⠀❪ ii ❫⠀━━━━ mi primer día
. . .
—¡Vamos, verducho, suéltame!
Mis ojos se distraen momentáneamente de pajarito cuando veo que se acerca un joven de unos diecinueve años o más, no estoy seguro, pero se ve bastante maduro. Sus ojos se ven sabios y aunque son oscuros, parecen amables. Se cruza de brazos y parece disfrutar de la escena, sin embargo, de repente veo miles de ojos agudos clavados en mí y termino por echar al más grande con un empujón de mi lado.
Este sale despedido hacia adelante con varias zancadas y cuándo lanza un gruñido y piensa devolverse a golpearme, el joven de piel morena lo detiene al acto con una mirada. Coge, y señala hacia afuera, hacía un hermoso pasto verde, frondoso y repleto de múltiples muchachos cercanos a su edad o menores que parecen estar trabajando en los alrededores.
Sin embargo, el rubio de mala leche escupe en el suelo, me lanza otra mirada amenazadora y yo me niego a dejarme intimidar. Luego se marcha en compañía de un chico de piel morena, algo grandote y de expresión dulce. Regreso la mirada hacia la persona que parece liderar en este sitio y con un pequeño suspiro, a esperar de ser recibido por cualquier cosa en este lugar, en cambio, este chico solo me dedica una sonrisa para decirme:
—Bienvenido al Área, segundo novato. —Después se marcha con un pequeño grupo en dirección a mi compañero, ese llorón con el que me levanté antes y que observa todo más desconcertado que yo.
Mi vista vuelve a dirigirse hacia mi pájaro azul, ese de cabellos rubios y ojos claros, quien claramente parece divertirse con toda esa situación. Ahora solos, muchos de los chicos curiosos que me rodean quieren hablar conmigo pero inmediatamente se apartan cuándo ese rubiales se acerca tomando el primer puesto. Tiene una mano escondida en uno de sus bolsillos de su pantalón de tela algo sucia, pero la otra deja plena vista de alguna especie de pulsera que rodea su muñeca.
Aún mantiene una divertida sonrisa colada en sus mejillas, pero por alguna razón me permito alzar una de mis cejas, mientras me cruzo de brazos al ver cómo de alguna manera todos los de aquí dentro parecen respetarlo. Me siento mareado cómo parecen estar bien en un lugar como este, que claramente a mí me resulta desconocido. Me siento marginado.
Eso sí, me gusta no estresarme, no sacar de lado las cosas y mantenerme tranquilo. Él parece haberse dado cuenta de mi extraña y apacible tranquilidad.
—¿Entonces... esto qué es? —Es lo primero que pregunto.
Mi voz todavía sale rara, no la siento mía por un momento, pero es lo que hay. El chico abre sus brazos, liberando su oculta mano, para dar una vuelta por todo su alrededor.
—Chico nuevo, esto es el Área, como bien te ha mencionado antes Alby. —Señaló a lo lejos al joven moreno que ahora arrastraba a mi compañero llorón a una especie de hueco, hecho de ramas y hojas—. Es nuestro líder, el tío que manda aquí en pocas palabras. Yo me llamo Newt, y soy el segundo al mando aquí. Cuando no está él, yo tomo las riendas de las cosas.
Asiento levemente, tratando de evitar la ironía de lo bizarro que resulta todo esto. Observo grandes piedras a los lejos, que parecen encerrar todos estos campos como si fuera algún tipo de cárcel, o algo parecido. La palabra de inmediato suena extraña en mi cabeza, pero estoy seguro de que es un sitio al que no quiero ir jamás y mucho menos recordar.
De todas maneras esas piedras parecen ocultar algo de su interior, sobre todo una de ellas que está abierta. Desde aquí no puedo ver bien lo que puede ocultar en su interior, pero la curiosidad come de mis entrañas.
El chico me habla, distrayéndome.
—No pasa nada si no recuerdas tu nombre, a todos nos pasa cuándo llegamos aquí —explica, con ese tono amable y sin decir mucho más, comienza a caminar con la clara señal de que le siga por detrás—. Aquí comemos, dormimos y tratamos de sobrevivir. Y antes de que preguntes, no, no sabemos qué pingajo estúpido nos ha puesto aquí.
—¿Entonces hay que apechugar, callar y acomodarse a esta nueva vida, así sin más? —Se me escapa.
