⸻ OO7
𔔀 GOT ME ! 🍷 cronos & percy.
by ©xelsylight. 2024.
⚔️▐ la comida amarga que me revolvía las tripas.
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Sacudí mis manos brevemente, sobre mis vaqueros, buscando alguna razón explicable para lo que acababa de hacer, ya que por supuesto, el percebe había decidido ser mucho más listo ese día. En mi primer día. Lo odiaba, de verás.
Percy tenía una ceja arqueada, y traté de no acabar con todo aquello ahí mismo. Por lo que me decidí a un simple acto: me encogí de hombros, fingiendo una sonrisa casual.
—Sí, como has dicho... Es de familia, me entrenaban para un día como este, que claro que llegó antes de lo esperado —dije, teniendo a la mano la carta que me había tendido el mismo percebe—. No hay mucho más que eso.
Pensé en soltar mi drama familiar como improvisación, pero me eché hacia atrás la pensar en qué no era el mejor momento. Ya que, bueno, apenas nos conocíamos de un día.
Sería raro que alguien te contase toda su vida así, de la nada.
El chico percebe me miró un buen rato, sus ojos verdes analíticos sobre mí, como si intentase descubrir lo que ocultaba..., pero relajando mis hombros, me sentí aliviado cuándo finalmente asintió.
—Tiene sentido —concedió Percy, aunque sus palabras aún tenían un ligero tono de duda—. Pero es mejor que guardes energías, después de todo, apenas es tu primer día.
Hice una mueca que pretendía ser un gesto de acuerdo mientras sacudiendo mi cabello, resoplé en un pequeño murmullo. Me dolía la cabeza y me sudaban las manos; después de todo, tenía que mantener la máscara ahora en su cabaña, a solas del resto del mundo, y también porqué seguramente alguien de mi círculo familiar intentaría comunicarse conmigo para confirmar que el plan iba según lo previsto.
Una mierda todo, claramente.
De todas maneras, Percy volvió a llamarme la atención cuando señalaba hacia el Gran Comedor.
—No creo que quieras regresar, y sé que puede resultar abrumador para cualquiera en su primer día, así que... —Ahora señaló hacia las cabañas, alejadas de todo el ruido—, ¿vamos a dormir?
La idea de dormir con este chico, acostumbrado toda la vida a estar solo, de repente me dio náuseas. Sobre todo, porque estar cerca de este chico, mi objetivo, y en la forma en la que se me había ocurrido, a lo mejor hacia peligrar mi trabajo.
Pero a fin de cuentas, fui yo quién sugirió la idea.
—Eh, sí, claro. —Comenzamos a caminar, lentamente, mientras tomábamos distancia del pabellón del que provenían todavía gritos y algarabía juvenil.
Percy estaba extraño; no dejaba de mirarme en todo momento, mientras rascaba su nuca y en resumen, parecía totalmente invadido por los nervios. A medio camino me cansé, no era alguien acostumbrado a ese tipo de comportamientos y para que iba a mentir, también me estaba sacando a mí de los nervios.
—Oye, ¿estás bien? —pregunté, tomando esta oportunidad para tratar de indagar sobre este chico. Informarse sobre el objetivo, siempre era necesario.
Aunque no es que me importase mucho, ninguna misión lo hacía en realidad. Nunca.
Percy esquivó mi mirada y rascándose las manos, habló.
—Es que... hace bastante que, no es problema tuyo de verdad, pero... —Sus hombros descendieron, suspirando con gravedad—. El caso es que hace mucho que no duermo con nadie. Q-Quiero decir, no te lo tomes a mal, tampoco es nada raro, es que...
Estreché los ojos, extrañado y desconcertado.
—¿Qué? ¿Te pones nervioso ante la idea de dormir conmigo? —Una pequeña risa se escapó de mis labios, aunque grave—. Tampoco es que vayamos a compartir cama, ¿no?
Percy negó de inmediato mientras negaba, con los colores subiendo por su rostro. Quizás por cuarta vez en lo que llevaba de día.
—No, no... claro que no, eso... Eso solo lo hacía con Annabeth y ya no estamos juntos, así que... —Se dio una palmada en la frente, aparentemente avergonzado y yo me removí incómodo. Sin darse cuenta, me estaba contando de su vida personal.
Pero dando una caricia en mi barbilla, aproveché esta oportunidad.
—¿Annabeth? ¿Era tu novia? —Intenté pronunciarlo de la forma más amable posible, mientras traté de mostrar la sombra de una sonrisa. Estaba imitando un poco a Calix, ya que esto se le daba bien—. ¿Eso es lo que pasa? ¿La echas de menos?
Volvió a mirarme con sorpresa, para carraspear suavemente. Sus rizos rubios cayeron por su frente, suavemente y momentos más tarde, negó con rapidez.
—No, no... Eso ya está superado. Es solo la idea de compartir habitación lo que me preocupa. Hace tiempo que Tyson, ehm, mi hermano por así decirlo... tampoco se pasa y bueno, está un poco echa un asco, aunque he limpiado un poco al dejar tus cosas, pero...
Las palabras se me salieron antes de poder pensarlo debidamente.
—Oye, tranquilo. —Alcé las manos, con rapidez—. Sé que esto ha sido repentino, para mi también, pero no voy a molestar en tu habitación y mucho menos juzgarla. No te preocupes tanto, Percy.
Bueno, eso había sido un accidente. Sí, claro, había que crearse un personaje.
Suspiró aliviado y compartiendo unas esquivas sonrisas finalmente llegamos a la cabaña número 3.
—Bueno, ¿vamos?
Me invitó a pasar mientras subía su pequeño porche con sus escalerillas. Subí lentamente por detrás de él, pasando mis dedos por los decorativos de la fachada exterior y lo comparé con mi propia habitación en la Ilíada. Tan vacía, tan escasa de color y triste; se diferenciaba por completo de estas cabañas, de la de Percy.
Al detenernos enfrente de la puerta, escondí las manos en los bolsillos de mi gabardina y observé un ligero temblor en las manos de Percy; aunque no duró mucho, porque finalmente abrió esta.
Al abrirla, reveló un interior amplio pero sencillo. Entramos, no perdimos el tiempo en mirar nada más, porque imité un bostezo y me guío hasta su habitación. Había varias literas distribuidas a lo largo de las paredes, aunque la mayoría de ellas estaban vacías. Las sábanas azules, los muebles de madera oscura y los detalles marítimos en las paredes, como conchas y redes, le daban un aire acogedor, aunque algo frío.
—Ha cambiado mucho a lo largo de los años —me explicó, dejándome observar todo con detalle.
Me esperó al final, cerca de la puerta y me adelanté hasta el centro de esta, en donde había una estatua pequeña de Poseidón que se erguía en una esquina, vigilando la habitación como si fuera un recordatorio constante del linaje del percebe. Su rostro de marfil, intacto, me llenó de escalofríos. Me aparté rápidamente para encontrar a unos pasos al chico de ojos verdes.
—Bienvenido a mi humilde morada —dijo Percy, con una media sonrisa. Su tono era ligero, pero seguía mostrándose amable conmigo.
Luego caminó a otra puerta de la misma habitación, para señalar un cuarto de baño; bueno, eso no se diferenciaba mucho de mis aposentos en mi antiguo hogar.
—Hay uno afuera también, por si lo prefieres... —Percy se rascó la nuca, dubitativo.
Pensé en que allí afuera me sería mucho más fácil comunicarme con mis madres, y asentí de inmediato. Él sonrió amable, como antes.
—Pues entonces..., El tuyo es el de afuera. —Se acercó hasta la que me supuse que era su cama, cerca de una de las ventanas de la estancia, para levantar una curiosa bolsa de tela negra—. Me he tomado la molestia de conseguir algunas cosas de aseo para ti.
Me la tendió y dentro había jabones, varios cepillos de dientes, geles, y algunos peines. Agradecí con la mirada baja, retomando mi papel de chico reservado y tímido; aunque esto se me hacía más complicado con el paso del tiempo.
—Bueno, pues... Ya puedes instalarte y bueno, dejé tus cosas en esa litera, pero si quieres otra... —Me dio una ligera idea de poder escoger la que quería, pero al fijarme, que era la que estaba situada más cercana en la puerta, sonreí débilmente.
—Esa está bien.
Luego me di cuenta de que mi mochila estaba ahí, intacta y que no parecía haber sido abierta. Me permití relajar los hombros mientras dejaba la bolsa de aseo ahí, para quitarme de encima la gabardina negra. Me quedé en una camisa ligera negra, sin mangas y la deposité sobre la cama.
Parecía tener tendidos limpios y agarrando una muda del interior de la mochila, para dormir, agarré la bolsa de aseo. Era mi oportunidad para hablar con mis madres, o con alguien del otro lado. Suspiré suavemente, para mantener un rostro accesible.
Al darme la vuelta, Percy estaba en medio de la habitación. Se tocaba uno de sus brazos, mientras atrevidamente, sus ojos me miraban de arriba a abajo. Mierda, maldije en mi mente. No me acordé de ocultar parte de mi piel; era oscura, tenía músculo, pero lo peor y lo que seguro causaba preguntas en mi nuevo compañero de habitación, era el mar infinito de cicatrices que me recorrían por todas partes.
Por suerte, solo el chico era capaz de ver las de mis brazos y dedos.
—Eh, ¿pasa algo? —Hacerse el bobo sería una de las mejores soluciones ahora mismo.
Pareció funcionar porqué dejó de evaluarme con la mirada y bajando la mirada, me pareció ver un rastro de lástima y compasión por sus ojos. Sentí que la rabia me nacía por dentro. Odiaba ese tipo de cosas.
La última persona de la que había recibido parte de esas miradas, había acabado siendo asesinado. Por mí. Mi mayor arrepentimiento hasta la fecha.
Sacudí ligeramente la cabeza, para centrarme en lo que estaba haciendo ahora mismo.
—No, eh... —Se lanzó sobre su propia litera, para comenzar a deshacerse de sus zapatos—, no pasa nada. Voy a... voy a cambiarme.
Y dicho y hecho, cogió unas mudas que tenía sobre su almohada y a paso rápido, se lanzó hacia su cuarto de baño. Yo suspiré, con suavidad, para desaparecer del cuarto.
Atravesé un largo pasillo en el que me crucé con otras puertas cerradas y que me daban a la idea de que serían muchas otras habitaciones. Las ignoré, como el pensamiento de porqué Percy había decidido darme expresamente su misma habitación para compartir, para cruzarme con una cocina del estilo americana, para tener en frente lo que me supuse que era la sala de estar. Tenía poca cosa; varios asientos, sofás y una pequeña televisión.
Una mesa de comedor demasiado grande y bueno, en general, todo era bastante extenso allí dentro para habitar una sola persona. Aunque en realidad, ahora eran dos.
Llegué finalmente a una puerta que señalaba la palabra "Baño" y entré. No tardé mucho en acomodar mis cosas y mucho menos en asearme. Estaba lavándome la cara con agua fresca, tras lavarme los dientes para observar mi reflejo; en realidad me veía cansado.
Me eché el cabello oscuro hacia atrás, justo cuando observé como mi propia imagen en el cristal cambiaba. Me estaban llamando, por lo que apretando las manos contra la encimera, contesté como debía.
—Míla, iliado.
Que no era otra cosa que "Habla, iliado"; solo algo que conocíamos la gente de la Ilíada.
No mucho después, la imagen de mi tío Tártaro apareció en la imagen. Un cabello negro y recogido enmarcaba su rostro oscuro, con gruesas sombras bajos los ojos, que brillaban de su usual tono negro. Su piel era grisácea y vestía ropas oscuras, como siempre.
Estaba tomando una bebida, probablemente una taza de té; tales como le gustaban.
—Buenas noches, sobrino. —Fue lo primero que dijo, para sonreírme con toda esa esmaltada sonrisa de afilados dientes—. ¿La estás pasando bien al otro lado?
Apreté mi agarre sobre la encimera, notando que varias gotas frías caían por mis mejillas.
—Parece que las noticias vuelan incluso allí abajo, ¿no? —Realmente esperaba encontrarme con alguna de mis madres, o si tenían mala suerte, con mi tía Nyx.
