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𝖀́𝖓𝖎𝖈𝖆 𝖕𝖆𝖗𝖙𝖊.


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➤ Usuario ; xElsyLight.
➤ Cantidad de palabras ; 4696.
➤ Fandom ; Boku No Hero Academia.
➤ Tema ; Halloween.
➤ Aviso ; Contiene escenas sensibles / Categoría Cale.

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「 ɴᴜᴇsᴛʀᴀ ᴇxɪsᴛᴇɴᴄɪᴀ 」


En el pueblo de Rucherstown, la gente comienza a salir para decorar las calles con atavíos relacionados con la festividad producida en el día 31 de Octubre, la tan querida celebración de Halloween. Los niños corretean felices al lado de sus padres, esperando que llegue la noche para disfrazarse y recoger dulces. Lo mismo ocurre con los adolescentes o los adultos que han acordado reuniones alocadas para la madrugada. En general, el ambiente está lleno de alevosía y de regocijo.

Cerca de la plaza central en la que están colocando esqueletos movibles y telarañas en todas las farolas, se encuentra una tienda de botánica en la que trabaja, quizás, la mujer más amable del mundo. Su nombre es Inko Midoriya, y está cerrando la tienda para devolverse a su casa y decorarla junto a su marido, Toshinori Yagi, y junto a su hijo el joven Izuku. Antes de llegar a la casa, pasa por la tienda de conveniencia a comprar algunas calabazas y chocolatinas. Tras saludar a unas cuántas vecinas, entre ellas a su mejor amiga, finalmente llega a su hogar. Este se encuentra cercado por una valla y acompañado de un jardín repleto de estatuas de monstruos de decoración. 

Nada más entrar, se dirige rápidamente a la cocina para hacer la tarta de calabaza que tanto le encanta a su marido. Este entra al oírla llegar, y dándole un beso de bienvenida, Inko descubre su traje de superhéroe.

—Querido, ¿no crees que te queda un poco grande? —El hombre se ríe, y mientras saca los ingredientes de la bolsa, le dice que así se usa.

Mientras la mujer de cabellos verdes niega alegre ante la tozudez de su esposo, llama a su hijo para que ayude a ir preparando las cosas. No le contesta de inmediato, así que con el delantal amarillo ya puesto, sube al segundo piso en su busca. Lo encuentra tirado en la cama, leyendo de nuevo aquel libro que cuenta la fantasía de existencias abominables, de aquellos que se conocen como vampiros, hombres lobos, momias, gorgonas, ciclopes, dragones y fantasmas. Hay muchos más, pero ella no se esmera en aprender sus nombres.

—¿Otra vez interesado en esas cosas? Sé que estamos en un pueblo nuevo, y que quieras impresionar a tus amigos, pero... ¿No te parece que investigas demasiado? —Su hijo niega, mientras relee por quinta vez el capitulo sobre los hombres lobos, o también conocidos como licántropos.

—Mamá... sé que al mudarnos hace unos meses me dijiste que tenía que cambiar mis costumbres, pero no puedo. Me gusta todo esto, aunque a veces dé un poco de miedo. Y sabes mejor que nadie, que no soy cómo los demás. —Su madre entiende que se refiere a ser reservado y, a veces, a recluirse de los demás.

Aún así, su madre mantiene la sonrisa en su rostro.

—Lo sé, Izuku, créeme, y está bien, pero... Prométeme que a partir de mañana, te tomarás estas cosas un poquito menos en serio —le pide, mientras observa a su alrededor, y distingue que el cuarto posee varios posters de monstruos, de películas de terror y hasta hay una imagen imprimida del cuadro de Saturno devorando a su hijo, creación del famoso Francisco de Goya.

Debía de admitir que este último evitaba mirarlo a toda costa, siempre le daba repelús.

—Vale, mamá, lo que tú digas. —Su hermoso hijo estaba en la temida edad de dieciocho, y le molestaba un poco que no la tomara tan en serio. Sin embargo, no le agafaría el buen humor.

—Está bien, pues baja a ayudarnos a tu padre y a mí, y después te vistes para salir con tus amigos. —Dicho y hecho, su hijo dejó el libro encima del tendido y la sigue escaleras abajo.

Horas más tarde, tanto la casa de los Midoriya, como las del todo el vecindario, ya estaban listas para el festejo del año. Izuku ya estaba con su disfraz de reina y mientras se acomodaba el cabello que llevaba arreglado en un moño bastante apretado, despidió a su hijo que ya se marchaba con sus amigos. Iba disfrazado de espadachín, y junto a su sonrisa deslumbrante, le quedaba perfecto. Ambos padres le observaban orgullosos.

—¿Crees que les dimos los caramelos suficientes a él y sus amigos? —pregunta a su esposo, y este asiente diciéndole que se tranquilice.

—Tampoco creo que tengan mucho tiempo de preocuparse por las chuches cuando vayan a la fiesta en el bosque. Los jóvenes de hoy en día están locos... —La madre fue cerrando la puerta de la casa, temiendo que algo le fuera mal a su pequeño, pero los brazos de su marido le reconfortan y suspirado levemente, quiere creer que se reunirán después de las doce para las películas que acostumbran a ver como tradición de todos los años.

Entiende que el mudarse hace meses a este nuevo y austero pueblo, a alejarlo de sus anteriores amistades, debía de haber sido difícil. Pero mantiene la esperanza de que cosas buenas les esperan, y de que esta nueva situación para ellos solo signifiquen buenas venideras. Quiere creerlo.



La noche finalmente ha acaecido en el pueblo de Rucherstown, y los jóvenes se están reuniendo en la fiesta convocada por la popular del instituto "Flismore", Momo Yaoyorozu, quién va vestida de una animadora zombie. Izuku y sus amigos tenían un poco de renitencia con la idea de venir, pero al final, Ochako Uraraka, la única chica del grupo y disfrazada de bruja, les animó a hacerlo. Así que su grupito de tres personas formado por la brujita, el caballero de nombre Tenya ilda, y el espadachín de Izuku, están ahora mismo rodeados de miles de adolescentes (varios de su clase) y no saben cómo relacionarse con ellos. Por ese motivo, están apartados en el puesto de las bebidas, tomando alguna que otra cerveza. Más que nada por presión social, pero aún así, procuran no sobrepasarse. Al menos, no como el bromista de Denki Kaminari, el disfrazado de Pikachu y lleva varias horas borracho y bailando con su mejor amigo Kirishima, quién va vestido de dragón.

—No sé vosotros chicos, pero yo me aburro —murmuró el de cabellos verdosos, viendo que la mayoría de los disfraces, o mostraban mucha piel, o no estaban muy esforzados como el suyo y el de sus amigos.

—¡Oh, vamos Deku, creo que un poco de baile te vendrá bien! —le llama por su apodo y tira de él, justo cuándo colocan "Everybody", de los Backstreet Boys.

A pesar de la cara negativa que le dirige su amigo Tenya, decide seguirle el rollo a la chica, porque resulta ser una de sus canciones favoritas. Por arte de magia, los demás invitados de la fiesta comienzan a bailarla también y pronto se ven rodeado de miles cuerpos sudorosos y borrachos. Intentando que no le afecte, Izuku mueve su cuerpo con movimientos lentos contra el de su amiga, que le abraza por los hombros. Observa con detenimiento cómo ella se restriega con fuerza contra él, y no entiende porqué motivo baila de esa forma.

—¿Sabes que está canción no es de acaramelados, cierto? —grita con fuerza para que le oiga su amiga, y esta mueve sus hombros, demostrándole que le da igual.

Siguen así por un rato, hasta que la canción cambia a "Thriller, de Michael Jackson", y justo cuándo piensan regresar con Tenya, un grito se deja escuchar en lo alto y solitario del bosque. Sin embargo, a pesar de que ellos se dan cuenta, los demás siguen embriagados por el alcohol y la música. Uraraka le dice que no se preocupe, que debe de haber sido una broma para ir con la química de la canción, pero cuando se acercan al puesto de bebidas, no hay rastro de su amigo. Eso es suficiente motivo para que se preocupen, y se separen en su busca. Conocen a Tenya, y es el que menos se movería de su posición si con ello conseguía separarse de sus amigos.

Izuku trata de apartar a los adolescentes calenturientos que encuentra a su paso, y en busca de su amigo grita su nombre para dar con él, pero la música suena muy alto y su voz se camufla. Por ese motivo, se rinde rápidamente y cuándo distingue el sombrero de bruja de su amiga por la zona central de la fiesta, piensa qué es mejor salir de aquel matadero sudoroso. Finalmente encuentra un hueco entre una pareja de enfermeros sexys y consigue llegar hasta las lindes del bosque. Allí, por suerte, la gente no se abarrota a su alrededor y hay hueco para respirar tranquilamente. Dando una vista al frente, mientras apoya su mano en uno de los troncos de los árboles, dedica una mirada a toda la muchedumbre disfraza y piensa qué al final, ha sido una muy mala idea venir a esta fiesta.

Ya recompuesto, se decide a meterse de nuevo en el grupo de adolescentes para continuar con la búsqueda; sin embargo, antes de hacerlo, escucha un silbido en la lejanía. Más allá de los limites establecidos del bosque. Y curioso ante ello, fijándose en que su amiga está preguntándole preocupada a Mina Ashido —una chica morena y de cabello rosado que va disfraza de diabla—, sobre el paradero de Tenya, se adentra en este.

Al principio la bulla de los jóvenes sigue molestándole, pero en algún momento en particular aquello se le hace ajeno, y parece muy distante. No logra entender cómo, pero hay neblina en el interior del bosque, y no puede ver muy bien. A partir de entonces, se guía por los troncos de árboles y por el extraño olor a fiambre que le llega a las fosas nasales. Le parece extraño y salido de la nada el olor a muerto, y a pesar de que debería estar acojonado por esa revelación, sigue andando. Quiere pensar que se trata de alguna rata muerta, o algo por el estilo.

Arruga la nariz mientras está más cerca, y de pronto cuándo agudiza la vista, es capaz de vislumbrar más allá de la niebla. Esta parece desaparecer de pronto, y mientras permanece oculto tras el leño, le da la sensación de que en esta soledad enorme y fría, alguien le acompaña. Da varios vistazos hacia atrás, y se le ocurre de que a lo mejor Uraraka le ha seguido, pero no es el caso. No hay nadie detrás de él, y ese recurrente silbido le distrae y suena casi cómo si lo tuviera delante de sus narices. Por eso devuelve la vista, y ve a una silueta parada en medio de aquel bosque; no la distingue del todo y necesita acercarse más para ver mejor. Repentinamente la temperatura parece subir demasiado, y un extremo frío se reparte por su cuerpo. Sin quererlo, se abraza el torso mientras trata de brindarse algo de calor. Parece conseguirlo por momentos, y entonces, ladeando la cabeza se da cuenta de que la persona que está enfrente es su querido amigo Tenya.

Aquello le llena de alivio y no tarda en alzar una mano para sostener su hombro, ya que esta de espaldas, pero nada más hacerlo, siente algo desagradable repartirse por sus dedos: una larva le camina encima. La aparta asustado y dándole un manotazo, esta sale volando lejos de su lado. Aún con el corazón a punto de salirse de su pecho, se dirige de nuevo a su amigo.

—Tenya, ¿has visto que tenías encima a... ? —Se calla de pronto al ver la extraña manera en la que cabecea, y respirando entrecortadamente por las bajas temperaturas, da una vuelta a su alrededor, intentando ver qué ocurre con él.

Deseó no haberlo hecho porque la sola imagen causó que su corazón se detuviese por un segundo. Un alarido se escapó de sus labios, mientras caía al suelo y se echaba hacia atrás como un poseso, y sin saber cómo reaccionar. Sus labios comenzaron a temblar y lágrimas se asomaron por sus ojos. Su amigo estaba muerto, eso estaba claro. No obstante, lo que más le perturbaba era la forma en la que se encontraba.

—¿Quién demonios te ha hecho esto?