Sin embargo parece esperarlo porque se hunde de hombros. Cuando estoy de su lado, me doy cuenta de que ambos medimos lo mismo. Por alguna razón, eso me molesta.
—Nadie sabe porqué realmente estamos aquí, pero es lo que hay. —Permito maldecir en mi mente, porque está loco si piensa que yo planeo quedarme mucho tiempo aquí dentro.
Se dedica a enseñarme el lugar en el cortan madera, en el que queman la madera, en el que curan las heridas, la granja, la cárcel esa de antes que llaman "El Hueco", los que se ocupan de arar la tierra y cultivarla, las cabañas en donde todos duermen (a excepción de estos dos líderes que tienen su propia cabaña) y, finalmente, las lindes de un hermoso bosque silencioso que parece susurrar misterios y secretos dentro de él. En pocas palabras, todos aquellos lugares que conforman esta Área; sitio en el que parece que deberé quedarme por tiempo ilimitado.
—¿Y eso qué es?
—Normalmente solo lo usamos para traer abono, tierra o la madera que necesitemos, pero también es en donde... bueno, enterramos a los que no siguen aquí. —Su mirada se oscurece un poco y de repente ya no me siento tan cómodo.
La idea de morir aquí dentro, me deprime y ya no me parece tan apetecible seguir averiguando cosas. Me doy la vuelta de inmediato para decir en alto lo que me carcome la cabeza.
—Bueno, ¿y no hay forma de salir de aquí? ¿Todos habéis aceptado este destino sin ni siquiera intentar escapar? —Mi voz suena un poco necesitada, pero es por culpa de la voz del hombre que martillea mi cabeza.
No deja de repetir ese nombre: Alexander, una y otra vez. Por lo que me masajeo el cuero cabelludo para fruncir todavía más el ceño. La indiferencia de este chico de repente me pone de mal humor.
Sobre todo cuándo lo veo cruzarse de brazos y hablarme de mala gana.
—¿Crees que no lo hemos hecho? ¿Crees que la mayor parte de los que estamos aquí no queremos regresar a esa vida normal que ni siquiera tenemos oportunidad de recordar? —Su voz sale grave, hosca y molesta.
La desilusión se apodera de mí con fuerza, de pies a cabeza. Pero verlo enfadado me hace sonreír y no me muerdo la lengua.
—Se nota que no lo habéis hecho con demasiadas ganas, porque estoy seguro de qué tiene que haber alguna maldita manera de salir de esta Área. ¿O es que esperas que me ponga a trabajar como el resto y tratar de crear mi vida aquí dentro? ¿Sabes lo loco que suena eso?
Newt parpadea varias veces y parece incapaz de creerse lo que acabo de decir. Tensa la mandíbula y me señala hacia las cabañas.
—Mira, será mejor que vayas cambiando esa forma de pensar. Aquí todos nos esforzamos por no caer en la depresión o buscar una salida "más fácil". Ahora mismo, creo que ya has tenido suficiente guía. Ve hacia las cabañas, toma una hamaca nueva y quédate allí hasta que te reúnas con tu otro compañero. —Sí, se ha enfadado.
Tomo escéptico su manera de reaccionar y cuándo parece querer darse media vuelta, agrego con un tono burlón: —¿Te has molestado por eso? ¿Acaso eres un niño? ¿De verdad me vas a dejar desamparado aquí?
La sola mención de la compasión lo hace enfrentarme. Me mira de arriba a abajo, y parece tensar todavía más sus hombros. Muerdo mi labio inferior, porque creo que me he pasado.
—Tengo asuntos que atender con el Consejo, teniendo en cuenta que a diferencia de todos los meses, la Caja ha decidido este específicamente a mandar a dos novatos. No puedo perder más mi tiempo con alguien que, claramente, no se toma estas cosas en serio ni tiene compasión por gente que se la ha pasado aquí metido por años.
Y sin más, se aleja de mi lado. Yo me río, nuevamente por lo bizarro de la situación y sin controlarme, le grito: —¡¿Te vas a ir sin darme un beso de despedida, Newt?!
Pero valientemente me saca el dedo de en medio y desaparece de mi vista.
