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⸻ O12


𔔀 GOT ME ! 🍷 cronos & percy.
by ©xelsylight. 2024.

⚔️▐ una niña rubia y molesta.
───── ( comentar & votar.




Es increíble la multitud de mestizos que pueden haber en este sitio.

Eso sí, la chica tenía lo suyo; sus ondas rubias y sus ojos grisáceos resultan elegantes a la vista, ¿pero mi tipo? Oh no, el mío es como... 

—Perdona, ¿y tú eres? —Mi voz salió más grave de lo esperado. Ella dio un respingo en su sitio.

No me moví ni un solo centímetro de mi posición sobre Percy, y él tampoco parecía incómodo debajo de mi cuerpo. Aunque sí que elevó su rostro por debajo para mirar a la tremenda rubia que nos miraba con ojo analítico.

—No, ¿quién eres tú? —preguntó ella, cruzándose de brazos e ignorando claramente lo irritable que me parecía.

Sentí, en ese momento, que cortarle la yugular resultaba bastante atractivo.

Me pregunté qué expresión pondría el percebe de tan sólo presenciarlo; sin embargo, desechando la idea y no hacer parecer otra cosa, me aparté de Percy. Me senté sobre mis rodillas, mientras él, con las orejas cubiertas de un brillante sonrojo, se trataba de acomodar sobre la hierba húmeda.

Sin darme cuenta, estaba rascando mi clavícula otra vez.

—Es... es un nuevo campista, Annie —explicó Percy, quien echaba sus rulos rubios hacia un lado. A pesar de la distancia, me di cuenta de que el pececito tenía una hoja sobre el cabello y de que incluso eso, parecía quedarle bien.

—Ah, ya lo suponía —dijo ella, regalándome otra mirada de arriba a abajo.

Me rasqué con más fuerza, maldiciendo la mala suerte que tenía.

—Soy su compañero de cuarto, encantado —señalé, con tojo jocoso, mientras me levantaba raudo en un sólo movimiento para alcanzarla.

Ella volvió a hacer esa expresión de asombro, mirando a Percy de refilón para estrechar mi mano. La apreté con suavidad antes de escuchar al percebe acercársenos, limpiando sus vaqueros. Todavía tenía la hoja sobre la cabeza y arrugué mis dedos ocupados en mi clavícula, intentando soportar la necesidad de quitársela de encima.

La mano de la niña rubia me recibió con fuerza, que no había que ser muy listo para darse cuenta de que era esa tal "Annabeth", o ex de Percy. Lo deducía por el apodo, más que nada.

Su toque fue frío y más corto que unos pocos segundos, pero un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo. De alguna manera, supe que no nos llevaríamos bien; al menos, no del todo.

—Me llamo Annabeth Chase, hija de Atenea, cabaña número 6 —se presentó con un rostro imperturbable, mientras esperaba que tomase la palabra.

Con un chasquido de lengua, me esperé cualquier reacción de una hija de una diosa empollona.

—Soy Cronos, eh... Todavía no sé quien es mi padre divino, pero espero averiguarlo pronto —ignoré su rostro de sorpresa, para ser recibido por un brazo de Percy.

Su sonrisa era encantadora, de verdad; capaz de romper corazones. Pero no el mío, porque yo ya no tenía ninguno. No desde Zack, que aún era incapaz de dejarlo en mi pasado por mucho que mis madres me hubiesen obligado a hacerlo. Estaba grabado en cada marca de mi piel, en cada caricia que repetía cualquiera, en esos ojos del pececito que tanto odiaba.

—Estoy seguro de que lo harás —señalo Percy, esta vez no me aparté de su agarre.

Aunque sí seguía apretando mis clavículas y aunque escocía bastante, estaba más preocupado por los pensamientos de esa chica. Juraba ver sus engranajes girar una y otra vez en su cabecita lustrosa y perfecta. No podía confiarme en una hija de Atenea; tenía que ser mucho más cuidadoso de ahora en adelante.

—¿Cronos, has dicho? ¿Te llamas como el titán del tiempo? —Sin duda la sospecha abundaba en su voz.

Pero asentí, queriendo parecer incómodo.

Me estreché los brazos, soltando finalmente mi clavícula y notando que Percy también tomaba algo de distancia conmigo. Después, volteé los ojos, fijándome en cómo las náyades del lago se burlaban de mí; con risitas insidiosas y aniñadas. Las odiaba, no tenía buenos recuerdos de ellas cuándo mi madre me comparó una vez con ellas.

Me dijo que si no lograba hacerme más fuerte, el resto de mi vida me la pasaría siendo invisible y transparente como ellas. Por supuesto, eso inició un fuerte entrenamiento para que ellas no volvieran a tomarme por el mismo débil de siempre; para que no volvieran a hacerme daño como con Thaldos.

Aún así, no fue suficiente porque lo consiguieron una vez más; aunque fuera con Zack, un mestizo casi igual que yo. Era un buen chico, demasiado amable y de corazón compasivo para ese mundo oscuro y corrupto. No merecía morir, pero tampoco seguir viviendo como un traidor.

Le di la muerte que merecía, por mucho que aquella vez algo también dentro de mí, muriera.

—Sí, bueno... Mi madre me lo puso por su obsesión con la mitología y todo eso. —La estrechez de sus ojos me hizo pensar que no me creía ni media palabra, pero la compañía de Percy parecía relajar sus hombros con suavidad.

—Y no se parece en nada a él, Annie, así que deja de analizarlo así, anda —pidió mi compañero de cuarto, riendo suavemente.

Pero yo ya no les escuchaba, sobre todo porque ella me ignoró con un cabeceo para hablar de algún juego que sucedía al día siguiente en la noche; también desatendí la conversación y mi tapadera, por mis madres. Las vi a un pie de distancia, con los cabellos sueltos, brillantes, con sus cuerpos etéreos y perfectos. Ambas me miraban con desaprobación, sobre todo Gea; ella me señaló, negó con la cabeza y luego se clavó la uña justo sobre su pecho izquierdo. Allí donde había un oscuro vacío. Allí a donde siempre recurría para que me postrase a sus pies.

Mi respiración comenzó a acelerarse, pensando en la posibilidad de tenerlas verdaderamente allí conmigo. De que hubieran podido traspasar la seguridad del Campamento Mestizo para llegar hasta mí; pero a mi izquierda, buscando con la mirada a Percy, no lo encontré.

Ni siquiera a la niña rubia y molesta de ojos de tormenta.

Eso me asustó porque ahora estaba solo, en un profundo agujero y no podía llegar hasta arriba, en el que solo alcanzaba a ver un fajo de tierra húmeda; no tardé ni diez segundos en darme cuenta de que en realidad, volvía a tener trece años. Y que este era uno de los múltiples castigos que tuve por devolverle un golpe a mi madre Gea, por completo en defensa propia.

No tenía la menor idea de qué estaba pasando.

Quiero decir, estos flashes pasados normalmente no ocurrían con tanta continuidad en la Ilíada, solo cuando estaba a solas con la diosa de la tierra o cuándo alguien decía algo que me recordaba mucho a Zack. Entonces, llegué a la conclusión de que eso era exactamente lo que estaba pasando en el Campamento. Desde mi llegada, lo único que había hecho era lamentarme de mi pasado, de mis recuerdos, de todo en general que me uniese a la vida en la Ilíada.

Y aunque este recuerdo formase parte de algo real en mi pasado, no había razón alguna para revivirlo mentalmente.

—¡Madre, por favor! ¡Mami! ¡Sacadme de aquí, por favor! ¡No lo haré más, no cometeré este error de nuevo! —Las palabras salían de mi boca y quise taparme los oídos.

El actuar de mis madres nunca tenía una respuesta racional; según ellas, todo lo hacían por mí. Para fortalecerme, para enseñarme. Yo les creía todo el tiempo; como ahora, en el Campamento.

Mi yo de trece años comenzó a arañar la tierra, intentando escalar, sobre todo porque me acongojaba la idea de permanecer allí abajo rodeado de cadáveres; eran algunos de los mestizos que intentaron cambiar de bando, a espaldas de mis madres. Pero ellas lo descubrieron, y seguidamente acabaron en esta fosa, conmigo.

—No saldrás de ahí hasta que comprendas tu error, criatura —eso lo dijo Caos, a la que solía llamar "mami".

A Gea nunca se me permitiría denominarla de esa manera. Era demasiado... hasta para considerarla mi madre; normalmente la veía como mi superiora, o la persona que me llevaría a la gloria bien acabase mis misiones. Bien acabase de darlo todo por su gloria, por ellas.

—Eres una basura, Cronos —dijo Gea, casi escupiendo las palabras.

Me pasé en ese agujero durante una semana y para cuándo salí, tuve la voz ronca de gritar y fue incapaz de mirar nada más que al suelo por otra semana. El olor nauseabundo, la piel cicatrizada de los muertos, logró bastante en abandonarme. A veces lo sentía trastocando mi día a día, pero era cosa del pasado.

Y esto, esto ahora mismo sólo era resultado de no descansar. Volvía a tener mi aspecto de veinteañero, la altura y la contextura que tanto me había costado conseguir.

Parpadeé con fuerza, notando que la gravedad me separaba del suelo al alcanzar las pocas raíces del empecinado muro de tierra, y superando mis miedos infantiles, escalé hasta arriba. Con la respiración agitada e incapaz de mirar hacia abajo, no queriendo recordar todos esos rostros que alguna vez en mi infancia me hablaron con amabilidad, salí de allí dentro.

Sentía los dedos entumecidos, me escocían, y al mirarme las manos, vi un líquido grueso y caliente rozarme cada parte de las yemas. Era sangre.

Con el corazón amenazándome por salirse del pecho, a mis pies vi su cuerpo. El de Zack, que levemente se convertía en el de Percy y me aparté, trastocado por la imagen. Sus rulos rubios perfectos, su sonrisa perfecta, su mirada verdosa perfecta..., todo había desaparecido hasta convertirse en rastros grumosos del pasado. Un rostro imperfecto, sin sonrisa. Vacío, atormentado y silencioso. Un cuerpo frío, quieto como una estatua.

La realidad me golpeó como un puñetazo en el estómago. Estaba muerto.

Cerré los ojos con fuerza, no queriendo ver y sin entender porqué esto me mataba tanto por dentro. Al final, ¿no era esta mi misión? ¿No era así cómo iban a acabar las cosas?

—Cronos, ¿te apetece participar?

La voz aterciopelada de Percy, vivo y perfecto como recordaba, me llamó la atención a mi lado. Annabeth me miraba desde su sitio, escéptica y con una ceja arcada y me encontré a mi mismo en una encrucijada. ¿Realmente la visión había sido invención de mi cabeza, o una visión de un futuro cercano?, me pregunté, descubriendo que mantenía una mano en mi cuello, rascando.

La piel la sentía caliente y volvía a hacer frío.

—¿Cronos?

Miré a Percy, a esos ojos verdes, dolorosamente familiares y tartamudeé, al verlo de refilón en el suelo. ¿Volvía a estar muerto? Me golpeé la cabeza entonces, imperceptiblemente, recuperando la imagen de tenerlo a mi lado, sonriente y curioso por mi respuesta. No podía perderme en las visiones trastocadas y nacidas de traumas que, supuestamente, ya había superado hace mucho tiempo.

¿Seguía siendo el mismo niño llorica y que no quería quedarse solo?

—¿Qué...? ¿Qué me has preguntado? —Mi voz salió insegura.

Su rostro se arrugó por mi clara desatención y quizás, con algo mucho más profundo. Pero sacudiendo la cabeza, señaló a su amiga y ex. Volvió a regalarme una sonrisa amable y tuvo la compasión de repetirme el tema del que hablaban.

—Te preguntábamos si mañana querrías participar en nuestro juego: captura la bandera —explicó, mientras me daba cuenta de que las sinuosas sombras de mi alrededor, parecían tomar más fuerza—. Las reglas son bastante sencillas y siempre lo hacemos, para animar un poco a las masas de este sitio.

Annabeth seguía esperando, quizás por mi respuesta; no estaba seguro, pero hasta que no se dirigió a mí —algo seca— no pensé que esta chica fuera muy amigable con las personas. Quizás algo egocéntrica, por la forma en la que habló de sí misma.

