【 🍓 】❛ ¿OMG, Are u ok? ❜
Desde pequeñas, Lisa fue la vecina de Jennie. Cada día de su vida la vio estar en el jardín delantero con sus muñecos, correr y juguetear con los otros niños del vecindario.
Jennie era un niña de cabellos castaños brillantes, mejillas regordetas y ojitos de gato. Tenía de amigos a todos en la ciudad, y no es por dramatizar. Ella nunca estuvo sola a la hora de una presentación, trabajo en grupo, ni al almorzar en la cafetería. Todo el mundo quería sentarse con la popular hija menor de los Kim, establecer una amistad y no separarse de la risueña chiquilla.
Luego estaba Lisa. Sus cabellos rubios, labios tiernos y mirada neutra. Nunca tuvo muchos amigos. Solía rechazar a los que pretendían acercarse para jugar con ella o interactuar en clases. Siempre tenía su rostro serio, sin expresión alguna más que el "Aléjate" escrito en la frente.
La mayor de los Manoban, nada popular. Todos preferían aislarla porque así lo pedía la rubia. Con sus lápices de madera fina, la croquera que llevaba a todos lados y sus fieles auriculares.
En su propio mundo.
La única persona que lograba hacerle levantar la vista y salir de su música; era Jennie Kim.
A Lisa se le hacía simplemente imposible no derretirse con esa maravillosa sonrisa con medias lunas que poseía la menor, parecía oler siempre a vainilla y su piel era pulcra, nívea. Todo de esa chiquilla era perfecto.
Por lo que Lisa decidió nunca acercársele, y es que no tenía sentido. Si, eran vecinas. Pero la niña era estúpidamente una estrella dónde sea que estuviera, mientras que hasta los bebés lloraban al tener los ojos asesinos de Lisa sobre sus pequeñas anatomías.
Aquella castañita decidió meter la cabeza en sus dibujos que intentar adaptarse al complejo mundo de la pequeña de cabellos rubios.
Sin percatarse que todas las noches, la misma chica que le cortaba la respiración le observaba desde la ventana de su habitación con un peluche en sus brazos y suspirando ante la imagen de la mayor durmiendo pacíficamente. Y es que a una Jennie de nueve años le parecía adorable cómo su vecina abultaba sus labios al dormir y aplastaba su mejilla contra la almohada.
Kim conocía de memoria todo el cuarto de Lisa; sus muebles de madera clara, los posters de superhéroes y las figuras de acción repartidas por todas las repisas.
Aquella pequeñita encontró su primer flechazo en Lisa Manoban, la chica callada de la escuela la cuál no hablaba con ningún alma, y mucho menos le hacía caso. Nunca le pilló mirándole como los demás niños, nunca le sonrió y mucho menos le habló.
De más grandes, la ignoraba completamente cuando intentaba ir a la escuela juntas. También al acercarse en los recreos o siquiera entablar una conversación; Lisa se dedicaba a mirarla, pero nunca le habló.
Jennie hasta llegó a pensar que la rubia era muda, pero le escuchó por primera vez en una presentación frente a su clase, la cuál era en grupo y Manoban estaba haciendo sola.
Ese día, la pequeña castaña de doce años entendió que a su vecina le gustaba estar sola. Con sus oídos cubiertos por música que desconocía y sus dedos dibujando quién sabe en su fiel croquera.
Pasaron los años, y Lisa se convirtió en el primer y único flechazo de una Jennie de diecisiete años.
Lisa, con dieciocho años, dejó de ser la solitaria rubia. Dejó que su cabello creciera hasta la altura de su espalda, medio rizado y lo tiñó azabache. Tatuó sus manos y se chismeaba que el abdomen también, se perforó ambas orejas y el labio inferior. Sus facciones maduraron a tal grado, que pasó a ser conocida por toda la ciudad como la joven sexy y guapa que salía a correr todas las mañanas sin falta con esas camisetas empapadas en sudor marcando su fila de abdominales perfecta. Además de ser la inalcanzable de la escuela, puesto que sólo abría su boca para hablar en clases. La niñita solitaria y nerd no era recordada por nadie a esas alturas.
Excepto por Jennie Kim, que tras ver el cambio radical de la chica en un año, no evitó sentirse un poco mal. A ella le gustaba la Lisa invisible, lidiar con todas sus amistades babeando por la azabache y rogándole que los dejara quedarse en su casa a dormir únicamente para ver a Lisa; le irritaba y unos celos tremendos le invadían.
Todos los años anteriores fue Jennie la única que la miraba con otros ojos, y ahora que todo el mundo anhelaba meterse en su cama, mientras que ella no se ganaba más de una mirada neutra; le dolía horrores.
Sobre todo cuando llegó Roseanne Park a la vida de su Lisa, convirtiéndose en su mejor amiga y estando todo el maldito día con ella. La sangre de Jennie hirvió como nunca.
Así fue como a sus dieciocho cumplidos, tiñó su cabello con mechones blancos; decidiendo utilizar su último año en esa escuela junto a su candente vecina para lograr tener su completa atención.
Jennie no quería para Lisa una sola noche. No, ella la quería para toda la vida. Por eso es que no le importó rechazar a toda la escuela y prácticamente toda la ciudad; Jennie era de Lisa, aunque esta otra no lo supiera.
Y todo mejoró cuando su mejor amiga de toda la vida, Kim Jisoo, estuvo de novia con la pálida gruñona de Rosé.
Los almuerzos eran entre las cuatro; la parejita feliz, la popular ganándose todas las miradas y coqueteos sutiles, y la guapota callada y difícil de la escuela robándose suspiros. La cafetería entera les daba atención y anhelaban formar parte de su grupo, pero Jennie no lo permitiría. No podía tener más gente ahí metida.
Lisa era para ella, siempre fue así. Y haría lo que hiciera falta para tenerla.
Bueno, hoy era uno de esos días de primavera frescos y soleados. A la hora de almuerzo, tres chicas hablaban animadamente sobre temas triviales y algunos chismes mientras mordisqueaban sus almuerzos.
Jisoo le robaba uno que otro beso a Rosé y esta le sonreía antes de devolvérselo. Jennie les miraba con cariño bebiendo de su malteada de chocolate y chateando en su celular, mientras que Lisa escuchaba música y miraba por la ventana de vez en cuando, concentrada en su comida más que en las demás.
Y evitando ser muy obvia al clavar su mirada en el preciosa castaña que no para de sonreír tan hermosamente y agitar su cabello, dejando su aroma a vainilla inundar las fosas nasales de Lisa. Tenía que controlarse, habían sido años de aceptar la dura realidad como para mandar todo a la mierda con algo tan trivial como un perfume.
Jennie era su debilidad, tan inalcanzable.
―¡Hey, Lisa! Madre mía, ¿Estás con nosotras? ―Rosé la sacude un poco y Lisa le da una mala mirada para luego asentir y volver sus ojos a su comida.
Jisoo se ríe entre dientes y enrolla su brazo alrededor de la cintura de su novia.
―No entiendo porqué la regañas si siempre ha sido así de callada, amor. No frunzas el ceño, te ves fea. ―La pelimorada deja un beso en la sien de la pálida, y esta relaja sus facciones entre risas golpeándole el pecho juguetonamente.
Jennie ríe por igual hacia la pantalla de su móvil llamando la atención de las dos chicas, y la de Lisa, pero esta en ningún momento le miró.
―Vaya, vaya... ¿Algo que contarme, Jendeukie? ―Cuestiona Jisoo arqueando sus cejas y mirando seria a la castaña. Rosé se burla.
―No entiendo porqué andas de metiche si siempre ha sido así de coqueta, amor. ―La rubia imita la voz ronca ajena ganándose un apretón en su cadera y pegando un saltito en su lugar. ―¡Eh! Me estaba burlando, y estaba inspirado. Lo arruinaste.
Jennie sonríe y Lisa bufa silenciosamente.
―Apoyo a Rosé, Chu. Deja a mis pretendientes en paz ―Saca su lengua en dirección a la pelimorada de su amiga y esquiva un pedacito de ensalada que Jisoo le lanza como venganza. ―¡Chichu mala!
―¿Ustedes se ponen de acuerdo para volverme loca? ―Dramatiza.
―Tú te vuelves loca sola, Jen tiene derecho a tener novio y yo puedo molestarte cuando quiera ―Rosé deja un besito en la boca entreabierta de su novia con aires indignados.
