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𝘣𝘭𝘰𝘰𝘥 𝘴𝘸𝘦𝘢𝘵 𝘢𝘯𝘥 𝘵𝘦𝘢𝘳𝘴 ───── iv



𔔀 GET JINXED ! 🤖 jinx&kael.
by ©xelsylight. 2025.

🤖▐ era hora de pasar página.
───── ( comentar & votar.




Habían pasado dos semanas desde que no me había atrevido a volver a hablar con Jinx; cada vez que ella trataba de hablar conmigo, quizás para arreglarlo, me mantenía ocupado.

Por suerte, Sevika me ayudaba con eso.

Me hacia trabajar más que nunca o me cortaba mi jornada laboral larga y así regresaba cuanto antes a nuestro apartamento juntos, en busca de refugiarme en los brazos de mi pequeño zorro blanco. La verdad es que me sentía bastante mal, porque desde que no hablábamos o jugábamos juntos, ella parecía más retraída que de costumbre.

Y varias veces Silco me había intentado convencer de perdonar a Jinx, pero Sevika saltaba en mi defensa y decía que ella no había sido capaz de darlas. Parecía una madre gallina cuando se ponía así y ambos adultos zanjaban el tema; con ella me sentía cálido y seguro. Sevika era mi pilar en este mundo del revés.

Sin embargo, ahora me sentía culpable.

Porque... entendía que ese arrebato conmigo que tuvo fue culpa de su tormentoso pasado, ¿pero y dos semanas más tarde no había sido capaz de pedirme perdón? Eso también me hacia mantenerme firme, pero... luego pensaba en que no estaba acostumbrada, y dios, tenía la cabeza hecha un lío.

Estaba tirado en el colchón de mi habitación, con mi zorrito descansando bajo mi barbilla y haciéndome cosquillas con su pelaje ahora más blanco que antes; ya que con la posibilidad del agua tan cerca, había podido darle varios baños que gustosamente el pequeño animal había recibido.

Estábamos enroscados en el colchón, casi con modorra. Sevika me había dejado irme antes y ahora la esperaba para la cena. La mujer ya se estaba acostumbrando demasiado bien a su brazo metálico, y ahora sus collejas en el trabajo dolían más que antes.

Quería pensar en que ahora se sentía más cómoda conmigo y que ya no tuviera que sentirse como si llevase una carga encima. Me esmeraba todos los días para demostrarle que podía hacer todo lo que me pedía, y ayer me metí en una pelea con unos adolescentes que no habían pagado la cuota mensual de Silco. Sevika se quedó mirando y le eché ganas.

Ni siquiera supe cómo, pero sólo acabé con los nudillos rojos y la nariz rota; que era una clara victoria teniendo en cuenta que los dos adolescentes de quince o dieciséis años, mayores que yo, habían acabado en el suelo medio inconscientes.

Sevika me miró con orgullo, les quitamos su poco dinero arrastrado y nos fuimos. Nunca me había sentido tan victorioso.

Allí tirado en el colchón, me dolían los dedos pero ahora vendados y sin rastro de la sangre de ayer en mi nariz, me estaba quedando dormido cuándo escuché la puerta principal abrirse. Las orejas de mi zorrito se levantaron de golpe y yo me incorporé al mismo tiempo. La cabeza me dio un par de vueltas, pero miré la puerta de mi habitación cerrada, mientras rascaba uno de mis ojos.

El colgante de siempre pesaba en mi pecho, de repente.

Intenté tranquilizarme con que era Sevika, que había acabado su jornada más deprisa, pero... eso era imposible. Ya estaba alcanzando una barra de metal puntiaguda guardada en una de las esquinas de mi habitación y dada por Sevika, quien me dejó claro varias veces que le diera con eso a cualquiera que no fuera ella mientras no estaba. Mis dedos se aferraban a ella con fuerza mientras mi zorrito se bajaba de mi regazo y gruñía a la puerta.

Entonces, me quedé helado al ver esa mata de cabello azulado tan familiar abriendo la puerta de mi habitación con lentitud. Su pequeña figura se mostró al otro lado, con una sonrisa tímida.

—Kael, ¿puedo entrar? —Pero mi mente iba mil por hora.

Nunca había venido Jinx a la casa de Sevika, ni siquiera todas las veces que me había dejado claro que ella sabía donde era. Y mi zorrito de repente dejó de gruñir para bostezar; bien, Jinx ahora no era un peligro.

Sin embargo, no supe cómo tomarmelo.

Es decir, desde hacia semanas había soñado con que viniese a pedirme disculpas y ahora que la tenía delante, me puse nervioso. Solté la barra de metal y abriendo los brazos, el zorro volvió a ellos de un salto. Ella se me quedó mirando absorta, con su usual modelito de ropas azules y rosadas de siempre.

Una de sus manos se mantenía tensa en el pomo de la puerta.

Carraspeé, y bajé la mirada.

—Sí que puedes, entra. —Y sin más, ella se dio paso a la habitación.

El cual no tenía más cosas que un colchón, una mesa de noche —adquirida hace tres días, en donde tenía unos pocos libros— y el cuarto de baño, ahora cerrado. Sus botas estaban embarradas, y se las quitó suavemente para caminar en calcetines hasta mí.

Se sentó al otro filo del colchón, con cuidado y sin apartar su mirada.

Me sentía raro. No sabía si había venido a pedirme disculpas, o esperaba que yo lo hiciera por ella. No supe qué opción era mejor, pero odiaba estar lejos de ella. Me sentía solo y teniendo en cuenta que finalmente me había hecho una amiga, no quería perderla.

No cómo perdí a Binno; era un hombre bueno, pero tendría que haber pagado sus deudas. Quizás, si lo hubiera hecho, nunca habría conocido a Silco y nunca me habría pasado toda la mierda que pasé tras perder al hombre, y bueno, tampoco me habría tocado vivir en la calle, claro.

Sacudiendo la cabeza, me di cuenta de que señalaba al zorro. Había querido presentárselo desde hacia semanas, pero... Mordiendome la lengua, sentí varias lamidas de el que me hicieron sonreír un poco. Noté de refilón que ella aligeraba un poco sus hombros.

—Me encontró cuando vivía en las calles, desde entonces siempre hemos estado juntos —dije, resolviendo un poco sus dudas.

Ella asintió para extender una de sus manos con la intención de acariciar su pelaje. Se lo permití, después de todo, su golpe en mi mejilla de hace dos semanas era casi un fantasma en mi memoria. Me dolía, claro que sí, saber que su orgullo no la había dejado acercarse a mi lado para pedirme disculpas, pero... era hora de pasar página. Si algo había aprendido de Binno, era a perdonar porque según el hombre ya fallecido, eso era lo mejor para no amargarse la vida.

Y necesitaba a Jinx, era mi única amiga y tenía que entenderla. Por eso trató de relajar los hombros al verla tan cerca suya.

—Entonces, ¿cómo se llama? —preguntó ella, y sin darme cuenta, me encontré inclinándome sin borrar la sonrisa de mi rostro.

Hablar con ella se sentía muy bien, otra vez.

—La verdad es que no tiene nombre —respondí, a sabiendas de que era sincero. Nunca había tenido nada en mente para ponerle y cómo siempre reaccionaba, con un simple silbido, era suficiente.

—¿Y no quieres ponerle uno? —Me hundí de hombros, sin decir poco más.

Duramos varios segundos acariciando el pelaje de mi zorrito, que maullaba gustosamente y cerca uno al lado del otro. Me sentí cálido, porque ella tendía a ser así... y no me gustaría volver a verla agresiva como antes.

Estuvimos un poco más en silencio, hasta que ella detuvo sus movimientos de acariciar al pequeño animal y las entrelazó en su regazo. Entonces, la miré, suspirando.

Sabía lo que se venía; suavemente, me vi obligado a bajar de la nube de algodón.

—Jinx..., ¿a qué has venido en realidad? —Y ella saltó nada más preguntar, pero... asintió, mordiendo sus labios con ligereza.

Después, nuestros ojos se cruzaron y vi en ellos, arrepentimiento. Iba a ser sincera conmigo.

—Quiero que me... que me acompañes al taller, Kael. Quiero enseñarte algo —y casi sin darme cuenta, ya estaba asintiendo con lentitud.

Sí quería pedirme disculpas a estas alturas, lo mejor que podía hacer era darle la oportunidad de la duda. Sacudí al zorrito que saltó sobre el regazo de Jinx, y ella lo volvió a acariciar con una suave sonrisa.

Me levanté del colchón, agarrando la parte baja de mi camisa.

—Deja que me cambie, porque esta camisa es mi favorita para dormir y no quiero mancharla. —Y sin más, con rapidez me la quité por encima de la cabeza entre que caminaba al único armario de la habitación.

Entonces fue mi turno de quedarme helado, porque se me había olvidado por completo cubrir mi horroroso pasado por la emoción de ver lo que me iba a enseñar Jinx. La escuché reaccionar con sorpresa, y la miré por encima del hombro. Tenía en mis manos otra camisa negra, y ella tenía los ojos borrosos. Estaba asustada, parecía que se iba a poner a llorar.

Normal, considerando que grandes cicatrices, profundas y largas me surcaban la espalda con saña. Era un lienzo triste y ella preguntó: —¿Quién... qué te pasó?

