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𝘣𝘭𝘰𝘰𝘥 𝘴𝘸𝘦𝘢𝘵 𝘢𝘯𝘥 𝘵𝘦𝘢𝘳𝘴 ───── ii


𔔀 GET JINXED ! 🤖 jinx&kael.
by ©xelsylight. 2024.

🤖▐ una niña de pelo azul.
───── ( comentar & votar.





Había pasado una semana y tres días exactos desde mi llegada.

Aunque en los últimos tres días había librado, por un trabajo extra que tenían que hacer Sevika con Silco en privado, esta mañana me llamó la segunda mano de Silco a la puerta de mi habitación. Claro que mi cabeza había regresado al día en el que me reclutó Silco.

Claro que pensé que estarían hablando de ese plan y que mi falta de trabajo y encerrado en esa pequeña y austera habitación se debía a unas complicaciones que ocurrieron. Sevika me ordenó a descansar tres días, y cuándo me habló a través de la puerta de la habitación, reconocí su voz cansada y más amargada que de costumbre.

No quise saber nada del tema y permanecí al lado de mi zorro blanco sin cuestionar preguntas.

Sé muy bien que Sevika cuidaba de mí, me enseñaba a moverme en este mundo y a acomodarme a mi trabajo por orden del hombre de ojos extraños; pero había pensado en la última semana que, quizás, habíamos llegado a soportarnos mutuamente. Claro, antes de sus vacaciones de tres días.

Hoy era el primer día que retomaba el trabajo, que saldría de las mismas cuatro paredes y que la vería de nuevo. Vivía en un barrio bajo, no muy lejos del bar en el que residía Silco, y en la casa de Sevika. Ella me dijo la semana pasada que era el único lugar que podía darme, y que la persona que compartía habitación antes con ella se había muerto. Cosas normales aquí abajo.

En sí, la casa de Sevika tenía más lujos de lo que uno podría esperar en la ciudad subterránea, pero tampoco era como sería la vida en Piltover, ni por asomo; pero era mucho mejor que vivir en las calles y tenía dos comidas al día, el anterior fin de semana hasta Sevika trajo una pizza. La comimos en silencio, pero fue bueno.

Mi habitación tenía un colchón con mantas gruesas azules y tenía un baño —Sevika el suyo— y aunque a veces bajaba agua oscura, era mejor que nada. Me coloqué mi ropa usual: un jersey azul con pantalones raídos oscuros, mis zapatillas descoloridas y el colgante que nunca me quitaba. Ni siquiera para dormir.

Me despedí de mi zorrito, con una caricia sobre la cabeza, quien no me acompañaba a mis trabajos y siempre me esperaba cómodamente en mi colchón. Se enroscó más sobre su cola y sonriendo, salí del único lugar en el que podía descansar, pensando en qué tenía que buscarle un nombre o algo.

La casa de Sevika sólo era de un piso, pero la puerta de entrada era de acero y hasta el momento nadie había venido a molestar. Aunque estos últimos tres días me había dado algo de miedo dormir solo, no era algo a lo que no estaba acostumbrado.

Tras atravesar un estrecho pasillo, alcancé la sala principal que realmente tenía solo un sofá enorme con agujeros, una mesa de madera y algunas ventanas con cortinas cerradas. Sobre la mesa, esperé ver a Sevika esperándome con el desayuno —a veces era solo un pan, otras veces unas pocas tostadas—, pero y aunque estaba esperándome, me quedé quieto en mitad de la habitación, perplejo.

No era la imagen que me esperaba como siempre.

Estaba sentada sobre el sofá, seria y comiendo un pan reseco. No la veía desde hace tres días y aunque me miró por encima del hombro, moviendo la cabeza como acostumbraba a saludarme, retorciéndome la camisa interior, descubrí que su brazo izquierdo era de metal, casi hasta el hombro. Puede que me quedase con la boca abierta más del tiempo necesario, porqué ella refunfuñó una maldición y me miró a los ojos.

En su mirada había cansancio, dolor, pero aún así me habló con firmeza.

—No digas nada. Muévete a desayunar y salimos —me dice como si tal cosa, y por el golpe que da con su brazo normal sobre la mesa, corro hacia un lado suyo.

El desayuno hoy son varias galletas y un vaso con leche y un sobre de leche en polvo; esa cosa se consigue por aquí porcas veces y la miré, sorprendido, incapaz de pensar en que consiguiera algo así para mí.

