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Beomgyu camino lento hasta la cocina, como todas las mañanas no se había puesto sus pantuflas y caminaba por el piso frío de madera. Su madre ya le había dicho que se enfermería pero no le importaba una gripe no es grave.

En la casa solo se escuchaba las pisadas de sus pies contra el piso hueco, cuando llegó a la cocina miro todo al frente de él y suspiro.

El chico de cabello largo se acercó a la isla y tomó un cereal abierto que tenía de unas semanas y tomó un plato hondo para poner el cereal ahí.

Colocó los pequeños trigos negros en el plato y con la mirada busco la leche, había olvidado que ya no había desde hace tres días pero no importo, tomo el plato y se sentó en la silla que tenía cerca, puso su cereal sobre la mesa y comió con las manos.

La casa estaba en completo silencio, lo único que se lograba escuchar era el sonido de los cereales romperse por las mordidas de Beomgyu.

Beom comía mirando a la nada como si ese nada fuera todo, como si ese nada fuera una serie, como si ese nada fuera un receso, como si ese nada fuera paz.

Saco su mano de su boca y la puso en el plato que ya se encontraba vacío, hizo una mueca de desagrado porque la única comida que tenía se había acabado, igual no era la primera vez que se quedaba con hambre.

Puso su plato a un lado y se desparramó en la silla de madera, puso sus manos en la mesa y empezó hacer un sonido con sus dedos, estaba jugando con ellos y el sonar del recuerdo; la hermosa melodía que su madre le cantaba para que él durmiera.

Comenzó a taradear una canción que no recordaba con exactitud pero podía juntarla con el moviendo de sus dedos.

—el Monstruo no debe de tocarte, debes de esconderte cuando suenen sus pasos por el pasillo corre a la mesa y esconde tu cabeza.

Beomgyu cerró la boca de repente y miro asustado a la puerta escuchando con atención los pasos que sonaban dentro de los pasillos, los recordaba.

Se paró de la silla intentando no hacer ruido y se agachó en el piso, estando de cuclillas entro debajo de la mesa tapándose con la manta de esta.

El chico vio a un hombre ponerse enfrente de la puerta, no podía ver su cara solo sus pies, usaba un pantalón de mezclilla sucio y lleno de lodo al igual que sus botas de trabajo negras. Aquel hombre se quedó mirando la cocina unos minutos hasta que dio media vuelta y se fue, Beomgyu respiro intentando no hacer demasiado ruido.

Detrás de la manta blanca vio como el hombre dejo manchas de lodo en el piso de madera, su cuerpo aún temblaba pero no de miedo si no de frío, el sonido de unas mini pisadas a lado suyo lo hicieron voltearse, vio a un escarabajo negro con tonalidades azules y verdes brillantes, beomgyu lo miro atento viendo cómo aquel insecto se acercaba a el.

Con su mano agarro a el escarabajo y lo alzó enfrente de su cara, miro con atención el cuerpo del insecto contando las patas que esté tenía y los colores que desprendía. Lo puso en el piso y con su mano lo aplastó haciéndolo tronar.

El chico de cabello largo no tenía ni una expresión solo miraba serio el piso ahora embarrado de la sangre de ese bicho, giro su cabeza lento hacia enfrente y se quedó congelando cuando vio a el hombre de nuevo en la puerta.

Aún no veía su cara solo lograba ver sus pies pero eso era suficiente para que tuviera miedo, el sonido de la lluvia comenzó a sonar cuando las gotas comenzaron a sonar en el vidrio de la cocina.

El hombre no entro a la cocina solo se quedó viendo dentro de esta, dio media vuelta y camino al contrario de dónde venía.

Beomgyu suspiro intentando no hacer ruido, no quería ver nuevo a ese hombre que vigilaba la entrada. En el oscuro pasillo solo se escuchaban las pisadas que le causaban escalofríos.

—Beomgyu, sal de ahí es hora de comer —su madre llamo detrás de él.

Salió de la mesa y vio a su madre con un mandil rosa que usaba siempre que cocinaba, su pelo corto y planchado la hacia verse linda, miró las ventanas y la lluvia había acabado ahora solo había una luz amarilla que lo hacían cerrar los ojos, el sol de afuera era fuerte, escuchaba los pájaros cantar y como toda la luz penetraba la casa.

—¿Como durmió mi bebé?