Su rostro estaba pálido, cadavérico, y podía verlo ya que no llevaba el yelmo encima. Parece que se había perdido en algún momento de su travesía. Tampoco llevaba las gafas puestas, y eso permitía que vislumbrase a la perfección la forma en la que sus globos oculares habían desaparecido. Lo único que habitaba eran dos agujeros negros y vacíos, y eso era tan terroríficamente impresionante que le había dejado sin habla. Tenía además la boca desgarrada y un agujero enorme en el vientre, aunque no llegaba a traspasar por la espalda. En esa parte, el traje estaba destrozado y se podía distinguir cómo parte de sus intestinos colaba de este. Aquello hizo que la bilis le subiera por la garganta, pero se obligó a si mismo a no vomitar, ya que estaba enfrente de su amigo. Se cubrió la boca con una de las manos e intentó incorporarse, dando tumbos lo hizo y de repente, miró confuso cómo a pesar del desastre que estaba hecho su amigo, no había ni una sola gota de sangre en el suelo. Un silbido se dejó sonar de nuevo, y sintió cómo una mano caliente le sostuvo por la parte de atrás del cuello y apretó con fuerza.

Asustado, movió su brazo hacia atrás y notó cómo se chocaba contra una superficie dura. Por el golpe de improvisto cayó encima de su amigo, y ambos terminaron en el suelo húmedo. Mientras se sobaba la cabeza adolorido, no quiso preguntarse cómo diantres Tenya se había mantenido en pie ya muerto. 

Al abrir los ojos se encontró cara a cara con Tenya, y se escabulló lejos de él. Seguro que aquello le traumaba por el resto de su vida. Aun así, y ya alejado del chico sin ojos, regaló una vista a su espalda para ver quién le había agarrado del cuello momentos antes, y su boca se abrió hasta casi llegar al suelo. Era un chico, eso sin duda, el que había intentado matarle, pero lo raro era que... Tenía orejas grandes y peludas y una cola que se agitaba bruscamente. Se tocaba el puente de la nariz, cabreado, y al apartar la mano pudo ver que le había hecho sangre. Quiso pedir perdón, aun sin poder asimilar la escena, pero otra presencia se dio a lugar y no tuvo idea de dónde había salido. Trajo consigo una brisa helada, y por acto reflejo, intentó cubrirse con sus manos.

—Pero, ¿qué... ? —Observó con atención cómo el nuevo chico de cabellos dispares y con un traje elegante, se agazapó con el otro y levantándole la barbilla, intentó ver la gravedad de la herida.

Quiso creer que era una broma, que eran dos chicos del pueblo disfrazados y que le habían gastado una desagradable mofa, más cuándo el más pálido (y de verdad, casi parecía muerto), sacó su lengua atrevidamente, su boca se mantuvo cerrada sin poder analizar lo que sus ojos veían. Tenía colmillos, grandes y deslumbrantes, y dirigía su lengua hacia la herida del otro, quién con su cabello esponjoso y dorado, apartaba la vista hacia otro lado, azorado. Sus orejas se agacharon cómo acto reflejo.

Estupefacto, observó como el de cabello dispar lamía la herida de su nariz y cómo esta se cerraba con gusto, casi por arte de magia. Pero sin duda, era una magia oscura. Por eso volvió a mirar al chico de cabello revoltoso que agitaba su cola desesperadamente, y supo que ellos no eran humanos. La forma en la que brillaban los ojos rubíes del de orejitas se lo demostró. El muchacho de ropas elegantes se incorporó de nuevo, con una parsimonia casi dolorosa, y le miró con detalle. Trago grueso, pensando en qué si se mantenía quieto, a lo mejor no podía verle. Aquellos ojos heterocromáticos, uno de un azulado turquesa y el otro grisáceo, parecieron escudriñarle el alma. Se equivocaba, ambos sabían de su presencia y aquello consiguió que una de sus manos se estrujase en el traje de espadachín, queriendo que la espada de plástico fuera de verdad.

—¿Eres... eres un vampiro, verdad? Y tú... —señaló al de camisa negra sin mangas pero con un cuello alto y pantalones grandes—. ¡Tú eres un hombre lobo! —Este le dedicó una mirada asesina y pudo observar cómo sus ojos parecían destilar una luz borgoña y latente. Sintió un sudor frío bajarle por la espalda—. ¡Sois... !