Ella, inmune a mi agradecimiento plasmado en el rostro, me respondió con un: —Fue Silco, dijo que tenía que darte algo por tantos días de abandono.

—Gracias, a los dos —mencioné en bajo, casi sin querer ser oído, para comenzar a comer.

No tardé mucho y dejando el plato en el lavamanos, para lavarlo al regresar del trabajo, salimos de la casa con paso raudo. No sin antes Sevika colocarse una capa sobre el brazo metálico, para pedirme que se lo atase al cuello. Tuvo que agacharse hasta el suelo, pero rápidamente le hice un nudo y nuestro momento más cercano, terminó.

Cuando íbamos por la calle, siempre iba cuatro pasos por delante de mí y tenía que caminar el doble para que no me dejase atrás, pero hoy, solo me adelantaba por una corta distancia. Con solo una mirada, supe que el agotamiento era real; más que nunca.

Ella mantuvo silencio y accediendo a una tienda cercana, empezamos a trabajar.

El aire de Zaun, mientras, siempre me olía igual: a aceite quemado, metal oxidado y cenizas. Era un olor que nunca se iba, grabado en mi nariz para siempre. Mis zapatillas resonaban contra el suelo lleno de huecos mientras seguía a Sevika.

—No te quedes atrás, niño —gruñó por encima de su hombro, sin siquiera mirarme.

—No lo hago —respondí, apretando el paso.

No tardamos mucho en esa tienda, ni en las próximas. Llevábamos mercado a Silco hoy; hasta ahora no había tenido que hacer tareas demasiado pesadas. Llevar cajas, reclamar dinero, o vigilancia de transferencias. Había sido así la última semana, y hoy parecía ser lo mismo.

De camino a la oficina de Silco, que se situaba encima de "La última gota", el bar, habíamos intercambiado algunas cajas en otros mercados inferiores. Yo no sabía que había dentro, pero no hacia falta. Mi deber era sólo acompañar a Sevika, seguir sus pasos y aprender de ella.

Aunque hoy estaba incluso más callada que de costumbre.

Sevika llevaba dos cajas en su mano derecha y en la izquierda, algo temblorosa, llevaba una bolsa de plástico. Yo llevaba otras dos cajas que casi no me dejaban ver el camino hacia el bar, pero de alguna manera conseguí mantener el ritmo. Sabía que si se me caían o me despistaba de mi jefa, ella no vendría a buscarme.

Tras subir escaleras arribas, con Sevika dándome miradas de soslayo, ella abrió de una patada la oficina de Silco. Ambos tenían una relación extraña, a mis ojos demasiado profunda como para reciente y muy formal, como para ser algo más que fieles compañeros.

Sevika era la que siempre rondaba cerca de Silco, aunque algunas otras veces veía a otros adultos o jóvenes adolescentes, ella se mantenía como el pilar de la jerarquía de seguidores del hombre.

Ella me mantuvo la puerta abierta para mí, y caminando deprisa, entramos a la oficina. Ambos dejamos las cajas sobre una mesa cercana, cerradas y envueltas con celo, para darme cuenta de un ruido constante en la habitación. Normalmente había silencio, incluso a veces se escuchaba el bolígrafo de Silco raspar una y otra vez las hojas, pero ahora era algo diferente.

Mordiscos, alguien estaba comiendo.

Me di la vuelta, fijándome en que Silco estaba fumando un puro y entonces la vi.

Una niña, no mucho mayor que yo, estaba sentada en el borde de una mesa. Una niña de cabello azul, el cual parecía una nube desordenada. Era bastante bonita, pero sus ojos grandes y azules me miraron un instante antes de apartarse, tímida. Estaba comiendo un sándwich y a juzgar por su expresión jugosa, parecía delicioso.

Repasé en mi cabeza todos los rostros que había visto la semana pasada, pero ella no aparecía en ninguna de mis memorias.

Silco dejó de aspirar humo, para colocar una mano en su hombro. Ella inclinó la cabeza hacia atrás, curiosa y algo más tranquila; y no perdí detalle de cómo Sevika colocaba un brazo —el de verdad— sobre su cadera, para mirarme otra vez de refilón.

—Kael, ve con Silco y Jinx. —Así que la niña tenía nombre.

Y aunque el nombre me sonó raro, no dije nada porque daba la sensación de que este encuentro para nada fortuito con ella, era algo planeado por los adultos. Me dije que a lo mejor podría ser alguna prueba, pero sí tenía que matarla o hacerle daño, no sé si sería capaz.

