⸻ O13
𔔀 GOT ME ! 🍷 cronos & percy.
by ©xelsylight. 2024.
⚔️▐ una visión molesta.
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Rachel Elizabeth Dare, la oráculo del campamento mestizo.
Una pequeña mortal capaz de ver a través de la niebla, que novedad. Casi resultaba fascinante verla caminar al frente, al lado de Percy, con esa atenuante sonrisa capaz de iluminar hasta los valles más oscuros de la Ilíada. Pero, a través de nuestra ligera conversación, había acabado por presentarse como la oráculo de este sitio y una sensación amarga se instaló en mi bajo estómago.
No sabía si eso implicaría allanarme el camino hacia mi destino, o si por el contrario, me complicaría las cosas. Sabía de antemano que casi la mayor parte de mestizos de este sitio, tenían visiones, pero ¿ella? Rachel seguro que las tenía con mas continuidad que cualquier otro; y encima estaban las profecías.
Acercarme a ella, ahora, la idea no resultaba tan apetecible.
Sin embargo los seguí por detrás hasta llegar al comedor, otro sitio que odiaba pisar de cerca; pero suponía que no había mejor lugar para hablar, mientras tomábamos asiento como si tal cosa en la mesa del percebe. No había casi nadie dentro, probablemente porque no era la hora de comer todavía, aunque a mi me dolía con horrores el estómago.
Sobre la mesa del niño del mar dejamos caer las cubetas, los lienzos y las pinturas de Rachel, con un ruido sonoro. Yo me alivié de dejar de llevar encima el cubo de pintura rosa, porque mancharme con ella no era una opción para mí.
Así que ignorando aquella sensación, que no me dejaba de arrastrar desde hace un buen rato, parpadeé encantado con la perorata de la chica. Después de todo, tenía un papel que cumplir en este sitio por mucho que deseara desaparecer del todo. Además, la chica resultaba bastante simpática si quitaba de por medio que podría averiguar algo de mí que me echase a los perros.
—Entonces mi padre me dijo que tenía que dejar de pintar y hacer cosas más serias, ¿te lo puedes creer, Percy? —Ella golpeó la mesa con su mano derecha, exaltada—. Después de nuestro trato aquella vez, ¿recuerdas? No lo sé, pensé que me dejaría un poco en paz.
Percy quiso responder, totalmente concentrado en ella y en su malestar, pero yo no entendí la gravedad del problema. Mi madre Gea siempre anteponía sus deseos a los míos, de todas formas.
—¿Y cuál es el problema? —Ambos me miraron casi con gracia, e intenté explicarme sin cavar más un hoyo en mi tapadera—. Quiero decir..., m-mi madre siempre me decía lo que me convenía y para tener siempre suerte en mi vida, debía hacerle caso sin excepción. ¿No es lo qué hacen los padres? Ya sabéis, ayudarnos a tomar mejores decisiones y eso...
Ninguno de los dos parecía estar de acuerdo conmigo. Percy se removió en su asiento, a mi lado, moviendo su codo hasta casi rozar el mío, parecía compresivo. Como si pudiera entender el conflicto que tenía encima, y la dualidad de personalidades que entrechocaban dentro de mí.
Claramente, siendo una de ellas una tapadera. Una mentira, una falsedad.
—Cronos... —Pero su amiga de pecas lo interrumpió.
Me señaló, echando la maraña rojiza de su cabellera hacia atrás, con las cejas fruncidas. Su peto estaba algo desteñido en varias partes, y pintado. Había huellas de dedos por todos lados.
Por esa razón, sentí un sarpullido en mi piel; imaginé cada moretón, cada herida, cada cicatriz o marca a raíz de mi vida en la Ilíada y supe que nunca serían tan bonitas como esas.
—No se te da bien comprendes emociones humanas, ¿no? —Me dejó quieto por unos segundos.
Sobre todo porque recordé la conversación con Quirón, sobre todo porqué él me había dicho exactamente lo mismo. Sonreí, casi pareciendo una mueca de desconcierto, mientras me decía en mi cabeza que no tenía sentido que dos personas, en el mismo día, coincidieran en esta suposición de mí.
Además, estaban totalmente equivocados; después de todo, las emociones humanas no era que se me dieran mal, o no las comprendiera, simplemente no me importaban. No podían hacerlo en mi modo de vida, en mi trabajo.
Desde que era pequeño había sido criado para ser una máquina de matar, sin sentimientos, al fiel filo de mis madres. Ellas eran la empuñadura y yo su corte. Ellas me impulsaban y yo era sus alas; yo era el verdugo que actuaba ante su incapacidad.
Percy me miró con los labios fruncidos, mientras con sus dedos tamborileaba sobre la mesa. Acarició un pincel de punta torcida, con algunos pelillos torcidos, mientras esquivaba la mirada de Rachel, que claramente buscaba su aprobación.
—No creo que se trate de eso, Rach. Verás, su madre... —pero se calló, porque como lo miré por encima del hombro, él entendió que no era quien para hablar de eso.
La chica observó con plena atención nuestro intercambio de miradas, y yo suspiré, preguntándome porqué me tocaba a hacer estas cosas. En serio, si de verdad hubiera hecho bien mi trabajo en el Campo de las Hespérides, me habría ahorrado todo este trabajo sin sentido alguno.
Varias voces a nuestra espalda, entonces, me confirmaron que seguía siendo comidilla del campamento y de que mi pelea con la hija de Ares no pasaría desapercibida para nadie. Genial, se suponía que no debía destacar. ¿Y ahora qué?
—¿Y bien? ¿Qué eres? ¿Un muñeco que toma todo literalmente? —La voz de Rachel, en mi cabeza, sonó burlona. Casi podía entrever una sonrisa superficial en su rostro.
Mi madre me sujetó de la barbilla, o al menos, su sombra oscura que incluso parecía perseguirme hasta en mis pesadillas. Estaba recostada sobre Percy, y me acariciaba esta con sus uñas largas y oscuras, mientras con su otra mano revolvía los rulos dorados del percebe.
—Rachel, creo que te estás pasando —escuché por debajo la voz de Percy, pero sin reparar demasiado en ella.
Sin mediar mucho en mis acciones, moví una de mis manos en un movimiento imperceptible para hacerla desaparecer. Y aunque abandonó la sala con una risotada sardónica, presentía que de no volver a tomar una siesta, volvería a molestarme.
Tragué grueso, mientras sin darme cuenta, detallaba mis uñas descoloridas. Pronto tendría que pintármelas de nuevo, o los recuerdos volverían con más fuerza.
Y finalmente, me decidí a contestar sin saber muy bien qué estaba diciendo del todo.
—Supongo que tengo que entender las emociones mejor, pero las personas en general son demasiado complejas y sensibles para mí, creo. —Rachel cerró la boca, escuchando atentamente. Me sentí incómodo—. No todos pueden expresar lo que realmente sienten. Se terminan contradiciendo o mintiendo, lo cuál se me hace realmente difícil de entender porque yo no puedo saber qué es verdad o no, ¿me explico?
Sentí que por primera vez en mi vida me ruborizaba hasta las orejas; un calor ardiente subió por toda mi columna hasta hacerme caos en la cabeza. No tenía ni idea de que acababa de decir y sí es lo que se esperaba de este "Cronos Sweeney" que me había inventado sobre la marcha. No estaba seguro de sí correspondía esto con la pérdida de mi madre, o algo parecido; pero por primera vez en mi vida, me pesó saber que en parte, estaba siendo sincero.
Un ligero silbido a mi espalda llamó mi atención; para cualquier otro pasaría desapercibido, pero yo era capaz de reconocer ese sonido raspado y bajo. Era Brielle Carpenter, mi amiga de cabellos pelirrojos, ojos morados e hija de Hécate. Traidora de sangre como yo.
Estaba sentada con Calix y dos hermanas suyas, no las conocía, pero sabía de antemano que estaban fingiendo. Porque también hacían un papel, también fingían todos los días ser alguien que no eran. Su mirada se cruzó con la mía y aunque mis movimientos involuntarios deseaban estar a su lado, porque me daba calma siempre a mi mente agitada, me detuve en mi sitio. Apretando las manos, ligeramente, sobre la mesa y tratando de enfocarme en Rachel y Percy.
Ambos me observaban con un interés poco oculto en sus expresiones, incluso el chico de ojos verdes —intentos ojos verdes— sonrió casi por naturalidad al encontrar algo de verdad en mis palabras. Rachel, en cambio, parecía algo menos entusiasta.
