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໒✦❫⋮ Invitación

Cuando el reloj marcó las seis de la tarde, Mark comenzó a recoger sus cosas con algo de apuro. Quería llegar a su casa y olvidarse de todo lo sucedido el día de hoy. Quería ordenar las ideas en su cabeza, y con más énfasis, saber lo que realmente quería, entender a su lobo y darle por fin una respuesta a todo lo que había estado viviendo. El acercamiento casi peligroso y, por supuesto, prohibido, de Jackson en la mañana aún no salía de su cabeza, mucho menos la melodiosa voz del Omega llamándolo a él, pidiendo por su atención.

¿Por qué? Quería enfrentarlos, pedir explicaciones, pero le aterraba la respuesta detrás de todo aquello. Enterarse de cosas que realmente no quiere en su vida. Acabar con la poca cordura que aún le quedaba.

Cuando todo estuvo ordenado, se dispuso a salir del lugar, más cuando la puerta de la oficina de Jackson fue abierta sus pasos se detuvieron, como si la presencia de la pareja fuera razón suficiente para inhibir sus propias acciones.

—Oh, Mark, ¿ya te vas?

El recién nombrado giró en su lugar algo vacilante, mirando a Jackson quien era el que le había hablado. —Sí, ya ha acabado mi horario.

—¿Vas a tu casa? —preguntó ahora Jinyoung y Mark asintió—. Deberías de venir con nosotros.

Mark se iba a negar, pero Jackson fue más rápido. —Cena con nosotros en nuestra casa. Más de un mes trabajando juntos y no hemos compartido más allá que en la oficina, además, ¿rechazarás a un precioso Omega que te está haciendo una invitación?

Jinyoung rió por las palabras dichas, y miró a Mark con interés, esperando por una respuesta. El Alfa joven tragó saliva, mirando a la pareja al frente de él. En sus planes estaba el volver a casa a descansar, y estar cerca de ellos era una clara advertencia de que eso no sucedería. Miró sus zapatos, intentando buscar la excusa perfecta para no aceptar, más cuando el olor a manzanas verdes se hizo más fuerte ya tenía a Park Jinyoung al frente de él, tomando los bordes de la chaqueta de su traje y mirando directamente a sus ojos. La mirada del Omega tenía un brillo en particular, y sus labios... por la Diosa Luna, ¿estaba haciendo un puchero?

—Por favor, Mark... ven a cenar con nosotros —habló el Omega en un murmullo—. Solo dime tu comida favorita y la prepararé para ti. ¡Serás mi invitado especial!

Era tan débil que daba vergüenza.

—Está bien, iré —accedió finalmente, sabiendo que se estaba metiendo en la boca del lobo, pero Jinyoung podía hacer de él lo que quisiera, justo como lo hacía Jackson.

El Omega sonrió mostrando sus alineados dientes, y se tomó el atrevimiento de enrollar su brazo en el del Alfa menor. Mark iba a alejarse, tomando en cuenta de que Jackson, —el Alfa del menor— estaba presente, pero para su sorpresa este no dijo nada, posicionándose a un lado de Jinyoung y entrelazando sus dedos con normalidad, comenzando a caminar, con Mark siendo tirado del agarre de Park.

Los tres entraron al ascensor, y cuando sus puertas se cerraron el silencio se hizo mucho más pesado, o así lo sentía Mark, ya que los otros dos mantenían una expresión relajada. Sus sentidos estaban agudizados, y su lobo solo podía dedicarse a oler extasiado la combinación de los tres aromas que se mezclaban en el pequeño compartimento de metal. Cuando el ascensor llegó al parking, Mark fue nuevamente halado por Jinyoung, quien parecía reacio a soltar el agarre de sus brazos, manteniendo en su cara una expresión que fácilmente podía ser leía como felicidad.

Mark desvió su mirada hasta su propio auto, más no hizo el amago de irse por su cuenta. Sabía que sería una batalla perdida contra aquellos dos. De igual forma no se preocupó tanto, sabiendo que nada le ocurriría por dejarlo esa noche.

Jackson abrió la puerta del asiento del copiloto para Jinyoung, recibiendo un corto beso en los labios a modo de agradecimiento. Mark iba a abrir la puerta de atrás, pero la mano del otro Alfa le ganó, abriendo él la puerta. Las mejillas del menor se calentaron, y es que jamás en su vida alguien había hecho tal acto por él al tratarse de un Alfa. Miró al contrario, sintiendo algo de nervios en su cuerpo. Jackson no tenía una mala expresión como la que acostumbraba, —aquellas expresiones coquetas y dominantes— sino que en aquel momento su rostro solo tenía una sonrisa simple, casi amigable.

