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001. Antes


Como si su alma fuera más pesada que el plomo y su ánimo traspasara el subsuelo, Beomgyu despertó lento y desganado, cosa que se destacaba con aquella respiración pausada, y como bonificación sus ojos se le hicieron complicados de abrir cuando las lagañas se pegaron entre sus pestañas como pegamento insoluble. Su nariz roja, cuerpo cansado y estado emocional apagado parecían ganarle a sus pocos ánimos de levantarse para cumplir con sus responsabilidades.

Estaba pasando por su estado de depresión post-Yeonjun.

Siempre que se reunían ocurría el mismo ciclo vicioso.

Se encuentran, se hablan bonito, tienen sus cosas que se reservaban el derecho de difusión, Yeonjun lo insulta y se va, él pasa por un estado depresivo de unas cuantas horas en las que el auto-odio parece un pasatiempo entretenido, se anima a verlo una vez más y se repite.

Siempre se decía que debía parar de llorar a cataratas y dejar que su garganta doliera de tantos chillidos que se tragaba para no ser escuchado por su madre, al final lo hacía luego de unas horas de ver algunas series de comedia o notar las actualizaciones de sus grupos favoritos con canciones que sanarían su alma por un rato, pero esa vez fue diferente, no era solo un estado de algunas horas que se pasaría al verlo de nuevo tiempo después. Había descubierto lo que probablemente todos menos él sabían.

Choi Yeonjun era un hijo de puta.

Y Beomgyu no sabía cómo enfrentarse a la realidad.

Felicidades, Beomgyu, descubriste que el agua moja. ¿Cómo te sientes al respecto?

Sumándole un grano de arena a la montaña de desdichas del día, el maldito destino tuvo la decencia de elegir el momento en el que su madre había ido de viaje a ver a sus abuelos para echarle un balde de fría y cruda realidad donde el más herido era él, ahora estaba devastado en la soledad de su habitación, esperando que por un milagro su ojos dejaran de estar hinchado y rojizos.

Bendito sea.

En un quejido se levantó con pereza, sintiendo el dolor de todos sus músculos por estar tensos, sentándose en su cama y abriendo sus ojos con algo de ayuda de sus manos. El resplandor del sol era burlado por sus gruesas cortinas que había decidido cerrar la noche anterior, el aire fresco permanecía afuera y uno que otro insecto también.

Se sentía sofocado, como su tuviera su cara contra su almohada en un intento por dejar de respirar, por eso en cuanto finalmente tuvo suficientes fuerzas se levantó rápido para ir a su baño y pasar una buena cantidad de agua fría por su rostro, lo que al final le causó escalofríos.

Se miró en el espejo, decepcionado.

Un gran par de ojeras decidieron acompañarlo esa mañana, sus ojos parecían extrañamente más pequeños y tristes desde su punto de vista, su cejas imperceptiblemente curvadas hacia abajo no aportaban una solución, su cabello aparentaba que no había recibido un buen trato en mucho tiempo y su piel se notaba más clara de lo normal.

No le agradaba lo que veía.

Quizás una ducha lo resuelva.

Buscó su teléfono y colocó su playlist favorita, estaba dispuesto a intentar subirse los ánimos por su cuenta y ¿Qué mejor manera de hacerlo que con "Hot For Me" de A.K.A retumbando en su baño?

Mentira, no le hacía sentir mejor, simplemente distraía su mente de sus propios pensamientos destructivos y denigrantes.

Al salir de la ducha, más despierto y con su cabello revuelto por su misma mano, buscó su ropa sin dejar de cantar bajo por todo el camino, tres canciones habían pasado y ahora su banda sonora era "Miss Right" de Teen Top, una pequeña manía que lo seguía desde pequeño era cantar, cuando veía a su madre bailar mientras ordenaba cualquier cosa o tararear hasta los comerciales de detergente para que comiera su caldo de pollo, siempre usaba su voz para llenar las paredes de una casa para dos, tal vez solo estaba copiándola, pero le hacía bien.

Sonrió al pensar en aquello.

De verdad amaba a su madre.

Luego de un rato peleando con el uniforme 一el cual parecía no querer colaborar y simplemente se enredaba o arrugaba en cualquier lado一 se miró en el espejo de nuevo, suspirando con frustración al notar que aunque su piel había tomado algo de color gracias al baño sus ojeras seguían allí como un gran recordatorio de la horrible noche que pasó.

Nada que el maquillaje no arregle.

Así fue como Beomgyu tuvo que gastar otros diez minutos de su preciado tiempo en cubrir las sombras violáceas bajo sus ojos.

Al verificar nuevamente la hora en su teléfono y confirmar que aún tenía algo de tiempo se propuso ir por su desayuno, uno el cual consistía en un simple café con leche tibio. En esa clase de situaciones en las que se sentía morir, su estómago realmente no pasaba nada que no fuera líquido y caliente.

Maldita sensación de querer vomitar que se apoderaba de sí cada que intentaba comer algo sólido.

Tomó su café con calma del microondas, disfrutando del olor que emanaba del poco humo rubio que revoloteaba hasta sus fosas nasales, se sentó en un banco y comenzó a beber con calma mientras revisaba su teléfono, paseándose una y otra vez por las diversas aplicaciones que tenía, pero que siempre permanecían sin notificaciones ante su falta de actividad en cada una de ellas.

Entró a Instagram, cientos de fotografías apareciendo en su feed. Compañeros de clases que seguía por cordialidad, viejos amigos que ya ni se deberían acordar de él e incluso algunos idols luciéndose como de costumbre, sonriendo a la cámara y alegrando la mañana de sus fans. Beomgyu pasaba de ellos como si nada, realmente sin ver nada de lo que había y cansando su dedo de tanto repetir el mismo movimiento de "subir y bajar" sobre la pantalla.

