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⸻ O16


𔔀 GOT ME ! 🍷 cronos & percy.
by ©xelsylight. 2025.

⚔️▐ te odio, percy.
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—¡Será mejor que me bajes de aquí inmediatamente, Zaryon! —grité, casi sin quedarme sin voz, una y otra vez—. ¡No quieras saber las consecuencias de no hacerlo... maldita sea! —Una nueva sacudida me interrumpió.

Mi voz se perdía entre las brumas de las nubes; el cielo estaba despejado, abierto pero no podía prestarle ni la más mínima atención. Mis dedos se aferraban al pelaje oscuro de Zaryon, del maldito animal salvaje y loco que me había arrastrado hasta aquí. Lo odiaba —en realidad, no—, pero lo hacía ahora mismo con todas mis fuerzas.

Encima, todo en contra de mi voluntad, por supuesto.

Sentía que me faltaba el aire, los pulmones me escocían mientras el caballo alado de hermoso pelaje negro batía esas alas, contra las ráfagas del viento, sin detenerse. Ya no escuchaba a Percy y si bien sabía que me seguía desde atrás —puede que desde muy atrás— no podía arriesgarme a hacer algún viaje en sombras y dejar al pobre animal solo.

No podía dejar de pensar que así de agitado, se perdería... y no quería culparme por cargar con otra cosa así de nuevo. Quería mirar abajo, ver cuán lejos habíamos llegado, pero...

Pero era incapaz de abrir los ojos, no tenía... no tenía miedo, no; simplemente me invadían terribles ganas de vomitar y un subidón de bilis que iba a acabar muy mal. Me sentía mareado aquí arriba y claro, si bien había montado en algunas bestias de la Ilíada, nunca, nunca había montado en alguna que volase.

Desde la muerte de Thaldos, desde el recordatorio continuo de su mutilación, de sus plumas brillantes desperdigadas por todos lados..., no me había atrevido. Veía a múltiples seres y criaturas sobrevolar las llanuras de mi hogar, de la Ilíada, pero siempre me quedaba en tierra. Me hacían permanecer sereno y no perdía el control.

Ahora mismo, sin embargo, no era dueño de nada.

Apreté de nuevo mis dedos sobre esos pelos negros, pensando en la posibilidad de hacerle daño; a lo mejor así se detenía y me tiraba en el proceso. De hacerlo, bueno, entonces sí recurriría a los viajes en sombra.

—¡Maldita sea, Zaryon, no me hagas suplicar maldito caballo alado! —Pero sentía un gorgoteo en su pecho, al que me aferraba. Se estaba burlando, se estaba riendo a costa de mi sufrimiento.

Lo odié de nuevo.

La única buena noticia, era que las voces habían vuelto a callarse. De todos, en realidad.

No obstante, por mi mente, se pasó un recuerdo casi enterrado por el fragor del dolor..., Una vez, en la Ilíada, Zack montó a un grifo adulto. Sobrevoló por los campos, por mi cabeza con esa estúpida sonrisa que me alentaba el corazón y que me revolvía las tripas. A su lado, nunca me rascaba el cuello; nunca me rasguñaba las uñas; nunca me infringía ningún daño porque era mi salvavidas. Porque me mantenía en casa, con los pies en la tierra.

Recordé la forma en la que estiraba la mano, continuamente, retándome o probando suerte, no estaba seguro. La única vez que nuestros dedos se rozaron mientras cabalgaba a su fiel Joryak, de pelaje blanco y crines verdes, fue cuando le hice creer que subiría... para luego tirarlo del grifo. Ambos caímos al suelo, hizo un mohín divertido en los labios y mientras me aferraba a su cuero cabelludo, desperté con otro mareo.

De nuevo, en ese infierno azul y blanco.

—Zaryon, por favor... Me dan miedo las alturas —susurré en bajo, admitiendo una vulnerabilidad escondida, y temiendo la probabilidad de perder la cabeza ahí arriba.

Un desagradable calor se instaló en mi estómago al ver cómo el caballo detenía su alto vuelto, pensé en que me dejaría caer, como una vez lo hizo mi madre. Fue horrible.

Tendría unos dieciséis años, rebelde por naturaleza y le contesté mal. Ella me agarró del cabello, me alzó sobre mis pies mientras montaba a su fiel Quimera, Lageas, y aunque le pedí perdón incontables, incontables veces, no cedió. En esa época todavía no controlaba bien mis poderes heredados de viaje sombra y bueno, la caída me rompió ambos brazos..., que si bien se recuperaron con rapidez, dejaron cicatrices.

Todas las heridas y/o cicatrices de mi cuerpo eran causadas por mis madres y mis tíos —menos Tártaro, que era el único que no me tocaba— y eran las únicas que dejaban marca y capaces de herirme. Solo un primordial podía dañarme de gravedad, o matarme; otra ventaja de ser medio primordial. Y si bien, si algún mestizo o criatura podía hacerme alguna herida, se curaba al cabo de unos minutos u horas en dependencia de su gravedad.

Aunque mis madres siempre me inculcaban la idea de que lo hacían para hacerme ser mejor, para que me convirtiera en el heredero perfecto. Lo sabía muy bien.

La sensación de mareo se detuvo, mientras apretaba esos mechones oscuros como si mi vida dependiera de ello —así era— y mientras parpadeaba, notando que Zaryon quería acariciarme la mejilla con su morro, abrí los ojos incapaz de erguirme.

Tenía miedo de caerme.

Entonces, el alivio duró poco; el caballo alado comenzó a volar otra vez, pero menos agitadamente. Me dolía la garganta de gritar, aunque la sensación pronto desaparecería, molestaba un poco. Me extrañé, por la forma afable que tenía de moverse ahora y cuándo escuché otro aleteo de alas, supe que por fin me había alcanzado mi percebe.

Por fin el bobo de Percy me había alcanzado.

—Lo siento muchísimo, Cronos... Blackjack no quería volar más rápido, y bueno, si te doy sincero... —lo interrumpí, importándome tres cominos la razón que tuviese para no haber llegado antes.

Giré la cabeza con cuidado, para mirarle, incapaz de soltarme del cuello de Zaryon ni de despegar la cabeza de su pelaje; aunque sí pude notar un leve alivio en la tensión del pegaso, cuándo mi férreo agarre se debilitó un poco. Suponía que lo había estado ahogando un poco, pero tampoco me importaba, después de todo había sido su culpa arrastrarme hasta aquí.

—¡No me importa, Percy! ¡Sólo... sólo, bájame de aquí! —Pero nuestros ojos se cruzaron y dejé escapar un sonido incrédulo, cuándo me lo encontré riéndose bajo el dorso de su mano derecha.

Sus rulos brillaban todavía más bajo la luz de sol, vespertino, porque seguro que era demasiado temprano todavía. Seguro que todos los mestizos, o gran parte de ellos, estaban desayunando mientras yo permanecía aquí arriba siendo secuestrado por un pegaso loco y con un caballero de brillante armadura que, en vez de rescatarme, se mofaba de mí.

Sentí que se me calentaba el rostro, mientras sus mejillas se estiraban al intentar contener su carcajada. Sus ojos verdes brillaban más que nunca mientras yo me mordía el interior de mi mejilla, hasta sentir el sabor metálico recorrer el interior de mi boca. Sí, pero estaba seguro de que no se reiría tanto si me lanzaba ahora mismo contra él para cortarle la yugular.

Inflé mis mejillas, ignorando el pequeño dolor en ellas, para gritarle, incrédulo.

—¡¿Te estás riendo de mí?! ¡¿Es que te causa gracia verme en esta situación?! —Pero a pesar de que quería que mi voz saliese firme, gruesa como siempre, se me escaparon algunos gallos débiles cuándo Zaryon dio otra sacudida.

Percy sonreía esta vez, y me señaló con gracia. Esta vez, las ganas de matarlo aumentaron con cada segundo.