Su lobo gruñó en cuanto hizo aquella comparación.

—Gracias... —murmuró Mark, entrando al vehículo.

Casi se ahoga una vez estuvo dentro, y es que adentro del auto el aroma de la pareja era mucho más fuerte, más intenso, y tuvo que reprimir las intensas ganas de su lobo, —y para qué negarlo, de él mismo también— de aspirar profundo todo el olor de los contrarios. Jackson subió a los segundos, y encendió el auto, poniéndolo en marcha para salir del estacionamiento de la empresa.

Por la hora ya estaba un poco oscuro, pero las calles se encontraban iluminadas, además de la concurrencia de personas por la zona. Se dedicó a mirar por la ventana, intentando ignorar la tensión que solo él sentía en el lugar, y el pequeño detalle que ahora su olor también se había mezclado con el de los otros dos, danzando por todo el lugar y creando una cálida combinación.
Le parecía interesante lo bien que acoplaban los tres olores, como si la manzana, la canela y la miel fuesen una sola.

Un tarareo salió de los labios de Jinyoung, y miró a ambos Alfas. —El auto huele delicioso, ¿no lo creen? Nuestros olores combinan de maravilla.

Mark los miró a ambos, deteniendo sus ojos en el espejo retrovisor cuando visualizó una sonrisa en el rostro del otro Alfa.

—Tienes razón, el aroma es muy bueno —secundó sin desviar la mirada del camino—. Mark a pesar de ser un Alfa tiene un aroma que puede considerarse dulce. Llama la atención de cualquiera... incluso la de otros Alfas.

—Me gusta, ya se lo he dicho —Jinyoung giró el rostro para mirar a Mark, regalándole una sonrisa.

—A mí también me gusta —siguió Jackson—, el aroma de ambos, junto a mi lobo nos gustan.

La conversación quedó ahí, pero los latidos de Mark se dispararon en una reacción normal ante los nervios. Volvió a mirar por la ventana, decidiendo que la mejor forma de mantener su cordura intacta era ignorarlos.

Ignorar sus palabras, ignorarlos a ellos, ignorar a su lobo.

Unos cuantos minutos de viaje, los cuales estuvieron sumidos en total silencio, —Mark sentía que era llevado al matadero— llegaron finalmente a la casa de la pareja, la cual era pequeña, pero lucía moderna. Justo para vivir dos personas. Se adentraron por la puerta del estacionamiento del lugar, y Mark detalló mejor la residencia. La puerta del copiloto fue abierta para Jinyoung, y Mark abrió la suya con rapidez para evitar que el Alfa volviera a repetir el acto con él.

Caminaron por un corto camino de piedras, y Jinyoung se encargó de colocar la contraseña de la puerta para poder entrar a la casa. Por dentro, el lugar estaba completamente amueblado con un estilo sencillo y cálido que a Mark le gustó. La gama de marrones combinado con el color blanco le daba un toque muy hogareño y acogedor.

—Tienen una casa muy hermosa —habló Mark luego de descalzarse en la entrada.

—Seunie y yo la decoramos en conjunto. Nos hacía ilusión crear el diseño del lugar en donde viviríamos juntos.

Mark sonrió, encontrando aquello adorable. —Pues les ha quedado bien todo.

—Gracias —intervino Jackson, entrando también a la sala—, eres nuestro primer invitado.

—Y es por eso que prepararé lo que más te guste —Jinyoung sonrió, acercándose a Mark—. Soy muy bueno cocinando, eh.

—Puedes preparar lo que desees, no soy melindroso con la comida.

Jinyoung hizo una mueca, y Jackson se posicionó detrás del Omega, colocando sus manos sobre sus hombros, mirando directamente a Mark. —Queremos ser buenos anfitriones, Mark.

—Bueno... —eran dos contra uno, y ese uno era demasiado débil. Sonrió melancólico—, me gusta la comida china. Siempre que iba a la casa de su padre él me preparaba uno que otro platillo de su país, así que desde que se fue no he vuelto a probarla.

—Comida china será —Jinyoung dio pequeños aplausos y sonrió con algo de arrogancia—. He de admitir que soy experto en la comida china, así te voy a sorprender.

—¿Necesitarás ayuda?

—No, cielo —el Omega besó la mejilla de Jackson—, yo me encargaré de la comida, tú muéstrale la casa a Mark y hazle compañía. Verán que serán los Alfas más felices al comer lo que prepararé para ustedes.

Ambos mayores miraron al Omega entrar a la cocina, dejándolos solos en la sala. Jackson se hizo un poco a un lado e indicó un pasillo. —Te mostraré nuestra casa, sígueme.

Caminaron por el lugar, y Mark se sorprendió cuando se dio cuenta de que la casa no era tan pequeña como parecía, y es que ese pasillo tenía cuatro puertas. La primera era el baño de invitados, y la que estaba al frente de esa era la habitación de la pareja a la cual por obvias razones no entraron. Aunque Jackson estuvo a punto de hacerlo y Mark lo detuvo.

—Esta es la habitación especial de Jinyoung —indicó el chico, y abrió la puerta que le seguía a la habitación principal. Mark miró el lugar con interés, sintiendo el aroma del Omega muy presente en el lugar—. Cuando quiere un momento a solas viene aquí.

Una biblioteca que cubría toda una pared era la atracción principal del lugar. Había un mueble bastante mullido de color crema, además de un escritorio donde se encontraba una laptop. La ventana del lugar daba directamente al patio trasero, uno que estaba muy bien arreglado y en donde había una cantidad adecuada de flores. Las paredes de lugar eran blancas, y estaban decoradas por distintas fotografías sacadas de una cámara instantánea. Una en particular le llamó la atención, salía el Omega en conjunto con el Alfa en lo que parecía ser una celebración de navidad.

Frunció el ceño, puesto que navidad había pasado hace ya seis meses atrás. Decidió no darle importancia, la fotografía estaba algo lejos, quizás y no era lo que pensaba.

—No sabía que Jinyoung leía tanto, ¿se ha leído todo? —preguntó, señalando la biblioteca.

Jackson asintió. —Y creo que debo construirle otro estante en esa pared que no tiene nada, porque aquí no tiene espacio para más libros y créeme, se ha aparecido hasta con diez de una sola compra.

—Vaya... —miró nuevamente los libros y volvió a ver a Jackson—. ¿Nunca ha pensado en escribir alguno?

—Se lo he preguntado —rió bajito—, pero dice que no es lo suyo. Le gusta vivir del modelaje, y la literatura es solo un hobbie.

Mark asintió. —Supongo que también tienes una habitación especial.

—Es la de al frente, sígueme.

Miró por última vez aquella fotografía que había llamado su atención, y finalmente salió de la habitación para entrar en la siguiente, sintiendo el contraste con la anterior muy notoria. La habitación de Jackson era de paredes blancas, pero todos sus muebles eran negros. No poseía una ventana como la anterior, y eso le daba un toque de privacidad más grande. Habían unas bocinas conectadas a un televisor plasma, un sofá grande, y en medio del lugar una mesa de billar. Todo olía al mayor.

Sí, era la habitación de un Alfa.

—Qué diferencia...

Jackson rió por el comentario. —Me gustan las películas y la música, no pido más.

—¿Y la mesa de billar?

—Al principio era divertida, pero Jinyoung dice que mi habitación le causa claustrofobia así que no viene mucho —se encogió de hombros—. Jugar billar solo no es tan entretenido y tampoco me quiero deshacer de ella. ¿Sabes jugar?

Hizo una mueca. —No, lo siento.

—Venga, déjame enseñarte. Quizás si aprendes tendría con quien usar la mesa de vez en cuando.

Mark iba a negarse, pero terminó asintiendo, sonriendo de lado al mirar al Alfa buscar las cosas algo emocionado. Deslizó su mano por la madera de color negro de la mesa, y luego tocó la tela de en medio la cual era de color vinotinto, el único color que había dentro de la habitación. Jackson dejó encima las bolas y las acomodó dentro de un marco triangular, para luego quitarlo y dejar las bolas en su lugar. Le tendió a Mark uno de los palos y se posicionó a su lado.

—Juguemos pool porque creo que es más sencillo —dejó una de las bolas al frente, pero sin pasarse de una línea en la mesa—. El juego es básicamente meter todas bolas en orden, es decir, desde el seis hasta el quince que es la última, golpeándolas con esta que está aquí —señaló la blanca que había dejado por fuera—. Eso sí, no puedes saltarte el orden, y si logras meter una que no va tienes que sacarla y dejarla en el centro. ¿Entiendes?

