ii. truco de magia
CAPÍTULO DOS
𝗣asaste el resto de la tarde pensando en Hisoka y el asunto de los brazos. ¿Por qué un desconocido tan cruel y misterioso te tenía así? Ni tú misma podías responder a la pregunta, pero cuando terminaste tu turno, algo te impulsó a buscarlo y averiguar qué había pasado. Tal vez necesitaba ayuda, así que te llevaste un pequeño botiquín contigo. Te hubiera gustado decir que lo que te movía a hacer esto era tu férrea vocación de enfermera, pero sabías muy bien que la curiosidad era lo que te impulsaba.
No fue difícil dar con el cuarto de Hisoka. Todo el mundo allí lo conocía, aunque absolutamente nadie quería tener problemas con él. Al doblar la esquina, la puerta de su habitación apareció ante ti, haciendo que la inseguridad y el miedo te envolvieran repentinamente. ¿Era buena idea plantarse en la habitación del amo de piso más fuerte y peligroso de todo el Coliseo del Cielo y perturbar su descanso?
Respiraste profundamente y soltaste el aire de tus pulmones con lentitud, tratando de sacar afuera el nerviosismo que súbitamente se había apoderado de ti. Funcionó, y diste un paso adelante en dirección a la puerta de entrada a los aposentos de Hisoka. Sólo ibas a verlo para comprobar si sus brazos estaban bien y si necesitaba ayuda, nada más ¿Podría molestarse por eso?
Antes de que tu cerebro pudiese procesar una respuesta, la puerta se abrió y una joven de cabello rosa, pequeña estatura y lindas facciones salió de la habitación.
Vaya. Parece que sí era cierto que Hisoka era un sexópata.
Primer rumor confirmado.
Dudaste de tu propósito y al comprobar la situación actual, optaste por dar media vuelta ya que todo parecía ir bien. Volviste sobre tus propios pasos, dispuesta a regresar a tu piso, pero al doblar la esquina y llegar a las escaleras, un aura misteriosa te erizó la piel. Antes de poder reaccionar, alguien frente a ti te bloqueó el paso mientras sostenía una carta apuntado a tu cuello.
Era Hisoka. Había percibido tu presencia.
Te miró desde arriba, observándote con sus enigmáticos ojos ambarinos. Te sentiste pequeña a su lado y no era por la diferencia de estatura, si no por el evidente y abrumador poder que emanaba de él. Podría matarte ahí mismo antes de que te dieras cuenta. Un paso en falso y aquella afilada carta podría cortarte la yugular. Tratando de aligerar la situación, decidiste hablar.
—Parece que tus brazos están muy bien —comentaste alegremente, observando, en efecto, como las extremidades estaban perfectamente unidas a su cuerpo y sin rastro de heridas o cicatrices de ningún tipo. No sabías qué era lo que había visto la gente, pero desde luego sus brazos estaban intactos—. Escuché que te los habían cortado.
—Así que eres una fan que no fue a ver mi pelea —comentó tranquilamente.
—No soy tu fan —respondiste algo molesta, haciendo que los labios de Hisoka se curvaran ligeramente hacia arriba—. No pude ir porque estaba trabajando —te disculpaste, como si tuvieras que darle una explicación por no haberlo hecho.
Te sentiste tan idiota, pero la presencia tan cercana de Hisoka era imponente y no sabías qué decir o hacer.
—¿En qué trabajas? —preguntó, acercándose más.
—Soy enfermera —dijiste, ahogándote casi cuando tragaste saliva—. Trabajo en la planta 200, atendí a tu oponente y escuché lo que había pasado en vuestra pelea, por eso vine aquí, para ver si necesitabas ayuda.
Hisoka te miró por una milésima de segundo que te pareció eterna, analizando tu aspecto y tus reacciones. Te sentiste un poco incómoda bajo su escrutinio, era bastante intimidante. Estaba claro que no te consideraba una amenaza, no podrías ni hacerle un rasguño aunque utilizaras todas tus fuerzas, pero trataba de averiguar si le decías la verdad o ocultabas algo. Finalmente pareció relajarse y te ofreció una suave sonrisa que hizo que sus ojos se entrecerraran. No te resultó para nada tranquilizadora, más bien te pareció que la situación le estaba divirtiendo y eso no sirvió para calmarte.
—Oh, mis brazos... Eso no fue más que un simple truco de este humilde mago. Un truco como éste —dijo, apartando la carta que hasta entonces apuntaba a tu cuello para mezclarla con el resto de la baraja que sostenía en su otra mano.
Tras unos cuantos movimientos, te pidió que eligieras una y la memorizaras. Sostuviste la elegida entre tus manos un par de segundos y volviste a introducirla en la baraja. La situación era tan extraña, estabas muy tensa. Hisoka mezcló de nuevo y a continuación lanzó todas las cartas al aire, haciendo que una de ellas, tu carta, permaneciese levitando frente a ti mientras las demás caían al suelo.
—¡Oh vaya! ¡Es increíble! ¿Cómo lo has hecho? —preguntaste fascinada por el pequeño truco.
—El as de corazones también es mi carta favorita —afirmó con un tono de voz que podría derretir un mismísimo iceberg ante tu inocente asombro—. Puedes quedártela con una condición.
—¿Cuál?
—Ven a cenar conmigo esta noche.
—¡¿Q- qué?! —cuestionaste con incredulidad. No es que no te pareciera atractivo o interesante pero recordaste cómo minutos antes una hermosa mujer había salido de su cuarto, probablemente para celebrar su victoria en el combate, por no hablar de todos esos horribles rumores acerca de él que tantas veces te habían contado —. Pero si apenas nos conocemos...
—Una cena es una excelente manera de hacer que dos personas se conozcan ¿No crees?
—Tengo muchas cosas que hacer, el trabajo me está matando, de verdad no puedo —te excusaste, tratando de ocultar la verdadera razón. No querías ser el premio de consolación de un mujeriego que no te iba a valorar más allá de una noche. Además te sentías intimidada y un poco insegura, casi nunca nadie se fijaba en ti, y de pronto ahora el chico carismático, atractivo y popular del Coliseo te pedía una cita. Tenía que ser una broma cruel y sin gracia.
—Entiendo —murmuró divertido, apoyando sus brazos sobre las caderas—. Qué profesional por tu parte perder tu valioso tiempo en venir hasta aquí sólo para comprobar personalmente mi estado, con todo el trabajo que tienes.
—No es eso, yo... —Sentiste como el calor de la vergüenza corría hacia tus mejillas y te giraste para evitar que Hisoka viera el rubor. ¿Qué te estaba pasando?
Antes de que pudieras salir de su alcance, extendió su mano y depositó el as de corazones en la tuya.
—Piénsalo. Me gustaría agradecerte por este detalle.
El mago observó cómo te alejabas por el pasillo sin decir nada más. Cuando llegaste a tu habitación, pudiste comprobar que en la carta había escrito el nombre de un restaurante, una hora y una pequeña carita sonriente dibujada al lado. Tu corazón todavía latía a mil y te temblaban las piernas, te costó un buen rato tranquilizarte.
No fuiste a la cita.
Y Hisoka se lamentó por ser la segunda vez que lo plantaban en menos de 24 horas.
El Coliseo del Cielo era un lugar muy aburrido cuando no había peleas.
Qué difícil es plasmar la esencia de Hisoka tratando de escribir algo que desencadene en romance sin que él parezca muy ooc... Me estoy tirando de los pelos porque tengo miedo a hacerlo mal. Espero que te haya gustado y muchas gracias por leer <3
⸻ℐrisෆ
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro