vi. horror en la enfermería
CAPÍTULO SEIS
𝗩er a Hisoka cada día en tu trabajo ya se había convertido en parte de tu rutina. Si bien no siempre venía a la misma hora, no fallaba en hacer acto de presencia. Cuando él tardaba en aparecer incluso notabas un hormigueo nervioso en la boca de tu estómago, como si algo te faltase, y no podías evitar mirar ansiosa a la puerta de la entrada con el deseo de que al fin apareciera. ¿Estabas comenzando a sentir algo por él?
No debías caer en la tentación. Amelia te había advertido de lo peligroso que era ese hombre, no sólo como rival en la lucha, si no como persona. Ella decía que revoloteaba de flor en flor, que era incapaz de comprometerse y ser fiel, que no tenía sentimientos y que sólo buscaba diversión. Te rompería el corazón si eras tan tonta como para caer en su juego. Además, para reforzar sus consejos, te había advertido de que si se te ocurría liarte con él, tendría que despedirte.
No entendías porqué Amelia lo odiaba tanto... Vale que Hisoka era turbio, extraño, extravagante, siniestro e incluso demencial; pero había demostrado que también podía ser dulce y caballeroso. ¿Te estabas dejando engañar como con su truco de cartas? ¿No eras capaz de discernir lo real de lo falso? Tal vez su indiscutible atractivo te cegaba y te dejabas envolver en su trampa.
No podías negar que te sentías halagada por tener la atención de Hisoka sobre ti. Él era jodidamente guapo y tenía un cuerpo de escándalo, además tenía decenas de admiradores, un montón de chicas hermosas que cualquier hombre mataría por tener; y sin embargo, ahí lo tenías cada día suplicando por una cita y una oportunidad de conquistar tu amor.
Nunca nadie se fijaba en ti, siempre pasabas desapercibida, y que él lo hiciera de esa manera te hacía sentir especial y deseada. Aunque por otra parte —una parte que tú pensabas que era la sensata y realista— tratabas de convencerte de que sólo estaba antojado de ti porque no habías caído a la primera de turno, pero que se cansaría tan pronto como consiguiera salirse con la suya.
Dejando a un lado todo eso, era un hecho que cada día Hisoka tenía una nueva dolencia que lo obligaba a acudir a la enfermería: había tenido tos, dolor de cabeza, dolor de espalda, dolor de estómago, de oídos, de muelas y de prácticamente cada parte de su anatomía; mareos, vértigos, cólicos, neuralgias, alergias... Había padecido de mil y un males y Amelia ya hacía días que había agotado su paciencia. No lo soportaba más.
Aquella mañana Hisoka apareció en la enfermería quejándose de un leve dolor en la mano. Había un diminuto rasguño en su dorso. Algo que obviamente no podría dolerle a alguien que supuestamente continuó luchando sin inmutarse tras haberse arrancado ambos brazos (aunque aquel asunto continuaba siendo todo un misterio).
Pero no importaba.
A estas alturas ya todos sabían a qué se debían las visitas de Hisoka a la enfermería. Cuando le echaste en cara que se inventaba todas sus enfermedades, él había sido claro contigo: le dolía no tenerte. Le dolía el corazón por falta de amor, le dolía el cuerpo por falta de ti. No había medicina ni terapia que pudiera sanarlo excepto tú, la cura de todos sus males.
Se sentó en una silla al fondo de la sala de espera, creando un ambiente incómodo a su alrededor. Ese día estaba especialmente guapo. El color de su ropa le favorecía y resaltaba su figura perfectamente musculada y definida. Su cabello recién teñido enmarcaba a la perfección sus rasgos y su piel pálida, decorada con su característico maquillaje que a ningún otro ser humano excepto a él podría favorecer. Su aroma era tan atrayente como su apariencia, un aroma de flores y azúcar que a la vez era dulce y masculino. La estela que dejaba a su paso era deliciosa, como cuando hueles un pastel recién horneado y se te hace la boca agua antes de poder verlo y probarlo. Así era él, una verdadera tentación.
Terminaste de atender a un niñito de cuatro años que se había rasguñado la rodilla al caerse por ir corriendo por los pasillos. Salía de la consulta con una tirita de dinosaurios cubriendo su herida y lágrimas en los ojos. Te daba lástima que llorara tanto, así que antes de que se fuera, te agachaste a su altura y le regalaste unas chuches. Enseguida los ojos del niño se iluminaron y en su carita se formó una sonrisa. Le sonreíste de vuelta y revolviste su cabello, despidiéndote de él.
Cuando te disponías a llamar al siguiente paciente, Hisoka se levantó de la silla y se puso frente a ti, dejándote con la palabra en la boca.
—Yo soy el siguiente —dijo con tono seguro, sin apartar sus hechizantes ojos color ámbar de los tuyos.
Te sentiste hipnotizada por su mirada, por su voz, por toda su presencia. Diste un paso atrás y te giraste de nuevo hacia tu consulta, indicando que te siguiera. Pero Amelia rompió la magia de ese momento tan random, haciéndote sentir estúpida por tu poca profesionalidad y devolviéndote de nuevo al mar de dudas que era tu vida desde que conociste a Hisoka.
—Señor Morow, le invito a abandonar la clínica. Deje de distraer a la señorita t/n. Empieza a comportarse como un acosador. No querrá que tenga que llegar al punto de denunciarlo y pedir una orden de alejamiento. Llevemos esto por el cauce amistoso —dijo Amelia.
—¿No es negligencia negarle auxilio a un herido? —replicó Hisoka, sonriendo levemente.
Al oír la declaración de Amelia se giró hacia ella, dejándote a su espalda. En cuanto tu jefa lo tuvo de frente y su mirada intimidante se posó sobre ella, su voluntad de enfrentarse a Hisoka comenzó a flaquear, presa de un terror repentino que tú también pudiste percibir. Era como un mareo, como náuseas, algo escalofriante que inundó la sala y que desapareció tan pronto como llegó.
—S-se l-lo r-repito, s-señor Morow —Amelia respiró hondo antes de proseguir con firmeza—: No vuelva más por aquí a no ser que sea por razones estrictamente médicas...
Entonces, ocurrió lo impensable.
Sentiste a una de tus compañeras gritar, al igual que a la gente que todavía aguardaba en la sala de espera. Un repentino caos y estado de shock se adueñó del ambiente, pero tú no podías ver qué pasaba desde tu posición detrás de Hisoka. Además, te sentías un poco mareada tras la explosión de aura que había liberado hace unos instantes, aunque sólo hubiese sido durante una milésima de segundo.
—¿Considera esto una razón estrictamente médica? —cuestionó Hisoka.
Y entonces, con la cara horrorizada y desencajada de Amelia de fondo, pudiste ver los dedos partidos de Hisoka y la sangre goteando hasta el suelo cuando levantó la mano para mostrarle su obra a los espectadores: se había lesionado a sí mismo en vivo y en directo, justo allí, sólo para ser atendido por ti.
La buena de Amelia sufre porque por mucho que le gustaría vetarle la entrada a Hisoka, no puede negarle la atención médica a ningún paciente, y mucho menos a un amo de piso.
Faltan dos para el final.
Gracias por leer <3
⸻ℐrisෆ
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro