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SENTÍ EL GEL FRÍO en mi estómago y un escalofrío recorrió mi espalda. Hyunjin comenzó a mover el transductor, sus manos firmes pero gentiles.
—Prepara todo y solo haz la cirugía, por favor —le pedí, mi voz apenas un susurro.
Hyunjin suspiró pesadamente y continuó con la ecografía. El silencio en la sala era abrumador, roto solo por el sonido del aparato. Estuvo así unos minutos hasta que sentí que despegó el transductor de mi estómago. Abrí los ojos y vi su expresión preocupada.
—¿Qué pasa? —pregunté, mi voz temblando ligeramente.
Hyunjin me miró con seriedad.
—No puedo ver a tus bebés.
—¿Qué?
Sentí un vacío dentro de mí. Si tanto quería abortar, ¿por qué me dolía la pérdida de uno de mis bebés?
Mis bebés...
—Esto pasa con tres de cada diez madres —su mirada intentaba ser relajada, pero la preocupación era evidente—. Es cuando...
No quiero escuchar lo que está por venir.
—Olvídalo, no voy a escuchar esto.
Aparté bruscamente su mano de mi abdomen y me levanté rápidamente. Hyunjin agarró mi brazo en un intento de detenerme.
—¡Suéltame!
—Oh Sunhee...
Salí rápidamente del consultorio, con el corazón latiendo desbocado y la mente en caos. Me dirigí a la parada de autobuses. El tonto de Gyeol tenía mi auto, y no iba a llamarle para que viniera por mí o se enterara de todo.
¿Qué hubiera pasado si mi bebé siguiera dentro de mí? ¿Hubiera sido capaz de abortar?
El sonido del autobús me sacó de mis pensamientos. Entré y me senté lo más alejada de las puertas, buscando un rincón donde pudiera procesar todo en soledad. A través de la ventana, el mundo exterior parecía moverse en cámara lenta mientras mi mente se llenaba de imágenes y preguntas sin respuesta.
El autobús avanzaba, y con cada parada, más personas subían, pero yo me sentía aislada en mi propio mundo de confusión y dolor. Miré las manos de las personas a mi alrededor, algunas sosteniendo a sus hijos, otras acariciando sus vientres abultados, y no pude evitar pensar en lo que había perdido. Mi visión se nubló con lágrimas que luché por contener.
Las calles conocidas se convirtieron en un borrón mientras el autobús me llevaba más lejos de la clínica y más cerca de una realidad que no quería enfrentar. La voz de Hyunjin resonaba en mi cabeza, mezclándose con la de Jeongin y el eco de mis propios pensamientos.
Finalmente, el autobús se detuvo cerca de mi casa. Bajé lentamente, sintiendo el peso de cada paso. Caminé hacia la puerta, cada movimiento una lucha contra la marea de emociones que amenazaban con desbordarse. Al entrar, el silencio de mi hogar me envolvió, y me dejé caer en el sofá, abrazando mis rodillas.
Las lágrimas, que había contenido durante tanto tiempo, finalmente encontraron su camino. Sollozaba silenciosamente, dejando que el dolor y la incertidumbre se filtraran con cada lágrima. Me quedé así, perdida en mis pensamientos y emociones, tratando de encontrar una manera de seguir adelante en medio del caos que ahora definía mi vida.
Caminaba lentamente por el pasillo de la academia, con la mente aún centrada en los detalles de la clase que había terminado minutos atrás. Con un suspiro, me dirigí hacia el tablero de anuncios para poner las nuevas inscripciones de estudiantes. Era una rutina, algo que siempre hacía sin pensar, hasta hoy.
Un montón de estudiantes agolpados frente al tablero me impedía el paso. Intenté asomarme para ver qué les interesaba tanto, y al hacerlo, sentí como si mi alma abandonara mi cuerpo. Ahí, a la vista de todos, estaba la ecografía. La foto de mis pequeños embriones, algo tan privado y doloroso, expuesto para que todos lo vieran.
El corazón me latía con fuerza, y mis manos comenzaron a temblar. Me sentí atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar. Seungmin, el otro maestro de turno, se abrió paso entre la multitud de estudiantes, arrancó el anuncio y mandó a todos a sus próximas clases. No podía pensar, todo mi ser estaba paralizado por el horror y la vergüenza.
—Vamos —dijo Seungmin, jalándome del brazo. Apenas registré su voz mientras me arrastraba hacia la azotea.
Mi mente seguía girando en espiral. Esto podría acabar con mi carrera. Todo lo que había trabajado tan arduamente para construir podría derrumbarse en un instante. Cuando finalmente pude hablar, mi voz era apenas un susurro.