—Sí, no es tan difícil.

—Bien, sé que eres inteligente, precioso —halagó, y Mark apretó los dientes, ignorándolo—. Empezaré yo para darte algo de ventaja.

—¿Eso no sería lo contrario? —arqueó una ceja—. Sabes jugar, por lo que tirar primero te daría ventaja a ti.

—Extrañaba esta actitud tuya... —sonrió, mirándolo divertido—. Al ser la bola seis la primera solo puedes golpearla a ella, si tocas otra sería una tirada "sucia", por así decirlo.

Mark entrecerró los ojos. —¿Y si toco la bola seis y entra otra?

—Es válido siempre y cuando la seis sea la que toques primero.

—Entonces tienes muchísima ventaja ahora mismo —reiteró Mark, apoyando su peso sobre su pierna izquierda—. Al tocar la seis moverás las demás, por lo que las probabilidades de que alguna otra entre son altas tomando en cuenta que sabes jugar. Al entrar alguna otra, supongo que tu turno sigue, ¿no? —Jackson asintió—. Más ventaja aún, seguirás metiendo una detrás de otra hasta ganar.

—Y dices que no sabes jugar...

Se encogió de hombros. —Es solo cuestión de analizar.

Jackson sonrió, y bajó la cabeza, negando. —Eres increíble, precioso, no se te escapa nada —se alejó un poco del lugar y señaló la mesa—. Está bien, empieza tú.

Mark miró la mesa, y luego el palo. —No sé tirar —las carcajadas que salieron libres de la boca de Jackson fueron muy genuinas, y Mark simplemente rodó los ojos cuando las escuchó. El Alfa mayor se acercó hasta tomar las caderas de Mark, y con su mano derecha empujó su espalda hacia abajo—. ¿Qué estás haciendo?

—Te indico la postura que debes tener —susurró en su oído, pegando su pecho a la espalda del contrario. Tomó la mano izquierda de Mark y la colocó al frente, acomodando sus dedos de la forma correcta y colocando el palo de billar sobre ellos. Metió su rodilla entre las piernas de Mark, y volvió a apretar su cadera cuando lo sintió removerse—. Separa tus piernas para que tengas más estabilidad.

—No creo que esto sea parte del juego —masculló entre dientes, sintiendo como la mano que estaba en su cadera dio un último apretón para luego colocarse sobre su mano derecha con la cual sostenía el palo.

—¿Quién sabe jugar, tú o yo?

Mark tragó saliva y miró su objetivo, la bola seis, pero su cuerpo vibró inconscientemente cuando la nariz del Alfa a sus espaldas se paseó por la curvatura de su cuello con suavidad, sintiendo como aspiraba directamente de su glándula de olor. El calor que emanaba del cuerpo de Jackson podía sentirlo transferirse al suyo, y boqueó un poco en busca de aire, aún sintiendo la nariz del contrario moverse de un lado a otro en busca de más olor.

—J-Jackson... —jadeó cuando el Alfa hizo más presión entre ambos cuerpos, apresándolo contra la mesa.

—Hueles muy bien, precioso —habló contra su cuello, dejando un beso en la zona que hizo temblar todo el cuerpo de Mark. Sus feromonas salieron solas, con el deseo primitivo de cubrir a Mark con él, pero supo en ese momento que debía parar. En contra de su voluntad, Jackson se alejó un poco, sabiendo que no podía perder la cordura en un momento así. Apoyó su frente contra la espalda del Alfa menor, respirando profundamente para poder calmarse—. Me vuelves loco, Mark, no sabes cuánto...

El recién nombrado no dijo nada, porque simplemente no podía. Su capacidad de hablar se había esfumado en cuanto Jackson lo había cubierto con su aroma, recorriendo su cuello con intensidad, y soltando aquellas palabras que sonaban tan indecentes.

Volver loco, Mark lo estaba desde hace mucho tiempo.

—Tienes la posición, solo golpea la bola blanca y haz que le pegue al seis —indicó Jackson, aún si despegar su frente de la espalda de Mark. Miró de reojo como el contrario movía de manera temblorosa el palo hacía atrás, regresándolo en un golpe certero pero lleno de inexperiencia. Sonrió, alzando ahora la mirada hacia la mesa—. Sucia.

Mark tragó saliva. —Lo sé.

Y ambos supieron que no hablaban precisamente del juego, sino de sus propias vidas. 

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