𝗼 𝗼 𝘂𝗻𝗮 𝗽𝗲𝘀𝗮𝗱𝗶𝗹𝗹𝗮?
La Última Gota resonaba con risas y conversaciones, un sonido que debería haber sido extraño en ese lugar. Ekko estaba sentado en una mesa, mirando a su alrededor como si el mundo hubiera perdido la cabeza. El ambiente no era el que recordaba: no había tensión en el aire, y el brillo de las lámparas era cálido, casi acogedor.
Enfrente de él estaban Mylo, Powder y Claggor. Vivos. Riéndose de algo que Mylo había dicho mientras Powder trataba de contener una carcajada que hacía que sus hombros temblaran. Ekko quería unirse, quería que el sonido de sus risas fuera suficiente para apaciguar el pitido en sus oídos, pero no podía. Todo era demasiado extraño.
Giró la mirada hacia la barra y sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Allí estaban Vander, Silco y Benzo. Juntos. Bromeaban entre ellos como si nunca hubieran tenido motivos para odiarse, como si Silco no hubiera apuñalado a Vander por la espalda, como si Benzo no hubiera muerto frente a Ekko cuando él no era más que un niño asustado.
Ekko parpadeó, con la respiración pesada. Sus manos temblaban sobre la libreta que había sacado instintivamente, garabateando cosas que ni él mismo entendía. El pitido en sus oídos se hacía más fuerte, tanto que apenas podía escuchar la conversación a su alrededor.
De pronto, Mylo y Powder se levantaron. Claggor seguía allí, hablando con alguien. Ekko giró la cabeza y lo vio.
Era Heimerdinger.
El diminuto y esponjoso profesor hablaba animadamente con Claggor, gesticulando con entusiasmo. La escena le hacía sentir como si estuviera en una burbuja, viendo algo que no podía ser real, como si el universo mismo hubiera decidido burlarse de él.
El pitido en sus oídos alcanzó un tono insoportable. Ekko se apretó las sienes con ambas manos, tratando de calmar el dolor punzante en su cabeza. La presión en su pecho se hacía insoportable, como si el aire en la habitación fuera demasiado espeso para respirar. Todo esto estaba mal, demasiado mal. Pero también demasiado perfecto.
Sin pensarlo mucho más, se levantó de golpe, tambaleándose ligeramente, y se dirigió a la puerta trasera del bar.
El aire fresco no hizo mucho por aliviar su mareo. Apenas había dado un par de pasos cuando su estómago se rebeló, y terminó inclinándose sobre un contenedor para vomitar, el sabor amargo le dejó una sensación de vacío aún peor.
Se dejó caer al suelo, recostando la espalda contra el contenedor. Trató de concentrarse en su respiración, pero su mente seguía girando, atrapada en una espiral de confusión y miedo. ¿Qué era esto? ¿Un sueño? ¿Una alucinación? ¿O una pesadilla cuidadosamente diseñada para atormentarlo?
Limpió la comisura de su boca con la manga y trató de ordenar sus pensamientos, pero la escena de hace unos minutos seguía repitiéndose en su cabeza. Todo parecía tan real, pero no podía serlo.
Las risas, los rostros que había perdido hacía tanto tiempo, y sobre todo, la idea de que Zaun era... seguro. Ese no era su mundo. Zaun no era un lugar donde los niños podían jugar en las calles sin miedo. No era un lugar donde la gente reía con despreocupación en bares llenos de vida.
Había dejado atrás algo importante, algo que lo necesitaba. Y aunque no entendía cómo había llegado aquí, ni cómo salir, una sola cosa estaba clara: este no era su hogar.
El chirrido de la puerta trasera lo sobresaltó, pero no levantó la mirada. No tenía fuerzas para lidiar con quienquiera que fuera. Dejó que el sonido de los pasos le indicara si debía preocuparse o no, pero estos eran suaves, demasiado ligeros como para pertenecer a alguno de los chicos.
──No puedes ir gritando a los cuatro vientos que terminaste en una dimensión paralela sin que haya... consecuencias incómodas ──dijo una voz familiar, calmada, pero con un tinte de reproche.