—Creo que pillo por donde vas... —comenzó a decir, para mostrarme esa sonrisa de conejo que iluminaba su rostro perlado de infinitas pecas dulces—, así que, en pocas palabras, ¿no has tenido una buena infancia, no? La vida de todo semidiós, supongo.
Percy carraspeó, hablando por mí.
—Bueno, por lo poco que sé de Cronos, sé que su madre era buena persona. Y dudo mucho, por cómo habla de ella, de que le hiciera tener una mala infancia. —Por los ojos verdes acuosos de la chica pasó el reconocimiento.
—Espera, Cronos, ¿tú madre ya no...? —Y no hicieron falta más palabras que un ligero asentimiento de cabeza. Al momento ella se echó hacia atrás, pasando una mano por su frente—. Oh, vaya... Lo siento mucho, de verdad. Yo, creo que me he pasado un poco.
Pero la desatendí, tratando de quitarle esa idea de la cabeza. Lo que menos necesitaba ahora era falsa compasión de encima, una simple humana con visiones.
—No..., no pasa nada, Rachel. Sé que no soy avispado en estas cosas y eso.
Pero ella volvió a negar con la cabeza, de verdad arrepentida en todo el sentido de la palabra. Y cuando colocó una mano cálida sobre mi derecha, que no dejaba de raspar contra la madera de la mesa, casi salté sobre mi sitio. Logré contenerme a tiempo, pero una quemazón comenzó a surgirme detrás de la nuca e intenté no soltarme de su agarre de amabilidad a la fuerza.
Aunque no dejé de morder el interior de mi mejilla con brusquedad, para controlarme.
—Hablo en serio, Cronos. No tenía porqué decir que eras algún tipo de... persona sin sentimientos o algo así, yo... —Y entonces cuándo creo que no puedo soportarlo más, algo ocurre.
Sus ojos verdes se tornan mucho más brillantes al momento en el que su mano da leves caricias sobre mis nudillos, aunque ocultos por guantes de cuero sin dedos, y me miran traspasándome. Cuando su expresión compasiva se convierte en algo mucho más oscuro, más trastornado, algo me dice que está teniendo una visión sobre mí. Algo malo, quizás está viendo ahora mismo la verdad de mi propósito, o algo de mi pasado, o peor aún, algo de mis madres.
Sea lo que sea que estuviera viendo, por su temblor en mi agarre, no significaba nada bueno. Volví a alterarme, al escuchar a mi madre cerca. «Sabía que no lo lograrías, basura», e inmediatamente cuándo Percy trató de despertar de esa extraña ensoñación a la chica, me levanté abrupto de la mesa. Nuestras manos se soltaron y eso pareció hacerla regresar al mundo de los vivos.
Ahora, su forma de mirarme había cambiado; pero no quise saber, no quise confirmar que lo había dañado todo al confiarme. Miré alterado a Percy, que pareció darse cuenta de que algo malo estaba ocurriendo conmigo. Qué novedad.
—Mi cabeza, ufff... —dijo, en bajo Rachel, acariciándose la sien con dolor.
Percy no prestó atención a su incomodidad, era incapaz de perderme de vista. Pero de nuevo, sabía que estar cerca de él era una mala opción y como siempre, atraído hacia ese magnetismo que me mata por dentro. Volví a respirar agitadamente, ni siquiera las voces de Calix ni de Brielle a mi espalda lograron calmarme. Observé toda la mesa, buscando una excusa, y encontré que no estaba ese cuaderno que antes el percebe me había ofrecido para "escribir lo que sentía".
Lo tomé como mi oportunidad.
—O-Oye, tu libreta te la has dejado ahí atrás, voy... Sí, voy a por ella, ¿vale? —Y de nuevo, me encontraba escapando de él.
Su voz trató de alcanzarme, como esta misma mañana e hice de oídos sordos. De todas formas, ahora mismo sólo me daba cuenta de que cuanto más tiempo permaneciera en este lugar, más daño me haría por dentro. Sobre todo, por realmente ser tan diferente de la Ilíada.
De la forma de vida que había acostumbrado a tener desde que perdí a Zack, desde que me había obligado a enfrentar la primera vez que abrí los ojos en este mundo.