Con terror y, al mismo tiempo, con una emoción palpable en sus venas, se levantó a prisas mientras sentía que sus piernas temblaban con fuerza. Todo aquello de lo que había leído y aprendido en sus años de vida, lo tenía delante de sus ojos: vivitos y coleando. Eran reales. Sentía que sus ídolos salían de sus libros solo para hacer de su fiesta de Halloween algo más interesante, pero... por la mirada que le echaba el lobito, supo que no iban a ser amigos, ni de lejos. Eran bestias salvajes, y estaba seguro de que su próxima victima era él. Vio morir ante sus ojos, y un ataque de pánico comenzó a repartirse rápidamente.

—Somos monstruos. Leyendas que se creen muertas, pero te aseguro, chico, que nuestras mordidas son muy reales.

La voz del lobo salió gruesa, profunda y ronca. No pudo evitar sonrojarse ya que le quedaba bastante bien. Pero, a pesar de todo, pudo identificar el gusto y la saciedad con la que pronunciaba la palabra "monstruos". Sus deseos de huir regresaron, y cuando se dio cuenta de cómo el vampiro se mordía uno de sus dedos enguantados y le regalaba una vista de arriba a abajo, sin pensarlo demasiado, se dejó llevar por la rabia al ver cómo habían destrozado a su amigo.

—¿Por qué le habéis hecho esto? —El chico de cabello bicolor mostró de repente una sonrisa de oreja a oreja, enseñando sus colmillos, y le dio un enorme repelús.

Entonces, la respuesta del lobo le dejó pasmado.

—¿Crees que es el único que está muerto? No queda nadie allí atrás. —Señaló con una de sus garras a su espalda, y comprendió que se refería a la fiesta de antes. Sin darse cuenta, en su cabeza apareció la imagen descuartizada de su querida amiga Uraraka, y nublado por la preocupación se largó corriendo de regreso a la plaza.

Mientras corría, tenía la sensación de que en cualquier momento se le echarían encima, pero nunca pasó. Pudo recorrer libremente los pasajes del bosque mientras la respiración se le agitaba descontroladamente.  Las ramas de los árboles le arañaban el rostro y le hacían saber qué esto era muy real. Al llegar finalmente a la plaza, comprendió que los chicos de antes decían la verdad. Aquello le hundió el corazón.

Todos los compañeros de su clase, conocidos y gente ajena a su escuela, estaban desperdigados por la plaza, muertos y en descomposición. Miles de bestias descontroladas jugaban con partes de sus cuerpos desmembrados, y muchos de ellos eran de los que había leído: minotauros, hipogrifos, gárgolas y momias. Sintió que una mano invisible le apretaba el cuello y el aire con mucha dificultad apenas conseguía llegar a sus pulmones. La imagen era desgarradora; incluso estaba Cerbero, el perro de tres cabezas del Infierno, y se peleaban por la chica menuda que se llamaba Kyoka Jiro. Su cuerpo se partió en tres partes, y la sangre le cayó encima y sus gritos se quedaron grabados en su memoria. Dudaba de poder olvidarlo nunca. 

Trastabillando, decidió dejar de observar las cabezas clavadas en estacas que duendes agitaban con cánticos demoniacos, y tratando de ocultarse de aquellas bestias, siguió en busca de su amiga. Cerca de la plaza del pueblo, una medusa casi le sorprende. Victoriosamente, consiguió por los pelos ocultarse tras la estatua central mientras respiraba con agitación. Estaba seguro de que en algún momento, su corazón se detendría para darle un respiro. Cuando la mujer desapareció siseando, encontró la oportunidad de descubrirse. Se revolvió el cabello con fuerza, para darle las gracias a la estatua, pero el vómito le subió por la garganta al distinguir a su amiga. Estaba en la estatua, pero no era ella... Su cabeza estaba puesta en la lanza de mármol que llevaba en sus manos el alcalde de piedra, quién la tenía por metáfora de luchar por la libertad de su amado pueblo. Siguió vomitando un rato después, pero cuando escuchó las risas de brujas en proximidad, tuvo que hacer tripas corazón y seguir con su camino. Ahora que había perdido a su mejor amiga también, supo que debía de regresar con sus padres. Ojalá estén bien, pensó mientras se arrepentía de haberse ido sin mirar hacia atrás. La culpabilidad le invadía lentamente, y le martirizaba cruelmente.