Suspiró por décima vez.

¿Cuánto tiempo iba a sentirse de esa manera?

No había pasado mucho de aquella revelación, pero ya presentía que su sufrimiento duraría más de lo planeado, aquel revoltijo de emociones en la boca de su estómago y manos temblando de forma imperceptible se lo decían a gritos.

Al terminar su café de levantó en busca de sus cosas, minutos más tarde ya estaba de camino a clases, con su cabello azabache siendo rozado por la brisa fresca de la mañana, el olor contaminado de la zona urbana despertando sus sentidos con rapidez y el sonido de la gente en movimiento siendo un hipnotizante natural. Pasos y pasos sobre el concreto, bicicletas, automóviles, cocinas al aire libre, gente saliendo de sus casas... Todos los sonidos de entremezclaban y creaban la banda sonora natural de una vida en la ciudad.

Pensó tanto que no pensó nada, su mente quedó en blanco luego de un rato divagando y al final la entrada del instituto apareció frente a él antes de que pudiera arrepentirse. Varios pares de ojos se clavaron sobre él cuando se permitió entrar al instituto, sacando a flote su ansiedad una vez más.

La mayoría de ellos murmuraban, lo señalaban de la forma más sigilosa posible, él intentaba hacer caso omiso a aquello aunque fuera algo casi imposible para su débil estabilidad emocional actual, estaba dando lo mejor de sí. Caminó hasta su salón de clases, lugar donde en la entrada un gran grupo de personas hablaban y señalaban algún punto dentro del salón que el pelinegro no alcanzaba a ver. Al verlo todos se hicieron a un lado, dejando entrar al chico que sintió como todo su mundo se derrumbaba al ver lo que se encontraba escrito en la pizarra con una gran y desprolija caligrafía.

"Choi Beomgyu se acostó con el profesor Choi".

Inmediatamente lo poco que había ganado de valor para asistir a clases se había ido directo a la mierda.

Y convenientemente para quien fuera que disfrutara de su sufrimiento parecía que todos los comentarios que lo demás estudiantes hacían eran más que claros para el pelinegro.

¿De verdad se acostó con él?

Sabía que no podía tener tan buenas notas por estudiar.

¿Qué le vio a él?

Probablemente solo fue cosa de una noche.

Las emociones se revolvieron en su garganta, en su pecho, sus manos temblaban al igual que sus piernas, la impresión del momento no le dejaba irse, pero la gran capa de lágrimas que amenazaban con desbordarse en segundos nublaban su visión. Las letras escritas de forma que todos lo vieran, todos esos que ahora lo observaban mientras que juzgaban toda su existencia como si realmente tuvieran el derecho a señalarlo, a atacarlo con sus expresiones de superioridad, de pena, de molestia y burla.

Beomgyu quería vomitar.

Y eso iba a hacer.

Por eso nadie se interpuso en el camino del débil pelinegro que había salido de prisa del salón de clase, corriendo directo al baño con la poca fuerza que tenía, tropezándose cientos de veces en el camino.

Corrió como si su vida dependiera de ello, entrando de golpe al baño y llegando a un cubículo sin siquiera fijarse en sus alrededores. Sus piernas flaquearon al abrir la puerta y cayó sobre el suelo 一afortunadamente limpió一, carraspeó un poco entre lágrimas, su respiración acelerada dejó su rostro de un color rojizo hasta que finalmente 一luego de un par de arcadas一 acabó vomitando en el inodoro con la poca suerte que tenía aquel día.

Minutos después su estómago estaba completamente vacío, pero no dejaba de tener esa sensación de poder vomitar hasta sus entrañas. Sentado en el suelo dejó que su espalda se recostara de una de las paredes del cubículo, flexionó sus piernas y las atrajo hacia sí, abrazándolas a la vez que dejaba que su cabeza se fuera hacia atrás todo lo que podía. Miraba el techo en medio de sus sollozos, sintiéndose tan miserable que sencillamente no podía siquiera pensar en salir de allí.

Realmente destestaba aquel detalle de sí mismo.

La necesidad de vomitar incluso si no había ingerido ningún sólido, su ánimo por el suelo a pesar del brillante sol que lo acompañaba en su día, raspones en sus piernas y espalda que se hacía sin darse cuenta y solo notaba hasta tener la sangre de ellos entre sus uñas o cuando el ardor los anunciaba al bañarse, los moretones que se hacía con los muebles por sentir su cuerpo tan pesado como para llevarlo por su cuenta, los círculos viciosos que solo creaban punzadas de dolor en su pecho y la dependencia emocional que se negaba a aceptar, el tener que recortar sus uñas constantemente para no rasguñarse cada que tenía alguna clase de episodio de ansiedad o similares, tener su cabello tan sucio que al no poder peinarlo se resignaba a tenerlo así... Odiaba tanto cada una de esas cosas de sí.

Porque él antes no era de esa manera.

Choi Beomgyu antes no necesitaba de nadie emocionalmente hablando, antes no le daba miedo hablar y decir algo incorrecto o dar su opinión sobre algún tema en particular, antes no sentía que cualquier cosa negativa que ocurriera a su alrededor sería su culpa, le gustaba arreglar su cabello, su piel la cuidaba a tal punto que jamás en su vida se había visto con un rasguño, las miradas decepcionadas a su reflejo no existían.

Antes de Choi Yeonjun no se sentía así de miserable.

Eso era lo que pensaba mientras relajaba su respiración dentro del pequeño cubículo, permitiéndose sollozar un poco, completamente ignorante sobre el pelirrojo que se lavaba las manos y esperaba que el pelinegro finalmente se calmara para tener una charla con él.





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