La castaña vuelve a reír más fuerte y cubre su boca.
―Ni te imaginas cómo era de niñas, no dejaba ni que me sentara en clases con otra ―Agrega al calmarse un poco.
―Imagínate lo que paso yo en clase de deportes. ―Rosé finge gruñidos y miradas asesinas a todos los chicos en la cafetería.
Sin evitarlo, ambas chicas estallan en carcajadas y Jisoo sonríe entretenida, negando ligeramente con la cabeza.
―En mi defensa, tienes muy buenas piernas como para dejar que todo el mundo te mire usar ese short tan ajustado.
Aquel comentario aumenta las risas de Jennie y detiene las de Rosé.
―Sí, pero golpear al maestro por tocar mi espalda al enseñarme hacer sentadillas es demasiado, ¿No te parece, animal? ―Jisoo sonríe como niña pequeña con aires inocentes y Rosé rueda los ojos, volviendo a reír.
Lisa se mantiene ajeno a la situación, la palabra Pretendientes resonando en su cabeza.
Jennie estaba rodeada de buenos partidos, y ella seguía haciendo llorar a los bebés.
Una pelirroja sonriente se acerca a la mesa y se une a la conversación, buscando específicamente la atención de Kim. Lisa gruñe en su cabeza y utiliza los palillos con brusquedad contra la bandeja.
Perra.
Las chicas en la mesa continúan hablando y riendo naturalmente, hasta que la mano de Rosé moverse sutilmente llama la atención de la azabache.
Entrecierra sus ojos tras seguir el movimiento hasta los postres en las bandejas, viendo cómo su amiga cambia los platos en un descuido de Jennie charlando con aquella chica.
Analiza la situación y llega a una terrible conclusión; el plato que antes estaba en la bandeja de Rosé, terminó en la de Jennie. Y aquella dona tiene almendras.
Antes de poder reaccionar, Jennie coge la dona y le da un mordisco al postre sin quitar sus ojos de la chica.
¿Por qué Rosé le daría almendras a Jennie?
Jennie es terriblemente alérgica a las almendras.
Lisa no lo piensa dos veces.
―¡No comas eso, Jennie! ¡Escúpelo, escúpelo! ―Exclama a la vez que se sube a la mesa importándole poco llamar la atención de toda la cafetería, titar algunos platos y romper sus audífonos en el brusco impulso. Se inclina y estruja las mejillas de la castaña entre sus manos, intentando abrir su boca.
Jisoo se queda perpleja, Rosé entreabre su boca y la chica retrocede un poco.
―¡Joder, hazme caso! ¡No te lo tra... ! Mierda.
Jennie pasa el dulce por su garganta y toma el sabor, mirando con sus ojos ensanchados a la pelinegra tan cerca con una mueca de preocupación extrema.
―¿Lis... Lisa? ¿Qué... ? ―La chica intenta pronunciar palabra alguna, sin embargo el ardor en su garganta se comienza a hacer presente dificultándole el respirar.
―¡Lisa! ¿Cuál es tu jodido proble... ?
─¡Comió almendras, Jisoo! ¡Cállate un mes, gilipollas! ―Gruñe la azabache antes de hacer lo que deja a todo el mundo boquiabierto.
Toma el pequeño y tembloso cuerpo de Jennie entre sus brazos, enrolla sus piernas en su cadera y le rodea la cintura, abrazando su espalda antes de salir corriendo de la cafetería a la mayor velocidad que sus piernas le permiten.
Siente a Jennie hacer sonidos y emitir quejidos intentando conseguir aire, apegándose más a su cuello y escondiendo su rostro en ese lugar.
―Tranquila, cariño. Vas a estar bien. ―Lisa pronuncia entre jadeos cruzando la escuela completa en dirección a la enfermería.
La preocupación en su cuerpo crece a tal nivel que las piernas le flaquean y el corazón le late en la garganta. Nunca pensó que ver a su ex totalmente castaña sentir dolor le afectaría tanto.
Jennie comienza a convulsionar en sus brazos, arqueando la espalda y abriendo la boca lloriqueando mientras intenta respirar.
Lisa presencia sus labios hinchados, la piel demasiado pálida y el sudor recorrerle la frente.
La castaña coge un ataque de tos en cuanto es depositada en la camilla por Lisa tras entrar como un rayo a la enfermería.
―¿¡Es que nunca hay enfermeras en esta mierda de escuela!? ―La azabache ruge sus palabras dejando el desastre al buscar en todos los cajones alguna inyección que sirva.
―Hidro.... Hidrocortisona ―Musita a penas la castaña, alzando su mano en dirección a un armario blanco con una cruz roja en medio mientras la tos la consume y se asfixia.
Lisa prácticamente salta sobre el armario indicado y da vuelta todo su contenido hasta encontrar la preciada jeringa.
―¡Al fin, coño! ―Celebra en un gritito agudo y tropieza ligeramente con un botiquín regado en el piso.
Jennie reiría si no se estuviera ahogando.
Lisa se recompone sobándose el gemelo y cojeando hasta la camilla, abriendo cuidadosamente las piernas de Jennie a pesar de hacerlo rápido y acomodándose entre estas.
Destapa la inyección luchando contra el envoltorio y clava a aguja en el líquido.
―Lis... Lisa ―Jennie le llama en un hilo de voz.
―Lo sé, Jendeukie. Te dolerá un poco, aguanta. ―Le sonríe con calidez, ocultando su ansiedad, y saca su suéter blanco de un tirón por la cabeza de la castaña.
Jennie no emite sonido alguno, aunque por dentro esté gritando de felicidad.
Lisa quita su suéter blanco arrancándolo de su torso, rompiéndolo y dejando que la prenda caiga al piso.
―Yo te cuido, Jennie.
Tras esas palabras, clava la aguja en el brazo de Jennie por la altura del hombro y presiona el émbolo hacia delante, introduciendo el líquido en la sangre ajena y apretando los dientes tras el grito de dolor que emite la castaña.
Reemplaza la aguja por un algodón al alcance y entre temblores vierte un poco de alcohol, limpiando la pequeña herida en forma de puntito sobre la perfecta piel de Jennie.
Al terminar, lanza todo al piso y coge los codos fríos de la chica entre sus manos, mirando sus facciones más tranquilas con preocupación.
―¿Estás mejor, Nini? ¿Puedes respirar? ―Pregunta, jadeante.
Jennie se limita a mirarle en silencio, su pecho subiendo y bajando cada vez más lento.
―Abre la boca, cariño, quiero ver si tu garganta no está inflamada. ―Jennie obedece la orden de inmediato y Lisa acerca sus rostros hasta cerciorarse de que todo está bien, volviendo a la normalidad.
El pequeño sollozo de Jennie le rompe el corazón. Su mente automáticamente alerta todos sus sentidos y el deseo infernal de cuidar y consolar a la castaña se vuelve casi incontrolable para Lisa.
―Tuve tanto miedo, Lili... me estaba ahogando... ―Sus labios se abultan hasta el punto de formar un perfecto puchero y sus ojitos se cristalizan.
Lisa no lo duda y se sube a la camilla, atrayendo el débil cuerpo a sus muslos, acomodándole en su regazo para acariciarle la espalda en un intento por calmarle. Deposita un beso en los castaños cabellos, y permite que Jennie esconda su rostro en su pecho entre hipidos.
―Estoy aquí, cielo. No te vas a ahogar, ya pasó. ―Pronuncia rápidamente, desesperándose al escuchar el llanto incrementar.
Acurruca todavía más el cuerpo de Kim hacia sí y lo envuelve con sus brazos, apoyando su mentón en su cabeza y besando su coronilla repetidas veces.
Sin percatarse de la enorme sonrisa que esboza Jennie contra su camiseta mientras olisquea a gusto el perfume femenino.
Unos minutos pasan entre caricias y susurros dulces de Lisa hacia la pequeña entre sus brazos, sintiendo el ambiente totalmente cálido y agradable.
Hasta que un grito ahogado llama la atención de Lisa, quien gira su cabeza hacia la enfermera que entra a la habitación, observando el desastre por todos lados.
Lisa le hace un ademán de silencio al sisear, ya que Jennie se quedó dormida apoyado en su pecho.
―¿Qué sucedió, joven? ―Pregunta entre murmullos bajos mientras recoge todo del suelo.
―Reacción alérgica, se le desinflamó la garganta con Hidrocortisona, pero sigo preocupada. ¿Podría revisarla? ―Responde en el mismo tono y la enferma asiente enternecida.
Lisa intenta alejar a Jennie de su cuerpo, pero esta gruñe y se aferra a la ropa entre sus manos, acomodándose entre sueños.
La azabache no evita sonreír ante eso y besar la mejilla de Jennie. La situación casi le genera un infarto.
―Descuida, no es necesario que la sueltes. Le inyectaré unos antibióticos y antihistamínicos, y llamaré a sus padres para que la recojan. Se pondrá bien.
Lisa asiente de acuerdo, y expone el brazo de Jennie.
La enfermera hace su labor y cubre las heridas pequeñas, limpiando los restos de sangre antes de salir de enfermería directo a la oficina del director, tenía que hacer un reporte sobre el incidente y contactar a los Señores Kim.
Mientras, la azabache relame sus labios al caer en cuenta del torso descubierto de la castaña en contacto con su piel.
Agita la cabeza ligeramente, eso no importaba ahora. La ira profunda que siente en contra de Rosé es aún más grande, ¿Qué demonios estaba pensando con hacer tal cosa? Podría haber matado a Jennie.
Sin evitarlo, gruñe ante la idea y el celular de Jennie vibra contra la camilla.
Alza sus cejas tras ver el nombre de Rosé alumbrar en la pantalla. Extiende su mano y contesta la llamada, dispuesta a gritarle en todos los idiomas lo muy idiota que es y cuánto la odia.
Hasta que...
―¡Hey, Jendeukie! Casi me matas, sigo pensando que fue mala idea hacer eso. Al menos dime, ¿Funcionó? ¿Lisa ya te besó? ¿Se puso como loca? ―Se oye realmente interesada, y Lisa frunce su ceño tremendamente.
―Oh, créeme que me volví loca. ¿En qué demonios estaban pensando? ―Grita en un susurro cargado de molestia, y aprieta la mandíbula.
―Ay...
―Sí, ay. ¡Respóndeme la jodida pregunta!
―Uh... no, me gusta mi vida y no quiero morir, ¡Qué te diga Jennie, fue idea suya! ―Y la llamada es terminada.
Lisa no sabe cómo sentirse al respecto.
¿Todo eso fue una tetra armada por la cabecita de nuez?
Jennie comienza a removerse en su regazo, alejándose de su pecho y frotando sus ojos con sus puños. Al ver a Lisa, le sonríe dulcemente, hasta que no encuentra rastro de cariño en los ojos ajenos como antes de dormirse.
Frunce los labios y ladea su cabeza, sin entender el respectivo cambio.
―Jennie, ¿Cómo es que te comiste esa dona? ―Pregunta con seriedad, fingiendo desinterés.
Jennie parece pensarlo unos segundos hasta encoger sus hombros y sonreír mostrando sus dientes.
―Fue un accidente, yo creí que era de glaseado de fresa, Lili.
Oh Dios, Jennie le estaba mintiendo. ¡La había engañado!
─¿Ah sí? Mmm... eso está mal, si no te saco rápido de allí te hubieras muerto, Jennie.
La más bajita entrelaza sus propios dedos contra su pecho y asiente, con la cabeza gacha.
―Pero me sacaste de allí y me cuidaste justo a tiempo, Unnie. ―Chilla antes de abrazarle nuevamente, pero esta vez no siente los brazos de Lisa en su espalda.
La castaña vuelve a alejarse y le mira confundida.
―Bien, entonces eso es todo. Ya estás mejor, y no deberías abrazar así a una desconocida, Jennie.
La pelinegra intenta quitar el cuerpo pequeño de sus piernas, pero de repente Jennie empuña sus manitos alrededor del cuello de su camiseta, con cadenas y todo, aferrándose.
Lisa frunce el ceño. Ella no estaba para juegos tontos.
―Tú no eres una desconocida, Lili. Almorzamos juntas casi todos los días y además... no sé si lo has notado, pero es obvio. ¡Somos vecinas hace años! ―Recuerda con una sonrisita nerviosa, que se desvanece en cuanto Lisa asiente.
―Lo sé.
Jennie entrecierra sus ojos tras sentir el conocido ardor en sus retinas hacer presencia. Quería llorar.
―¿Ya ves? En-Entonces sí me conoces y yo a ti, no está mal que te agradezca salvarme de esta forma, Unnie.
Lalisa respira con impaciencia, la traición a flor de piel junto a la decepción. No pensó jamás que Jennie fuera una de esas personas dispuestas a todo con tal de tener a la "chica guapa" entre sus piernas. Le dolía no ser notado como ella quería, sin el físico en medio.
―Te podías morir, Kim. ¿Por qué no tuviste más cuidado? ―Cuestiona dándole una nueva oportunidad de no seguir viéndole la cara de idiota.
―No me di cuenta, lo siento, lo siento. Es que estaba distraído con la charla entre Chu, Rosie y Sana. Pero, todo está bien y eso es gracias a ti, ¡Eres la mejor Unnie del mundo, Lili! ―Procede a intentar colgarse del cuello ajeno una vez más, pero la pelinegra la toma de las costillas y la aleja de su cuerpo.
―¿Así que soy la mejor? ―Cuestiona la pelinegra, la misma mirada seria de siempre.
Jennie siente su corazón estrujarse.
―Sí, Unnie, la m-mejor...
―¿Tragarme una mentira me hace la mejor?
Y con esas simples palabras, Jennie se encoge en su lugar y sus mejillas se tiñen de un rosa furioso.
Lisa sabía todo.
La menor intenta huir del regazo de la pelinegra, pero de repente esta le coge de las caderas y la sienta bruscamente al lado. Lisa se levanta y se posiciona en frente de la menor, una ceja alzada, la mandíbula apretada y los brazos cruzados a la altura de su pecho.
Jennie se arrepiente de su plan al instante.
―¿¡En qué mierda estabas pensando!? ¡Te podías morir, Jennie, por la mierda! ¿A qué juegas y por qué conmigo? ¿Eh? ¡Dime qué te provocó a hacer algo tan estúpido! ¿Querías que te follara contra la camilla mientras te ahogabas? ¡Responde! ―Grita con la preocupación a flor de piel.
Lisa nunca esperó que Jennie gritara de vuelta con impotencia. Ensancha sus ojos y observa a la menor con sorpresa.
―¡He estado enamorada de ti hace más de quince años, idiota insensible! ¡Y lo único que me he ganado es esa puta mirada vacía que me estás dando ahora! ¡Aaaaagh! ¡Ni siquiera sé si iremos a la misma universidad y no quiero alejarme de ti, Lisa!
Manoban le mira, suavizando su mirada de golpe y analizando la información.
No podía estar pasando.
―¡Me gustas, pero más de lo que crees! ―Jennie tira de ella con las piernas y pega sus torsos, enroscando sus muslos alrededor de la cadera ajena. ―Amaba tu cabello rubio, Unnie. También tus ojitos y tus labios. Me encantaba mirarte dibujar, tus facciones irradiaban pasión y me hacía feliz saber que algo te gustaba en este mundo. ¡Nunca sonreías! ―Se queja.
Lisa se mantiene en silencio, las palabras no salen de su boca.
Oh Dios. ¿No era un capricho de una niña amable sintiendo pena por ella?
Las clavículas de la pelinegra se remueven y sus manos suben hasta las mejillas de la chica.
―Casi te matas.
Aquello parece enojar el doble a la de cabellos castaños.
―¡Estoy desesperada, los meses pasan y mi tiempo se agota! ―Chilla sus palabras y sus mejillas se inflan con aire en una clara señal de que está frustrado; Lisa recuerda esa mueca en la carita de una Jennie con ocho años.
―Jennie ―Le llama, pero la chica la ignora muy concentrada en su crisis de pánico.
―¡Amo tus figuras de acción y me partió el alma cuando las tiraste!
─¿Qué? A ver, Jennie...
―¡Yo te busqué siempre, Lalisa! ¿Por qué me alejas cuando yo soy la única que ha querido acercarse a ti?
Toda una bebé mimada, Lisa reprime una sonrisa y lo sacude levemente por los hombros; la castaña no cede.
―¡Me encantas en todo el sentido de la palabra! ¡Sueño con ver tus dibujos o que mínimo me dediques una sonrisa como las que yo te doy cada vez que nos topamos en el pasillo!