Ekko levantó la mirada y encontró al pequeño profesor Heimerdinger de pie a su lado, sosteniendo la libreta que había dejado atrás en el suelo. El yordle le ofrecía el cuaderno con una expresión tranquila, demasiado tranquila para lo que estaba diciendo.
──¿Qué...? ──Ekko tomó el cuaderno con manos temblorosas y lo abrió. Sus ojos se enfocaron en lo que había estado escribiendo sin darse cuenta. Era la misma runa salvaje que los había transportado aquí. La misma que había intentado comprender en su propio mundo y que ahora parecía perseguirlo incluso en sus garabatos inconscientes.
El profesor intentó pasarle el lápiz que Ekko había dejado en el suelo junto al cuaderno, pero de pronto se interrumpió.
──Parece que la anomalía que nos expulsó de nuestra proverbial realidad también nos esparció a través del tiempo ──dijo con entusiasmo, aunque el lápiz terminó volando de sus pequeñas manos mientras hablaba.
Ekko soltó un suspiro, llevándose una mano a la cabeza. Todo esto era demasiado.
──Creí que me había vuelto loco... ──murmuró antes de mirar al yordle──. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Heimerdinger cerró la puerta tras de sí y pareció tomarse un momento para recordar.
──1.128 días con 6 horas y 20 minutos... más o menos ──respondió con la precisión característica de alguien cuya vida gira en torno a la exactitud.
Ekko lo miró con incredulidad.
──Entonces, ¿has estado esperándome todo este tiempo?
El profesor hizo una mueca que parecía casi melancólica.
──Precisamente... Más bien, imprecisamente. Empecé a dudar de que vendrías, con todo y que mi vida es inusualmente larga.
Había algo en su tono que a Ekko le resultó extraño. Era casi triste, resignado. La idea de estar atrapado en un lugar extraño y estar completamente solo debía ser devastadora, incluso para alguien como Heimerdinger.
──¿Qué pasó con Jayce? ¿Está aquí? ──preguntó el de cabello blanco, tratando de entender más de la situación.
El yordle comenzó a desarmar un pequeño aparato que llevaba en la espalda, sus manos trabajando con precisión mientras hablaba.
──Supongo que terminó en otro lugar ──respondió mientras las piezas del aparato se ensamblaban solas frente a él──. La anomalía se comportó de forma diferente con él.
Cuando el objeto finalmente tomó forma, resultó ser un banjo. Heimerdinger ajustó sus guantes mientras comprobaba las cuerdas del instrumento, arrancando un par de notas suaves que resonaron en el callejón vacío.
──Por favor dime que hallaste la manera de volver ──dijo Ekko, su voz cargada de frustración.
──Se trata de un auténtico acertijo. Me temo que la Hextech nunca se inventó aquí, y sin una creación tan prodigiosa como la Hextech...
──No hay anomalía ──terminó Ekko por él, sintiendo cómo el peso de la realidad se hundía sobre sus hombros.
El chico bajó la mirada, sus pensamientos llenándose de imágenes de su hogar, de su gente. Los Firelights, los niños en el escondite, las calles peligrosas que había prometido proteger... tú. Todo aquello que había dejado atrás lo necesitaba, y la idea de estar atrapado aquí, en un mundo que no era el suyo, era insoportable.
──Ay, no todo está tan mal ──dijo Heimerdinger con un tono que intentaba ser alentador mientras tocaba suavemente las cuerdas de su banjo──. He podido lograr cosas maravillosas en este mundo. Dale tiempo de asentarse, este lugar te va a gustar, ya verás.
Ekko soltó un bufido de incredulidad y negó con la cabeza.
──¿Qué va a gustarme? ──preguntó, su tono era amargo mientras se levantaba de golpe.
El yordle lo observó con calma, aunque sus ojos mostraban un destello de resignación.
──Hay gente en mi vida real que me necesita. No pertenecemos aquí ──dijo Ekko, su voz firme y cargada de determinación.
──Y aún así, no podemos irnos.
La conformidad en su tono irritó aún más a Ekko.
──Voy a encontrar la forma de volver, contigo o sin ti ──declaró, dejando clara su postura antes de girarse y volver a entrar al bar, dejando al profesor sentado en el callejón con su banjo y su calma imperturbable.
