⸻ O1O
𔔀 GOT ME ! 🍷 cronos & percy.
by ©xelsylight. 2024.
⚔️▐ golpear una piedra.
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—Por favor, Cronos, sólo ignórala —me dice Percy, pero pude notar un tono bailable en su voz.
Quizás sonaba algo divertido, quizás interesado, pero cuándo me levanté de mi asiento de las gradas, el brazo de Percy me detuvo. En sus ojos verdes, esos que me recordaban tanto a mi querido Zack, me congelaron por un momento hasta que escuché otra burla de la chica.
—Sabía que eras un cobarde, te calé desde ayer mismo. —Por supuesto, era una burla.
Y había qué decir mucho más para calentarme o sacarme de mis casillas; de todas maneras, ese toque en mi brazo comenzó a quemarme. No soportaba estar tan cerca del percebe, al menos no tanto como creí soportar al llegar. Recordé su abrazo, sus palabras cálidas y escupí las siguientes palabras, con algo similar al desprecio:
—No necesito que me protejas. Puedo cuidarme solo.
Y dicho y hecho, me liberé de su agarre para acercarme a la chica, que se alejaba divertida del lado de sus compañeras; todas ellas eran grandulonas, con aspecto fiero y con ojos locos. Pero la tan Clarisse, tenía una sonrisa de orgullo en el rostro. Demasiada confianza.
Di un paso hacia la arena, mientras más voces se escuchaban a los gritos de sus amigas que decían «¡Pelea! ¡Pelea!», una y otra vez. Otras personas murmuraban mi nombre, otras, claramente no escondían que era el tema de comidilla.
—¿Ese es el nuevo, no? Qué guapo es.
—Sí, pero Clarisse le va a hacer picadillo.
Rodé los ojos, mientras otra voz se escuchaba a mi espalda.
—Cronos, no tienes que demostrar nada a nadie, ¿vale? —intervino Percy, de nuevo, pero esta vez manteniendo la distancia.
Yo lo miré de reojo y sonreí con seguridad. No tenía ni idea de lo que hablaba.
—Lo sé, pero quiero hacerlo.
Y era verdad; incluso en la Ilíada, en donde yo era la comitiva de todo el mundo, sentía la constante presión de demostrar tanto a mis madres como a la gente que me observaba por encima del hombro que yo era exactamente como se lo imaginaban. Qué no era ninguna patraña, que era tan especial como mis madres. Y aquí, la cosa no era tan diferente.
Si bien no debía destacar demasiado para pasar desapercibido en lo importante, tampoco deseaba dejarme pisotear por mestizos. Ni siquiera por una hija de Ares.
La chica tenía lo suyo, porque a pesar de ser lo que claramente desde la distancia uno reconoce como descendiente de la guerra, su sonrisa era atractiva y su mata oscura de cabello le hacía resaltar matices del rostro que resultaban apabullantes, y aunque no era mi tipo, la alagaba a la vista. De todas maneras, cuándo me reuní con ella en el centro de la arena, pareció correr la voz.
De la novedosa pelea contra un recién llegado.
—¿Sabes? Normalmente te metería la cabeza en los lavabos de mujeres, pero... —Y pillé la mirada que le dirigió a Percy, casi como si en su mente se cruzase un recuerdo cariñoso—, eso es cosa del pasado. Y creo que una pelea, ahora mismo, es lo que necesito.
—¿Qué tienes pensado? —Mi voz, salió emocionada.
No podía evitar ese aspecto de mi persona que amaba todo lo que tuviera que ver con ser violento. Ella me dijo que sólo podríamos escoger un arma y que si lográbamos desarmar al otro contrincante, o echarlo del círculo de la pelea, o hasta que uno se rindiese, entonces al otro se le concedía la victoria.
—¿No trapos sucios? —pregunté, mientras escogía una espada cualquiera y ella también.
Odiaba no poder elegir cualquiera de mis armas de la otra dimensión.
—No. Para eso tenemos público. Soy Clarisse La Rue, hija de Ares —se presentó, estirando una de sus manos.
Al cruzarla, noté varios callos y lo gruesa que era. Ella me miró de arriba a abajo, inquisitiva.
—¿No vas a presentarme, chico nuevo? ¿O debería decirte princesa? Porque menudo rostro tienes —de nuevo, otra pulla.
Sonríe, sólo diciendo un: —Cronos.
Y en pocos minutos, una multitud emocionada de campistas se reunió a nuestro alrededor, animados por nuestro espectáculo. Percy estaba de los primeros y se mordía las uñas, con los brazos cruzados. Odiaba esa mirada verdosa que no se apartaba ni un segundo de mi posición.
¿Y tenía que aguantarle hasta encontrar la posición de mi segunda misión? Ahora lo veía terriblemente tedioso, más que antes. No sabía si resultaba por ser un pegajoso, o por lo extraño que se comportaba a mi alrededor; de esa forma, tan cálida y cercana como si fuéramos amigos de toda la vida.
El peso de la espada y su equilibrio me resultaron incómodas, pero la risa de Clarisse me regresó a la realidad con una risotada. Después dio el comienzo de la pelea.
Esperaba poder contenerme todo lo posible, al menos, lo suficiente para no verme extraño.
El primer intercambio fue rápido; evité su embestida inicial, esquivando su espada por unos centímetros y aproveché para girar sobre mí mismo y lanzar una finta a su abdomen, recubierto por esa estúpida camisa naranja que me causaba irritación en los ojos.
La sorpresa en su rostro me dio un instante de satisfacción, y por mucho que no quería la imagen todavía en mi cabeza, el deseo de ver correr sangre me palpitó por todo el cuerpo. Sacudí mi brazo, cuándo ella se vio obligada a dar un paso hacia atrás.
Los gritos la aclamaban sobre todo a ella, pero no me importaban. Nadie de ellos.
—¿Eso es todo lo que tienes, princesa? ¿Un corte en la camisa? —Lamentablemente, tenía razón.
Le había hecho un corte superficial; y se recuperó rápido.
Su expresión burlona se volvió más seria, casi furiosa, y entonces se abalanzó sobre mí como una bestia. El hueco en el que peleábamos aunque nos permitía movernos con comodidad, rodeado de tanta gente, me resultó asfixiante. La idea de desaparecer en sombras, de repente, resultó demasiado apetecible.
Nuestras espadas se encontraron y me obligó a echarme varios pasos hacia atrás. Por un momento permanecimos un rato así; esquivando, bloqueando y contraatacando. Pero se estaba alargando demasiado, lo supe cuándo vi correr por su frente unas gotas de sudor.
Claro que saber que le estaba dificultando su misión de pavonearse con sus amigas y con la gente que nos rodeaba, me llamaba demasiado la atención. Sin embargo, ella hizo una finta falsa y logró quitarme el arma de las manos, no lo vi venir; cuándo me agaché de un nuevo para esquivar otro ataque y no recibirlo de frente, algo pasó.
Mientras me lanzaba al suelo para agarrar mi arma con rapidez, por un momento, sentí un dolor fuerte, como un pinchazo súbito detrás de mis ojos. Parpadeé, intentando ignorarlo, mientras recuperaba la espada y evitaba que tocara el suelo. Quise ignorarlo, pero mi cuerpo tardó un segundo más en reaccionar de lo que estaba acostumbrado. Eso fue suficiente para ella.
Cuándo me di la vuelta en el suelo y me incorporaba, Clarisse giró sobre sí misma y me lanzó una patada hacia los tobillos que no vi venir. Me hizo perder el equilibrio y caer de bruces contra la arena. El impacto me dejó sin aliento, y los gritos de la multitud no se hicieron esperar.
Pero allí acostado mientras la respiración se me aceleraba por momentos, al frente de mí, sobre mi cabeza, apareció mi madre Gea. Tenía en sus manos un látigo, uno de sus muchos favoritos y me miraba con ese rostro compungido y lleno de odio y asco.
Su cicatriz me resultaba aterradora y sus ojos verdes mi pesadilla de todos los días.
—No aguantas lo suficiente. No eres perfecto todavía, Cronos —y volví a tener doce años.
Ella dejó caer el látigo que me dio de llena sobre la clavícula y mientras me hacia una bola, suplicándole que parase, que el dolor se detuviera cuándo me siguió golpeando sin pesar, entreabrí los ojos allí acostado para encontrar a Caos mirarme entre risas. Disfrutaba de lo que veía; siempre había sido así. Sus ojos rojos centelleaban cada vez que esa arma filosa caía sobre mi piel.
—¿Qué pasa, princesita? ¿Te rindes? —se burló Clarisse, regresándome de nuevo a mi presente.
Daba vueltas a mi alrededor como algún tipo de depredador que acechaba a su presa y dando una vuelta sobre mi espalda, con las manos temblando por haberme visto envuelto en cosas del pasado, me levanté dando varios pasos lejos de ella. Sentí sangre caer sobre mi camisa, debajo de mis clavículas, y no me hizo falta saber qué eran a causa de mis pesadillas. De mis malos recuerdos; de que en realidad no estaba sangrando, si no que era el peso de mis cicatrices lo que me atormentaba constantemente.
De refilón vi que Percy intentó atravesar la arena con el propósito de alcanzarme, pero una de las amigas de Clarisse lo detuvo. Yo escupí en el suelo, porque odiaba cómo la multitud comenzaba a tener esas sonrisa trastornada en el rostro, como me miraban por encima del hombro.
—Creo que todavía puedo dar algo más —y ambos corrimos al mismo tiempo.
Su espada zumbó en el aire, apuntando directo hacia mi costado derecho. Con un rápido movimiento me aparté justo a tiempo, y aún así sintiendo cómo el filo pasaba a centímetros de mi piel. Sin embargo, antes de que ella pudiera girarse, avancé con prisa y cerrando la distancia entre nosotros, la agarré del cabello aprovechando que estaba de espaldas.
Luego le hice una zancadilla y perdió la suficiente fuerza como para mantenerse en equilibro. Su cabeza golpeó contra la arena, y escupió una maldición ante mi sonrisa burlona.
Cuándo me agarró del borde de la camisa, me dio un brusco cabezazo; sin embargo no me dolió. Lujos de ser mitad primordial, pero tenía que fingir que sí; por lo que me eché hacia atrás, acariciando mi frente mientras ella recuperaba su postura defensiva. Ahora sabía que no debía tomarme como alguna broma.
Colocó su espada sobre su hombro izquierdo, volviendo a escupir. Pero no parecía para nada enfadada, más bien divertida con todo este asunto.
—No lo haces nada mal, mestizo nuevo.
Y sorprendentemente, varios mestizos gritaban mi nombre con más seguridad que antes.
—Supongo que puedo decir lo mismo —contesté y, sí, siendo sincero.
Clarisse lanzó otro ataque con la espada, de nuevo intentando quitarme la espada de las manos mientras me empujaba hacia atrás en busca de echarme fuera del círculo de mestizos; yo traté de evitarlo, dándole un empujón en el costado. Ella retrocedió unos segundos antes de lanzarme con su mano libre un puñetazo en los labios y aunque sentí la sangre brotar de ellos, no cedí. Nuestras espadas se volvieron a encontrar para ahora ser mi turno de empujarla, sonriendo con el sabor metálico saliendo de mis labios.
Sin embargo, viendo su frustración al no poder esquivar mi impresionante fuerza, la echaba hacia atrás escuchando sus zapatillas raspar contra la arena para evitar perder. Seguí sonriendo, saboreando casi la victoria, cuándo mi mirada se desvió hacia la periferia de la arena.
Entonces, fue cuando lo vi. A Quirón en su forma de centauro.
Observaba la pelea desde un lugar cercano y aunque su postura era serena, sus brazos tensos alrededor de su torso y sus cejas fruncidas, me hicieron darme cuenta de que me estaba pasando. De que estaba resultando raro a la vista que un chico recién llegado resultase ser tan bueno en esto; mi mente regresó a mi faceta inventada. Al chico herido, al chico atormentado y entonces, fingí trastabillar para darle una oportunidad a Clarisse de desenvainarme.
Lo hizo y dejando que me atacase con todas sus fuerzas, fingí ser golpeado por el cansancio cuándo con su hombro derecho me empujó hacia atrás, para luego lanzarse sobre mi cuerpo y golpearme contra la arena. Ambos caímos al suelo, y aunque habría podido liberarme de su agarre, me dejé llevar por la pronta derrota.
Odiaba fingir.
Ella finalmente con un grito brutal, me dejó clavado en el suelo y mi cabeza golpeó la tierra con demasiada fuerza. El impacto rebasó mi nivel de inmunidad y un dolor agudo se extendió por mi cráneo. Mi visión se nubló por un instante, mientras los vítores de los mestizos allí reunidos explotaban al unísono. Claramente, celebrando la victoria de Clarisse cuando dije: —¡Me rindo!
Fue humillante verla alzar la espada delante de sus amigas y celebrando el resultado de la pelea. Estaba empapada de sudor, pero radiante de orgullo.
—Cronos, ¿es ese, no?
—Resulta raro que tenga el nombre de ese titán que venció Percy —dijeron algunas voces, que consiguieron superponerse al bullicio.
Ignoré sus voces nuevamente, permaneciendo en el suelo unos segundos. Intentando recuperar el aliento, el orden de mis pensamientos y enfocarme en olvidar las heridas del pasado. Podía sentir el sabor metálico de la sangre en mi boca, del golpe de antes.
—Lo has hecho muy bien, Cronos —dijo Percy, quien apareció ante mi vista.
Me tendía una de sus manos y aunque lo miré con desconcierto y resentimiento bien oculto, supe que debía tomarla o resultaría más extraño. Acepté su ayuda entonces a regañadientes, levantándome con cuidado.
