໒✦❫⋮ Accidente
Jaebeom comía con tranquilidad aquel Bibimbap que había sido preparado para él, con la mirada complacida de Soyeon al ver que su novio comía con tanto gusto su comida.
—¿Está bueno? —preguntó la mujer, recibiendo un asentimiento por parte de Jaebeom, y rió alegre—. Me alegra demasiado que te haya gustado.
—Cocinas delicioso, amor —limpió sus labios con la servilleta que le había dejado a un lado de su plato—. Si sigues así terminaré engordando y ya no quiero volver a escuchar a Bambam burlándose de mí.
Soyeon rió por el comentario, y comenzó a recoger el plato vacío de la mesa en conjunto con los palillos. —¿De quién no se burla Bambam? Y la idea de engordarte no suena tan mal, así serías solo mío —le guiñó un ojo y se encaminó hasta la cocina de su pequeño departamento.
Jaebeom negó divertido, y estiró los brazos en su asiento. Las clases comenzaban a cansarlo, y los treinta años que tenía encima parecían comenzar a hacerle efecto. Sin embargo, no se quejaba de su vida. Tenía un trabajo estable como profesor de historia en una de las mejores universidades de Seúl, con un sueldo que le proporcionaba una vida estable y cómoda, y una novia con la cual ya tenía cinco sólidos años.
Tenía una vida normal, nada extraordinaria y fuera de lo común, incluso podía considerarse un poco aburrida y monótona, pero a Jaebeom le gustaba de esa forma. Era un Beta, una vida común era lo normal para él, y estaba conforme con eso.
Sintió unas suaves manos sobre sus hombros, y cerró sus ojos al sentir el suave pero perfecto masaje que le estaba proporcionando Soyeon a sus cansados hombros. —¿Te quedas hoy? Pareces agotado.
—Me gustaría, pero no puedo —se negó en un suspiro—. Debo hacer cosas de la universidad, ya sabes, corregir exámenes y planificar las clases. Estamos a penas empezando, no quiero atrasarme con nada.
Soyeon hizo una mueca con los labios, y se abrazó a Jaebeom, apoyando su mentón en el hombro del hombre. —Ya empezará la temporada en que nos vemos poco.
—Lo siento —dijo arrepentido, y tiró de la mano de Soyeon para sentarla en su regazo—. Mi trabajo me consume por completo y termino descuidándote.
La mujer negó, y besó la mejilla de Jaebeom. —Es tu trabajo, así que no debo interferir en el. Mi trabajo también me consume, solo que más es el tiempo que estoy en casa que afuera, así que se podría decir que descanso más.
Soyeon trabajaba en una agencia de fotografía, y se encontraba en la sección de edición, aunque existían ocasiones en las que también cubría el puesto de fotógrafa y debía asistir a la agencia para cumplir.
—Tu trabajo es entretenido, y tu nombre es reconocido dentro de ese mundo —halagó Jaebeom.
—Lo es, pero no cuando debo trabajar con Omegas —rodó los ojos fastidiada, y Jaebeom sabía que se avecinaba una descarga de odio por esas personas—. ¡Son tan inútiles! Y siempre andan apestando todo con sus olores dulces. Me revuelven el estómago siempre.
—Mis alumnos Omegas no son malos —se encogió de hombros, nunca entendiendo el odio irracional de su novia para con los Omegas—, y junto a los Betas son quienes mejor se comportan.
—Claro que se van a comportar bien si tienen a un profesor sumamente guapo dándoles clase —Jaebeom rió alto, y Soyeon le pegó leve en el brazo—. ¡Hablo en serio! He ido a verte a tu universidad, y todos esos Omegas te miran con anhelo. Uhg, son insoportables.
—Ya, no te enojes —besó cortamente sus labios—. La verdad no me importa si me miran o no, igual yo tengo a una bonita Beta como novia y no les presto mucha atención más que para algo relacionado a mis clases.
Soyeon entrecerró los ojos, y se relajó, abrazándose a Jaebeom y escondiendo su cara en su cuello. —Más te vale.
—Eres muy celosa.
—Es tu culpa —abultó sus labios, y sacó la cabeza para mirar a Jaebeom—. Eres muy guapo.
—Y tú eres preciosa y no quiero a nadie más que a ti.
La mujer sonrió. —Jae, ¿Pensaste en lo que te comenté la última vez?
Jaebeom estuvo a punto de preguntar, pero recordó casi al instante al mirar la expresión ilusionada de Soyeon. El tema había salido hace un par de semanas, y Jaebeom no le había dado respuesta desde entonces, regalando baratas excusas que desviaban la conversación a otro lugar muy lejos.
—¿No crees que es muy pronto? Es decir, es un paso grande.
—¿Cinco años te parece poco? —arqueó una ceja con confusión—. Solo te pido que nos mudemos juntos, no que nos casemos y tengamos veinte hijos.
—¿Pero y si no somos buenos viviendo juntos? Hay parejas que luego de convivir demasiado ya no se toleran —explicó con nerviosismo—. Además de que me gusta esto de estar separados, porque cuando te veo me siento muy feliz por todo el tiempo que te extrañé.
Soyeon ladeó su cabeza. —Tienes razón... —Jaebeom sintió alivio al escucharla—. ¿Pero siempre será así? Jaebeom tú tienes treinta, y yo veintiocho, no somos unos adolescentes, somos adultos. Nuestra relación está próxima a un casamiento.
La palabra "casamiento" provocó un vuelco en su corazón, pero no de desbordante emoción, sino uno de sorpresa y miedo.
—¿Y por qué deberíamos apresurarnos? Tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros, así que podemos hacer la cosas a nuestro modo y nadie debería criticarnos. Soyeon, solo quiero hacer las cosas bien contigo para luego no arrepentirnos.
La mujer miraba un punto fijo en la pared, acelerando los latidos del corazón de Jaebeom por la intriga, y sintió que su corazón se cortó cuando Soyeon se giró a verlo.
—Te entiendo, Jae. Lo siento por ser tan insistente. Es solo que mis compañeras o mi familia pregunta por nuestra relación, y dicen comentarios que suelen volverme un poco insegura —se encogió de hombros, y Jaebeom la abrazó—. No apresuremos las cosas, todo a nuestro tiempo.
Con la conversación terminada ahí, —para suerte de Jaebeom— se despidió de su novia, y salió del departamento de esta para dirigirse hasta su vehículo y emprender camino hasta su propia casa de solo un piso. Había sido una herencia de su abuela, y no pudo estar más que complacido al recibirla. Era un poco grande para una sola persona, pero Jaebeom disfrutaba de su soledad.
Mientras manejaba, no pudo evitar pensar nuevamente en la conversación con Soyeon. La amaba, estaba seguro de eso, y los cinco años juntos era una prueba suficiente, pero por alguna extraña razón no se sentía cómodo con la idea de vivir juntos. ¿No sería más sensato esperar otros años más?
Y el tema de la boda, oh, vaya, ¿Por qué lo había tocado? ¿Acaso ya quería casarse? Sabía que en algún punto de su vida tendría que contraer matrimonio con Soyeon, pero lo sentía muy pronto, mucho más pronto que vivir juntos.
—Mis papás la adoran, así que no sería mala idea comprometernos —comentó a la nada, manejando por las calles desoladas—, pero no, es muy pronto.
Se detuvo en un semáforo, pero por la hora no había carros a su alrededor. Miró a los lados, y sin muchas ganas de esperar arrancó nuevamente en el auto, aún cuando el semáforo le indicaba que era el turno de los peatones para pasar. Dio la vuelta en el cruce, y una sombra pasó al frente del coche, no dándole tiempo de frenar y atropellar a lo que sea que se le cruzó.
Abrió los ojos como platos, y frenó rápidamente, sintiendo sus manos temblorosas por el susto. No manejaba con una acelerada velocidad, pero de igual forma había golpeado algo. Con el remordimiento haciendo estragos en él, salió del coche de manera vacilante, y caminó hasta el frente, jadeando en cuanto miró a un chico quejarse en suelo, y una pequeña maleta tirada cerca.
Se agachó a la altura del chico, que por suerte estaba vivo, pero que tenía raspones en su rostro y brazos. Se veía muy pequeño, y Jaebeom le calculó alrededor de unos dieciocho años. Además de que el sutil aroma a rosas le indicó de que se trataba de un Omega.
Uno demasiado joven.
—Hey, ¿Me escuchas? —dijo y chasqueó sus dedos al frente de este—. Necesito llevarte al hospital, ¿Puedes levantarte?
—M-me duele la pierna... —murmuró el chico entre quejidos, mirando a Jaebeom con los ojos llenos de lágrimas.
—Te levantaré, ¿Sí? Agárrate a mis hombros para poder cargarte.
El chico solo asintió, sollozando levemente, y con ayuda de Jaebeom se sostuvo de los anchos hombros del mayor. Lim pasó su brazos por debajo de las piernas del chico, y lo alzó, sorprendiéndose al sentir el liviano peso de este. Era pequeño de estatura, pero su peso era preocupante. Caminó con él hasta el auto, y cuando logró abrir la puerta de los asientos traseros, metió con cuidado al muchachito.
—M-mi maleta —avisó, y Jaebeom asintió, regresando al sitio y tomando la pequeña maleta que había visto.
Se adentró al asiento del piloto, y dejó la maleta en el puesto de al lado. Miró por el espejo retrovisor al contrario, y se sintió pésimo al verlo con el rostro bañado en una expresión adolorida, soltando bajos sollozos. —Te llevaré al hospital y ahí te revisaran, ¿Sí? No te preocupes.
Sin mediar palabras, encendió el coche y manejó hasta el hospital más cercano para poder llevar al herido. Cada cierto tiempo desviaba su mirada al espejo retrovisor, vigilando que al chico. Le pareció curioso que llevara una maleta con él, y es que se veía mucho menor, y no creía que alguien tan joven anduviese por las calles solo.
También se detuvo a analizarlo, detallando que su ropa lucía algo vieja y desgastada, al igual que la maleta parecía que en cualquier momento se rompería, sin contar el hecho de que no parecía estar en las mejores condiciones físicas, pensando quizás que no había tenido la comida que realmente necesitaba. Sin embargo, no lucía como un indigente, es decir, no estaba sucio, y su aspecto no era tan deplorable.
—Ya estamos cerca —avisó, y el chico solo asintió—. ¿Podrías decirme tu nombre? Y tu edad, por favor.
—C-Choi Youngjae... y tengo veinte años —respondió encogiéndose en su lugar, sorbiendo su nariz, y mirando a Jaebeom con algo de miedo.
Bien, no era menor de edad, aunque lucía igual que uno, y físicamente se podía notar que no había terminado de crecer lo suficiente, aunque era un Omega, y estos acostumbraban a ser un poco más pequeños que los demás.
—De verdad lamento haberte lastimado, Youngjae —dijo con arrepentimiento—. En el hospital te ayudarán, lo prometo.
Youngjae no respondió, y Jaebeom lo dejó tranquilo, sabiendo que no sería tan fácil que el chico confiara en él. Por suerte ya habían llegado al hospital, así que se estacionó y con cuidado sacó a Youngjae del asiento trasero, cargándolo en sus brazos sin dificultad alguna.
Una enfermera fue quien se dio cuenta de ellos, no tardó mucho en dar aviso, teniendo a los segundos a un grupo de enfermeros y doctores revisando a Youngjae, —quien había sido acostado en una camilla— llevándoselo lejos hasta una habitación para atenderlo.
Jaebeom se quedó parado en su sitio, mirando como se llevaban al jovencito. Se sentía ansioso, y no podía irse del lugar hasta saber que Youngjae estaba sano y salvo.
—Disculpe, señor —Jaebeom se giró cuando alguien tocó su hombro, y mirando al enfermero que se dirigía a él—. ¿Es usted algún pariente del joven? Necesitamos sus datos.
—Uh, no —rascó su nuca nervioso—. Su nombre es Choi Youngjae, y tiene veinte años, es lo único que sé.
El enfermero anotó la información. —¿Sabe qué le sucedió?
—Yo, mhm, estaba manejando y él se cruzó en el camino —confesó apenado. No iba a ocultar lo que había sucedido—. Iba lento en el auto, así que solo lo golpeé, pero lo traje aquí de inmediato para que lo revisaran.
—El paciente está siendo atendido por los doctores, pero en cuanto termine él puede hacer una denuncia en su contra por el accidente —avisó el enfermero y Jaebeom asintió.
Se giró para irse, pero Jaebeom volvió a hablar. —¿Podría avisarme sobre su estado? En verdad estoy preocupado por el chico.
—Por supuesto.
Jaebeom susurró un "gracias", y miró al enfermero irse. Miró a su alrededor y se encaminó hasta las sillas más cercanas. Esperaría ahí hasta saber cómo se encontraba Youngjae.
🌼✨💜✨🌼
Una hora había pasado, y el reloj marcaba las doce de la noche. Jaebeom agradeció que era fin de semana y no tenía que ir a la universidad al día siguiente, aunque su trabajo se acumularía notablemente y ya sentía su cabeza doler por eso.
En todo ese rato no había visto al mismo enfermero de antes, y sentía la ansiedad recorrer su cuerpo al no saber nada del chiquillo. Estuvo tentado a acercarse hasta la recepción, cuando miró a uno de los doctores salir, y se levantó apresurado hasta llegar con él.