Pronto llegó a la callejuela principal que llevaba hasta su hogar, y los alrededores estaban vacíos. Las luces titilaban y hacían de la escena algo mucho más aterrador que de costumbre. Las casas del vecindario estaban todas destrozadas y reventadas. La mayor parte de las ventanas estaban rotas y aquello su madre siempre le decía que era un indicador de mala suerte. Un chillido resonó por encima de su cabeza, y al alzar la vista descubrió a una bestia con cuerpo de ave de rapiña y con rostro de mujer. Sus fauces se abrieron enormemente, y colmillos manchados de sangre se mostraban afilados. La esquivó cuando dio un descenso abrupto y se dio de bruces contra el suelo. Al estar a metros de su hogar, aprovecho a que volvía a retomar el vuelo, y salió corriendo hacia la puerta de su casa que se encontraba abierta. Fue rápido para cerrarla en sus narices. Lo consiguió y seguidamente, se escurrió en ella, temblando como un flan.

Desde que era pequeño siempre había admirado a aquellos seres, pero ahora... Su madre tenía razón, en la realidad no eran tan agradables. De solo recordar cómo varios centauros pateaban la cabeza de su compañero Sero, las ganas de devolver regresaban con fuerza. Aun así, trato de respirar con normalidad mientras se levantaba del suelo y regresaba su atención a lo obvio. ¿Por qué la puerta de su casa estaba abierta? Es cierto que los niños iban y venían a pedir dulces, pero primero, ellos no mantenían la puerta abierta, siempre hay que llamar, y segundo... el silencio es absoluto en la casa. 

Trata de caminar hasta la sala de estar, pero algo le grita "peligro" en la nuca, y se echa para atrás. No se da cuenta cuando unas manos le agarran del rostro, las siente heladas y cuando alza la vista, ya que es incapaz de mirar para atrás, ve al chico lobo agazapado enfrente de él. Mierda, piensa, estoy jodido. Intenta apartarse, intenta liberarse del agarre del (posiblemente) vampiro, pero es incapaz. Entonces, mientras ve cómo el lobo se le lanza y esta vez, se va transformando en el camino, por puro milagro alza la vista y en la escalera que lleva a su habitación, distingue a sus padres. Ambos, están descolgados de las bisagras, y después lo único que puede ver antes de perecer son los increíbles colmillos que tiene el chico de cabello revoltoso en su forma lobuna, después los siente clavándose en su cuello y todo se oscurece.




—¿Tenías que hacerlo? Podría haberlo convertido en uno de mi aquelarre, ¿sabes? —Le soltó al de ojos rubíes mientras veía como este le despellejaba ya convertido en humano con sus garras.

Su boca estaba repleta de sangre, y sus dientes dejaron de crecer al haberse saciado. Shouto Todoroki, el vampiro elegante, tiró de la cadena que ataba el cuello de su lobo y este se vio obligado a apartarse del joven pecoso en el que se presentaban unos últimos estremecimientos antes de perecer por completo. Mientras saboreaba la vista de su lobo bajo sus pies, sintió pena de la sangre derrochada. Su pareja inmortal siempre era un desastre. 

Sostuvo la mandíbula de su pareja, para regalarle un beso distante. Prefería estar en el bosque, no le gustaba mucho estar en casas ajenas, las detestaba. Por eso, después del beso en el que pudo saborear la dulce sangre del chico de cabellos verdes, abandonaron la casa con paso ligero. Observaron a muchos de sus contrapartes seguir disfrutando de la fiesta, y más que nada por diversión, sostuvo la pierna de un chico disfrazado de Pikachu y la agitó en el aire.