—¿Cómo sabías que tenía esa foto? —me volteé para encararlo, la ira y el miedo mezclándose en mi interior—. ¿Me has estado investigando?
Seungmin se rió sarcásticamente, pasando la lengua por sus labios secos.
—Para nada —dijo, con una falsa sonrisa de inocencia—. ¿Sabes que mi esposa espera nuestro segundo hijo, no? —Se acercó un poco más, su tono era de burla—. Ella se atiende en la famosa clínica "Obstetricia y Ginecología Hwang".
El aire se me escapó de los pulmones.
—¿Obstetricia y Ginecología Hwang?
—Sí, mi esposa te vio pedir un aborto —me señaló, haciendo una pausa dramática—. Al principio pensé que estaba equivocada, pero investigué un poco por si acaso. Y bingo.
Sentí una oleada de náuseas. Él era un ser despreciable.
—¿Tu familia no lo sabe aún? —fingió pensar, y luego se rió con crueldad—. Me sorprende que aún no lo noten, tu estómago creció. Tu madre me enviaba el almuerzo, pidiendo que te cuidara bien. Se sorprendería al enterarse.
Suspiré, derrotada. Me tenía atrapada. No había otra opción.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunté, mi voz apenas audible.
—Que renuncies ahora mismo.
Abrí los ojos con sorpresa, incapaz de creer lo que estaba escuchando.
—¿Por qué me haces esto? —el coraje me invadió y sentí mis mejillas arder—. Empecé como tu asistente. Te lavaba la ropa, la planchaba, compraba tus cigarrillos, y hasta te traía aquí.
—Tal vez no debiste esforzarte tanto —suspiró, aparentemente aburrido—. Me lloraste y me rogaste que te aceptara como asistente, pero olvidaste tu lugar e intentaste reemplazarme.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Cada palabra era un golpe directo a mi orgullo y a todo lo que había soportado.
—Dame tiempo, por favor —imploré, sabiendo que mi carrera pendía de un hilo.
—Esta es una institución educativa conservadora —se paró de la banca y me mostró la foto antes de dejarla caer al suelo—. Será mejor que renuncies ahora si no quieres que tu carrera acabe.
Seungmin se fue, dejándome sola en la azotea, con la foto de mis embriones a mis pies. El viento soplaba suavemente, pero sentía como si todo mi mundo se desmoronara. Estaba acabada. Todo lo que había hecho para llegar aquí, cada sacrificio, cada esfuerzo, todo parecía haber sido en vano.
Caminaba por las calles nocturnas, perdida en mis pensamientos. La luna llena iluminaba mi camino, pero no lograba calmar el torbellino que se desataba en mi mente. Cada paso que daba parecía llevarme más lejos de la tranquilidad y más cerca de una verdad incómoda.
Al llegar a un pequeño puesto de pollo y soju, el aroma a comida frita me llamó la atención. Entré, buscando algo que me distrajera. El lugar era modesto, con mesas de madera y luces cálidas colgando del techo. Me senté, esperando a que alguien tomara mi orden, cuando una discusión cercana llamó mi atención.
—¿No tiene efectivo pero sí un cheque? —El dueño del puesto discutía con una señora mayor que parecía perdida—. Vaya al banco y busque cambio.
Suspiré, sacando mi cartera mientras me acercaba.
—Los bancos están cerrados —dije, sintiéndome exasperada—. Tome, déjela ir.
El dueño aceptó el dinero con una inclinación de cabeza, y la señora me miró con gratitud antes de sentarse frente a mí. Aunque quería estar sola, su sonrisa amable me desarmó.
—Tomemos algo juntas —dijo, acercándome un plato de fideos y sirviendo soju en dos pequeños vasos—. No puedes beber con el estómago vacío. Come un poco.
—¿Disculpe? —respondí, aún más confundida.
—Solo soy una mujer mayor que huyó de casa, linda.
Tomé el vaso de soju y me serví un poco. Pero al acercarlo a mis labios, la imagen de mi bebé vino a mi mente, llenándome de una culpa abrumadora. Rápidamente, escupí el soju en un vaso vacío que había en la mesa. Mis manos temblaban.
—Debe serlo. ¿Gemelos?
La señora me observaba con interés mientras yo escondía la foto rápidamente.
—Eran gemelos. —Suspiré, sintiendo cómo la tristeza me invadía de nuevo—. Uno desapareció.
Ella tomó mi mano con un gesto de comprensión, acariciándola suavemente.