—Hola, soy quien trajo al chico, Choi Youngjae, ¿Cómo está? No soy familiar de él, pero pretendo hacerme cargo de los gastos que ocurran —preguntó una vez estuvo al frente del doctor.
—El enfermero nos comentó la situación, y el paciente nos dijo que no tenía familia que pudiera hacerse responsable de él. También nos comentó del choque y no pondrá una denuncia en su contra.
Jaebeom alzó las cejas sorprendido por la información, pero negó rápidamente. —Eso no es de relevancia. Dígame cómo está el chico.
—Por suerte el choque no fue tan fuerte, así que Youngjae solo se llevó un gran golpe en su pierna. Necesitará algunos analgésicos y pomadas, pero nada alarmante. Sus raspones fueron curados y desinfectados.
—Eso es bueno —dijo Jaebeom aliviado—. ¿Cuándo será dado de alta?
—El paciente puede ser dado de alta ahora mismo, pero di la orden para hacerlo en la mañana —respondió el doctor, y Jaebeom lo miró confundido—. El chico está un poco desnutrido, y se le están suministrando vitaminas y suplementos. Me gustaría tenerlo en observación otro poco para así vigilar su estado.
—Me di cuenta de eso. Está muy bajo de peso y se ve más pequeño que el promedio.
—Es un Omega, así que su estatura no es algo de que preocuparse, pero su peso está por debajo de lo aceptable.
—Está bien, ¿Podría pasar a verlo? Sé que no soy pariente, pero el chico está así por mi culpa, y estoy al pendiente de él.
—Oh, no hay problema. Puede quedarse en la habitación si el paciente así lo desea —concedió el doctor—. Está en el tercer piso, en la habitación C-31.
—Muchas gracias —Jaebeom le dedicó una reverencia al doctor—. Pagaré la factura del hospital y luego iré a verlo.
Se encaminó hasta la recepción, y pagó la cuenta que daba el lugar, añadiendo también una cena liviana para ese momento y el desayuno de temprano. Cuando ya estuvo listo el pago, tomó el ascensor hasta el piso correspondiente y caminó hasta la puerta que le había indicado el doctor con anterioridad.
Tocó la puerta, y un bajo "adelante" se escuchó. Respiró hondo antes de adentrarse a la habitación. Se encontró a Youngjae sentando en la cama, con su ropa cambiada por una pijama azul que acostumbraban a dar en los hospitales. Su rostro estaba decorado con algunos adhesivos, y se encontraba libre de tierra por haber caído al suelo. Sus castaños cabellos estaban peinados levemente, con algunos rizos decorando su cabeza, y miraba a Jaebeom con sus ojos grandes llenos de timidez e inocencia, jugando sin ser consiente con sus deditos.
Lucía sumamente adorable y diminuto, y Jaebeom se sintió como un monstruo al saber que había lastimado a esa pequeña criatura.
Se acercó hasta el chico, y tomó asiento en la silla de plástico que estaba a un lado de la cama. —Yo... lamento mucho haberte lastimado, no era mi intención. Supe que no levantarás una denuncia en mi contra, y te agradezco por ello. He pagado todo en el hospital, así que no te preocupes por nada.
—Fue mi culpa —murmuró el chico, bajando la mirada—. Yo me atravesé en el camino, así que no se sienta culpable.
—De igual modo lo lamento, Youngjae. Te compraré la medicina que necesites para recuperarte, es lo mínimo que puedo hacer por ti.
Youngjae abrió la boca para decir algo más, pero la puerta fue abierta, dejando ver a una enfermera con una bandeja de comida. La dejó en la mesita, y ayudó al menor a acomodarse en la cama hasta estar sentado. Colocó la bandeja en sus piernas, e indicó que podía dejarla en la mesa cuando terminara, o llamar para que fuesen a recogerla.
La cena consistía en un sándwich de jamón y queso, pera picada y un vaso de leche, además de un pequeño envase de gelatina. Youngjae miraba la comida con interés, y Jaebeom se sintió intrigado por ese detalle.
—Come, por favor —le indicó con suavidad—. Es algo tarde, pero lo pedí para ti.
Los ojitos de Youngjae brillaron. —¿Y usted no comerá?
—Ya lo hice, eso es tuyo.
Una pequeña sonrisa salió de los labios del chico, y tomó el sándwich para darle un enorme mordisco, cerrando sus ojos complacido al probarlo. La manera en la que Youngjae comía, más allá de gustarle a Jaebeom, solo lo hizo preocuparse más. ¿Hace cuánto no probaba bocado? Porque tomaba los alimentos con muchísimo desespero.