Y mordiendo mis labios, cubriéndome con la otra camisa y acomodándola, mientras sacaba del interior el colgante del emblema de las llaves y las K cruzadas, respondí casi en un murmullo:

—Fue... cosa del pasado, acabé con malas personas en la calle, pero... Ya lo he superado. —Vale, puede que gran parte de lo que decía fuese mentira, pero no del todo.

Si bien aún tenía pesadillas del trauma que pasé después de perder a Binno y caer en manos de dos asquerosos hombres adultos, a los que les parecía entretenido jugar conmigo y golpearme —incontables veces—, ya formaba parte del pasado. Ambos murieron y no regresaron al lugar en el que me tenían encerrado. Yo logré escapar y regresé a las calles, hasta que pasaron los años y finalmente, me encontré con Silco.

Todo ya formaba parte del pasado.

—Pero estoy bien, no te preocupes. —Ella asintió, todavía más sumida en silencio.

Finalmente, ya listos, me agarró de la mano con suavidad y salimos de mi casa —porque ya la consideraba mía—, atravesamos las atestadas calles y llegamos al bar de Silco.

Después de atravesar las escaleras, saludar a la chica de cabellos azules que me ayudó en su día y que ahora sé que es una de las camareras del lugar, dejamos todo atrás y llegamos al taller de Jinx. Allí, los colores brillaban por todas partes y había nuevos dibujos. Mientras atravesábamos el pequeño puente para llegar al lugar escondite de Jinx, me di cuenta de que a mis pies había muchos más dibujos que antes de mí.

En varios de ellos, me veía con extrañas sonrisas y lágrimas.

Eso solo me indicó lo mucho que me había echado de menos mi amiga y mordiéndome el labio una vez más, finalmente nos detuvimos ante una pequeña mesa en donde a un lado había dos muñecos. Uno tirado casi en el suelo, y otro colgado con grandes gafas.

No los había visto semanas atrás y por su aspecto tan detallado, me hizo pensar que formaban parte del pasado. Aún así, me centré en Jinx que corría a ella para alcanzar en sus manos una pequeña caja envuelta en cinta azulada. Me la pasó emocionada y de repente comencé a pensar en que no quería pedirme disculpas, pero aún así, deshice los lazos con cuidado ante su mirada exaltada y emocionada.

—Creo que... hablará por mí, mejor de lo que he podido comunicarme estas semanas contigo. —Y sin más, saqué lo que había de la caja, dejando esta en el suelo con cuidado.

Ahora en mis manos, daba vueltas a una pequeña caja metálica con una manivela. Lo incliné hacia Jinx, curioso. Ella estaba sonrojada y saltaba en su sitio.

—¡Gírala y verás! —Vale, estaba emocionado también.

Y sin más, comencé a darle vueltas, rápidas pero con cuidado.

Comencé a escuchar una música suave sin voz, y de repente la tapa de arriba se abrió y salió un pequeño muñeco metálico que se parecía a mí. Tenía pelusa azul en la cabeza, y botones de ojos; también una sonrisa pintada y un hilo que sujetaba otro botón mucho más pequeño que simulaba sobre ser mi colgante. Era bastante detallado y bonito.

El muñeco alzaba en sus manos un cartel que decía: «¡PERDÓNAME, KAEL!», con pintura y palabras grandes. El zorro rodeaba las piernas de Jinx, que esperaba por mi reacción.

El zorro ladró suavemente, como si supiera que era lo que necesitaba y me encontré con rastros de un fuego ardiente en mi pecho. Sinceramente, no era lo que me esperaba, pero sonreí de inmediato porque Jinx era así. Y sí, era lo que quería desde hace dos semanas.

Jinx se detuvo delante de mí, con las manos en la espalda y una expresión que intentaba parecer relajada, pero traicionaba cierto nerviosismo. Sus piernas se doblaban con inquietud y me quedé dándole vueltas a la caja, absorto de todos los detalles que tenía.

Hasta la música era preciosa.

—¿Te gusta? —preguntó ella, con una voz que temblaba un poco.

Kael no respondió al principio. Observó el juguete un momento más, luego miró a Jinx con una mezcla de confusión y desconfianza.

—¿Por qué hiciste esto? —pregunté finalmente, queriéndolo escuchar de ella.

Jinx dio un paso adelante, con los brazos aún cruzados detrás de ella y hablando casi débil. Me incliné cerca de ella, y no borré mi sonrisa.

Ella tampoco lo hizo aunque el brillo de sus ojos era más tenue.

—Porque... —bajó la mirada, pateando el suelo ligeramente con la punta de su bota— porque me equivoqué. No debí golpearte, lo siento mucho. He tardado en... lo siento, tendría que habértelo dicho antes. ¿Podrás perdonarme?

El silencio llenó la estancia y miré a mi amiga, tratando de pensar en cómo decirle que ya lo había hecho. La conocía lo suficiente como para saber que no era fácil para ella disculparse, y ella me conocía de la misma forma para saber que esto era demasiado importante para mí.

Miré la caja de nuevo, en mis manos, escuchándola otra vez.

—No quiero que estés enfadado conmigo —continuó Jinx, con la voz más baja—. Eres el único que... que no me ve como un problema. El único que realmente quiero que sea mi amigo.

Parpadeé, sacado de mi burbuja con eso. Era la primera vez que admitíamos esto, ser amigos en palabra. Su honestidad me hizo dar un paso hacia atrás, y asentí. Ella hundió más sus hombros y colocó sus manos sobre las mías, que seguían sujetando el muñeco.

—Te perdono, Jinx, ¿vale? Y esto... esto es genial —dije, retomando la vista en la caja metálica—. Muchas gracias... lo digo en serio. Me gusta mucho.

Jinx levantó la vista de inmediato, con los ojos brillando de esperanza.

—¿De verdad?

Volví a asentir, mientras sus dedos acariciaban mis nudillos vendados con cariño. Entonces, me puse algo serio bajando la caja.

—Te perdono, sí, pero... No vuelvas a hacer eso, Jinx. No vuelvas a golpearme —expliqué, al verla torcer el rostro con desconcierto—. Jinx, yo... quiero ser tu amigo, pero no soy Vi ni nadie que te haya hecho daño antes.

Jinx tardó en reaccionar, pero pronto asintió con descolocados y agresivos movimientos de su cabeza, y ambos sonreímos. Todo volvía a estar como antes.

—Entonces, ¿volvemos a jugar? —preguntó ella, con una pequeña sonrisa que luchaba por abrirse paso en su rostro, grande y brillante—. ¿Cómo antes?

Yo también me sentí demasiado bien después de tantas semanas.

Luego miré al pequeño zorro, que me empujó con la nariz hacia Jinx, como si también aprobara la idea. Supe cuál era mi respuesta, incluso antes de decirla.

—Está bien —contesté finalmente, con una sonrisa leve.

Jinx saltó de emoción y me agarró del brazo antes de que pudiera cambiar de opinión, llevándome hacia otro rincón de la fábrica donde ya tenía otro juego planeado. Aunque todavía quedaban heridas por sanar, en ese momento sentí que podía recuperar nuestra pequeña amistad.

No quería perderla.

Mientras nos acomodábamos con mi zorrito revoloteando, Jinx me preguntó si siempre me quedaría con ella, pasase lo que pasase en el futuro. Parecía nerviosa, dudosa.

Yo sonreí, con calma.

—Siempre, Jinx. Te lo prometo.

Y ella me devolvió la sonrisa, dándome un empujón. Finalmente, estábamos bien.

Más tarde, esa noche, Sevika y Silco nos encontraron en el taller acostados en el sofá, cansados y abrazados juntos. Entreabrí los ojos para ver a Sevika arroparnos con una sábana de seda gris, y mientras Jinx descansaba su cabeza contra mi pecho, escuché a Silco hablar por encima.

Se cruzaba de brazos pero sonreía, con familiaridad. Yo no lo veía muchas veces con esa expresión afable, sólo cuando Jinx estaba cerca o cuándo Jinx estaba feliz.

—Te dije que volverían a estar bien en nada, sólo había que darles tiempo. —Hablaba con seguridad y convicción. Me sentí amodorrado cuando Sevika me acarició la frente, apartándome algunos mechones.

—Odio cuando tienes razón, toma —dijo ella, entre risas, sacando un fajo de billetes y tendiéndoselo en la mano al hombre.

Sonreí suavemente, mientras mi zorrito descansaba a mi lado.

Finalmente, había encontrado a mi familia.

Mi lugar seguro, mío; el único capaz de ayudarme a olvidarme de mi pasado, y guiarme a un futuro seguro. Siempre y cuando estuviéramos todos juntos hasta el final.

Por primera vez, era feliz.

𓍯 ࣪🦴. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por su apoyo.

omggg estaba emocionada de subir esto, aaaa siento que le he dado un buen final a esta versión de ellos de niños. omggg, ya hemos acabado, el siguiente será el salto en el tiempo y ya tendrán 18 años, como van a cambiar las cosas, quiero llorar. prepárense.

que emoción, sin duda, me emociona porque ambos son mis protegidos.

nos vemos pronto, arcanos.

𓆤.

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