022. ''Campamento ''
____Corazón de Héroe
—La preparatoria U.A. terminó el primer semestre, y empiezan las vacaciones —anunció Aizawa-sensei con su usual tono de cansancio, mientras todos estábamos de pie frente a él.
Nos miró a todos y pausó por un segundo antes de continuar:
—Pero... —hizo una pausa intencionada— los que quieren ser héroes no podrán permitirse descansar. En este campamento de verano, aspirarán a ser aún más. Más allá de sus límites. ¡Plus Ultra!
—¡Sí! —respondimos todos al unísono, con una mezcla de emoción y nerviosismo.
Sentí una mano en mi hombro y, al girarme, me encontré con la mirada penetrante de Todoroki. Esa mirada siempre tenía algo intenso, como si pudiera ver a través de mí.
—Dijo que sí —soltó de golpe, sacándome de mis pensamientos.
—¿Qué? —pregunté, un poco desconcertada.
—Fuyumi. Está encantada de que vengas —respondió, rascándose la nuca y mirando al suelo. Por un momento, pude ver un leve sonrojo en sus mejillas, lo que me hizo sonreír sin darme cuenta.
Justo cuando iba a decir algo, unos cánticos nos interrumpieron:
—¡Hora del campamento, campamento, campamento! —cantaba Uraraka, moviéndose de un lado a otro en un intento de baile. Parecía algo nerviosa, y pronto Mina y Denki se unieron a ella, siguiendo el ritmo. La escena era tan divertida que no pude evitar reírme.
—Claro, iré con gusto. Espero que sea pronto —dije mientras le daba una ligera palmada en el hombro, indicando que me retiraba.
—Espera —me llamó Todoroki antes de que pudiera dar un paso.
Me detuve y me giré para mirarlo de nuevo. Todoroki parecía dudar, buscando las palabras adecuadas para decir algo importante. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, una voz desagradable interrumpió el momento.
—¿Hay gente de la clase A con clases extras? —dijo Monoma, riéndose con su usual tono burlón y macabro—. O sea, ¿hubo quienes fallaron en el examen final? ¿No es raro? ¡Es muy raro! ¿No se supone que son los mejores de la clase A? ¿QUÉ? ¿QUÉ?
Antes de que pudiera decir algo más, lancé un rayo protector que lo cegó momentáneamente y lo dejó sentado en el suelo. Todo el mundo enmudeció y me miró con una mezcla de sorpresa y desaprobación.
—¿Qué? Si no lo hacía yo, no se callaría —me defendí, cruzándome de brazos con un toque de orgullo.
Kendo soltó una risa mientras se acercaba a Monoma, agarrándolo por el brazo y arrastrándolo hacia el bus de su clase.
Kyoka y yo nos acomodamos en nuestros asientos, poniéndonos los auriculares y dejando que los acordes de Green Day llenaran el aire. Yo me apoyé en su hombro, cerrando los ojos para disfrutar de la música, mientras ella tarareaba suavemente la melodía. De vez en cuando, la sentía moverse un poco al revisar su móvil, sus dedos recorriendo la pantalla al ritmo de la canción.
El viaje era largo, pero estar así, con la música compartida y la compañía silenciosa de Kyoka, hacía que todo se sintiera más llevadero.
Al bajar del autobús, me estiré con fuerza, sintiendo cómo los músculos se relajaban tras el largo trayecto. El aire fresco del lugar me golpeó suavemente el rostro, despejándome por completo. A mi alrededor, los demás repetían la misma acción, estirando brazos y piernas, mientras algunos aún parecían medio dormidos, con los ojos entrecerrados y bostezos ocasionales escapando de sus labios.
—¡Al fin descansamos! —dijo Denki, estirándose con exageración, como si se hubiera pasado toda la mañana en un maratón. Sus movimientos eran tan dramáticos que casi parecía que se iba a caer de la forma más ridícula posible.
Mineta, por otro lado, se veía bastante incómodo, dando vueltas de un lado a otro, cruzando las piernas con una expresión de desesperación en el rostro.
—¡¿Dónde está el baño?! —gritó, levantando las manos como si se le estuviera yendo la vida en ello. Todos lo miramos con cara de incomodidad mientras daba saltitos nerviosos.