El chico de cabello largo la miro y sonrió ante el apodo de su madre, se sentó en la silla de madera y su madre le sirvió unos huevos en el plato, la sartén en el que los servían hizo que el brazo de Beomgyu se pusiera caliente por el calor.

Gyu miro su brazo y un morado salió poco a poco, no lo extraño, siempre salían de la nada.

bien.

Tomo la cuchara y sonrió a su mamá que se apoyaba de la mesa viéndolo comer, el menor comenzó a comer lento disfrutando de la deliciosa comida casera de su madre, mucho mejor que el cereal solo.

Cerro sus ojos disfrutando de toda la esencia cremosa de los huevos con jamón que su madre había hecho, el perfume de su madre penetró su nariz cuando paso por su lado; sin ver solo sentir su caminata disfrutaba su comida, beomgyu comenzó a comer con los ojos cerrados y sonriendo por lo bien que se sentía todo.

El perfume de su madre era bueno, le gustaba mucho porque le recordaba cuando el era pequeño y su madre lo arrullaba para que durmiera, aquel olor a pan caliente con miel le gustaba tanto que podía pasar horas inhalando ese aroma.

Puso la cuchara en el plato buscando un poco de huevo para ponerlo adentro del este, cuando sintió un bulto en la cuchara la subió hasta su boca y dió una mordida grande.

Aún con los ojos cerrados, mordió la cuchara haciendo crujir lo que tenía en su boca.

El huevo con jamón no crujía, Beomgyu frunció el ceño y abrió los ojos, su madre ya no estaba en la cocina y lo que tenía en su boca no era la textura del huevo.

Con su lengua comenzó a inspeccionar su bocado, aún tenía todo dentro de boca intentando adivinar que era, era inútil.

Saco la cucharada de su boca que estaba un poco destruida y con baba, la miro atento y se percató que lo que había metido en su boca era un escarabajo negro, el mismo que había matado antes.

Aún sentía trozos en su boca así que dejó la cuchara en el plato y con su mano saco lo que sobraba, un pequeño pero filoso pedazo de cristal estaba entre sus muelas.

Aquel vidrio estaba bañado de sangre; con su lengua recorrió sus dientes saboreando el sabor a sangre que desprendían, cuando saco todo de su boca miro la ventana.

Seguía siendo de día, pero ahora no era soleado y tampoco llovía más bien era un clima normal sin frío pero sin sol, mirando a la nada; sintió como un líquido recorría su barbilla con un sentimiento de cosquilleo.

Con su mano limpio está, manchando su mano pálida de sangre que se derramaba de su boca.

La sangre salía sin parar, por más que lo limpiaba con sus manos y con la tela de su suéter negro, la sangre no dejaba de salir, se asustó y se paró de su asiento de repente.

Corrió hasta el lavamanos y abrió la llave intentando hacer un pequeño barco de agua con su mano para meterlo a su boca, cuando abrió la llave, lo que tenía que ser agua transparente solo era agua sucia llena de lodo con un olor a excremento.

No le dio tiempo de cerrar la llave, camino hasta atrás asustado aún con la sangre de su boca hasta que choco con la estufa negra y vieja.

Un pinchazo lo hizo ver sus pies, había pisado un vaso de cristal roto que estaba en el piso, no sabía lo que pasaba, estaba asustado.

Tomo su pie con una mano y con otra tapo su boca aún llena de sangre hasta que escucho unos pasos por el pasillo acercarse, se dio cuenta de esto y corrió rápido a la mesa tirándose al piso sucio y metiéndose a la mesa de madera.

El hombre volvió a pararse enfrente de la cocina por unos minutos, ahora más, beomgyu lo miro atento y vio como el hombre dio media vuelta y se fue.

Suspiro, abrió su boca dejando caer el gran chorro de sangre que tenía retenido, mancho su pijama negra pero eso no le importo, aún sostenía su pie cortado esperando a que dejara de sangrar por la presión que ejercía.

Beomgyu se recostó en el piso manchado intentando acomodarse en el pequeño espacio, puso sus manos a un lado de su cabeza intentando dormir.

Comenzó a ignorar los sonidos de afuera, las pisadas del hombre y la sangre de su boca que aún chorreaba.

—el Monstruo no debe de tocarte, debes de esconderte cuando suenen sus pasos por el pasillo corre a la mesa y esconde tu cabeza.

Repitió una y otra vez hasta quedar profundamente dormido.

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