𝟬𝟮. 𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁
Hermosa melodía, quería esencia
de nuestra pasión prohibida
QUE DULCE ES LA MIEL QUE BROTA DE NUESTRA LENGUA Y SE ESCURRE POR nuestros dedos al momento de recitar las palabras de amor que damos al viento, jurando que nuestros sentimientos prevalecerán en la eternidad.
Oh, pero que amargo fue el sabor en la boca de Kalista cuando la princesa Ariana de Secramise llegó son sus joyas, o como Emmeth los llamaría esa noche en la soledad de sus aposentos junto a los gemelos, sus juguetes.
Fue dulce el aroma en el viento cuando sus orbes esmeraldas divisaron al hombre de sus alegrías y amargo el sentimiento de culpa de pensar en otro mientras estaba con su prometido recibiendo a los invitados de otros reinos.
— Princesa Ariana — saludo el emperador Hannet cuando la albina se paro frente a el — Es un placer conocerla, escuchamos mucho de usted y sus aliados.
Detrás de la albina, los miembros de su joyero tuvieron reacciones diferentes. El duque Phantom hizo una reverencia tan serio y respetuoso como se podía, Efrit Karsia simplemente infló su pecho con arrogancia después de analizar a los dos príncipes Falaxe, ninguno era digno de su Tetalizia.
Por su parte Raymond Amber pasaba su mirada ámbar por los emblemas de las familias nobles de Ancage, analizando las criaturas plasmadas en cada uno, todas desconocidas para el. Jade Maldea, en cambio de los otros tres, no despegaba sus ojos del suelo desde que entraron al gran palacio principal, pues una sola mirada y terminaría lanzándose a los brazos de la mujer que amaba en búsqueda de protección de la princesa Ariana.
— El placer es todo mío emperador Hannet — Ariana hizo una reverencia, resaltando el vulgar escote de su vestido negro — Lamento mucho su pérdida.
— Esta celebración no es para lamentarse — Amelie habló al lado de su padre — Estamos aquí para celebrar la vida de mi hermano, y nos honra con su presencia.
La albina sonrió, posando su mirada en el hombre al lado de la princesa heredera, el príncipe Zerix Falaxe, su nueva joya.
La sonrisa de la ojivioleta, su emoción y exitacion internas se transformaron en una mueca de desconcierto al ver que el atractivo rubio de ojos oscuros era tomado del brazo por una joven de cabellos negros como la noche y un par de esmeraldas afiladas como dagas por ojos que la miraron fríamente. Un escalofríos recorrió la espalda de la albina al ver la sonría amable en los labios de esa mujer, como si pudiera leer su alma.
— Un placer conocerla princesa Ariana, — habló la azabache con voz dulce — Mi nombre es Kalista Seelfloy, y soy la prometida del príncipe Zerix.
Ariana sonrió amablemente sin saber que decir o sentir realmente. El compromiso del príncipe Zerix era algo de lo que no estaba enterada, pero de igual manera no resultaba un problema. La satisfacción lleno su corazón al pensar en como le arrebataria el adonis Falaxe mientras la rabia se hacia lugar en su mente al pensar en su propio prometido, el desagradablemente desconocido duque Krytiel.
— Es un honor para mi, y mi familia contar con su compañía y apoyo en estos días de incertidumbre y tradición — exclamó el emperador de las penumbras la noche del banquete cuando ya todos estuvieron presentes — Mi hijo Matheus era por mucho uno de los más maravillosos hombres que este mundo pudo haber visto, y me duele en el alma que nos dejara antes de demostrar su máximo potencial al mundo.
Los nobles del salón con forma redonda sonrieron y dieron palabras vacías de apoyo y comprensión en murmuros.
— Las memorias en las paredes de este castillo no me dejaran mentir — con un gesto de su mano el emperador hizo que la luz del salón disminuyera — Acompañante en esta noche, recordando a una noble alma y pidiendo por su paz en el más allá.
Ariana alzó su copa levemente y sonrió con tristeza pensando en su madre y el dolor que le provocó perder a su hermano Ares.
— Si me hace el honor, señorita Seelfloy.
Con un asentimiento la azabache se levantó de su lugar al lado del príncipe Zerix antes de mirar fugazmente a la principal razón de sus suspiros y desvelos. Camino hasta la pared detrás de la familia real bajo la mirada atenta y curiosa de la demás personas en la sala.
— ¿Qué está haciendo? — pregunto la princesa Ariana en un susurro a su Jade.
— Los Seelfloy tienen la creencia de que las plantas guardan memorias en sus raíces, enterradas en lo más profundo de la tierra — le respondió el peliazul de la misma manera — Como elegida de la madre tierra, Kalista tiene el poder de proyectar esas memorias al exterior, pero para que eso pase prácticamente tiene que llenar el lugar de flores.
— ¿La conoces? — le pregunto la albina extrañada y celosa por la confianza con la que su joya hablaba de la mujer pagana.
— Somos viejos amigos — respondió el joven Maldea dando por terminada la conversación.
— Permiteme madre mostrarles la verdad — susurro con los ojos cerrados antes de poner la palma de su mano sobre la piedra tallada.
De los rincones, cada grieta, esquina y sombra surgieron las flores y enredaderas, apoderándose de las paredes y parde del piso. Las personas jadearon de asombro y algunos de miedo antes de que un exquisito aroma de primavera inundará la noche.
La esposa de Mehmed Pasha, el emisario de Isihra enviado en lugar de la familia real debido al cumpleaños del Şehzade Semih, ahogo un grito de asombro antes de señalar al centro del salón, un espacio antes vacío que ahora era ocupado por un pequeño niño rubio de apenas cinco años.
— ...y quiero que papi sea felices, ¡y también deseo ser el mejor emperador del mundo! — dijo la pequeña aparición al diente de león que estaba entre sus pequeñas y regordetas manos antes de soplar.
El niño alzó la mirada y sonrió hacia la persona frente a el, la princesa Ariana.
— ¿Cómo está nuestra madre, Elie? — pregunto antes de volver a sonreír, dejando ver su diente flojo — El bebé llora mucho, y por eso casi no la veo. La extraño...
Los nobles de Ancage y los emisarios sonrieron con tristeza ante la dulce aparición que se cubrió en bruma antes de transformarse en un niño de diez años que corría por el jardín detrás de sus hermanos, que pedía permiso a las rosas antes de cortarlas, un joven que recitaba la ley de su imperio al derecho y al revés y que hablaba de conseguir los mejores matrimonios por amor para sus hermanas.
Un príncipe que adoraba a su pueblo, un niño que amaba a su familia y un alma tal vez demasiado buena para este cruel mundo.
Pero Ariana no vio eso. La albina solo podía apretar su labio inferior ante la admiración en los ojos de su príncipe Zerix y el amor en los de su Jade al mirarla a ella, a esa mujer que parecía tan dulce pero era tan amarga.
En fin, perdonen mi tardanza
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