
Capítulo 4
Advertencias: Ninguna.
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Sacrificios, así podría definirse lo que está bien hacer por otros, Fukuzawa decía que debíamos sacrificar algunas cosas por quienes amamos. Él lo hizo algunas veces por mí, una de ella cambió su estricto horario militar para llevarme a ver una lluvia de meteoritos; supongo que por eso no tenía muchos amigos, por eso Fukuzawa trataba de levantarme el animo diciendo que el mundo tenía la culpa por no entenderme a mí. Pero sé que era una mentira blanca.
Descubrí recientemente que las mentiras blancas se les dicen a las personas cuando se les trata de protegerlas, yo no miento por tan noble causa, lo hago por otro motivos. El mentir de esa forma, ¿Será un sacrificio, o solo otra forma de mentir?
Apenas sonó la alarma me levanté pues era mi primer día en las nuevas responsabilidades, y por mucho que las odie, debo hacerlas.
Caminé con lentitud hasta el elevador, como siempre escoltado, pero esta vez los guardias se quedaron frente a la brillante puerta metálica, presionaron el botón del sótano y se miraron entre ellos y uno de ellos habló—. Lo esperan abajo.
Vaya, esa era una buena voz, en realidad era aguda pero después de escuchar puros gritos y uno que otro regaño, era como música para mis oídos. No les respondí, solo asentí y metí mis manos en las bolsas de mi bata blanca. Fueron minutos que en el lugar indicado parecieron horas, hasta que las puertas se abrieron dejando ver no mucho de la oscuridad.
El sótano es conocido por ser el lugar donde no quieres trabajar nunca, terrorífico, desolado y es incluso más grande que todo el parámetro de la base, y cuenta con un sistema de túneles destinados como rutas de evacuación en un inicio, pero ahora podría ser para liberar a los desafortunados que atraparon. Antes de dar pasos a ciegas presione el interruptor, y ahí estaba como cada día de los meses desde que lo degradaron. Mori Ougai, la mente prodigiosa detrás de crueles experimentos y mutaciones del virus. Me sonrió descaradamente aunque su bata antifluidos verde estaba llena de sangre—. Oh, el niño de Fukuzawa-san…no te veo desde hace mucho.
Ese desgraciado sabía el punto débil de todos, cada cosa la analiza tan profundamente—. Seguramente porque ahora estás entre un montón de cadáveres, solo recibes órdenes mientras yo estoy en las juntas de cada mes, deberías subir, claro, si te dan permiso.
Su expresión flaqueó suavemente—. Vamos, mi trabajo no es tan malo, tú dañas personas creando cosas, yo destruyendo parte de ellas —señaló el cuervo sobre la plancha metros atrás de él—. ¿A qué debo el honor de tu visita? No me digas que viniste para escuchar historias de Fukuzawa-san mientras estuvimos juntos en el ejército.
—No, vine por el equipo de Arthur Rimbaud —no esperó a que dijera otra palabra, simplemente tomó su radio y habló por el.
—Manden a un guardia con todo el equipo de Rimbaud, incluso las muestras que se dañaron con el incidente —y volvió la vista a su sierra con un suspiro—. Creo que después de esto debo retirarme, soy demasiado mayor para torturar.
Sabía que solo buscaba una excusa para contarme, y siendo sincero con ustedes, creo que también deseaba saberlo—. ¿De qué se trata el nuevo proyecto, doctor?
—Neurocirujano con doble titulación —soltó una risa tonta—. Resulta que no solo los muertos caminan entre nosotros, también dioses, y yo debo reparar a uno.
—Los dioses no existen, por eso no nos ayudan, ni son justos —dije indiferente.
Él hizo una mueca—. Por eso son dioses —se tomó un segundo analizando mi semblante—. Como sea, encontramos un dios, o monstruo si prefieres ese término, es una criatura fascinante, ven a verla, de todas formas tardaran en subir lo que necesitas —empezó a dar pasos lentos, hasta que supo que lo seguía y continuó hablando—. Me gusta este puesto, el bajo mundo siempre es especial si lo miras desde otra perspectiva, Fukuzawa-san entendía esa sensación. Dime niño, ¿Lo extrañas?
—A veces —mentí, pero para protegerme a mí.
Mori asintió suavemente—. Lo entiendo, a veces también lo extraño. Solíamos charlar mucho cuando estuve ayudando a los heridos en la guerra —sus palabras cesaron cuando estuvimos de frente a una celda de cristal, era enorme, y dentro de ella había un hombre, solo usaba una bata verde como la que usan los enfermos.
Me acerqué un poco para distinguir que hacía, y un tentáculo salió disparado impactando en el cristal frente a mis ojos—¿Qué demonios es? —pregunté asustado, incluso si quería fingir, era difícil ignorar el temblor de mis manos.
—Un Dios de las calamidades —esperó a que mi shock desapareciera para seguir—. Un humano con alteraciones físicas, me gustaría quedarme con el crédito pero yo solo lo sané y ayude en su recuperación, sospecho que era así desde que nació…Es el favorito de Fukuchi, está convencido que es la razón detrás de la evolución, pero solo es una-
—Mutación —lo interrumpí—. ¿Soviéticos?
Negó—. Solo un talentoso experimento de hace años como arma para destruir al excedente de población —aplaudió llamando mi atención—. Ya están listas tus cosas, pero no dudes en venir a verme cuando quieras platicar conmigo, es agradable hablar con gente joven.
Sonreí sarcástico—. Sí, escuché que adoras tanto a los niños, ¿Fue lo que te trajo aquí no? tres niños se te escaparon y ahora Fyodor está enmendando ese error.
Alzó los hombros como un mocoso desinteresado—. Daños colaterales, nada significativo para personas como nosotros.
—”¿Nosotros?” —era evidente mi tono de disgusto.
—Gente que sacrifica a los demás antes que a sí mismos —sin decirme más, tomó la sierra y volvió a la plancha donde desmembró al cadáver.
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Terminé de revisar los cultivos que Rimbaud usó de distintas cepas con algunos químicos en ellos para buscar cual inhibe el crecimiento del virus y su mutación, casi no tuvo éxito, pero las pruebas que seguían intactas son las que metí a el refrigerador. De pasó leí documentos que explicaban los posibles incidentes en la zona B.
Sin darme cuenta ya habían pasado tres horas, así que puse mi tarjeta en la puerta y salí del laboratorio. Esperaba que los cinco militares me siguieran, pero no pasó.
—¿No deberían ir atrás de mí? —pregunté inocentemente.
El de mayor rango contestó—. ¿Desea que lo sigamos? —al ver mi confusión habló nuevamente—. Solo seguimos sus órdenes, usted es de rango elite.
“Oh, eso es divertido” pensé—. Esperen aquí —con una sonrisa cada vez más grande me dirigí a las alacenas sin ser detenido, era como un superpoder, solo he experimentado esta especie de inmunidad cuando Fukuzawa me llevó a la base naval, todos me respetaban porque él estaba conmigo.
Busqué en todos los cajones hasta que escuché ruido al fondo de los anaqueles vacíos—. ¿Mapache? —y tal como esperaba, estaba ahí, claro, asustado y temblando, pero seguía vivo—. Que bueno que no te encontraron, no te haré daño —lo tomé en mis brazos buscando la barra de mi desayuno que guarde para este animal—. Toma, te traeré más mañana, sé que no sabe rico, pero te mantendrá nutrido.
Lo acaricié por más minutos, si tenía privilegios los usaría para mi beneficio. Al final fue un encuentro corto, pues debía volver a mis obligaciones, pero es reconfortante ser necesario para que alguien viva, empiezo a creer que me da cierta moral.
“Puedo cambiar las cosas desde adentro” pensé mientras atravesaba los pasillos vigilados, y es verdad, haré que todo esto vuele en mil pedazos. Me tomé un segundo antes de entrar a la sala de control y monitoreo del laberinto. Si Fukuzawa estuviera en mi lugar, seguramente pelearía cuerpo a cuerpo con sus enemigos, pondría una bala en sus frentes y detendría esta aberraciones, pero yo no soy bueno peleando, ni escapando, solo puedo usar mi cerebro y darle un buen uso.
—Detengan la expulsión del gas lacrimógeno —dije por el altavoz—. Será mejor que los sujetos estén orientados y en las mejores condiciones para su supervivencia.
El gas no fue expulsado, en su lugar, se retrasó la inducción de los sujetos, pues peleaban por ser liberados.
—No los dejen morir aún –ordené a los guardias por la radio.
“¡Pero el coronel nos dió órdenes de no intervenir!” respondió alguien, seguramente cegado por el falso deber.
—El coronel Fukuchi les ordenó seguir todas mis indicaciones, soy de mayor rango y esto es insubordinación —dije con tono firme—. Hagan lo que les pedí.
“Recibido”.
Fukuchi reírse de manera irónica si supiera que haré que se ahoguen en su propio veneno.
Estoy dispuesto a sacrificarme por su memoria, por sus ideales y todo lo que representaba para mí. Estoy dispuesto a morir tratando de hacerte sonreir por mi valentía, Fukuzawa.
Solo para aclarar que esta serie se actualiza cada semana por una de las diferentes cuentas de las chicas que escriben conmigo, es decir, cada historia se actualiza cada sábado, de verdad les recomiendo leer las demás perspectivas porque todas están tan bien escritas.
Amo colaborar con mis escritoras favoritas.
-Honey
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