—Come despacio —indicó al ver que Youngjae metía un trozo de pera a su boca, la cual estaba llena de pan—. Podría caerte mal la comida.
El chico se encogió de hombros avergonzado. —Lo shiento... —habló con dificultad al tener su boca llena.
Con la orden dicha, Youngjae comenzó a comer más lento hasta acabar con toda la bandeja. Tomó la gelatina, y la miró con anhelo, pero luego negó y la dejó a un lado. Jaebeom alzó una ceja por eso.
—¿Estás lleno? ¿No quieres la gelatina?
Youngjae mordió su labio. —La guardaré para después. No sé cuando pueda volver a comer algo dulce y prefiero guardar un poco.
—Cómetela —dijo Jaebeom de inmediato—. Te compraré otra cuando salgas de aquí.
—N-no es necesario, ya ha hecho mucho por mi —se negó, mirando a Jaebeom con vergüenza.
—Una gelatina no es nada, y tú quieres comerla. Por favor, hazlo.
Youngjae miró la gelatina indeciso, pero la abrió y comenzó a comerla, haciendo la misma expresión de gusto al sentir el alimento en su boca. Jaebeom sentía una mala sensación en el estómago, y le dio lástima Youngjae.
Sabía que era malo tener lástima de las personas, pero cómo sentirse cuando un chico bastante joven comía los alimentos como si no fuese común en su vida. La misma pregunta volvió a rondar por la cabeza de Jaebeom, ¿Hace cuánto no comía Youngjae?
Recordó que el doctor le había dicho que Youngjae no poseía familia, y recordó la pequeña y vieja maleta que había quedado en su auto. ¿Acaso había estado viviendo en la calle? ¿Por cuánto tiempo?
—¿Me podría decir su nombre? —la voz tenue de Youngjae llamó su atención, y miró al joven mover la cucharilla por todo el envase en busca de sacar todo el contenido rojo—. Si no es molestia, claro.
Cierto, no se había presentado. —Lim Jaebeom, pero debes llamarme hyung.
—Jaebeom hyung... —repitió intentando grabarlo en su memoria, acción que se le hizo adorable al mayor. Youngjae lucía y actuaba como un niño—. ¿Cuántos años tiene?
—Treinta —Youngjae abrió sus ojos con sorpresa—. ¿Luzco más viejo?
—¡N-no! —negó rápidamente—. E-es solo que es muy mayor.
Jaebeom rió, y Youngjae lo miró detenidamente; Jaebeom hyung lucía muy serio, pero cuando sonreía su expresión cambiaba y su rostro se suavizaba.
—Sí, soy algo mayor que tú —concedió Jaebeom—. Sabes, es algo tarde, será mejor que descanses.
Se levantó de su asiento, con la mirada curiosa de Youngjae sobre él. Se acercó hasta el interruptor y apagó las luces, pero con el cuarto siendo iluminado por una pequeña lamparita que estaba al lado de la cama de Youngjae.
—Hyung... —la voz de Youngjae lo hizo detener sus pasos hasta la puerta para girarse a verlo—. ¿P-podría quedarse conmigo?
Jaebeom ladeó la cabeza. —¿No te gusta la oscuridad? —preguntó con suavidad.
—No me gusta estar solo —respondió, con un tono de voz que logró que a Jaebeom se le rompiera un poco el corazón. Sonaba desolado, como si gran parte de su vida había estado así.
Se devolvió, y volvió a tomar asiento en la silla de antes. Youngjae susurró un bajito "gracias", y se acostó en la cama, cubriéndose con la sábana hasta la mitad de sus mejillas y cerrando sus ojos. Jaebeom se quedó ahí, y fue testigo cuando el chico por fin cayó dormido.
La sábana había caído un poco, y descubrió toda su cara, teniendo su boquita un poco abierta, soltando bajos suspiros. Sus castaños cabellos caían desordenados por su frente, y su respiración era suave y relajada. Se dio cuenta de aquel lunar bajo su ojo, y lo calmado que se veía al dormir.
Jaebeom acercó su mano hasta Youngjae, y con cuidado despejó su rostro de sus cabellos, ganándose una mueca tierna que duró segundos.
—Parece que no has vivido una vida para envidiar... —murmuró, detallando el rostro angelical y un poco aniñado de Youngjae—. Que tristeza de que alguien como tú parezca haber luchado mucho en su vida.
Una criatura indefensa, eso era Youngjae, y Jaebeom sintió el deseo ferviente de protegerlo aunque sea durante el tiempo en que velaba su sueño con tanto recelo.
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