Lisa nunca entendería cómo alguien podía hablar tan rápido y verse jodidamente adorable al tratar de no atorarse con su saliva.
―Kim.
―¡Soy más alérgica a tu rechazo que a las almendras, Lisa!
―¡Me has gustado desde que tenías siete años, Jennie!
Ambas se miran, atónitas. Jennie entreabre su boca y la cubre con sus manos. Lisa posa las suyas en los muslos de la menor y tira de ella hasta juntar sus frentes.
Lisa siente el corazón en la garganta y una desesperación tremenda, habían sido años de ignorar aquel sentimiento que sólo sabía proporcionarle la chica; todo eso había sido como una bofetada en la cara con ambas manos a la vez.
―No es rechazo, Jennie. Sólo cuido de ti.
La castaña no responde, su respiración parece cortarse y los ojos parpadean hacia una Lisa con la mirada perdida.
―¿Ves todos tus pretendientes? Estás rodeada de buenos partidos, yo hago llorar bebés si los miro fijamente, Jennie. ¡Un ángel como tú no puede estar con una asocial como yo! Tuve que cambiar completamente para que las personas supieran que existo. ¿Ya te ha quedado claro?
―No.
Lisa sube sus cejas hasta el nacimiento de su pelo y entreabre los labios tras la respuesta segura de la menor.
―Para mí nunca fuiste ninguna rara, los bebés de seguro lloran por tener semejante joya mirándoles. ¡Y es injusto de que pienses por mí! ―Comenta con pánico.
La pelinegra retrocede por instinto y se agarra el pelo, negando con la cabeza mientras sonríe incrédula.
Jennie siente su pecho cosquillear.
―No, Kim. Es diferente, tú tienes muchos amigos, todo Busan te quiere y yo... con suerte tengo a Rosé. Somos de dos mundos completamente diferentes, yo no encajo en el tuyo y tú menos en el mío.
―Unnie... intentémoslo, por favor.
―Si tú eres alérgica a mi rechazo, entonces yo me muero si te veo infeliz, o peor, decepcionada porque no soy lo que te imaginabas. ¿Puedes comprender eso?
―Comeré todas las almendras que sean necesarias para tenerte encerrada aquí conmigo, Lisa. ―La castaña advierte con sus ojos cristalizándose.
Lisa niega suavemente con la cabeza y libera su cabello, masajeando su cuello tenso.
Es difícil mantener el control.
―No, pequeña lunática. Eso no está bien, lo sabes. Me muero si algo malo te pasa. Tú y Rosé lo confirmaron hoy, ¿No?
Tras una risita deprimida, Lisa sonríe de lado hacia el chica.
―No respiro si me rechazas, Unnie.
―¿Sabes a quién he dibujado todos estos años en mi croquera, Jennie?
La menor niega con su labio siendo apresado por sus dientes fuertemente, el corazón latiéndole a mil.
―A la chiquilla de cabellos castaños brillantes y mejillas regordetas. A mi vecina encantadora.
Jennie libera su belfo inferior y sus ojos brillan en respuesta, las mejillas tiñéndose ligeramente de un rosa pálido.
Eso era todo lo que necesitaba escuchar. Si Lisa la quería como tal, entonces no se rendiría.
―¿Y tú sabes quién fue la responsable de que me quedara despierta casi todas las noches mirando por la ventana hacia la casa de enfrente?
Lisa palidece en un abrir y cerrar de ojos.
―Por Dios, amo verte dormir. Y sé que pu-puede sonarte muy acosador, pero yo... y-yo...
Jennie coge aire y cierra sus ojos con fuerza, sus párpados arrugándose.
―Yo quiero que me cuides a besos, Lisa. No pensando por mí y tomando bobas decisiones sin saber que deseo despertar contigo el resto de mi vida.
Lisa se queda estática, sus ojos transmitiendo lo atontada que aquello le dejó.
―Jennie, yo no puedo darte fiestas repletas de gente, o muchos cariños en público. No sirvo para las citas porque simplemente no soy buena sacando tema de conversación, casi ni hablo en todo el maldito día y aunque todo el mundo me mire a diario con otros ojos; siempre estoy sola.
―Prefiero comer todas las almendras del mundo a que tener que fingir que me gusta mi vida sin tenerte a ti a mi lado en todo minuto, Lili.