—Es que no pensé jamás verte en esta situación, es... divertido, ver otras reacciones en ti —admitió, como si tal cosa.

—Ayúdame a bajar de aquí y deja de jugar, por favor —dije, evitando soltar otro gemido ante una nueva sacudida del pegaso.

Quise morderme la lengua con más fuerza antes de suplicar todavía más, y me obligué a no desaparecer en viaje en sombra para destruir mi tapadera. Percy se puso serio entonces, e hizo el amague de acariciar a Zaryon, quizás para calmarlo, para guiarlo hasta él, no lo sabía; pero de pronto, cambió de idea. Pareció dudar antes de aceptar ayudarme, y se retiró.

Lo miré, boquiabierto, incapaz de creer lo que estaba haciendo.

Se echó hacia atrás, acomodó sus brazos tras su espalda y se estiró. Tomó una profunda respiración, y me miró con diversión. Se le vio parte del torso ante el movimiento y me dejó plena vista de su vientre formado y blanco. Blackjack permaneció intacto y Zaryon lo imitó; ambos volaban en línea recta, con una velocidad lenta pero sin pausa.

—¿Y perder la oportunidad de hablar contigo? Cronos, esta es la primera vez que sé que puedo hacerlo sin interrupciones, o sin que te escapes. ¿Crees que te voy a ayudar así como así, sin recibir nada a cambio? —dijo, sin borrar la sonrisa.

—Te odio, Percy —y lo decía en serio.

—No lo haces, así que creo que nos vamos a quedar aquí un buen rato. —Y dios, al escucharlo, me arrepentí de levantarme.

Porque de inmediato el mareo me golpeó con fuerza y mientras trataba de ignorar el enorme vacío que me separaba del suelo, como la sensación que me hacia sudar frío, hablé con rabia.

—¡Maldito traidor! ¡Será mejor que me ayudes a bajar de este maldito caballo o te aseguro que... ! —Y ahora fue el quién no me dejó terminar.

Con expresión alegre, dio un silbido.

Blackjack pareció carcajearse de mí cuándo de repente, Zaryon cerró sus alas y se dejó caer en picada. A mi corazón poco le faltó por salirse de mi pecho, pero los gritos que se me escaparon dejaron en claro mi miedo de su idea loca. Sin embargo, el truco de mi pegaso no era dejarse llevarnos a una muerte segura; porque al contrario de lo que pensaba, abrió las alas de nuevo mientras me volvía a aferrar a su cuello, desesperado, para subir de nuevo y comenzar a girar a grandes velocidades.

Todo me daba vueltas y creo que fue a la quinta o sexta de ellas, que sentía que estaba o, apunto de perder el conocimiento, o vomitar, cuándo escuché la voz de Percy.

—¡Ya es suficiente, pequeño! —ordenó y cuando todo se detuvo, apenas era capaz de abrir los ojos agachado en Zaryon.

Mis uñas rasguñaban su pelaje, aunque estaba tranquilo por suerte. Mi cabeza tardó en asentarse y tragándome las ganas de devolver lo poco o casi nada que había en mi estómago, sentí una mano encima. En el hombro.

Miré por encima, sudando, y apartándome con rabia. Aunque Percy ya no se estaba riendo, mostraba una expresión de profunda preocupación, con las cejas fruncidas y de verdad, parecía arrepentido. Aunque me costaba creerle; pero aceptó mi espacio y se alejó unos centímetros.

—Lo siento, Cronos... No quería, ha sido algo de último minuto. ¿Estás bien? —me preguntó, con voz suave y finalmente, retomando un viaje lento.

Mi estómago lo agradeció enormemente.

—¿Te parezco que estoy bien? —contesté, y en mi voz se notaba el resentimiento.

Percy mordió sus labios, carnosos, y evitó mi mirada. Volvió a suspirar, mientras tembloroso como estaba, yo trataba de incorporarme y de recuperar un poco el control. Cuando lo conseguí, aferrándome al pelaje del caballo y tratando de mantener mis ojos en Percy y no en la increíble vista del cielo despejado tras su espalda, lo encontré con la mirada clavada sobre mí.

Mi vientre se revolvió, pero no de náuseas esta vez.

—Yo... Solo quiero saber más de ti, no... No logro entenderte, ya te lo dije antes, pero, siento todo esto. No tendría que haberlo hecho, me he pasado. Además, dudo mucho que cuándo bajemos de aquí me hables por semanas —admití en mi cabeza que tenía toda la maldita razón, pero no tenía porqué saberlo—. Lo siento, ha sido... ha sido una tontería, perdóname. Ahora mismo bajamos —terminó, aceptando su error.

Y cuándo lo vi alzar la mano para darle una caricia a Zaryon, no fui capaz de reconocerme cuándo mi mano agarró la suya. Mis dedos libres acariciaron sus dedos, en un intento quizás de darme fuerzas para lo que iba a hacer. Y maldita sea, sus ojos verdes se alzaron con esperanza, y supe que al mirarme de esa manera era incapaz de negarle nada.

De que nunca lo haría. Me odié al ver a Zack en su reflejo.

—Todavía no. Podemos quedarnos aquí un rato más, si... si prometes no hacerme eso de nuevo, encantador de caballos —dije, en parte odiando cada palabra.

Odiaba ser tan condescendiente con mi víctima futura, pero... tenía razón. No habíamos tenido tiempo de hablar, no tan profundamente como el día en que me abrazó y echando por tierra cualquier miedo por la posibilidad de que recordase algo de nuestra discusión de la noche anterior, me lancé.

—¿Qué quieres saber? —pregunté, separando nuestras manos y volviendo a retomar el agarre en Zaryon que bufaba con Blackjack a su flanco.

Por supuesto, sabía que esto iba más allá de las estúpidas preguntas banales que ignoramos hacernos la primera vez al conocernos hace tres días. Sabía que algo pasaba por su mente, una y otra vez, y que esta retención era por algo más. Algo que buscaba.

Pero si quería conocer más a fondo mi tapadera, estaba preparado.

—Yo... ¿creo que no sé tu edad? ¿Cuántos años tienes, Cronos? Pareces... bastante joven —admitió e ignoré el curioso rubor de sus mejillas, y la forma en la que no apartaba la vista de su mano—. Yo... Yo tengo 19 y mi cumple, eh, fue el 18 de agosto.

Confesó, aún con la vista encima de la mano que le había sujetado. Decidí ser sincero, porque sabía que lo que quisiese saber no me lo soltaría a la primera, entonces, primero había que crearse un camino.

—19. ¿Quieres saber mi fecha de cumpleaños también? —pregunté, dando tela para tirar y al ver que asintió, me alegré de haber recuperado mi voz. Y aunque no quería, decidí hablar con la verdad, puesto que mi edad o el día en que había nacido no afectaba a mi tapadera—. El 25 de diciembre.

La estupefacción en el rostro de Percy me resultó un poema.

—Eres un año mayor que yo, entonces... —Llegó a la conclusión, en cuestión de segundos y me costó mucho evitar soltar algún comentario mordaz.

—Sí, qué suerte, ¿eh? —Volvió a sonreír, centelleante y detalló la información que le había dado antes.

Me señaló, cómodamente sentado encima del pegaso, sin creerlo.

—¿Y en serio? ¿El día de Navidad? ¿Y no la celebras? —Asentí, tragando grueso al ver que ahora el camino se hallaba hacia mi madre. La May inventada—. De verdad que no logro entenderlo, ¿qué... qué hacíais tu madre y tú, exactamente?

—¿A dónde quieres llegar?

Aclaró su garganta, pasando una mano por sus rizos. Los desacomodó, pero se seguía viendo bien a pesar de ello. Volví a morderme la mejilla, al darme cuenta de lo que pensaba.

—Quiero decir..., no celebrabas este tipo de cosas con tu madre, ¿tampoco tú cumpleaños? ¿Vuestra relación era... era mala? Sé que me dijiste que te había preparado para entrenar, para el día en que tuvieses que venir, pero... ¿No había nada más? —Si en la discusión de anoche, dije que estaba sufriendo por su pérdida, tampoco puedo hacerla insensible como mis reales madres.

Suspiré, mientras mis dedos acariciaban el cogote de Zaryon; este viaje tranquilo era sin duda muchísimo mejor que lo de antes, pero esta charla lo empeoraba. El mareo era casi inexistente, y me sentía bastante cómodo a pesar de todo; sin embargo, mi mente comenzó a vagar, a pensar en qué decir y mordiendo mis labios, comencé a inventarme algo con sentido pero a la marcha. Me sudaban las manos.

—Mi madre... no era como la tuya, eso seguro. No le gustaba celebrar ese tipo de cosas, por lo que tampoco celebrábamos nuestros cumpleaños. —Sus hombros saltaron y lo ignoré, hablando más deprisa no queriendo que me interrumpiese—. Y estaba bien con eso, porque al nunca celebrarlo, bueno... no sabía qué me perdía. Sigo sin saber porqué tanto jaleo. Pero... hacíamos más cosas, y eran divertidas.

—¿Cómo cuáles? —quiso saber, y pedí en mi cabeza un descanso.

Pero rascándome la barbilla, evité mirar de nuevo hacia abajo y me centré en mis manos, enguantadas pero que me dejaban los dedos libres. Me acomodé en el pegaso, tratando de mantener la espalda recta y dejar de verme tan vulnerable.

Sin embargo, un movimiento en falso y por seguro las ganas de vomitar volverían.

 —Nos... nos encantaba pasar el tiempo con juegos de mesas, o leer libros. Intercambiábamos, y no lo sé, si bien éramos un poco diferentes, para mí estaba bien eso. No necesitaba más, yo... yo no necesitaba nada más. Solo tenerla conmigo, me hacía feliz, supongo —admití, recordando una vez que mi madre Caos leyó un libro conmigo.

Hablaba de posiciones estratégicas, defensas, pero algo era algo; y... estaba bien con eso. Al menos en eso coincidía con mi tapadera. Mi madre me elogió cuando las imitamos, pero... luego Gea probó que en realidad no sabía nada al pedirme un combate, y nunca volvimos a repetirlo.

Suspiré de nuevo.

—Eso... está bien, lo entiendo. ¿Y... y ella cómo sabía entrenarte?

—Sabía toda clase de defensas personales, aprendidas con el tiempo; me enseñó algunas de ellas y a manejar la espada. Me... Me enseñó a defenderme y... Dios, ¿por qué te estoy diciendo estas cosas? A nadie nunca le ha importado conocerme y no quiero que finjas conmigo. —Me mordí la lengua, odiándome por hablar de más.

Su voz seria me llamó la atención, y nuestros ojos volvieron a cruzarse. Me sentí débil, de nuevo, bajo esa capa verde y tortuosa. Quise dejarme caer.

—A mí me importas, Cronos. Para mí si significas algo, si te sirve, porque estoy siendo sincero. —Los pegasos no hicieron ruido.

Seguimos avanzando por el cielo, y traté de retener un gorgojeo de mi pecho. Sentí la cabeza pesada y decidí cambiar de tema. Aparté mi mirada y miré al frente, ignorando el vacío de estómago, para descubrir pinceladas azules, y blancas. También amarillas, pero esas me obligaban a apartar la vista; demasiado brillantes y puras para alguien como yo.

Si mi madre Gea me viera ahora mismo, me mataría por confraternizar con el enemigo.

—Cuéntame algo de ti..., ¿qué pasa con esa Annabeth Chase? Si era tu novia, ¿por qué lo dejasteis? —pregunté, buscando algo que me ayudase a odiarle.

—Eso sí que es lanzarse, Cronos. —Me regaló una sonrisa y volteé los ojos.

Luego fue su turno de suspirar, respeté su espacio y no insistí. Se alborotó el cabello, y acariciando el cogote de Blackjack, habló en voz baja. Tuve que inclinarme un poco para escucharle mejor.