La niña—Jinx— terminó la comida, dejando migas de pan sobre su ropa de tonos azules y rosas. Sus ojos seguían mirando cualquier cosa menos a nosotros. Me sentí incómodo, pero caminé hacia mi jefe y ella.

Me detuve a una cabeza de distancia, algo nervioso, pero Silco me ordenó que me acercase más y obedecí, sintiendo el peso de su mirada; extrañado sobre todo, porque no entendía que se proponían con esto. El colgante de mi cuello me daba algo de calma, me ayudaba a mantener los pies en la tierra.

—Ella será parte de nuestra familia ahora. Espero que seas útil, como siempre y que ayudes a hacerla sentir algo más cómoda por aquí —me dijo el hombre, dándole un empujón a la niña.

Entendí que ahora tendría que tratar con ella más que con otros y que sólo querían presentarnos. Tendí mi mirada a la niña, que miraba a Silco, también nerviosa. Se bajó de la mesa. Era bastante tímida, como yo; al menos eso me aliviaba porque no era el único que no quería nada de esto.

Me giré hacia Jinx, pero sus ojos aún no me miraban. Mantenía la cabeza inclinada hacia abajo, como si quisiera desaparecer. Quizás atormentada, no podía asegurarlo.

Silco me miró con severidad y extendiendo la mano, tomé la palabra.

—Hola, yo me llamo Kael —dije, probando suerte.

Ella no respondió por unos segundos, y asintió sin decir poco más. Silco frunció los labios, e intenté arreglarlo; lo que menos me podía permitir era hacer algo para nada del gusto del hombre.

—Jinx..., yo, eh, trabajo todo el tiempo con Sevika, pero si quieres... —intenté de nuevo, dando un paso hacia ella. Entonces levantó la mirada, pero volví a quedarme helado.

No había ni una pizca de curiosidad ni de amabilidad en sus ojos. Sólo algo roto, algo que me hizo detenerme de inmediato; otra vez, con algo oscuro revoloteando en mi pecho.

—No necesito amigos, Silco —dijo, cortante, antes de regresar a la mesa y sentarse sobre ella con las piernas cruzadas. Me dio la espalda mientras jugaba con su trenza azul.

Me quedé ahí un momento, sin saber qué hacer hasta que sentí que me subían los colores al rostro. Me di un mordisco en la mejilla, raspando esa tierna carne rosa y tragándome esa humillación, miré a Silco.

El hombre acariciaba las manos de la niña, con un deje cariño y creo que esa imagen me dejó tocado, porque no me enteré de la presencia de Sevika tras mi espalda hasta que ella me empujó suavemente por el hombro. Me tiró hacia atrás, y se apoderó de mi hueso con fuerza.

—Te dije que sería inútil. Ahora Jinx sólo necesita estar sola —aseguró, y supe que había algo entremedias que desconocía.

Eso no me gustó; ciertamente no llevaba en esta familia más que una semana y tres días, pero esperaba recibir algo más que silencio y espacio después de haberme visto obligado a formar parte de esta vida.

De todas maneras, me recordé que seguía siendo un niño y qué esto era lo mejor que podía esperar. Por parte de los dos.

—No te preocupes, Jinx. Pronto te harás a la idea, después de todo, ahora sois familia  —prometió Silco, y evité hacer una mueca.

Mientras la miraba, evitando soltarme del agarre de Sevika que me arrastraba con ella de nuevo con la excusa de volver al trabajo, me dije que yo tampoco necesitaba amigos si iban a ser tan bordes como ella.

Y esperaba de corazón, que ni Silco ni Sevika me forzasen a verla más. No me gustaba.

𓍯 ࣪🦴. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por su apoyo.

omggg estaba emocionada de subir esto, otro capitulo, aaaaa. amo a mi bebé kael y todo lo que se viene; con bastante probabilidad, haga más que dos capítulos de ellos en niños, pero quiero que vean la relación de estos cuatro personajes en todas sus facetas. silco ve a kael como un soldado, cercano al igual que sevika, pero no como ella ve a kael; puede que no haya dado muchas pistas ahora, pero sevika se convertirá en una madre para el niño.

lo que hace la convivencia, ¿eh? amo esta historia, pero también la de zaira y jinx; como la de mi querido viktor (ambas subidas); pronto subiré otra de viktor y de vi, y de cait.

nos vemos pronto, arcanos.

𓆤.

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