—Ojalá hubieran desaparecido los dos —murmuré, tratando de controlar el dolor que se reflejaba en mis palabras.
—Pero no pasó así —dijo ella, apretando mi mano con afecto—. Ese pequeño bebé se aferró a la vida, igual que tú. Yo también fui madre soltera. Mi hijo tiene veinticinco años ahora, pero aún actúa como un adolescente rebelde.
Sacó una foto de su abrigo y me la mostró. Era un niño pequeño, sonriente y lleno de vida.
—Tenía dos años cuando tomé esta foto —dijo con una mezcla de tristeza y orgullo—. Ahora ya no quiere ni saber de mí.
—¿Debe odiarlo por eso?
—No, linda. Parte de ser madre es ser fuerte y estar ahí cuando tus hijos te necesiten. —Se secó unas lágrimas antes de continuar—. Sé que regresará en cualquier momento, y si no lo recibo yo, ¿quién más lo hará?
Se levantó, tambaleándose un poco por el efecto del soju. La conversación me había tocado profundamente. Pagué la cuenta y noté un maletín olvidado cerca de la mesa. Lo recogí, decidida a devolverlo, pero no sabía dónde había ido la señora.
Salí del puesto y comencé a buscarla, tropezando con alguien en el camino. Levanté la vista y me encontré cara a cara con el Doctor Hwang.
—¿Doctor Hwang? —me sorprendí al verlo allí. Sin embargo, él me ignoró y entró en el puesto sin decir una palabra—. Qué hombre tan loco.
Continué mi búsqueda, llegando a un parque solitario. Mientras caminaba, sentí que alguien me arrebataba el maletín de las manos.
—¡Ey! ¿Ahora me sigues? —protesté, girándome para ver a Hwang—. Creí que habíamos dicho dejar de molestarnos.
Él rodó los ojos, sacando su celular para mostrarme una foto.
—¿Bebiste con esta mujer?
—¿Qué? —me acerqué para ver la imagen. Era la misma señora—. Sí, ¿la conoces?
—Es mi madre.
—¿Tu madre? Dios mío. —Saqué la foto del niño que ella me había mostrado y la comparé con Hwang—. Así que eres tú. ¿Eras así de lindo? —Hice una mueca al notar el parecido—. Ay, ¿qué te pasó?
Me arrebató la foto con brusquedad y la guardó en su abrigo, mirándome con enojo.
—¿Por qué la emborrachaste? Ella no tolera el alcohol. ¿Por qué la emborrachaste?
A veces se me olvida lo grosero que puede ser.
—Nunca la emborraché —repliqué.
—Tú también bebiste, ¿no? ¿Bebiste alcohol después de huir así ayer? ¿Qué no sabes nada del embarazo? —Su tono era severo, y sentí como si sus palabras me apuñalaran—. No puedes beber aún, hayas abortado o no. ¿Por qué eres así? ¡Te embriagas si algo sale mal, y dibujas en el auto de un extraño si te enojas! ¿Tus problemas desaparecen cuando haces lo que quieres? ¿Tienes idea del daño que me causaste?
—¿Daño? —grité—. ¡Que tengas cara de infiel no es mi problema!
Abrió la boca, dispuesto a seguir gritando, pero se detuvo y suspiró, exasperado.
—Olvídalo. No quiero hablar con alguien como tú. No podría salir nada bueno de involucrarse contigo. Me voy.
No, no dejaría que él tuviera la última palabra.
—¡Sí, tomé un trago! —lo detuve antes de que se fuera, acercándome más—. Tomé un trago y lo escupí en otro vaso porque pensé en mi bebé. ¿Es eso tan malo? ¿Acaso eso significa que la obligué a beber? —Miré su cara transformada por el enojo—. Entiendo por qué tu madre estaba tan molesta. —Su expresión se endureció—. Dijiste que cortarías lazos con ella. Le rompiste el corazón. No finjas que te preocupas por ella.
—Cuidado con lo que dices, Oh Sunhee.
—Hizo un trabajo terrible. En la crianza de su hijo, quiero decir. Dile a tu madre que las cosas no se verán más fáciles para ella.
Choqué mi hombro contra su brazo, decidida a irme, pero su voz me detuvo una vez más.
—Increíble. Con razón no tienes amigos.
—¿Qué dijiste?
—Qué tan sola te sientes para pedirle a un extraño que beba contigo —hizo un puchero falso—. Debe ser difícil para ti. No tienes a nadie en tu vida por tu horrible carácter.
Sus palabras me hirieron más de lo que esperaba, pero no me dejaría vencer tan fácilmente.