—¿Quieres ir a buscarla? —Katsuki Bakugou, el hombre lobo, se la apartó de golpe de la mano. No quería que nada tocase a su novio, no algo que él no le hubiese dado.

—No seas estúpido, anda. —Y entonces, ambos sintieron esa cuerda invisible que ataba sus cuellos y que apretaba. Dándose una mirada escueta, desaparecieron hasta llegar a los límites del pueblo. Era su deber, debían de cuidarlo y de no permitir que nadie se largase del lugar para revelar su hermoso secreto. Shouto vio que se trataba de un grupo de tres chicos, uno era muy alto y tenía el pelo rubio claro. Otro tenía el cabello azulado, casi negro y corría mientras repartía miradas asustadas a todos lados. La última era una mujer de un cabello azulado claro y largo hasta las piernas. Los tres iban disfrazados de héroes. 

Mientras observaban sus intentos de llegar corriendo, de la mano, hasta la frontera, compartieron una sonrisa traviesa. Las cadenas de sus cuellos brillaron cuando se preparaban para saltar.

—¡Mirio, no puedo más! ¡Todos están muertos, no queda nadie vivo! —Parecía que la mujer estaba entrando en un ataque de histeria. Katsuki se carcajeó de ellos en bajo, y Shouto se dedicó a acariciarle la cabellera.

—¡Vamos, chicos, no queda nada! ¡No paréis ahora, Nejire, Tamaki! —Pero tuvieron que hacerlo.

Escucharon de pronto una risa desquiciada, y un gruñido proveniente de la arboleda que les rodeaba. Se detuvieron a metros de la frontera, sin soltarse de las manos. Y entonces, los vieron. A dos chicos que salieron de las penumbras y caminaban a paso lento hacia ellos.

—¿Quiénes...? —Mirio calló a su amigo, para visualizar más profundamente a los nuevos, y se dio cuenta de las sonrisas malévolas que les enseñaban. Quiso correr con los demás, pero tarde se dio cuenta de que no existía escapatoria, no con ellos. Era su final.




—¿Ya tienes el bozal? —Katsuki asintió, mientras se lo colocaba cabreado de no poder disfrutar más la noche hasta el año que viene. Su novio terminó por colocárselo, para abrazarle por la espalda. 

Katsuki sintió su piel fría, y le encantó. Con sus garras, ahora pequeñas, arañó el rostro impoluto del vampiro y dejó que este le regalase un beso en la coronilla. Después le cargó en sus brazos, y el cielo oscuro les recibió con los brazos abiertos. Regresaban a su hogar que se escondía tras una bruma negra. Así que, mientras Shouto tomaba puesto en el trono negro de ambos, con su lobito en el regazo, se dejaron abrazar por la oscuridad hasta que su hambre se detuviese, para dormir y permanecer intacta y vacía.

El vampiro acarició el cuello de su amado, y dejó que una última mordida terminase en este. Saboreó aquella sangre oscura del otro, mientras este se restregaba contra su cuerpo, para después compartir un beso con sangre, como hacían siempre. El silencio pronto los envolvió y Shouto supo que era la hora, así que sin esperar, lanzó al aire aquel chillido estremecedor que se encargaba de llamar a las demás abominaciones para que regresasen. Así que, mientras esperaban, mantuvieron sus ojos en la  distancia, en aquel bosque que suspiraba con dolor y con los ojos iluminados bajo la luna llena, sonrieron.

Desde tiempos inmemoriales ambos se convirtieron en los protectores del pueblo, y cada año, en la festividad de Halloween, sucumbían a sus deseos más internos, y la cadena eterna les daba permiso para dejarse llevar por sus instintos más salvajes con la condición de que no tenían que dejar escapar a nadie del lugar. Así lo hacían, y lo disfrutaban eternamente uno al lado del otro.

(...)

N/A → ¡Aquí traigo mi participación! Espero que les guste mucho, y que le den apoyo. Realmente pensé que iba a quedar más oscura, pero no ha sido así.

Gracias por leer, de verdad. Amo participar en estos concursos, así que las oportunidades siempre serán bien recibidas. ¡Los amo!

Se despide xElsyLight.

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