—Casi siempre es la cabaña de Atenea la que lidera uno de los equipos, pero este año... Digamos que la suerte la tiene otro —y deliberadamente ignoré la forma en la que repasaba con sus ojos grisáceos al chico a mi lado— y pues, según lo que he oído por otros campistas, parece que has dado un buen entretenimiento con Clarisse esta mañana —dijo, con la sombra de una sonrisa.

Mis ojos se acentuaron y todavía me dolía un poco la parte detrás de la nuca, después de todo, una parte de mí seguía siendo humana. Mis dedos alcanzaron el cuello de mi camisa para elevarla y tratar de ocultar las marcas de mis uñas sobre mis clavículas, sobre todo al tener al cien por cien su atención sobre mí. Suspiré, fingiendo pensarlo, pero sabía que esto me daría una oportunidad.

Y por supuesto, quise recabar algo más de información.

—¿A ese juego acuden todos? Quiero decir, ¿todo el Campamento o es sólo para entusiastas como vosotros? —Percy se río ante mi comentario.

Y sonaba embriagadoramente dulce tan cerca de mi oído.

La chica en cambio, colocó una mano sobre su cadera, haciendo un vago movimiento con su mano derecha. Parecía en conflicto.

—Sí... Todos, ya sea para convertirse en público, o para jugar. Quirón suele ser el árbitro y... —Y ahí dijo todo lo que me interesaba.

Ya que si participaba, tendría una excusa factible y una tapadera, para escaparme a la Casa Grande y buscar cualquier cosa que fuera esa arma imbatible y capacitada para matar a toda criatura mágica a su paso. Esperaba obtener más detalles con la reunión de esta noche con mi tío, si tenía suerte de no ser reemplazado por mis madres.

—Me apunto, parece divertido —comenté, rascando mis uñas.

Annabeth volvió a encarnar una ceja, pero miró a Percy con un rastro emocionado en los ojos.

—Ya lo has oído, así que puedes jugar y formalizarte como capitán oficial. —Eso me confundió.

Miré a Percy, recordando y disfrutando al mismo tiempo de la altura que nos distanciaba. Relamía con gusto ser más alto que él.

—¿Si no hubiera aceptado, no habrías jugado? ¿Por qué? —Crucé mis cejas, sin entender porqué se perdería algo que claramente lo emociona, solo por mí—. Te recuerdo que apenas y me conoces.

Volvió a ruborizarse, lanzándole un saludo a las náyades que reían entre las aguas cristalinas y lejanas, mientras evitaba mirarme a todo coste.

—Supongo que... no quería dejarte solo, ya sabes. Siendo el nuevo y todo eso —señaló con bajas palabras pronunciadas y se quejó cuando Annabeth lo golpeó bajo un costado.

Él se río, mirándola caminar hacia el interior del campo, mientras ella decía que iba a informar de su aceptación a Quirón. Yo también la vi marcharse, ondeando esa cabellera de princesa.

Por alguna razón, acaricié mis mechones oscuros, incómodo.

—¿De verdad te parece bien esto, Cronos? No estás obligado a jugar si no quieres —señaló mi compañero de habitación, otra vez, con ese tono amable.

Yo salté de mi lugar, sonriendo.

—¿Y perderme la oportunidad de pelear a tu lado? ¿Conocer tus habilidades? Ni loco —dije, en parte, con sinceridad.

Antes de emprender la búsqueda hacia el arma escondida, podría fijarme en sus capacidades y en sí de verdad valía toda la pena como contaban. Si el terror que engatusaba a mi madre a caer en la locura, era totalmente cierto.

Percy me codeó un hombro y caminando de regreso a las cabañas, me señaló al lago.

—¿Sabes que las náyades son malísimas como novias? —Yo lo miré, confuso y sin entender a qué venía a cuento.

—¿Y eso a qué viene?

—Bueno... sólo fue algo que me dijo Annie al conocernos. —La mención de ese apodo, tuvo un regustillo amargo en mi esófago—. Olvídalo, solo... quería decir algo gracioso, pero ha sido una tontería.

Mientras avanzábamos por el interior del campo, volvimos a retomar el silencio, dejando además los trazos verdes a nuestra espalda para escuchar con claridad los murmullos, los cuchicheos y cotilleos de mi pelea contra Clarisse esta misma mañana en el interior del Campamento. Odiaba ser comidilla de la gente, pero era inevitable sobresalir; mis madres me dijeron desde pequeño que estaba destinado a opacar con mi oscuridad a todo aquel que se me acercase.