—Maldito —lo pateé en la espinilla—. Puede que no tenga amigos, pero siempre serás un extraño para mí.
Me alejé, escuchando sus gritos detrás de mí. Esa pequeña victoria me hizo sentir un poco mejor. Alguien tenía que darle una lección, y hoy había sido mi turno.
pero pero
Caminé por el pasillo de la oficina del director con la caja de anuncios temblando ligeramente en mis manos. Cada paso resonaba en el suelo de mármol, amplificando los latidos rápidos de mi corazón. Sabía que lo que estaba a punto de hacer era arriesgado, pero no podía seguir así. Con cada paso, la imagen de Seungmin, con su sonrisa de superioridad, me impulsaba a seguir adelante.
Al llegar a la puerta, respiré hondo, tratando de calmar los nervios que se arremolinaban en mi estómago. Abrí la puerta con fuerza controlada, haciendo que se abriera de golpe contra la pared. La caja que llevaba en las manos pesaba más de lo que debería, cargada con la evidencia de la hipocresía que había soportado demasiado tiempo. El estruendo hizo que Seungmin y el señor Park levantaran la vista de sus escritorios, con la sorpresa y la alarma pintadas en sus rostros.
—Oh Sunhee, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó el señor Park, su tono tratando de mantener una apariencia de calma, pero el nerviosismo era evidente en sus ojos.
—Quería hablar con ustedes antes de tomar una decisión —dije, mi voz más fuerte de lo que había anticipado, mientras dejaba caer la caja de anuncios sobre la mesa con un golpe sordo—. Esta es la última gota.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Seungmin, con una sonrisa burlona en su rostro—. ¿Otra de tus escenas?
—Señor Park —comencé, ignorando el comentario de Seungmin—, he intentado ser profesional. He soportado más de lo que debería, pero ya no puedo más. —Tomé un folleto de la caja y lo coloqué frente a él—. Esta es la verdad sobre su "profesor estrella".
—¿Qué es esto? —El señor Park tomó el folleto, su ceño fruncido mientras lo examinaba.
—Es la verdadera cara de Seungmin —dije, sintiendo la ira hervir en mi pecho—. No es el mentor ejemplar que aparenta ser. Se aprovecha de su posición, trata a todos con desprecio, y utiliza su poder para su propio beneficio.
—¡Esto es ridículo! —protestó Seungmin, su rostro rojo de furia—. ¡Son solo mentiras!
—No son mentiras, y lo sabes —repuse, clavando mi mirada en la suya—. He soportado tus abusos y tus juegos el tiempo suficiente. No pienso quedarme callada mientras haces de esta escuela un lugar tóxico para todos.
—¡Oh Sunhee, estás cruzando la línea! —El señor Park se levantó, su voz teñida de frustración—. No puedes acusar sin pruebas.
—Las pruebas están en cada uno de estos anuncios y testimonios —dije, abriendo la caja para mostrar la pila de documentos—. Pregúntele a cualquiera que haya trabajado con él. Esto es lo que realmente ocurre aquí.
—¡Oh Sunhee! —gritó Seungmin, avanzando hacia mí—. ¡Te estás arriesgando mucho!
—¡No me importa! —respondí, sintiendo cómo la presión de meses de silencio se rompía—. ¡No puedo trabajar en un lugar tan horrible como este! —Comencé a arrojar los volantes por toda la oficina, las hojas flotando alrededor de nosotros como nieve en una tormenta de invierno.
—¡Sunhee, para esto ahora! —ordenó el señor Park, su cara se puso roja de frustración.
—¡No puedo! —exclamé, las lágrimas ardiendo en mis ojos, pero me negué a dejarlas caer—. ¡Es todo! ¡Renuncio! ¡Prefiero dejar este lugar antes que soportar un segundo más de esta mentira!
Abrí la puerta con fuerza y, justo cuando cruzaba el umbral, choqué con alguien. El shock me recorrió como un balde de agua fría al ver a mi hermano, mi sobrina, y mi tío, todos con expresiones de sorpresa. Me detuve, tratando de calmar el temblor en mis manos.
Nos dirigimos a una pequeña cafetería cercana. El ambiente era tranquilo, una clara contradicción con el caos en mi mente. Me senté frente a Sungyeol, que me miraba con una mezcla de preocupación y enojo.
—¿De verdad estás embarazada? —me preguntó, sus ojos buscando una respuesta en los míos—. ¿Por qué no me respondes? —Al no obtener respuesta, se frotó el rostro con frustración—. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Quién es el padre? ¿Lo sabes? —Asentí ligeramente, y él asintió en respuesta—. ¿Te casarás con él? Responde, Sunhee, ¿se casarán?