Odiaba este lugar, y sólo podía pensar en que realmente seguía sin saber nada realmente importante de mi misión y de que mi única oportunidad era mañana, en los juegos. Tendría que aprovechar de alguna manera cualquier abertura en la pelea, o estaría seguro de que mis madres me lo harían pagar si tenía dos días más sin información sutil para ellas.
Alcancé rápido el hueco del bosque en el que estaba antes con Percy y su exnovia, Annabeth Chase. Y sabía que debía volver, porque esta vez no podía desaparecer así de la nada como antes, pero ojalá pudiera. Agarró el cuaderno del suelo con los bolígrafos, que por suerte permanecieron en el mismo lugar en donde los tiró antes de lanzarse sobre el percebe, y los inspeccionó con la nariz arrugada.
Al abrirlo, encontró trozos suaves y una letra, aunque algo descuidada, bastante atractiva. En la primera página, decía claramente:
«Este es un ejemplo para ti, Cronos, por si no sabes cómo empezar, ya que te he visto algo incómodo esta mañana desde la visita de Nico. Yo, bueno, siempre suelo decir cómo me llamo, que día es hoy y lo tomo como un diario, básicamente. Por ejemplo, hoy quiero decir aquí que desde primera vista, supe que quería ser tu amigo. Eres interesante y aunque algo misterioso, quiero conocerte un poco m...», y lo cerré de golpe.
Basuras, todas ellas. ¿Acaso esto era algún tipo de cliché en mi vida? ¿De esos que Brielle me decía que algún día me tocaría vivir a mí, aún sabiendo que ya viví la clase de uno con Zack? No, negué levemente. Dios, hasta hace unos momentos estaba claramente la idea formada de asesinar a Percy Jackson en mi cabeza y, cabe aclarar, que se mantenía, tenerlo cerca era otro tipo de tortura que añadir a mi enorme lista.
—Hola, guapo. Eres el mismo de antes, ¿no? —escuché cerca de mí, demasiado.
Parpadeando confuso y apretando el cuaderno contra mi pecho, alcé la vista para encontrarme con dos náyades al filo del arrollo. Sobre el muelle, y con enormes sonrisas trasparentes en su rostro. Mi rostro se torció, de nuevo recordando la similitud con la que me comparó amenazadoramente mi madre Gea en el pasado.
Ambas vestían camisas verdes y vaqueros azules algo rayados, pero nada de eso me hacía creer que pudieran si quiera igualarse a mi altura. Eran inferiores, sobre todo más al tener en cuenta que mi imagen deseaba alejarse de ellas todo lo que pudiera.
—Ya me iba, ni os molestéis —dejé en claro, pero una de ellas, se alejó del muelle hasta alcanzarme.
Gotas raídas caían de su estrecha figura, algo trasparente, y su mano acuosa trató de alcanzarme la mano pero gracias a mis reflejos, solo dejé que tocase mi antebrazo. Sentía su mano empapada y aunque me daba algo de incomodidad, no me aparté.
—¿Eres Cronos, verdad? ¿Del que hablan todos los chicos? —Su invisible mirada me traspasó de parte a parte, y confuso, asentí.
—Bueno, no sé que pueden estar diciendo de mí, pero..., Sí. ¿Por qué? ¿Pasa algo con eso? —Ella volvió a reírse, para en vez de sujetarme el brazo, comenzar a acariciármelo.
Mi madre sobrepuso su mano sobre ella, pero parecía casi una presencia fantasmagórica.
—Estás sufriendo... Lo noto en cada parte de mi ser —añadió, señalando su pecho.
Fruncí el ceño, desconcertado ante esta intromisión de la nada. Me solté de su agarre, las risas del fondo cesaron y dejándola con la palabra en la boca, abandoné ese maldito bosque.
Ahora resultaba que no podía estar ni un momento en paz, a solas, con mi propio dolor, sin tener que vivir alguna experiencia como esta. Clarisse, Quirón, Percy, Nico, Annabeth, Rachel; ojala acabar con todos ellos de una vez. Acabarían con mi jaqueca.
Caminé a través de las largas y angostas pasarelas del Campamento, hasta alcanzar ver el Gran Comedor, que ahora parecía más lleno de gente. Y abrupto, en la distancia, observé a Dioniso caminar hacia la Casa Grande con una lata de Coca-Cola Light en la mano. Era el único que hasta el momento no me había importunado, y además, al que parecía importarle tres míseros doblones de oro mi presencia allí dentro.
Afortunado de no tener a todo el mundo encima, me detuve en el porche del comedor.
No quería entrar; las risas, los golpeteos, la hora de la comida me resultaba abrumadora ahora mismo. Y apretando el cuaderno sobre mi pecho, me pregunté si al regresar con Percy y Rachel, seguirían embarcados en la misma conversación de antes o no; no quise saberlo.
Decidí que por mi propio bien, lo mejor era tragarme mi orgullo y mi miedo, y afrontarlo.
El calor fue lo primero que me recibió, más fuertes voces de todos los que acudían para comer. No encontré a Brielle ni a Calix cerca, pero Percy permanecía en su mesa, a espaldas y manteniéndola algo encorvada. Aunque con la diferencia de que ahora estaba solo.
No quería preguntar sobre la vidente, pero debía.
Así que dejando caer la libreta con los bolígrafos correspondientes sobre la mesa para hacerme notar, traté deliberadamente de ignorar su sorpresa. Su rostro sonrío con desgano mientras me sentaba a su lado.
—¿Y Rachel?
—Como si no lo supieras, se ha ido porque sabe que eres un traidor, Cronos, ahora lo está hablando con Quirón —me dice y parpadeé, absorto. Sabiendo en el fondo que eso no es lo que había dicho realmente.
—¿Qué?
Ahora la voz de Percy sonó más delicada que antes.
—Que se ha ido a hablar con Quirón sobre una visión que vio al tocarte, me aseguró que no tenía nada que ver realmente contigo, pero que el color de tus ojos dorados tuvo que ver algo en ello, creo —repitió, para mi calma.
Solté un suspiro que no sabía que había estado conteniendo, y más relajado, recibimos la comida que apareció mágicamente sobre la mesa, tras unas palabras cortas del centauro que no me dirigió ninguna mirada esta vez.
Comimos en silencio, no dijimos nada importante esta vez y tras hacer una ligera ofrenda que por mi parte se basó en agradecimientos banales sin importancia alguna, ni dirigido a nadie realmente, el resto de la tarde se pasó casi volando.
Percy por suerte no mencionó nada más del tema; la pasamos juntos, visitando prácticas de entrenamientos de mestizos. Y aunque me lo ofrecieron varias veces, esta vez opté por no unirme a ninguna. Nos encontramos a Nico casi a media noche, pero solo saludó a prisas a Percy porque dijo algo así como que un tal Will lo esperaba. El percebe se río, me explicó que era un amigo suyo hijo de Apolo y poco más; no podía importarme menos.
La cena pasó deprisa, de nuevo, solo pude ver de vista a Brielle y Calix y aunque quería reunirme con ellos, hablar de lo que fuera, permanecí al lado de Percy; quien me hablaba de algo de su padrastro, Paul, y de que a principios de diciembre iría a visitarlos por Navidad. Me dijo que tenía unas ganas tremendas de comer galletas azules recién horneadas.
Traté de mantener el ritmo de la conversación lo mejor que pude, aunque con escasas respuestas.
En cuanto a su recordatorio de viaje, resultó que estábamos a finales de octubre, y las hojas caídas de los árboles, aunque verdes todavía por la magia del lugar ya eran notables. Así como el clima frío, que no parecía afectar demasiado a ningún residente del lugar; mestizos tenían que ser. Aunque a mí tampoco me afectaban, en realidad.
Ventajas de ser semi-primordial, suponía.
—¿Qué hacías con tu madre en Navidad, Cronos? ¿Teníais alguna tradición especial? —me preguntó y mordisqueando un hueso de cordero, tuve la necesidad de voltear los ojos.
Entendía su necesidad de conocerme, de saber más de mí; literalmente lo había escrito en el cuaderno ahora apartado en una esquina y del que ninguno había hablado tampoco. Pero... sabía que no podía mentir con esto. Mi imaginación no podía inventarse algo sobre una cosa que jamás había experimentado en piel propia.
—Nunca he celebrado eso. —Mi voz salió algo hosca, pero su rostro fue un poema.