—Es... algo complicado, digamos que sí estábamos en buenos términos, pero... el pasado no se puede dejar atrás. Los recuerdos nos pensaban, mirarnos... de forma íntima dolía, y no lo sé, lo dejamos mutuamente. Ahora estamos bien, siendo amigos y luego me declaré abiertamente bisexual, y estoy soltero desde entonces. —dijo, y enarqué las cejas.

—¿Y... aún sientes algo por ella? —Soltó una risa seca, pero esa sonrisa melancólica me dio la respuesta. Mi corazón se retorció al recordar a Zack.

—No, no... Ya hemos superado esa etapa. —Luego se quedó unos segundos en silencio, antes de saltar con un—: ¿Quieres saber más detalles o hablamos de lo que verdaderamente sabes qué quiero saber? —Y lo soltó todo tan de golpe, que tragué grueso.

Porque me confirmó que sí recordaba algo de anoche. La idea de saltar ahora mismo me parecía una excusa perfecta para evitar esta conversación, pero... su mirada me mantuvo quieto y traté de no encogerme sobre mi mismo. Anoche dejé que una faceta real sobresaliese, que se escapase de mi caparazón y me odiaba por eso.

Para mí no era para nada fácil que anoche había sido débil, por supuesto, por sus ojos. No iba a negarlo, no pensaba hacerlo; como tampoco huir otra vez.

Me convencí de que podría salir ileso de esto, y traté de no tensarme demasiado.

—¿Te refieres a lo de anoche? ¿Qué... qué recuerdas exactamente? —Y la duda en mi voz era real.

Percy tardó de nuevo en responder, pero entrelazando sus manos, comenzó con mi pesadilla.

—Recuerdo... recuerdo que hablaste de ti mismo, que me pasé, excedí tu confianza y la cagué. Lo siento por eso, de verdad, Cronos —asentí, sin querer agregar nada. Íbamos por bien camino—. Pero luego, luego me desperté esta mañana sin saber cómo demonios me había quedado dormido, y no estabas.

Era mi turno de disculparme.

—Sí, lo siento por eso. Yo... estaba mal ayer, y supongo que lo pagué contigo. No debí hacerlo, porque has sido muy considerado conmigo desde el primer momento y mi comportamiento fue incorrecto. Perdóname tu a mí, Percy —y lo decía en serio.

—Estamos a mano, entonces.

Me alegré de que tuviese un espacio en blanco en la mente, porque no parecía recordar que literalmente lo había mandado a dormir a la fuerza. Aunque, mi calma no duró mucho.

—Lo que me dijiste... ¿fue en serio?

—¿A qué te refieres? —Hizo un vago gesto con la mano, como buscando las palabras.

—De que... de que Nico sabía quién eras, de que odiabas a Quirón, de que... yo te recordaba a alguien —sopesó, y fruncí los labios.

Intenté buscar una excusa cualquiera.

—Fue por el calor del momento, no... No las decía todas en serio. No te preocupes por eso, yo... Ni si quiera sé que estaba diciendo —dije, y aunque no pareció creerme, lo dejó pasar al parecer.

Volvimos a sumirnos en un silencio, mientras yo hacía plegarias a mi madre Gea por no haber sido descubierto. Entonces, Percy me habló otra vez.

—Oye, y si... ¿Y si olvidamos todo esto, y nos relajamos un rato?

—¿Qué tienes en mente? —Mis manos temblaron sobre el pelaje de Zaryon.

Y su sonrisa peligrosa me dio escalofríos.

🪼🪸. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por vuestro apoyo a esta historia.

omggg nueva actu, y vale vale, esperaba hacerlo más largo, peeeero, no me resití. el siguiente será incluso más largo.

tengo que decirles que mi bestie me ha hecho un dibujo de una escena del siguiente capítulo de cronos que se mostrará en el siguiente. ando emocionada, espero que les haya gustado esta cura al corazón (se vienen cosas malas)

nos vemos pronto, mis mestizos <3

🪼🪸.

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