Pero... se equivocaban.

Percy sobresalía con sus sonrisas, con sus saludos amables y esa haz de luz que parecía perseguirlo a todas partes; comparado a eso, y a mi única capacidad de destruir todo lo que tocaba, yo era sólo... Espera, ¿pero se podía saber qué estaba diciendo?

Ignoré la perorata del percebe que se había detenido para hablar con una chica de cabellos castaños y piel oscura, vestida de verde, mientras avanzaba sin importarme dejarlo atrás. Apreté las manos a mis costados, notando el cuero de los guantes, mientras asqueado, me daba cuenta de lo que estaba haciéndome este lugar.

Estaba dudando de mi mismo, de mis capacidades, de lo que tanto mis madres habían tratado de grabarme en la cabeza desde mi nacimiento. Quiero decir, era su obra ansiada y perfecta, ¿por qué estaba reprochando sus esfuerzos? ¿Qué me pasaba?

¿Desde cuándo alababa a un mestizo cualquiera? ¿A un mestizo que acabaría como todos, enterrado a mis pies? Golpeé una cubeta que tenía cerca, con mi bota gruesa, lanzando una maldición cualquiera. Este lugar tenía este maldito propósito, tal y como me advirtió mi madre: tratar de cambiarme. Me querían lavar la cabeza y no podía...

Sentía que me faltaba el aire.

—¡Oye, cuidado, bruto! —Al mirar a mi espalda, descubrí que la cubeta que había tirado, en realidad era un recipiente de pintura.

El campo amarillento del Campamento se tornó con un color rosado chillón; la calidez de la pintura me recordó a una vez, cuando Zack trató de obligarme a pintar lo que sentía, pero que resultó una misión imposible porque solo me dediqué a trazar rastros negros sin sentido alguno.

Zack se burló de mí y el resto del día, me pasé posando para él mientras me dibujaba. Eso se le daba bien; era uno de mis recuerdos más apreciados en mi cabeza.

—¡Te estoy hablando! —replicó nuevamente la persona con la que me había cruzado.

Al alzar la vista, me crucé con otros ojos verdes —vaya novedad— pero más apagados que los de Percy. Era una chica, de cabellos pelirrojos, con rastros de pecas sobre las mejillas y sentada en un taburete. Tenía en sus manos un pincel de buen tamaño, y con un lienzo de madera colocado suavemente al frente. Vestía un peto azulado, que ocultaba una camisa verdosa y unas zapatillas coloridas. Tenía los cordones desatados.

Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue su esencia; no era llamativa, por eso casi no me había fijado en ella. Pasaba por completo desapercibida y si no hubiera sido por la pintura del suelo, ni me habría detenido a prestarle ni cinco de atención.

Entonces, con su ceño fruncido, se me pasó una posibilidad por la cabeza. ¿Acaso era humana?

—Oye, tú... —me repasó con la mirada e hice lo mismo. Cuando nuestros ojos volvieron a cruzarse, me dejó sin palabras al decirme—: Eres totalmente mi tipo.

Me eché un paso hacia adelante, sonriendo atrevidamente.

La chica no estaba nada mal, pero ella no era de mi gusto.

—Solo me conoces de vista, ¿estarás segura de eso si llegas a...?

—¡Hey, Rachel! —La voz de Percy a nuestras espaldas nos interrumpió.

Venía corriendo, con las mejillas acaloradas y saludando con una mano a su amiga... terriblemente con esencia a mortal. Bueno, a medias; al cruzar mirada nuevamente con ella, ese destello dorado bajo su color apagado verde, me resultó bastante apetecible.

Para nada mundano.

El pececito al alcanzarnos, se sostuvo de mi brazo y me crispé levemente. Estar a su lado solo hacía que me doliese la cabeza.

—¿Ya conoces a Cronos? Es el nuevo —me presentó, como si yo no tuviese boca para hablar.