Pasó de la lástima a la emoción y desconcierto en cuestión de segundos; y mientras casi tiraba su plato de comida, me dijo:
—¿Es en serio? ¿Quién puede vivir sin la época más bonita y llena de regalos? Pues, Cronos, no se diga más —me acarició un brazo y no resultó vomitivo, ni escocía—, estás invitado oficialmente para venir conmigo en diciembre y celebrar la Navidad con mi familia y conmigo. ¿Te parece la idea? —Ahora parecía un niño pequeño, emocionado y dando varios saltos en su sitio.
Pero, no creía seguir jugando a esta vil partida durante tanto tiempo.
—Eh, déjame pensarlo, ¿vale? —Asintió, mientras murmuraba de que ya tenía planeado enseñarme las cosas más emocionantes de la fiesta en sí.
Eso, bueno..., me hizo sonreír un poco. Era bastante... relajante estar los dos solos.
Y ahí comprendí, que toda mi ansiedad, mis nervios y cruces mentales, se debían esencialmente porque no habíamos estado solos desde nuestro encuentro en el bosque. De que en realidad, estar a solas con él no resultaba tan terrible como mi mente me hacía creer.
La voz de mi madre permanecía en silencio.
Terminamos la cena y para cuándo la noche se cubrió de un manto oscuro sin estrellas esta noche, ya estábamos en la cabaña. Ambos estábamos con la ropa de dormir puesta pero estaba desconcertado, porque en mi tiempo privado en el cuarto de baño, no recibí llamada alguna esta noche y eso me hizo dudar. Me hizo pensar que a lo mejor mi tío no me recibiría esta noche, lo que no suponía buenas noticias del todo.
Ambos estábamos acomodándonos en las camas, y dejando mis botas pesadas bajo la cama, revisé mi mochila por hacer tiempo, para escuchar un carraspeo al frente. Percy había dejado de atender las sábanas de su cama para levantarse, algo incómodo.
Sus rulos caían sobre su frente, casi de forma poética, porque por muchos que fuesen, lograban encajar con su rostro perfilado y atractivo. Su mirada verdosa iba y venía, y sonriendo por lo tierno que se veía, suspiré tomando la palabra.
Espera, ¿había dicho que se veía tierno?
—¿Quieres decirme algo?
Y, confirmando mis sospechas, se acercó con otro paso entrelazando sus dedos, una y otra vez. Yo me adelanté de mi posición, sentándome al borde de mi camastro y temiendo que se alzase hacia mí en otro abrazo sorpresa. No me gustaban.
—Es sobre... ya sabes, tú. —Enarqué una de mis cejas, sin entender—. Quiero decir, hoy has estado... más esquivo que nunca y sé que lo del cuaderno fue una tontería, pero te lo dejo sobre mi mesilla de noche por si alguna vez quieres escribir algo de lo que te atormenta. Porque, si algo sé por seguro, Cronos, es que estás sufriendo.
—¿Qué has dicho?
—Qué sé que estás sufriendo —dice de nuevo, y me vuelvo loco.
Otra vez esa maldita frase; me levanté de la cama, airado. Odiaba que la gente supusiera conocerme, lo que sentía o lo que pensaba, sobre todo ahora que al fin y al cabo, era todo una tapadera. Aparté las sábanas con fuerza, casi queriendo mandarlo todo al diablo e irme a mi casa. A mi Ilíada, a mi refugio.
A esa habitación que no eran más que cuatro paredes, sin ningún detalle especial y vacía, como estaba acostumbrado. Pero lo echaba de menos, después de todo me había criado allí durante toda mi vida. No en estos lujos, no en esta comodidad malsana.
—¿Y tú que sabes de lo que me pasa? No tienes idea de nada y por mucho que quieras ayudarme haciéndote el samaritano, no lo necesito. Sí, estoy agradecido de que hayas tenido el detalle de dejarme dormir aquí, de abrirme tus brazos y presentarme a tus amigos, ¿pero esto? —señalé, casi apuñalando mi pecho con mis manos. Me dolía pronunciar cada sencilla palabra—. No necesito absolutamente nada de ti, no quiero tu compasión y por supuesto que no quiero tu lástima.
