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໒✦❫⋮ Incógnitas

Jaebeom fue testigo cuando el sol iluminó la habitación del hospital. No había podido dormir en toda la noche, y es que era imposible hacerlo cuando prefería velar por el sueño de Youngjae. El chico cada que se movía se quejaba de dolor, y en esos momentos solo podía rogar para sufrir él y no Youngjae.

Era extraño, puesto que no lo conocía lo suficiente, pero había despertado en él una sensación de protección que no podía evitar.

Miró el reloj de su muñeca, notando que eran las ocho de la mañana, y Youngjae iba a ser dado de alta en la tarde, así que lo dejó dormir otro poco. Miró al joven, y una duda creció en él. ¿Dónde se quedaría? El doctor le comentó que no poseía familia, ni nadie quien se haga cargo de él, y aunque Youngjae no estaba en una condición crítica, se sentía ansioso de solo pensar en el chico de nuevo en la calle.

La puerta siendo abierta llamó su atención, y miró a la enfermera entrar con la bandeja del desayuno, además de un pequeño carrito en donde traía sus materiales de trabajo.

—¿Aún no despierta el joven? —Jaebeom negó—. ¿Podría despertarlo? Pronto le toca su medicina y necesito limpiar nuevamente sus heridas.

Miró a Youngjae, y apretó los labios indeciso. ¿Cómo despertarlo cuando lucía tan en paz? Acercó su mano hasta el menor, pero no lo tocó. ¿Acaso no podrían dejarlo dormir y darle su medicina después?

La baja risa de la enfermera se escuchó, y miró a Jaebeom con gracia. —Luce muy tranquilo, yo tampoco quisiera despertarlo, pero su medicina es importante para que mejore más rápido.

—Lo siento.

La enfermera negó. Se acercó hasta la camilla y con cuidado movió a Youngjae, logrando que el joven abriera sus ojos con algo de confusión, parpadeando para despertar mejor.

—Buenos días, Youngjae. Estás en un hospital, y yo soy una enfermera. ¿Recuerdas por qué estás aquí?

El recién nombrado la miró por unos instantes antes de asentir, y rascar su ojito derecho con su mano hecha un puño. Con ayuda de la enfermera se sentó en la cama, y la mujer rió un poco, antes de arreglar sus desordenados cabellos chocolates. Youngjae bostezó, y posó su mirada en Jaebeom, quien no había soltado palabra alguna.

—B-buenos días, Jaebeom hyung... —susurró bajito, mirando al hombre con timidez.

—Buenos días, Youngjae. ¿Dormiste bien? ¿Te duele algo?

—Dormí bien, y solo me duele mi pierna —miró a la enfermera—. ¿Puedo ir al baño?

—Claro, ¿Necesitas ayuda?

Las mejillas del Youngjae se sonrojaron, regalándoles una imagen muy adorable a los dos mayores. Con ayuda de la enfermera, el menor fue hasta el baño a hacer sus necesidades y a lavarse su rostro y dientes, saliendo del baño tiempo después con un aspecto más fresco.

Jaebeom se levantó de su silla y ayudó a Youngjae a subirse de nuevo a la camilla, con mucha facilidad por su bajo peso. Aún le seguía preocupando ese detalle. Lo cubrió con las mantas, y acomodó las almohadas para tenerlo mejor posicionado, con un Youngjae que solo se dejaba hacer.

—Debes desayunar antes —habló la enfermera, colocando la bandeja de comida sobre sus piernas—. Luego de comer te daré tu medicina. Mientras tanto, te aplicaré una pomada en tu pierna para que no duela tanto, ¿Sí?

El chico asintió sin más, pendiente de los alimentos que eran para él. Eran tostadas con mermelada, manzana picada y la misma gelatina que había comido en la noche. Su estómago rugió de solo oler la comida, así que no tardó mucho en tomar una de las tostadas y darle un enorme bocado.

—Recuerda que debes comer con calma —dijo Jaebeom, tomando una servilleta y limpiando la comisura de los labios de Youngjae que se habían llenado de migajas del pan tostado—. Si comes rápido entonces tu estómago dolerá.

—Sí, hyung.

El chico siguió comiendo con cuidado, soltando bajos suspiros de gusto. Jaebeom sonrió de lado, y miró a la enfermera, que había subido el pantalón de Youngjae, revelando su pierna blanca y delgada, poseedora de un gran hematoma en su costado, producto del golpe, pero además de eso, habían pequeños moretones de distintos colores esparcidos por toda la zona, no solo en su muslo. Le pareció algo extraño, y no solo él lo notó, puesto que la enfermera también había fruncido su frente al verlos.

¿Por qué habían hematomas que parecían tener tiempo en la piel y no recientes como el del golpe del choque?

Youngjae era ajeno a esto, más concentrado en sacar todos los sabores posibles de aquel trozo de manzana que comía con tanta adoración.

—Comenzaré a aplicar la pomada —avisó la enfermera, y Youngjae asintió.

A mujer colocó la crema en la zona, y Youngjae siseó de dolor, abultando sus labios. Jaebeom fue consciente de esto, y le estiró su mano al chico. —Sostén mi mano y apriétala cuando te duela mucho.

Youngjae tomó la mano extendida, y la apretó ligeramente, soportando el dolor que le provocaba el que tocaran su golpe. A Jaebeom no le gustó la expresión adolorida de Youngjae, así que acarició su pequeña mano con su pulgar, intentado calmarlo. La enfermera aplicó de la pomada en los demás hematomas, y terminó con su tarea.

—¿Podría revisar tu otra pierna? —preguntó, y Youngjae negó, no queriendo sentir más dolor.

Jaebeom sabía el porqué la enfermera pedía eso, incluso él mismo quería saber el estado de la otra extremidad. Miró a Youngjae. —Deja que la enfermera haga su trabajo, y te prometo que al salir de aquí te compro un dulce. ¿Te gustaría?

La mención del dulce hizo que los ojitos curiosos de Youngjae brillarán ilusionados.

—¿Me comprará un dulce? ¿En serio lo hará?

—Solo si dejas que la enfermera revise tu otra pierna —Youngjae asintió rápido, y Jaebeom rió—. Termina tu desayuno.

Con Youngjae concentrado nuevamente en sus alimentos, la enfermera descubrió la otra pierna del chico, encontrando otros hematomas, algunos amarillos, verdes y otros morados, pero que, al igual que los anteriores, parecían tener tiempo. La mujer tomó la pomada y aplicó en cada uno de ellos con cuidado, sin ser molestia para Youngjae ya que esos al parecer no le dolían tanto.

Un peso en el estómago de Jaebeom lo hizo tragar saliva. ¿De dónde provenían aquellos golpes? Miró de reojo a Youngjae, y no quiso ni imaginarse al pequeño Omega en una situación de desventaja con un Alfa aprovechándose de él. De solo pensar en esa posibilidad, su cuerpo se estremeció en una mezcla de disgusto y enojo. ¿Cómo alguien sería capaz de lastimar a un ser tan indefenso? Es que era algo inaceptable para él.

Youngjae comía con tanta calma, y no se veía asustado con su presencia. Sabía que era un Beta, pero de igual modo podría haberlo asustado puesto que independientemente de su posición en la jerarquía, era un poco grande a comparación de los suyos, incluso dando la falsa imagen de ser un Alfa. Sin embargo, el chico no parecía afectado, así que descartó aquella fatídica posibilidad. De igual forma estaba curioso por saber de dónde provenían aquellos golpes.

Con un desayuno terminado, y sus piernas nuevamente cubiertas por el pantalón del pijama, Youngjae recibía algunas pastillas que no eran más que analgésicos en conjunto con unas vitaminas. Sus raspones habían sido curados por la mujer, y ya estaba más que listo.

—Youngjae debe tomar una diaria hasta acabar el frasco —la enfermera le entregó el frasco de las vitaminas a Jaebeom—. Los analgésicos los tomará una vez en la mañana y en la noche por dos días más y a partir de ahí solo los tomará si siente malestar. La pomada deberá ser aplicada todos los días hasta que los hematomas desaparezcan por completo. Los raspones deben ser desinfectados una vez al día. Procura no mojarlos mucho.

Jaebeom tomó todos los medicamentos, anotando mentalmente que debía comprar más de la pomada, aunque eso lo haría después. Le agradeció a la enfermera y esta salió de la habitación. Dejó los envases en la mesita y miró a Youngjae, quien jugaba con sus deditos y mordía sus labios.

—¿Quieres descansar otro poco? Puedes hacerlo, te darán de alta en la tarde.

Youngjae negó, y bajó la mirada. —Yo... lamento si estoy siendo una molestia para usted.

—No eres una molestia, Youngjae. Yo no he dicho eso —se sentó derecho en su silla, y miró al contrario con atención—. ¿Tienes un lugar a donde ir al salir de aquí?

—Uh... —Youngjae apretó sus labios, y no levantó la mirada de sus dedos—. S-sí, yo sé dónde ir, hyung.

La poca seguridad con la que Youngjae habló no fue del gusto de Jaebeom.

—El doctor me comentó que no tienes algún familiar que se haga responsable de ti, ¿A dónde irás si no tienes a nadie? —tomó la barbilla de Youngjae y alzó su rostro para poder mirarlo a los ojos—. No me mientas, ¿Has pasado mucho tiempo en la calle?

Los labios de Youngjae temblaron, y sus ojitos se llenaron de lágrimas, rompiendo el corazón de Jaebeom.

—S-solo estuve un día afuera... —habló bajo—. Yo sí tengo a donde ir, pero no quiero estar ahí.

Alzó una ceja. —¿Por qué? Es mejor estar en una casa que en la calle, Youngjae.

—Yo prefiero estar en la calle, hyung —aclaró de inmediato, sorprendiendo a Jaebeom—. Pero no se preocupe, hyung. He comido bien, y sé de un lugar donde puedo estar, así que estaré bien por unas semanas más. Le prometo que tomaré mis medicinas y me aplicaré crema en el golpe y-

—No voy a dejar que vivas en la calle, Youngjae —regañó incrédulo, logrando que el menor de encogiera en su lugar—. ¿Cómo crees que aceptaré que me digas esas cosas? Existen muchos riesgos que puedes correr, y no me quedaré tranquilo.

—Le prometo que estaré bien.

—Ven conmigo —habló firme. Youngjae lo miró con sorpresa, apretando la sábana entre sus puñitos, y Jaebeom se regañó a sí mismo por ser un impulsivo—. En mi casa hay una habitación extra, puedes quedarte el tiempo que quieras ahí. Tendrás comida y una cama para dormir, solo... solo acepta, no me sentiré tranquilo de saber que estás viviendo en la calle y cualquiera pueda hacerte daño.

Youngjae lo miró por unos segundos, antes de negar. —Y-yo no podría, no tengo con qué pagarle y-

—No te estoy pidiendo algo a cambio, Youngjae —aclaró—. Solo te estoy dando un lugar para vivir y que no tengas que volver a la calle. No sé por qué no quieres ir a ese lugar en el que vives, pero tampoco te cuestionaré. Solo quédate en mi casa mientras tanto.

Los ojitos de Youngjae se llenaron de lágrimas que no pudo evitar dejar salir, y apretó su manito sobre sus labios para acallar sus sollozos. Jaebeom se sintió aterrado por su reacción, y estuvo a nada de comenzar a disculparse por su acelerada propuesta. El joven solo lloraba desconsolado, y Jaebeom no podía con el malestar en su pecho, sabiendo que no había sido lo correcto.

—¿E-en serio me ayudará, hyung? —preguntó Youngjae luego de un rato, sorbiendo su nariz y mirando al mayor con anhelo, y mucho desespero. En sus ojos Jaebeom pudo notar la esperanza, y se levantó de su asiento para sentarse a un lado del chico.

Estiró su mano hasta el rostro de Youngjae, y comenzó a limpiar sus mojadas mejillas. A esa distancia podía notar su aroma a rosas, encontrando el olor sumamente agradable. Youngjae era una criatura indefensa, algo pequeño y sintió pesar, porque algo grande y horrible estaba sucediendo en su vida.

—Por supuesto que te ayudaré, Youngjae.

🌼✨💜✨🌼

El joven miraba la vivienda con mucho interés y curiosidad, detrás de él, Jaebeom lo miraba, esperando a que dijera algo. Youngjae aún vestía la pijama del hospital, y sobre sus hombros estaba la gabardina negra de Jaebeom que llegaba a cubrirle por completo. Apretaba entre sus manitos la vieja maleta que traía, y caminaba con cuidado por el lugar, detallando el hogar.

La casa de Jaebeom era de concepto abierto, y con muchas ventanas que le permitían la entrada a la luz del Sol. Las paredes eran de color crema, y los muebles eran de la gama de los marrones, dando un aspecto bastante cálido. La cocina era algo pequeña, pero bien equipada. Había un pasillo al costado que Youngjae suponía y dirigía a las habitaciones, y una puerta corrediza transparente que daba un pequeño jardín. Era preciosa.

—Tiene una casa hermosa, hyung —dijo, y le regaló una pequeña sonrisa al mayor.

—Me la heredó mi abuela, aunque tuve que hacerle algunas reparaciones ya que estaba algo vieja y descuidada —soltó el aire que había estado reteniendo y dejó sus cosas en el estante que tenía para eso—. ¿Tienes hambre? Ya es hora de almuerzo.

—¡Lo ayudaré!

—No, no lo harás —se negó, ganándose una queja por parte del menor. Se acercó hasta él y despeinó sus cabellos—. Necesitas descanso para que tu pierna mejore, así que te llevaré hasta tu habitación.

Youngjae abultó sus labios. —He estado acostado mucho tiempo, ¿No puedo quedarme sentado hasta que termine? No me duele nada, hyung. Por favor~

Jaebeom entrecerró sus ojos, pero luego asintió derrotado. Youngjae lo miraba con sus ojitos cual cachorrito y se le hizo imposible negarse. Llevó al menor hasta la cocina, y lo ayudó a sentarse en uno de los taburetes.

Sacó los alimentos, y comenzó dejarlos en el mesón, bajo la atenta mirada del menor. En el poquísimo tiempo de conocer a Youngjae, se dio cuenta de que este era igual de curioso que un niño, y que en ocasiones actuaba como uno, pero no lucía tonto, ni siquiera le molestó su forma de ser.

—Youngjae... —llamó, ganándose un sonidito por parte del menor, indicándole que estaba al pendiente—. ¿Puedo preguntarte cosas para ir conociéndote?

El chico tarareó una respuesta afirmativa. —¿Puedo hacerlo yo también, hyung?

—Claro —accedió—. ¿Estás estudiando ahora mismo?

Las mejillas de Youngjae se sonrojaron y negó. —No terminé la secundaria, hyung —murmuró con algo de vergüenza.

Aquella información sorprendió a Jaebeom, pero no realizó ningún gesto para no hacer sentir mal a Youngjae. El chico tenía veinte años, a esa edad tendría que estar yendo a la universidad, pero Youngjae no había ni terminado el nivel de la secundaria. Muchas interrogantes se hacían en su mente, y esperaba con el tiempo poder resolver cada una de ellas.

—Hay cursos intensivos para chicos que tampoco terminaron la secundaria. Podría ayudarte para que apliques el examen y obtengas el título —propuso.

—Eso me gustaría mucho, hyung —suspiró emocionado—. Siempre quise terminar de estudiar.

La manera en que el rostro de Youngjae se había iluminado hizo que Jaebeom sonriera. —Te graduarás, yo te ayudaré con eso.

Youngjae asintió contento. —¿En qué trabaja, hyung?

—Soy profesor de historia en una universidad.

—¡Woah! Eso es increíble. Hyung es alguien muy inteligente —halagó, y el mayor rió.

La conversación se desvió a un Youngjae que preguntaba interesado sobre el trabajo de Jaebeom, y este último respondía con calma, resolviendo cada una de las dudas del menor. Sin ser consientes, ya el almuerzo estaba listo y servido en la mesa.

—Buen provecho, Youngjae. Espero te guste la comida.

—La comida de hyung huele deliciosa —sonrió, mirando los alimentos con interés.

—Entonces comienza a comer.

El chico asintió y se llevó un bocado de carne a la boca, suspirando por lo bien que sabía. Youngjae comía con tanto gusto, que la comida para Jaebeom tenía un mejor sabor. Solía comer en la soledad de su hogar, disfrutando del silencio, pero escuchar a Youngjae repetir una vez tras otra lo bien que sabía su comida era algo que le gustaba y mucho. La compañía del chico era bastante agradable.

—Hyung, le prometo que cuando mejore, yo cocinaré algo para usted. Sabrá bien.

—No es necesario —colocó más comida en el plato del chico—. ¿Sabes cocinar?

Youngjae asintió.

—Mi mamá me enseñó a hacer tareas de Omegas; cocinar, limpiar, tejer y cosas básicas de maternidad, además de cómo complacer a mi Alfa. Por eso no terminé la secundaria, tuve que salirme para poder aprender todo lo necesario para atender a mi futuro Alfa. Me educó para complacer a mi pareja, ya que para eso estamos los Omegas—las palabras salían solas de la boca de Youngjae, siendo este inconsciente de lo que decía, dándole a Jaebeom una perspectiva más amplia de quién era Youngjae. El chico se llevó un bocado de comida a la boca y miró a Jaebeom, cayendo en cuenta de lo que había hablado—. L-lo siento, hablé de más, hyung.

—¿Tú mamá te educó solo para complacer a un Alfa? —preguntó tranquilo, disfrazando la inmensa tristeza que sentía. Youngjae asintió—. ¿Y tu padre?

—Él estaba de acuerdo con mi mamá —se encogió de hombros avergonzado—. Decía que debía ser un buen Omega, no uno inútil que los Alfas no querrían para que así no me devolvieran por no gustarle a mi pareja.

—Vaya... —respiró hondo—, esos son pensamientos bastante anticuados. ¿Por eso ya no quieres ir a casa? ¿Por ellos?

Youngjae bajó la cabeza, permaneciendo en silencio, pero luego negó. —Yo, mhm, no vivo con mis padres —soltó vacilante, dudoso de hablar.

—No me cuentes si así no lo quieres —le cortó Jaebeom, atrayendo la atención de Youngjae. Se veía que no era un tema agradable para él, así que lo respetaría—. No te compré el dulce que te prometí, pero tengo algo de chocolate. ¿Te gustaría un poco? Luego saldremos y te compraré el postre que quieras.

Aquello fue suficiente para volver a subir el ánimo de Youngjae. Se levantó y sacó una barra de chocolate de su nevera. Tenía varios paquetes, pero los compraba más que todo por Soyeon, ya que él no era muy amante del dulce. El recuerdo de su novia lo hizo caer en cuenta de que iba a vivir con un Omega, y estaba casi seguro de que eso no iba a ser de su agrado, sin embargo ya la decisión estaba tomada, y no era capaz de dejar al chico solo, no ahora que sabía más sobre la realidad de él.

—Ten —le entregó el dulce a Youngjae, y miró divertido al chico comer el chocolate con emoción—. Los Omegas no solo están para atender a los Alfas, Youngjae —el menor lo miró atento—. Quizás tus padres te hicieron creer eso, pero las cosas han cambiado. Te ayudaré a estudiar, y luego usaré mis contactos para que entres a la universidad en la que trabajo. Tendrás una buena vida, lo prometo.

Y Youngjae volvió a llorar, agradeciendo una y otra vez a Jaebeom, viéndolo como un ángel en su vida.

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