Ella colocó el pincel en su enrevesada y brillante melena rojiza, con algunos destellos claros, para mirarme con la boca abierta. Se levantó de un salto, haciendo caer el taburete y me alcanzó de una forma que teníamos ambos rostros casi rozándonos. Percy interpuso un brazo entre ambos, para obligarla a tomar distancia, aunque se reía.

—Tienes que perdonarla, suele perderse cuándo algo la emociona —la excusó, pero ella se cruzó de ambos brazos, mirándome analíticamente. Casi con gracia.

—¿De verdad te llamas Cronos? ¿Quién en su sano juicio llama a su hijo de esa manera? —Mi mirada de inmediato se oscureció, pero ella no se dio cuenta por seguir hablando—. ¿Sabes que en el pasado tiré a tu tocayo mi cepillo de pelo? Era azul, y mi favorito.

—Y fue impresionante —añadió Percy, quizás sin fijarse en el rubor naciente en las mejillas de su amiga.

Pero yo estaba demasiado sorprendido como para responder; ¿de verdad una humana como ella, había peleado contra mi tío con un simple cepillo de pelo? Era demasiado para creer sin ver. Negué con la cabeza, alzando las manos.

—No controlo el tiempo, pero si quieres puedo hacerte pasar un buen tiempo de calidad. —Claramente nuestras manos se encontraron con fuerza, y recibí calidad por su parte.

De alguna manera extraña, me recordaba a Brielle, mi amiga encubierta de aquí.

—Bueno, eh... ¿Te ayudamos a recoger esto y así, mientras, os conocéis un poco mejor? —propuso Percy, aunque con un ligero tono apagado.

Tampoco se me pasó desapercibido la forma en la que me ponía la cubeta en las manos, obligándome a separar de la tal "Rachel". Eso me hizo relamer mis labios.

Observé la forma encorvada de Percy en el suelo, sus manos extendidas hacia la pintura y sonreí mientras su amiga se acuclillaba a su lado, expectante. Y para mi deleite, la pintura del suelo comenzó a regresar a sus manos, como burbujas de agua para caer sobre la cubeta.

Intenté parecer sorprendido, pero no me hizo mucha falta fingir; después de todo, quería conocer cada parte de este chico, exprimirla hasta el fondo y acabar con él.

No quedó rastro de la pintura rosada en el suelo y Percy me miró, casi con disculpas en los ojos. Cruzó mirada con Rachel, que parecía casi divertida.

—Creo que es la primera vez que me ves controlando agua..., o algo que tiene parte de ella. Parezco casi un superhéroe, ¿no? Hablando con caballos y todas estas cosas —se explicó Percy, intentando lucirse y mostrándose casi emocionado ante mi opinión sobre él.

—No creo poder acostumbrarme del todo a esto —dije, y ambos se rieron.

Y mientras Percy ayudaba a recoger a Rachel sus cosas de pintura, para buscar un lugar más cómodo para hablar, sentí un cosquilleo en mi oreja derecha. Allí, tenía a mi madre Gea, susurrándome al oído un: «Su debilidad hacia las personas que ama es lo que debes aprovechar».

Y tenía toda la maldita razón; hasta casi resultaba divertido que la fatalidad de los hijos del mar fuera su lealtad. Sabía que me divertiría mucho usando esto a mi favor.

Después de todo, una parte de mí quería hacerlo sufrir hasta los cimientos. Por humillar a parte de mi familia, por obligarme a venir a este sitio y por hacerme dudar.

Percy Jackson iba a morir, y sólo bajo mis manos.

🪼🪸. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por vuestro apoyo a esta historia.

omggg nueva actu :), perdonen por no subir ayer pero estuve todo el día fuera.

no voy a mentir cuando digo que esta es una de mis historias preferidas pero que se viene un nuevo proyecto con percy (walker) con otro interés amoroso gay. volviendo a esta, quiero dejar ver la confusión que tiene ahora mismo cronos por toda la calma que ve en este campamento y el caos que forma en su cabeza. no está bien.

y le cuesta aceptar la idea de que hay algo más que su destino escrito por sus madres, y omggg, ¿vieron a rachel? como la amoooo; cronos no sabe que es realmente la óraculo de allí, pero pronto lo hará y omggg, ¿una captura a la bandera? demasiadas emociones.

nos vemos pronto, mis mestizos <3

🪼🪸

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