Me siento vulnerable de repente; con tantos ojos encima y sin ninguna distracción. Termino por caminar hasta las cabañas que me ha enseñado antes, repasando mentalmente toda nuestra conversación. Por supuesto que... que me he pasado, pero tiene que entenderme. Acostumbrarme así de la nada a esta nueva vida, sin más respuestas que "aguantarme", me saca de quicio. Por algún motivo, siento que hay algo afuera, que esto no es más que un juego y mientras alcanzo esa tienda grande, suspiro levemente.
A lo mejor me convendría disculparme con Newt más tarde, porque es el segundo al mando en este lugar. A lo mejor me conviene tenerlo de mi lado.
De todas maneras, un amable chico llamado Arian me ayuda a colocar mi hamaca, y tras despedirlo con una sonrisa y leves palabras, me acuesto allí, repasando lo idiota que he sido. Admito que comportarme como un grosero no era la respuesta y menos, con alguien que estaba solamente tratando de ayudarme a entender cuál sería mi hogar ahora.
Cierro los ojos entonces, sin dejarle dar vueltas a este tema, mientras me propongo a recordar algo más de mí. Como mi nombre, por ejemplo, sin embargo... Aunque logro ver algo en mis memorias, no es lo que espero.
Un hombre de cabellos bronceados, de barba empecinada y de sonrisa amable me abraza, pero puede que me vea más pequeño. No estoy seguro, todo parece revuelto ahora mismo y no ayuda nada las voces que me devuelven a mi realidad.
Al mirar hacia mi izquierda, descubro a un niño de rulos castaños, regordete y de mejillas adorables tratando de acomodar lo que será la hamaca de mi compañero. Maldigo en mi mente mi suerte; ahora resulta que tendré que quedarme todas las noches cerca de ese llorón.
Sin poder evitarlo, mantengo mis ojos sobre ellos al escucharlos en una conversación interesante.
—Es la misma historia para todos —explica el niño que no debe superar los trece años—. Nos despertamos en la Caja, Alby o Newt nos llevan de visita y aquí estamos.
El chico llorón parece llevarlo mucho mejor ahora, está más calmado. Eso ayudará a mis jaquecas, en realidad. El niño agrega entonces una anécdota de su llegada, mencionando algo como "plopus" (ni idea de lo que será) sin darse cuenta de que el otro se marcha en dirección a las enormes piedras. Yo toso brevemente, llamando su atención y sentándome en mi hamaca, le suelto lo que pasa.
—Tu amiguito se pira, niño.
Entonces eso es suficiente para que mire hacia su espalda y alertado, salga despedido hacia su lado. Sin pensarlo mucho y recordando como Newt me pidió quedarme al lado de mi compañero, salgo detrás del niño; a quien no tardo en alcanzar, y ambos llegamos hasta el chico ahora-no-tan-llorón.
—Tío, ¿a dónde vas? —Eso pregunta el niño, pero por supuesto me mira sin asperezas y sin pena alguna. Pienso en qué a lo mejor le traigo curiosidad.
Pero no le hago caso y escucho al otro decir: —Sólo quiero mirar.
—Mira lo que quieras, pero no salgas de ahí —advierte el niño.
Y por supuesto, me doy permiso para integrarme a la conversación.
—Buscando problemas, ¿no? Eso me gusta. —Parece darse cuenta por primera vez de mi presencia y me carcajeo en bajo cuándo da un respingo.
De inmediato se toca la mejilla que todavía tiene algo magullada, de mi golpe.
—Aún me duele, ¿sabes? Fuiste muy brusco.
Me hundo de hombros, para revolver mi cabello.
—Me doy cuenta, lo siento, tío, pero me asustabas allí abajo —comento de la mejor manera mientras veo que asiente y vuelve a mirar hacia esos dos grandes muros, abiertos para nosotros.
—Y Chuck, ¿por qué no podemos salir ahí fuera?
Eso parece querer detener al llorón, porque de inmediato el niño (ahora sé su nombre), se coloca delante suyo con expresión angustiosa.
—No lo sé, solo digo lo que me dicen. Pero es mejor hacer caso. No podemos salir, ¿estamos?
El llorón comparte mirada conmigo y muestra ese mismo desconcierto de antes. Me permito fruncir mis labios, porque tampoco entiendo todo este rollo.
—¿Ya has recordado algo de tu vida? —pregunta mi compañero de llegada y me saca de honda.
Cuando pienso contestar un "no" rotundo, entonces la mirada soñadora de Chuck nos llama para mirar hacia adelante. Entonces ambos vemos cómo del interior de los muros sale un grupo de dos chicos jóvenes, con mudas de ropa ajustadas y miradas adustas. Corren en nuestra dirección. Uno tiene el cabello del color de la clara de un huevo y, en cambio, el otro es más forzudo, de piel broceada y de rasgos asiáticos.
En otras palabras, bastante atractivo.
Cuando pasan por nuestro lado, el de piel oscura se dirige al niño.
—Hola, Chuck. ¿Novato nuevo? —pregunta mirando hacia el chico llorón y luego me mira a mí.
—Dos más bien, un placer. —Su rostro se curva en una sonrisa y recibimos un comentario del rubio.
Sin duda alguna, me gusta mucho más el tono de cabello de Newt.
—¿Siente bien el ascenso, Chuck? —El niño agradece su comentario y los perdemos de vista.
Nuevamente, las preguntas del chico llorón no se dejan esperar.
—Creía que nadie podía salir de aquí. ¿Quiénes son ellos?
—Seguro que tienen un pase especial —menciono, mientras el niño resuelve nuestras dudas.
—Ellos son Corredores, ellos sí pueden salir. Saben más del laberinto que nadie. —Y por supuesto el chico llorón lo interrumpe para preguntarle sobre el tal laberinto.
Y de repente, la situación se vuelve confusa cuando a pesar de lo que creía, Chuck no parece tener idea de lo que acaba de mencionar.
—¿Laberinto? ¿Eso he dicho?
Ambos asentimos y los tres devolvemos la mirada hacia los muros y pese a mi gusto, mi compañero de llegada comienza a alejarse de nosotros para tomar más cercanía con El Laberinto. Por supuesto que Chuck lo quiere detener con excusas baratas, pero incluso yo que mantengo una proximidad cercana con ellos, sé que no es el momento de acercarse a aquella cosa.
Sobre todo cuándo veo que a nuestra izquierda aparece el chico de antes, al que le torcí el brazo para empujar varios metros a mi compañero. Eso me hace adelantarme para ayudarle, aprovechando que el llorón se aleja arrastrándose por la briza húmeda y tomando sorpresa al otro, es mi turno de lanzarlo al suelo al golpearlo en la mejilla.
—¡¿Te sientes muy machote al meterte con los más débiles?! —No tarda en incorporarse y querer más pelea, cuando mi compañero ya se encuentra de pie.
—¡¿Qué demonios os pasa a todos?! ¿¡Por qué este chico de aquí y yo parecemos los únicos preocupados de estar aquí?! —Me alegro de que me tenga en cuenta, pero mi euforia va desapareciendo cuándo todos nos rodean.
Incluido mi pájaro azul, ese con el que me porté tan mal antes.
Y mientras ellos empiezan una discusión, yo esquivo valientemente un puñetazo del bribón con cejas pobladas entre risas. Hasta que claro, nos vemos obligados a detenernos por un extraño y horroroso rugido que proviene del interior de los muros. Todos parecen conocerlo menos nosotros dos y compartiendo una mirada complaciente, somos sorprendidos por un repentino viento del interior.
Nos revuelve a todos la ropa y para mi sorpresa, esos muros que creía estáticos, comienzan a cerrarse.
—¿Qué cojones...? —deja que la pregunta ronde por el aire mi compañero.
Pero nadie le responde, las puertas se cierran y lo siguiente que escuchamos es el comentario del tío problemas. Primero se dirige hacia mi compañero, y luego a mí.
—Debería haberte dejado entrar. —Me mira y vuelve a escupir en el suelo—. A ti la próxima te arrastro dentro.
Y sin más, todos retoman la tranquilidad de antes, dejándonos a los dos novatos ahí, sin tener idea de lo que acaba de pasar. Miro hacia mi espalda, encontrando la oculta vista de Newt que rápidamente regresa al frente y sonrío.
Este lugar no será tan aburrido como creía, pienso, con emoción.
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ELSYY AL HABLA (!)muchas gracias por su apoyo; de nuevo, esto es para ustedes. tengo mucha emoción de que sigan conociendo la historia de newt y de senne.
nos veremos pronto, mis corredores.
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