El chico atravesó el umbral del bar con los hombros tensos y los pensamientos revueltos. Pero antes de que pudiera dar otro paso o analizar la situación, dos brazos se posaron en sus hombros. Giró la cabeza para encontrar a Powder y Claggor, quienes sonreían de oreja a oreja.
Powder soltó una carcajada ligera y dijo en tono juguetón:
──¡Ya sabemos por qué saliste corriendo así! Fue porque la viste entrar, ¿verdad?
Él frunció el ceño, confundido.
──¿De quién hablas? ──respondió, su tono cargado de confusión.
Claggor sonrió burlón.
──Oh, vamos, sabes perfectamente de quién hablamos.
Ekko miró a ambos con incredulidad, pero no tuvo tiempo de seguir cuestionándolos. Mientras lo guiaban hacia la mesa, notó una figura al fondo, parcialmente oculta por el cuerpo de alguien más. La familiaridad de esa silueta era como un destello en sus ojos, aunque no podía estar seguro de a quién pertenecía.
Cuando se acercaron lo suficiente, lo entendió y sintió cómo su corazón se aceleraba.
Estabas allí, apoyada en la mesa, con una sonrisa en el rostro mientras hablabas animadamente con Mylo. Tus movimientos, tu risa, todo en ti irradiaba una calidez que él reconoció instantáneamente. Pero algo no encajaba. Cuando Mylo levantó las cejas de forma sugerente al notar la llegada de Ekko, el chico sintió una mezcla de alivio y tensión.
Powder te saludó primero, llevando dos dedos a su frente en su gesto habitual.
──Hola, Chispita ──te dijo con un tono despreocupado.
Ekko sonrió al verte, el peso de los últimos minutos pareció aliviarse por un instante. Había algo tranquilizador en saber que al menos tú estabas aquí, aunque fuera en esta extraña realidad. Dio un paso al frente y, sin pensarlo demasiado, te saludó:
──Te ves muy bonita hoy.
La expresión de Mylo se transformó en una mezcla de sorpresa y diversión, lanzándole una mirada que lo dejó desconcertado. Ekko frunció el ceño, preguntándose si había dicho algo extraño. ¿Acaso en esta dimensión los cumplidos eran algo fuera de lugar? ¿O es que su contraparte aquí era tan torpe que nunca se había molestado en hacerte sentir especial?
Por un momento, sus pensamientos se entrelazaron, pero entonces tus palabras lo congelaron por completo:
──¿Me recuerdas cómo te llamas?
El mundo de Ekko se detuvo. El bullicio del bar, las risas de Mylo y los susurros de Powder se volvieron ruido blanco. Esa pregunta lo dejó paralizado, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
¿Qué querías decir con eso?
Te miró con incredulidad, buscando en tu expresión algún rastro de broma o malentendido, pero no encontró nada. Sus manos se tensaron a los lados mientras intentaba racionalizar lo imposible.
¿Cómo era posible que tú, de todas las personas, no recordaras su nombre?
Esto no podía estar pasando. No tenía sentido. Este lugar estaba mal. Muy mal.
⋆ ᰷ ֹ ⏳ ˓ 𝑫𝑬𝑺𝑬𝑶 𝑷𝑬𝑹𝑫𝑬𝑹 ﹗ Para fanjaicy que pidió una dedicatoria 😽
⋆ ᰷ ֹ ⏳ ˓ 𝑫𝑬𝑺𝑬𝑶 𝑷𝑬𝑹𝑫𝑬𝑹 ﹗ Silvia's Note: Siete palabras Ekko, B-A-C-H-A-T-A
HSKAJA amo los memes de jayce luchando por su vida y jaime enrique tocando su banjo
weno, la idea de este fanfic esta apenas formada, pero creo que se por donde ir.
una cosa que ya les voy avisando es que tal vez les deba capítulos en este mes, el sábado tomo un vuelo y me voy de vacaciones todo el mes hasta principios de enero, pero les prometo que en cuento vuelva retomaré todo, mientras tanto, no se asusten si no actualizo muy seguido
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