Las palabras se atascaban en mi garganta. Pensé en la cantidad de veces que había deseado ser honesta con mi familia, pero ahora que la oportunidad estaba aquí, me sentía paralizada.
—¿Qué te pasa? Cuando llegaste a casa con Binbin, no te molesté con ella.
—No, solo le dijiste que me deshiciera de ella —su sarcasmo era como una daga que se clavaba en mi pecho—. Entiendo cómo te sentías, ahora quiero deshacerme del tuyo y aún no nace. Sí, fui lo suficientemente tonto para tener un hijo a los dieciocho años, pero tú no eres yo. —Su voz comenzó a quebrarse, y el dolor en sus ojos era innegable—. ¿Sabes lo que significas para mamá? Eres todo para ella.
—Sungyeol...
—Dijiste que embarazarse no es un crimen, pero lo es, al menos para mamá. Hazte un aborto.
Quería responder, decirle que lo había considerado, pero las palabras se me atragantaban. Sentía un nudo en el estómago que me impedía hablar.
—Necesito tiempo para pensar.
—¿Pensar? —replicó, levantándose bruscamente—. No hay nada que pensar. Hazlo antes de que mamá se entere. —Salió del café, seguido de mi tío y mi sobrina, que esperaban afuera.
Me quedé sentada, sintiendo el peso de sus palabras sobre mis hombros. Finalmente, me levanté y me dirigí a mi auto. Tenía que visitar varias clínicas para un aborto inmediato.
Llegué a la primera clínica con el corazón acelerado. El lugar olía a desinfectante y el ambiente era frío, clínico. Al pasar por la recepción, un folleto llamó mi atención. Era sobre una charla para madres solteras. Lo analicé detenidamente, una sensación extraña creciendo en mi interior. Algo me decía que debía ir, como si una corazonada me guiara en medio del caos.
Sentí que había una posibilidad de que esta charla me diera la claridad que tanto necesitaba. Guardé el folleto en mi bolso, con la esperanza de que encontrar respuestas fuera posible, incluso en los lugares más inesperados.
Entré al lugar de la convención y me detuve en la entrada, observando todos los puestos. Las luces suaves iluminaban el ambiente, y había un aire de optimismo palpable entre las mujeres embarazadas que reían y charlaban alegremente. Parecían tan en paz, tan seguras de sí mismas. En contraste, me sentía como una intrusa, fuera de lugar en este escenario de esperanza y alegría. Suspiré, desanimada, y estaba a punto de girar sobre mis talones y salir, cuando alguien se interpuso en mi camino.
Levanté la vista, y ahí estaba, el doctor Hwang. Su rostro mostraba una mezcla de arrepentimiento y preocupación. Parecía dispuesto a hablar, sus labios se abrieron, pero no quería escuchar lo que fuera a decirme. Una ola de frustración me inundó. ¿Por qué tenía que estar en todos lados?
Sin darle oportunidad de hablar, me giré bruscamente y me adentré en el lugar, buscando refugio entre los puestos. Me detuve junto a uno que ofrecía información sobre cuidado prenatal, pero apenas presté atención. Solo quería escapar de esa conversación, de ese remordimiento que veía en sus ojos. Sentía como si cada rincón de mi vida estuviera siendo invadido, y el peso de sus miradas y palabras empezaba a ser insoportable.
El bullicio del lugar contrastaba con el tumulto en mi mente. Me obligué a respirar profundamente, a calmar el latido frenético de mi corazón. A mi alrededor, las mujeres hablaban con entusiasmo con los expositores, sus manos descansando protectoras sobre sus vientres. Me sentí aislada en medio de esa burbuja de positividad, una solitaria espectadora en un mundo al que no estaba segura de pertenecer.
Me acerqué a una mesa con folletos sobre apoyo emocional durante el embarazo y tomé uno al azar, intentando aparentar interés mientras mis pensamientos seguían girando en torno al encuentro con el doctor Hwang.
───── 𝗔𝘂𝘁𝗵𝗼𝗿'𝘀 𝗡𝗼𝘁𝗲.! ⋆
• que no se note que me quedé sin ideas 😔
• amo a seungmin pero necesitaba a alguien de los perdidos para ese papel 💔
• vieron la actuación de jypapi 🫦🫦
• voten y comenten para más capítulos, este tiene 3000 palabras porq me emocione 🤪🤪
#NOLECTORESFANTASMA
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