Soltó mi mano nada más estuvo seguro de que era capaz de quedarme de pie y mientras limpiaba la comisura de mis labios, Clarisse se dirigió hacia mí, completamente satisfecha al parecer.
—Me gustaría repetirlo pronto, princesa —dijo, retomando la distancia y olvidando al parecer mi desagrado ante ese mote.
Ella ahora se giraba hacia la multitud, con una carcajada burlona y respondiendo a los mestizos que querían saber más detalles de su victoria. Yo suspiré levemente, lanzando una mirada hacia esa misma esquina en la que había visto a Quirón..., pero ahora no había nadie.
Mierda, maldije en la cabeza. Esto surcaba un problema, porque por mis deseos egoístas, ahora podía haber puesto en peligro mi misión. Chasqueé la lengua por debajo de mis dientes, rechazando una mano que se acercaba a mi pecho, ya que sin darme cuenta estaba apretujando mis clavículas sobre la camisa; esas en donde todavía sentía los golpes a carne vive.
—Lo siento, Cronos... sé que me tomo muchas confianzas, pero... —Otra vez la había cagado.
Era Percy, con su mirada esquiva, con sus rulos rubios caídos y sujetando uno de sus hombros con rostro desconcertado, arrepentido. Entonces dejé de apretar las clavículas que ya me escocían, y sonreí lo más calmado que pude mientras me echaba hacia atrás.
Necesitaba alejarme de tanto ruido.
—No tiene nada que ver contigo, en serio, es... Es que estoy cansado, tenías razón. No debí hacer esto, pero no lo sé, pensé que me haría pensar en otra cosa —dije, intentando que recordarse la pérdida de mi madre y de que mis acciones locas eran a causa de ello.
Percy asintió, por suerte, entendiendo el mensaje subliminal.
—Oye, lo entiendo, de verdad que sí... —Lo interrumpí a media palabra, notando otra vez esa picazón detrás de los ojos.
De repente una de mis manos acariciaron mi nuca, rascando agresivamente tras ella y excusándome lo más rápido posible. Necesitaba estar solo.
—Hablamos después, ¿vale? —Sus labios se cerraron con rapidez y me despedí con un: —Voy a dar una vuelta por ahí.
Escapé antes de darme cuenta, pero sin correr ni parecer afectado, simplemente con las manos en los bolsillos ante el frondoso bosque que rodeaba el lago del campamento.
Odiaba parecer débil, odiaba verme envuelto en tormentos del pasado. Odiaba lo que este sitio me hacía sentir.
Pateando una piedra cualquiera, me dejé caer sobre un tronco cualquiera, para pensar en mis acciones repentinas. ¿Meterme en una pelea, en serio? Mis madres me regañarían al mostrarme al mundo de esa manera. Ahora sería un cotilleo de todo el mundo, y claramente esto no era para nada pasar desapercibido.
Golpeé mi frente, acariciando mis clavículas calientes y odiando lo volátil que resultaba sacarme de quicio. Mis madres no tenían nada que ver, claro que no, era Percy. Ese chico con esos asquerosos ojos verdes, y a quién tendría que soportar día y noche también por mi culpa. Por haber fallado en la misión, por no traerle el árbol de Hespérides a mi madre Gea.
Comencé a rascar mis uñas, con fuerza y asco hacia mi mismo, mientras me recordaba mentalmente tener más cuidado con lo que hacía de ahora en adelante. Sobre todo por ese centauro del que tendría que convencer de alguna manera para hacerle creer que no era... que no era lo que se le estuviese pasando por la cabeza.
Volví a patear otra piedra que cayó con un sonoro ruido sobre el lago, cuándo una voz se escuchó a mis espaldas y el rechinar de unas ruedas que me dieron un escalofrío de parte a parte. Mi cabeza se volteó con tanta rapidez, que casi me hice daño.
Y allí estaba, la causa de mi agitación y del pinchazo sobre mi pecho.
Quirón en su forma humana y arrastrando con dificultad sobre el fogoso bosque esa molesta silla de ruedas. Tenía una manta sobre las piernas, y su voz inquisitiva, resonó por las paredes de mi mente, alertándome de inmediato.
—Joven Sweeney, tenemos que hablar.
Y joder, me maldije por ser un error. Siempre conseguía echarlo todo a perder.
🪼🪸. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por vuestro apoyo a esta historia.
omggg nueva actu, los echaba de menos. espero que les guste tanto como yo y oh dios, este cap fue gracias a una serie llamada arcane y su personaje jinx, amo esa serie y todo lo planeado para esta.
nos vemos pronto. <3
🪼🪸
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