Por suerte, sólo era Tártaro. Eso de inmediato hizo que me relajara de inmediato para tomar una postura menos en estado de alerta; con él, siempre podía confiar en ser yo mismo.
—Bueno, de algo uno tiene que vivir. ¡Y que mejor con chismes relacionados con mi precioso sobrino! —exclamó con algarabía, agitando su taza.
—Por no decir el único que tienes —añadí, con algo de gracia.
Él volvió a mostrar otra sonrisa, pero muchísimo menos amenazante que la primera.
—Cuéntame, Cronos. ¿Qué has averiguado en tu primer día? ¿Con quién estás durmiendo? ¿Te han instalado en alguna cabaña desagradable? ¿Puede que con los hijos de Ares? —Negué de inmediato, para voltear los ojos.
—Nada. Con el hijo del percebe, sí, pero por decisión mía y... ojalá. —Asintió lentamente, para beber otro sorbo de su té.
Era humeante y caliente. La visión a su espalda seguía sumiéndose a oscuras, como siempre, porque según él, no me interesaba para nada saber que se hacía por allí abajo. Muy en diferencia en mi opinión, porque sí lo hacía; por suerte, en la Ilíada, mi tío podía proyectar una parte de sí mismo y de alguna manera extraña, conseguía estar merodeando por allí varias veces.
Aunque siempre lo dejaba sin mucha energía y, normalmente, solo lo hacía para hablar con mis madres o conmigo.
—¿No te estás arriesgando mucho al estar cerca de él? Sé que quieres siempre hacer las cosas con rapidez, pero dormir en su misma cabaña... —No parecía nada convencido con mi estupenda idea.
—Todo está bien, no había otra manera. Además, la idea de compartir habitación con otros semidioses sería todavía incluso más insoportable —añadí, temblando ante la sugerencia hipotética.
Tártaro suspiró levemente mientras sus manos temblaban ligeramente, su forma se distorsionó levemente y volví a tensarme. Eso significaba que acababa de crear su otra forma de ser en la Ilíada.
—¿Vas a informar a mis madres de mis nulos progresos?
Dudaba recibir un castigo de Gea, sobre todo, teniendo en cuenta la distancia, pero... Nada era imposible para ella. Sin embargo, mi tío negó, riendo por lo bajo.
—Voy a decirles que lo estás haciendo bien y, de que al contrario de lo que piensas, ya has conseguido acercarte a tu primer objetivo en tu primer día. Es para celebrar, sobrino. —Realmente parecía decirlo en serio.
Asentí mientras mordía suavemente mis labios, para hundir mis hombros.
—Fue mi culpa, si hubiera... si hubiera cogido ese estúpido árbol, no estaría aquí, no las habría decepcionado... —Su tono severo me interrumpió de golpe.
—Esto no es culpa tuya, Cronos. —Su rostro se iluminó al hablarle, sus ojos oscuros se tiñeron de un rojo nauseabundo por segundos—. Piensa mejor que esta es tu oportunidad para demostrarles que emendaste tu error y, de que eres capaz de matar a la leyenda conocida como Percy Jackson y recuperar lo que más ansía tu madre, Gea: la única arma capaz de matar a un dios y también, a un primordial.
Mis ojos brillaron al instante por la nueva información y sobre todo, por las palabras mencionadas por mi tío favorito. Siempre era así de condescendiente conmigo.
—¿Tú sabes que es lo que debo buscar?
La idea de que me facilitase el trabajo, me supuso un renovado humor.
Sin embargo, su rostro ladeante y su mueca desconcertada, me deprimió de inmediato.
—No, no sé lo que es. Pero... seguramente la tendrá guardada ese centauro maloliente. Ya sabes, el hijo de tu tocayo. —Claramente era una burla para recordarme que no debía cometer los mismos errores de mi antecesor y, que fue derrotado por Percy en el pasado.
—Sí, bueno... a diferencia de lo usual, no me sirves ahora.
Volvió a reírse con una clara frivolidad, pero me señaló abiertamente.
—Buena suerte, Cronos. Mañana te contactaré para más noticias, o para mandarte algún mensaje de tus madres. —Pero antes de que la imagen desapareciera del todo, alcancé a escuchar: —Recuerda, sobrino, si fallas, no creo que te den otra oportunidad.
No obstante, eso ya me lo suponía.
Nuevamente en el silencio de mi cuarto de baño, me acomodé los pantalones anchos y de fina tela, para estirar las mangas de mi camisa oscura de dormir. No estaba preparado para salir, no todavía. Tomé profundas respiraciones, mientras trataba de hacerme a la idea de qué esto era real. De que si fallaba, seguramente correría la misma suerte de Zack.
—Déjalo, déjalo atrás, maldita sea —pedí suavemente.
Pero era mucho pedir para mí; mis ojos se cerraron con fuerza mientras estrechaba mi entrecejo. Su rostro de marfil, su sonrisa abierta para mí, sus mejillas claras y surcadas de algunas pecas... invadieron mis memorias sin pedirlo. Sentí que las manos me temblaban con fuerza al recordar sus impresionantes y profundos ojos verdes.
No, no. Detuve mi cabeza; no podía volver al pasado, a su toque cálido, a sus brazos contra mi cuerpo, a el sonido exuberante de su sonrisa. Era un traidor. Lo había sido, no podía...
Una voz me sacó de mis pensamientos. Fuera del baño.
—Eh, Cronos... Soy yo, Percy, claro... ¿Estás bien? Llevas un buen rato ahí dentro.
Y por supuesto, recordé en dónde estaba. Afiancé mis manos con fuerza, tratando de dejar a ese dulce y al mismo tiempo, horroroso chico, en el pasado. Las cosas eran diferentes ahora, me recordé mientras abría la puerta del baño.
Observé esos rizos rubios, esa expresión de marfil, esos labios carnosos, y por supuesto, esa imagen que seguro era cosa del destino, que me enseñaba unos preciosos ojos verdes. Maldije al destino, a veces solía ser bastante cojonudo.
Percy me miraba con preocupación, eso estaba claro. Ahora llevaba encima una camisa azul de manga corta, que dejaba plena vista de sus músculos y también de sus cicatrices. Además, lucía unos pantalones finos oscuros con pantuflas de tiburón. Dejé que mi ceño se frunciera para sonreír con burla.
—¿Esas son pantuflas de tiburón? Sí que eres un niño de papá, ¿eh?
De inmediato su rostro volvió a ponerse rojo y trató de ocultar su vergüenza, colocando una mano en su estrecha cintura, para señalarme con agresividad.
—Y yo que venía por si te había pasado algo. ¿Sabes? Eres un malagradecido —pero no sonaba tan mal de su boca si lo decía con esa sonrisa torcida.
—¿Cómo quieres que te dé las gracias, entonces? —pregunté, saliendo del baño y procurando llevar mi anterior muda de ropa en uno de mis brazos.
Ambos retomamos una cómoda caminata hacia su... nuestra habitación.
Pareció pensarlo debidamente; porque sacudió sus agraciados rulos rubios, mientras entrecruzaba sus brazos. Finalmente, se le ocurrió algo.
Algo, que claramente ya me esperaba y había preparado desde antes.
—Cuéntame sobre ti, Cronos. Si vamos a compartir hospedaje por mucho tiempo, no quiero dormir con un total desconocido, ¿sabes? —Aquello lo soltó con un tono bromista.
Pero imitando al personaje que representaba, fruncí el ceño para hundir los hombros. Parecer más derrotado y eso; esquivé también su intensa mirada, aunque quizá eso sí era apropósito.
—¿Qué quieres saber? Yo... no pensaba venir aquí. Quería quedarme al lado de mi madre todo lo que pudiera, ella se esmeraba en decirme todo el tiempo qué era capaz de protegerme, que no hacía falta venir aquí, pero... Incumplió a su promesa. —Los ojos de Percy se cerraron con pesar, inmediato cogiendo de lo que hablaba.
Al menos, no era tan tonto como pensaba.
Nos detuvimos al frente de su habitación y me di cuenta de que realmente, solo lo superaba por unos cuantos y escasos centímetros. Su rostro se compaginó con pesar, otra vez, y tuvo la osadía de acariciarme un brazo. Me recorrió un escalofrío de pies a cabeza, porque de nuevo, no estaba acostumbrado a estos tratos.