Miré a mi alrededor, reconociendo el lugar al instante. Un escalofrío me recorrió, y un peso se asentó en mi pecho. Ya sabía dónde estábamos, y no me gustaba nada, nada de nada. Sin pensarlo, retrocedí unos pasos, intentando apartarme de ese lugar. Pero, en mi distracción, choqué con algo. No... mejor dicho, alguien.
Un par de manos firmes se posaron en mis hombros, deteniéndome en seco. Mi respiración se entrecortó, y levanté la vista solo para encontrarme con la mirada seria de Aizawa-sensei.
—Ito, creo que ya sabes dónde estamos —dijo con su característica voz áspera, aunque esta vez parecía cargar con un tono aún más severo—. Así que quiero que tomes esto con responsabilidad.
Tragué saliva, sintiendo cómo su presencia, tan imponente y firme, me hacía encogerme ligeramente. Sus manos, grandes y pesadas, sobre mis hombros parecían transmitir más que palabras: una advertencia, una orden, pero también algo de confianza. Me sentí tan pequeña en ese momento.
—L-lo entiendo, sensei —dije, tratando de sonar más segura de lo que realmente me sentía. Mi voz apenas era un susurro, pero Aizawa pareció aceptarlo, ya que asintió y retiró sus manos lentamente, como si me estuviera dando espacio para respirar.
—No tiene caso quedarnos aquí sin razón —dijo Aizawa-sensei, captando la atención de todos con su tono seco y autoritario.
Un coche negro y elegante se detuvo frente a nosotros, el motor emitiendo un suave ronroneo mientras nuestras miradas se dirigían hacia él. **Reconocí ese vehículo al instante.**
—Hola, Eraser —dijo una voz que no necesitaba presentación para mí.
—Cuánto tiempo —respondió Aizawa-sensei con su típica indiferencia, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto.
Del coche bajaron dos figuras que llamaron la atención de todos los presentes: Mandalay y Pixie-Bob, quienes lucían sus distintivos trajes de héroe.
—¡Wild, Wild Pussycats! —gritaron al unísono, adoptando una pose extravagante que se sintió aún más fuera de lugar junto al niño pequeño de rostro adusto que las acompañaba.
**Las miré por unos momentos, perpleja, mientras flashes de recuerdos inundaban mi mente.** El año pasado, había pasado meses entrenando bajo su tutela. Fueron días intensos, agotadores, pero invaluables. Habían sacado lo mejor de mí, aunque sus métodos fueran todo menos convencionales.
A pesar de mi reacción contenida, no pude evitar que una fugaz sonrisa se asomara en mi rostro al verlas de nuevo. **Había algo reconfortante en su energía única y, al mismo tiempo, aterrador al recordar lo que implicaban sus entrenamientos.**
—Hima, ¿las conoces? —preguntó Kyoka, inclinándose hacia mí con curiosidad mientras sus auriculares caían ligeramente sobre su cuello.
—Un poco —respondí en un tono bajo, desviando la mirada.
Mandalay pareció notar mi presencia, arqueando una ceja como si intentara recordarme. Pixie-Bob, en cambio, estaba demasiado concentrada en su pose como para fijarse en algo más.
—¡Hora de empezar con el entrenamiento más intenso de sus vidas, aspirantes a héroes! —exclamó Pixie-Bob con entusiasmo desbordante, mientras el niño al que acompañaban se cruzaba de brazos y ponía los ojos en blanco.
**Sabía exactamente lo que eso significaba.** Mi sonrisa se desvaneció poco a poco. Esto apenas era el comienzo, y aunque ya había pasado por ello antes, no podía evitar un ligero escalofrío al pensar en lo que nos esperaba.
—Las heroínas que estarán con nosotros: las Pussycats —anunció Aizawa-sensei con tono monótono, mientras algunos de mis compañeros miraban perplejos a las dos figuras extravagantes que acababan de hacer su presentación.
—Un grupo de cuatro personas que creó su propia agencia. Son veteranas en rescates de montaña —explicó Izuku con su característico entusiasmo, mientras posicionaba sus puños con felicidad. —Este año será el duodécimo que...
Antes de que pudiera terminar, Pixie-Bob apareció frente a él en un abrir y cerrar de ojos, tapándole la cara con su guante de gato.
—¡Tengo 18 de corazón! ¡De corazón! —exclamó con un tono nervioso, claramente intentando mantener su imagen juvenil.
Una pequeña sonrisa escapó de mis labios. Había olvidado lo enérgica y peculiar que podía ser. Sin embargo, no tuve mucho tiempo para disfrutar el momento, ya que, en un abrir y cerrar de ojos, Pixie-Bob se giró hacia mí con una mirada que brillaba de emoción.
Antes de que pudiera reaccionar, sentí sus brazos rodeándome con fuerza mientras frotaba su mejilla contra la mía como si fuera una niña pequeña con su juguete favorito.
—¡Hima-chan! ¡Mi pequeña ha vuelto! —dijo casi llorando de orgullo, como si no me hubiera visto en años.
Mi rostro se tiñó de rojo ante la mirada curiosa de mis compañeros. Algunos murmuraban sorprendidos, y otros simplemente parecían divertidos.
—P-Pixie-Bob-san... —intenté decir, pero su agarre se hizo aún más fuerte, casi impidiéndome respirar.
—¡Te ves tan fuerte! ¡Te has convertido en toda una heroína en potencia! —siguió, ignorando completamente mis intentos de liberarme.
Mandalay, que había estado observando todo con una sonrisa tranquila, se acercó y posó una mano en el hombro de su compañera.
—Pixie-Bob, no la asustes. Apenas estamos comenzando —dijo con un tono más sereno, pero con un brillo divertido en los ojos.
Finalmente, Pixie-Bob me soltó, aunque todavía me miraba con orgullo desbordante.
—¡Espero grandes cosas de ti, Hima-chan! —exclamó antes de volver a su lugar junto a Mandalay.
Me pasé una mano por la cara, intentando recomponerme mientras el calor en mis mejillas no disminuía. Había olvidado lo intenso que podía ser este par, y sabía que esto era solo el principio de lo que nos esperaba.
—Todo esto es propiedad privada, y estaremos en el pie de esa montaña —anunció Mandalay, señalando la inmensidad del bosque que se extendía frente a nosotros y, a lo lejos, una montaña imponente que parecía fuera de alcance.
—¿Y por qué paramos aquí? —preguntó Uraraka, con una leve inquietud en su voz, como si ya intuyera lo que se avecinaba.
—No puede ser... —murmuró Sato, negando con la cabeza, como si estuviera rechazando una idea que no quería aceptar.
—¡Volvamos al autobús, rápido! —exclamó Sero, dándose la vuelta con apuro hacia el vehículo.
—¡Sí, hagámoslo! —gritó Denki, secundándolo. Pronto, todos comenzaron a correr hacia el autobús con desesperación.
—Ahora son las 9:30 —intervino Mandalay, su tono tranquilo y hasta juguetón mientras movía su cola felina—. Si se apresuran, quizás lleguen a las 12.
Un escalofrío recorrió el grupo, pero nadie se detuvo.
—¡Los gatitos que no lleguen a las 12:30 no almorzarán! —añadió, con un dejo burlón que hizo que algunos aumentaran aún más su velocidad.
Mientras mis compañeros corrían, me adelanté un poco, notando a Kota parado al margen, observándonos con su típica expresión de enfado. Me agaché ligeramente para ponerme a su altura, tratando de no intimidarlo.
—Kota, cuánto tiempo —dije con una sonrisa suave.
Él apenas me miró, sus ojos llenos de desinterés, antes de girarse rápidamente, pero no antes de que notara un leve sonrojo en sus mejillas. **Suspiré, divertida. El pequeño no había cambiado mucho desde la última vez que lo vi.**
Al levantarme, escuché un sonido repentino y vi a Pixie-Bob saltar al frente con la agilidad de un verdadero felino.
—¡Allá vamos! —gritó con entusiasmo, golpeando el suelo con ambas manos.
De inmediato, una gigantesca avalancha de tierra y rocas se levantó frente a mis compañeros, envolviéndolos y arrastrándolos al bosque con una fuerza abrumadora.
—¡Ahhh! —los gritos resonaron por todo el lugar mientras desaparecían en la espesura.
Me quedé mirando la escena, cruzándome de brazos mientras Pixie-Bob reía satisfecha por su acción.
—Bueno, esto será interesante —murmuré para mí misma, preparándome mentalmente para lo que venía.
Salté la barandilla y amortigüé mi caída con una esfera de energía, aterrizando sin problemas. Todos me miraron algo expectantes, y no pude evitar dar una sonrisa nerviosa.
—Al ser una propiedad privada, pueden usar sus quirks —anunció Mandalay con un tono sereno—. Tienen tres horas para cruzar el Bosque de las Bestias.
Dirigimos la mirada hacia el bosque. La espesa vegetación y los árboles imponentes creaban un ambiente oscuro, como si estuviera sacado de un cuento de hadas tenebroso.
—¡Suena como un juego de Dragon Quest! —dijo Denki emocionado, intentando aligerar la tensión.
—La U.A. siempre hace estas cosas —comentó Kyoka, frustrada, mientras sacudía la tierra de su ropa. Le ofrecí mi mano para ayudarla a levantarse, y ella aceptó con una leve inclinación de cabeza.
—No tiene caso quejarse. Vamos —dijo Kirishima, con determinación, sacudiendo también el polvo de su ropa.
Antes de que pudiéramos organizarnos, Mineta corrió rápidamente hacia el interior del bosque en una pose algo peculiar: piernas juntas, ligeramente flexionadas, manos apretando su entrepierna mientras temblaba de nervios.
—Qué pésima idea... —murmuré, entrecerrando los ojos.
Una enorme bestia emergió de entre los árboles, rugiendo con fuerza y haciendo que las hojas temblaran. Mineta se quedó paralizado, mirándola fijamente con los ojos desorbitados, y era evidente que había soltado todo lo que tenía al verla.
El resto del grupo reaccionó con diversas emociones: algunos se asustaron y retrocedieron, mientras otros adoptaron posiciones defensivas.
—Cálmate, animal... —murmuró Koda, avanzando lentamente hacia la criatura, aunque su cuerpo temblaba de miedo.
La bestia levantó una de sus enormes patas delanteras, claramente decidida a apartar a Mineta de su camino de un solo golpe.
—¡Mineta! —gritó Izuku, lanzándose hacia él con rapidez. En el último segundo, logró apartarlo antes de que la garra de la criatura lo aplastara.
—¡A por ella! —gritó Kirishima, endureciendo sus brazos mientras los demás se lanzaban contra la bestia.
[...]
Salí del bosque junto a Izuku, completamente agotada. Mi uniforme estaba roto, cubierto de tierra y mi camisa de tirantes rosa era lo único que se veía intacto bajo el caos. Mi cabello estaba desordenado y alrededor de mi cuerpo había chispas, como si estuviera al borde de un cortocircuito. Jadeaba, intentando recuperar el aire que mis pulmones ya no podían procesar correctamente.
Todos se desplomaron con grandes suspiros, exhaustos. Me dejé caer en el suelo, sintiendo un agudo dolor en las manos y en la cabeza.
—¿Cómo tres horas? —gritaron algunos, todavía sorprendidos por la dureza del desafío.
—Eso es lo que no habríamos tomado a nosotras... Lo siento —se disculpó Mandalay con un tono arrepentido.
—¿Querían presumir lo buenas que son? Qué malas... —murmuró Sato, tirado en el suelo, completamente vencido.
—Tengo hambre... —gritó Kirishima, incapaz de contener su apetito a pesar del agotamiento.
Me levanté como pude, ayudada por Izuku, quien me ofreció su hombro. Me apoyé en él, colocando mi brazo alrededor de su cuello mientras descansaba mi cabeza en su pecho. Izuku se estremeció ligeramente, notando mi proximidad.
—Neko, neko, neko... -Murmurro Pixie-Bob como si de un gato se tratará, causando que una leve sonrisa se dibujara en mi rostro.
—Pero la verdad pensamos que tardarían más... No tuvieron tantos problemas con mi bestia de tierra como pensé —comentó Pixie-Bob con una risa traviesa.
—Y sobre todo... Ustedes cinco —dijo señalando a Bakugo, Todoroki, Izuku, Iida y a mí— ¿Pudieron actuar por su experiencia? Los quiero en 3 años.
De repente, se lanzó hacia nosotros, rodeándonos con rapidez y dando vueltas alrededor de nosotros sin parar, causando que los cuatro se quejaran. Yo simplemente sonreía, disfrutando de su actitud juguetona.
—Hablando de edad... —comentó Midoriya, pero fue rápidamente interrumpido por Pixie-Bob, quien le cubrió la cara con su guante.
—¿Qué con eso? —dijo ella, haciendo que me sobresaltara y mirara a Midoriya con una mirada que advertía que dejara de hablar.
—Eh... ¿Me preguntaba quién es ese niño?
—Él es Kota —respondí con ternura, señalando al niño al lado de Mandalay algo alejado.
—Es el hijo de mi primo —explicó Mandalay, extendiendo su brazo hacia él.
La atmósfera cambió ligeramente, y miré a Kota, notando su expresión distante.
Izuku se apartó con gentileza, dándome espacio. Yo también me alejé, sintiéndome un poco desorientada. Mientras él avanzaba hacia Kota, bajé la mirada, viendo cómo una fila de hormigas avanzaba organizadamente hacia su hogar. Suspiré profundamente, intentando calmarme.
Un quejido ahogado y un grito repentino rompieron mi tranquilidad.
—¡Primo salvaje! —gritó Iida, sujetando a un Izuku adolorido, quien se agarraba la entrepierna con evidente sufrimiento.
Miré rápidamente hacia Kota, quien se alejaba con calma, pero fue interceptado por Iida antes de que pudiera ir más lejos.
—¡¿Cómo puedes hacerle eso a su escroto?! —gritó Iida, indignado, mientras señalaba el área afectada de Midoriya.
Kota, con una mirada llena de desdén, respondió:
—No pretendo pasar tiempo con gente que quiere ser héroes.
Bakugo, al escuchar esto, soltó una pequeña sonrisa—Mocoso... —una sonrisa arrogante aparecía en su rostro.
—¿No es como tú? —dijo Todoroki, logrando que Bakugo explotara en una diatriba unilateral mientras el ambiente se volvía un poco más caótico.
—¡Basta de hablar! —interrumpió Aizawa-sensei con firmeza, logrando que todos se calmaran—. Saquen sus cosas del autobús. Las llevarán a sus habitaciones, comerán en la cafetería, se bañarán y dormirán. Empezaremos de verdad mañana. ¡Vamos, rápido!
La autoridad en su voz nos impulsó a movernos sin discutir.
[...]
El agua termal abrazaba mi cuerpo como un cálido manto, relajando cada músculo tenso después de las exigencias del día. La calidez parecía penetrar hasta los huesos, mientras el vapor envolvía el lugar, creando un ambiente tranquilo y reparador. Podía sentir cómo mi cuerpo flotaba ligeramente, como si el agua me liberara del peso del cansancio acumulado. Cerré los ojos, dejando que la tranquilidad del momento me llenara.
—Hima-chan —la voz de Mina rompió mi trance, haciendo que abriera los ojos lentamente. Su tono travieso me dio una idea de lo que venía—. ¿Te gusta... alguien?
Parecía dudar, pero lo soltó de golpe. Se acercó inesperadamente y me abrazó, haciéndome sonrojar de inmediato por la cercanía. Estábamos desnudas, y el contacto directo con su cuerpo caliente y mojado intensificó mi nerviosismo, no sabía que hacer en ese preciso momento, no es que disgustará, al contrario me sentía...Bien. (Gay panic)
Todas las demás chicas nos miraban expectantes, esperando mi respuesta. Mi mente iba a mil por hora, buscando qué decir, hasta que un ruido fuera de lugar llamó nuestra atención.
La voz de Mineta llegó desde el otro lado, interrumpiendo el momento:
—¡Antes de ser un héroe, aprende a ser un humano!
Inmediatamente me sumergí hasta el cuello en el agua, intentando cubrirme mientras el grito de Kota resonaba fuerte y claro. Seguido a esto, se escuchó un golpe seco y el inevitable quejido de Mineta cayendo al suelo.
—¡Gracias, Kota! —grité desde la seguridad del agua, levantando un pulgar hacia arriba con una sonrisa.
Kota, que había recibido mi agradecimiento con una expresión de puro sonrojo, se tambaleó torpemente hacia atrás antes de caer.
—¡Kota! —exclamé preocupada, pero antes de que pudiera moverme, escuché la voz de alguien diciendo:
—Lo tengo.
Suspiré de alivio, confiando en que estaba a salvo.
Hasta aqui por que me dio una pereza tremenda (LOL) Pero bue ya habrá un capitulo nuevo (Y bien rico 😋😋)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro