─¿Cómo puedo enamorar a ese pan de Dios si es más inocente que un niño?─ pienso mientras camino por los pasillos. Entonces me encuentro con él, hablando con Tsubasa, Genzo e Ishizaki.

─Hola, Tania─ saluda Ishizaki.

─Holis─ saluda Misaki.

─Amo este niño─ pienso.

─Oye, Tania, como que miras demasiado a Misaki últimamente─ dice el pelado de Ishizaki con una mirada pervertida.

─Ah, sí, a la que miro mucho es a tu abuela─ le increpo.

Genzo y Tsubasa se ríen.

─¡No metas a mi abuela en esto! ¡Ella es una grande!

─Ajá, lo que es bien grande es tu anaconda─ le zampo, y Tsubasa se arrodilla en el piso a reírse con todas sus fuerzas, mientras que Genzo golpea el casillero con el puño de tanto reírse. Mierda, amo decir estas cosas, equis de.

─¡ESTO NO SE QUEDARÁ ASÍ!─ me grita Ishizaki mientras su cara se torna de un rojo fuerte.

─Tania─ me habla Misaki─, ¿qué es la anaconda?

─¿No sabes lo que es una anaconda?─ pregunto asombrada. Lo que me faltaba...

─Sí sé, pero no veo que Ishizaki tenga una, ¿o acaso tienes una anaconda de mascota que yo no sepa?─ mira al pelado.

Golpeo mi cara contra el casillero.

─La próxima vez que no sepa algo por su inocencia me voy a dar contra una pared─ pienso, con ganas de tirarme de las escaleras.