—Cronos, yo, lo siento... Solo quería... —Percy trató de excusarse, pero estaba cansado.
Necesitaba descansar pero mi cabeza era un no parar. Sobre todo, por lo mucho que me incomodaba que todo el mundo pareciera darse cuenta de mi dolor, de ese dolor que he tratado de negarme a mí mismo por largos y tormentosos años.
Me carcajeé, secamente, mientras echaba mi cabello hacia atrás.
No quería nada de esto.
—¡Nada, no querías nada! ¡¿Crees que para mí es fácil salir aquí, sonreír y fingir que todo está bien en mi cabeza?! ¡Por dios, que hace nada que he perdido a mi madre! —Detallé su rostro perlado de dolor al verme golpearme la cabeza con dos dedos, justo en la sien. Aunque me alegraba no olvidar mi papel en parte, en cubierta, mis palabras eran sinceras.
Percy intentó calmarme.
—No te estoy juzgando, Cronos, por favor, para de...
Pero ya no podía parar.
—¡Odio estar aquí, rodeado de todas estas personas que creen saber más de mí que yo! ¡Odio tu amabilidad, odio que al verte, me recibas con esa intacta sonrisa! ¡Odio a Quirón que cree ser un salvavidas para todo los mestizos, cuándo no es más que un caballo inútil! ¡Odio a ese Nico que parece saber quién soy de verdad! ¡Y sobre todo, yo... yo odio que me recuerdes tanto a... ! —Y me callé, por el bien de ambos.
Me cubrí los labios con el dorso derecho de mi mano, incapaz de creer cómo había explotado.
Además, había estado apunto de profanar el recuerdo de Zack en vida, cuando me había prometido jamás mencionarlo en voz alta. Mis manos temblaron, una aferrada a mi camisa y la otra todavía sobre mi rostro. Percy parecía descompuesto; me miraba con un rostro más devastado que nunca y aunque la luz en sus ojos se perdió, momentáneamente, abrió su boca un par de veces.
Quizás para mentirme, quizás para aceptar lo que decía, quizás para fingir que me entendía otra vez, y temblando más que nunca, no lo soporté. Fruncí mis labios, antes de alzar una mano y vagamente, tratar de detenerlo.
Pero no sirvió, no se detuvo y cuándo lo tenía casi rozándome, no lo pensé dos veces antes de soltar con rabia un: —Dormiens.
El efecto es inmediato; su cuerpo cayó dormido, se desvaneció en el aire y cuándo lo atrapé por la cintura notando todo su peso, su rostro inconsciente me hizo flaquear por las rodillas.
Ambos caímos al suelo, en un ruido sordo y recordé que una vez sostuve de esta manera a mi Zack. Mordiendo con fuerza mis labios, me quedé allí, con el percebe entre mis brazos, incapaz de moverme ni un sólo centímetro. Todo de repente se había quedado demasiado tranquilo para mi gusto.
Mis dedos temblaban, las mejillas me ardían de la rabia y para cuándo me di cuenta, quizás de toda la frustración y el peso que había estado cargando encima como una soga, me di cuenta de que respiraciones involuntarias se escapaban de mis templados labios. Otro ataque; y odié esto, odié esta sensación que me hacía sentirme tan vulnerable.
Y supe que no podía quedarme aquí; traté de controlar la respiración mientras cargaba a estilo nupcial a Percy. Lo dejé sobre su cama, lo arropé con movimientos robóticos y desaparecí en un viaje de sombras.
¿Qué demonios me estaba haciendo este lugar?, no podía dejar de preguntarme mientras acababa fuera del arco del Campamento. Allí en donde la protección de los mestizos se desvanecía, y en donde era más frágil la ruptura.
Respiré un par de veces, golpeteando mi pecho con fuerza.
Joder, maldito seas Percy Jackson.
🪼🪸. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por vuestro apoyo a esta historia.
omggg nueva actu :), perdonen pero dejen que grite por lo bajo.
omgggg, ¿pero leyeron eso? omggg no soy capaz de superarlo; mañana es la captura a la bandera y no puedo dejar de pensar en cómo estarán estos. o en sí cabe la posibilidad de que percy recuerde algo de esto. miedo tengo ( y sí, como prometí, la segunda actualización ).
nos vemos pronto, mis mestizos <3
🪼🪸
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