Pero esta vez no me aparté. No iba con el personaje que representaba.
—Lo siento mucho. Puedo... ¿puedo saber cómo se llamaba? —Asentí, mientras tomaba una pequeña abertura, para entrar al dormitorio.
Él hizo lo mismo y al final, acabamos uno enfrente del otro. Percy sobre su cama y yo sobre la mía.
Sus intensos ojos verdes no se apartaron ni un instante de mí. Traté de mostrarme mucho más abatido que antes, que realmente no era una misión tan complicada; después de todo, sí que estaba un poco abrumado ante la idea de perder mi hogar.
De fallar y de no poder volver.
—Se llamaba May, era preciosa. —Me alerté de inmediato cuándo vi que sus hombros decaían y cubría su boca con el dorso de su mano. Permaneció de esa manera escasos segundos, con los ojos desencajados y me pregunté qué había hecho mal.
¿A lo mejor no resultaba convincente? ¿A lo mejor había revelado algo sin darme cuenta?
Pero de inmediato, sus ojos se tornaron con mayor pesar y me pidió disculpas.
—Lo siento, Cronos..., Es que, así se llamaba la madre de un amigo que perdí. —Oh. Entonces eso lo explicaba.
—¿Fue... alguien bueno? Tu amigo, quiero decir —indagué un poco más.
Él sonrió con pesar, para asentir débilmente.
—Sí. Era uno de los mejores.
No dijimos nada en un buen rato, en los que las voces del exterior se escuchaban a duras penas, como el ulular del viento. Raspé mis uñas negras, para escucharlo de nuevo.
—¿La pérdida de tu madre fue lo que te trajo aquí, Cronos?
—Sí, bueno... No tengo otro lugar al que ir, ya sabes.
Su expresión lastimera desapareció con un sacudir de hombros, y finalmente, echó sus brazos hacia atrás para apoyarse en el colchón de su cama.
—Pues, de verás espero que encuentres tu lugar aquí, Cronos. Te mereces estar en un buen sitio después de todo lo que has pasado —dijo, como si tal cosa.
Yo me reí por lo bajo. No tenía idea de nada.
—Estoy seguro de que puede serlo —aunque mentí con todo el descaro. Luego, crucé mis piernas, sonriendo atrevidamente—. ¿Algo qué mas quieras saber? ¿Mi color favorito? ¿Mi animal preferido o algunas de esas preguntas banales y tontas que se hacen siempre?
En realidad, yo no lo había vuelto a hacer con nadie desde... desde lo de Zack. Y por supuesto, que no tenía ganas ahora. Sin embargo, Percy se carcajeó, abiertamente y su cabello se removió por el brusco movimiento.
Y de alguna manera, allí riéndose, bañado por la débil luz de la luna, lo encontré... delicado. Intenté convencerme de que era una presa fácil, de que esta misión sería más sencilla de lo que había pensando al principio.
—Si tu quieres decírmelo, no encuentro problema. —Recogió varios mechones de su cabello—. Mi color favorito es el azul.
—No me sorprende. —Volvió a reírse y añadí con rapidez—: Déjame adivinar, tu animal favorito es el caballo.
—¿Cómo lo sabes?
Y entonces, sin quererlo, ambos estallamos en carcajadas. Para cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, me andaba limpiando lagrimillas de las comisuras de mis ojos.
Las limpié con brusquedad para, desconcertado, encontrarme con su sonrisa.
—¿Soy tan obvio?
—¿Tú que crees?
Una trompeta se escuchó por los alrededores y el percebe me indició que era el toque de queda. Nadie podía salir ahora y bueno, era hora de dormir.
—¿No os saltáis las reglas? Quiero decir, ¿algún día has pasado del toque de queda? ¿Has hecho alguna locura?
Percy asintió, frunciendo sus cejas. Luego, negó para señalarme.
—No te desvíes. Ahora te toca.
Bufé, buscando alguna otra mentira qué decir; ya que realmente desde pequeño, nunca había disfrutado de estas cosas y mucho menos pensando en cosas banales como esta. No desde... Ugh, volví a maldecir a mi cabeza.
—Vale, vale —alcé mis manos en modo de rendición—. A ver, mi color favorito es... bueno, tengo dos, el negro y el verde. —Carraspeé rápidamente para tratar de desviar la atención y agregué—: En cuanto animal, bueno... No lo sé. ¿Los dragones cuentan?
Y volvió a carcajearse, mientras entre palabras, mencionaba que me llevaría bien con su amigo Nico.
—¿El de pinta fantasmagórica? —Recordé al chico que me presentó antes.
—Créeme, es mucho más blando de lo que imaginas.
Sin embargo, cuándo veo que abre la boca de nuevo, sin duda para alagar esta conversación, imité un falso bostezo. Sus ojos se suavizaron y grité victorioso mentalmente de darle final a esto, porque por mucho que las palabras fluyeran de mi boca con naturalidad, estaba interpretando a una persona que claramente no era yo.
Y estaba cansado, merecía un descanso.
—Oh, tienes sueño. Es... Siento haberte molestado, Cronos.
—No lo has hecho, en serio. Eres muy amable por dejarme dormir aquí. —Percy volvió a sonrojarse y aunque no había luz dentro por la suficiente iluminación de la luna, era capaz de ver su sonrisa estrechada de oreja a oreja.
—Lo que quieras. Ya formas parte de este campamento, es lo menos que puedo hacer.
Entonces, bajé mi mochila hasta ocultarla por debajo de la cama y me recosté con un sonoro suspiro. No dijimos nada en los breves momentos más tarde, pero algo me indicaba que seguía despierto. Yo no creía dormir en las próximas horas, pero eso era algo habitual.
Me dediqué a analizar las figuras marítimas del techo, escuchándolo removerse entre las sábanas. Las mías ocultaban ya parte de mi torso.
Me rasqué las uñas, como manía a la que estaba acostumbrado.
—Buenas... Buenas noches, Cronos. Mañana trataré de hacer que tu día sea incluso mejor que el de hoy —dijo, y supe que hablaba en serio.
Volví a suspirar, para darle la espalda y pensar en mi máscara de cuervo; esa que en múltiples ocasiones me había puesto y que me ayudaba a completar misiones secundarias. Normalmente, aquellas en las que no se me permitía mostrar quién era.
Mis dedos se removieron bajo la almohada, acariciando brevemente esas cicatrices de hace años. La idea de lo rápido que había cambiado mi vida en segundos, me asombraba.
—Estoy seguro de eso, percebe.
Lo siguiente que escuché, varios minutos después, fue su relajada y acompasada respiración. Mordí mi mejilla interior, tratando de cerrar los ojos. De descansar como me había sugerido, pero como sospechaba y como estaba acostumbrado, sus ojos y su aterciopelada voz volvieron a invadir la oscuridad de mi cabeza.
Me veo a mí mismo, en la Ilíada, sujetando la barbilla de Zack; con ese cabello negro y esa piel sonrosada. Me veo a mí mismo, a pies de ese chico.
Me veo a mí mismo, preguntándole: «¿Es esto lo único que soy para ti? ¿Un rey?». Veo su sonrisa, su rostro con ese precioso rubor y como me responde, con picardía: «Eres todo lo que siempre he querido, Cronos». Recuerdo su sabor sobre mí, nuestros labios chocando, lo mucho que quemaba en el estómago y... lo terriblemente feliz que me hacía.
Mordí mi mejilla otra vez, esperando por ese nuevo día en el campamento, que me alejaría más de mi pasado con él. De mi enorme y mayor pesar.
🪼🪸. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por vuestro apoyo a esta historia.
bueno, finalmente hemos podido conocer más de estos niños y de su dinámica; los amo demasiado y estoy deseando que vean todo lo que voy a hacer con mis bebés. se vienen cosas malas, caracolas, aquí vamos a sufrir todos.
uyyy también sabemos un poco del pasado de cronos, aaaa
pronto cronos descubrirá qué es lo que tiene que llevarle a sus madres, pero quizá para ese tiempo, la idea de asesinar a percy ya no le resulte tan tentadora.
nos vemos pronto. <3
🪼🪸
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