La pelinegra se sonroja furiosamente y frunce los labios en un mohín avergonzado; definitivamente Jennie era demasiado para ella.
―Vamos, Unnie~ Si tanto quieres cuidarme, entonces cuídame a besos, ahora ya. ¡Y con una cita, también! Yo invito.
A la mierda sus inseguridad; Jennie prácticamente la tentaba con sus ojitos dulces.
―Jennie, antes de comerte la boca y cobrarme años de lo estúpida que fui, prométeme una cosa.
―Lo que quieras, Lili.
―Entre nosotras ya no habrán almendras de ningún tipo. Por favor.
Jennie ríe con sus ojitos achicándose y sus mejillas ligeramente rosadas.
―Yo sólo te necesito a ti, Lisa. Todos los idiotas que te aíslan y el espacio entre nosotras son como almendras, me asfixian. Prometo mantenernos alejadas de todo eso si tú me lo prometes también.
La pelinegra carcajea con el pecho vibrándole en alegría pura.
―Te lo prometo, pequeña traviesa. Ven aquí.
Lisa alza el cuerpo de Jennie entre sus brazos oyendo las risitas de esta tras enredar sus piernas en su torso y elevarlo por las costillas. La castaña apoya sus manos en el cuello de la pelinegra sonriéndole con cariño, Lisa besa su nariz y mejillas, mordiendo de vez en cuando y arrancándole chillidos dulces.
―Siempre tuve claro que tu piel era de caramelo. Adictiva. ―Susurra tras morder la punta de la nariz ajena presenciando cómo Jennie cierra sus ojos unos segundos y suspira de satisfacción pura.
―Quiero ver qué tal saben tus labios, Unnie, por favor...
Tras esas palabras, la pelinegra junta sus labios con los de Jennie, gruesos y húmedos; deliciosos. Acaricia la lengua de la castaña mientras sus manos bajan hasta los muslos de la menor, sujetándolo con más fuerza juntando sus cuerpos por completo. Jennie ronronea contra la caliente boca de Lisa y mueve sus labios a un ritmo suave, dedicando todos sus sentimientos la una por la otra.
La menor acaricia el cabello de Lisa y se separa de golpe para abrazarla por el cuello y esconder su rostro sonrojado en el hombro de este.
Lisa ríe encantado, besando la mejilla caliente a centímetros de la suya.
―Se me pasó la valentía, escóndeme, ¿Vale? ―Musita como si de un secreto se tratase y Lisa junta sus mejillas con cariño, meciendo la chica en sus brazos.
―Fue el mejor beso de mi puta vida.
Jennie sonríe contra la piel de su cuello y deposita un besito, Lisa se estremece levemente.
―¿Y sabes lo mejor?
Lisa niega.
―Que fue el primero para mí.
―¿Sabes algo mejor que eso?
Jennie agita su cabeza en modo de negación.
―Que fue el primero para mí también.
La menor chilla al ser alzado en un saltito, su pecho queda a la altura del rostro de Lisa y sus piernas apresadas por los dos fuertes brazos de esta.
―Desde hoy, no más alergias. ¿Sí, cariño? Me encargaré de cuidarte con todos los besos del mundo.
―No más almendras, Lili. ¡Bésame otra vez!
Lisa eleva ambas comisuras, pequeñas arruguitas se crean a los costados de sus ojos antes de estampar sus labios con los de la castaña.
Jisoo observa todo desde la puerta de enfermería con su novia a su lado.
―Más le vale llevar un bate a la clase de deportes, Jennie es presa de todos.
Rosé rueda los ojos y enreda sus brazos en el cuello de su novia, esta le rodea la cintura y sonríe inocente cerca de su rostro.
―Sí, tenemos que hablar sobre los guantes de boxeo en tu mochila.
─¡Ah, no! ¡Ahí se quedan, Rosi... !
Decide callarse al tener los labios de la rubia sobre los suyos.
Definitivamente Jisoo tenía alergia a los idiotas que miraban con otros ojos a su novia.
Mientras que Jennie y Lisa no podían respirar al estar separadas. No después de tantos años mirándose de lejos.
Benditas almendras, joder. ¡Gracias!
✧ Autor original:
imasitaaaaw-
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