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໒✦❫⋮ Cuidar y proteger

Namjoon miró la expresión tranquila de Soyeon y respiró hondo. Luego de un largo día en donde se había dedicado a consolarla, la contraria dormía profundamente, teniendo leves espamos por el reciente llanto.

El reloj marcaba las dos de la madrugada, y sentía sus hombros algo tensos y cansados, deseando llegar a su casa para poder dormir como se debía. Arropó mejor a Soyeon, pero con sus movimientos logró despertarla, recibiendo una mirada algo desorientada de su parte.

—No quería despertarte, lo siento —murmuró, quitando algunos mechones de cabello de su cara y colocándolos detrás de su oreja—. ¿Te sientes mejor?

—Un poco... —respondió de vuelta, sentándose en la cama y mirando a Namjoon. Su rubio pelo estaba algo desordenado, y su rostro estaba libre de maquillaje, dándole un aire un poco más fresco, pero sin dejar de lado sus mejillas, ojos y nariz algo irritados por tanto llorar. Lucía frágil, y Namjoon solo atinó a atraerla a él en un reconfortante abrazo, odiando verla de ese modo—. ¿Te quedas a dormir?

—Debo volver.

—Es muy tarde.

—Llegaré con cuidado, no te preocupes.

La habitación quedó en silencio, sin que Soyeon replicara su decisión. Estaba cansada, y no tenía ánimos para pedirle a su novio que por esa noche se quedara con ella. De todos modos no lo iba a hacer por mucho que le rogara. Se abrazó al cuerpo contrario y respiró profundo su perfume, ese que estaba mezclado con el olor de ese Omega que aún vivía junto a su pareja. Estaba tan agotada que no le importó aquel detalle.

—¿Sabes que eres una mujer increíble, no? Logras todo lo que te propones, y eres lo suficientemente capaz de salir adelante por ti sola. Te admiro por eso, pues nunca había conocido a alguien tan fuerte y decidida como tú —las palabras de Namjoon llenaron la silenciosa habitación, y Soyeon prestó atención—. Lo que sucedió hoy en tu trabajo no es suficiente para vencerte, lo sé y lo sabes tú también, así que mañana volverás y darás lo mejor de ti, demostrándole a todos lo admirable que puedes ser.

Injustamente Soyeon había sido regañada en su trabajo por algo que ella no había hecho. Namjoon no necesitaba pruebas para saber que decía la verdad, puesto que su novia era muy responsable en lo que respecta a su lado laboral. No conforme con la reprimenda, —la cual fue al frente de muchas personas causándole una gran vergüenza— le habían exigido que dejara un proyecto muy importante en el que estaba trabajando, y dándole uno de poca relevancia a cambio. Quizás y no era algo de mucho impacto, pero Namjoon sabía con exactitud cuán importante es para Soyeon su trabajo, así que podía ponerse en su lugar y entender todo el dolor que sentía.

—Voy a dejar de fotografiar la realidad de Corea para fotografiar a niños para una revista infantil —rió con un humor agrio y adolorido, alejándose de Namjoon.

Estiró sus manos hasta tomar el fino rostro de la mujer, mirándola a los ojos. —¿Y quién dijo que eso no puede servirte como una oportunidad? Cariño, he visto tus fotografías, y la manera en la que capturas las emociones es impresionante. Ahora lo ves como poca cosa, pero con tu talento lo volverás algo grande y admirable.

»Demuéstrales que tu trabajo es el mejor de todos, y que unas fotografías de niños serán algo entrañable. Confío en ti, tanto de que estoy seguro que cerrarás la boca de todos cuando entregues el resultado.

Soyeon lo miró con sus ojos brillantes, y asintió una vez, antes de que una sonrisa leve saliera de sus labios. Namjoon llevó sus labios hasta la frente contraria y dejó un casto beso en la zona.

Había logrado desaparecer la expresión desolada de Soyeon, y pudo sentir paz por ese detalle.

💞

Llegó a su casa como a eso de las tres de la mañana, con sus músculos tensos y con el deseo ferviente de dormir por una semana entera. Por suerte mañana era sábado, así que podía descansar con tranquilidad.

Se descalzó en la entrada, y caminó hasta la sala, consiguiendo todo en completo silencio y oscuridad. Era demasiado tarde, imposible de que Seokjin estuviera despierto. Caminó hasta la cocina por un vaso de agua antes de dormir, y encendió la luz, deteniéndose en su sitio cuando miró la comida tapada en el mesón de granito. Una pesadez en su estómago le hizo estar consciente de todo lo que había sucedido ese día, desde la graduación de Seokjin, su promesa de comer juntos, y cómo había encontrado a Soyeon desconsolada buscándolo a él.

Tomó el cuenco en manos, encontrando ahí lo que parecía ser Kalguksu, frío por el tiempo en que estuvo afuera. Ladeó sus labios en una mueca, incapaz de poder comerlo. La culpa carcomía sus entrañas, imposibilitando que tuviera apetito para comerlo, así que lo metió en la nevera. Debía unas disculpas, y dispuesto a darlas se encaminó hasta la habitación de Seokjin, deteniéndose en la puerta teniendo en cuenta lo tarde que era. Podía hacerlo mañana, pero no dormiría tranquilo y lo sabía.

Con parsinoma abrió la puerta, viendo la habitación levemente iluminada por la pequeña lámpara que le había comprado a Seokjin. El aroma a rosas lo golpeó fuerte, y respiró hondo, llenándose del olor. Miró hacia la cama, encontrando el pequeño bulto entre las sábanas, y se adentró al lugar. Miró a todos lados, frunciendo el ceño en cuanto se percató de que en la habitación ya no había nada, y que la maleta vieja y algo rota de Seokjin estaba a un lado de la cama, con cosas dentro.

En la repisa estaban lo libros que le había comprado, pero no estaban los que le habían regalado en el instituto. Con curiosidad abrió la maleta, encontrando en esta los libros y todas las prendas de Youngjae... mejor dicho, sus prendas. Se encaminó al clóset y lo abrió, encontrando ahí toda la ropa y zapatos que le había comprado.

Tragó saliva, sintiéndose aturdido por todo.

—Hyung...

Giró su rostro, encontrándose con el de Seokjin. El Omega estaba sentado sobre la cama, con sus piernas cruzadas y jugando con sus dedos al tiempo en que lo miraba con timidez. Relamió sus labios, y se acercó hasta el contrario, pero permaneciendo de pie.

—¿Por qué tu ropa está guardada en tu maleta? O al menos parte de ella...

Seokjin bajó la cabeza. —Me iré, hyung.

Aquellas palabras llegaron al corazón de Namjoon como una estaca, y terminó de acortar la distancia para sentarse en la cama, justo al lado de Seokjin. —¿Irte? ¿por qué lo harías?

—Yo... c-creo que ya he estado aquí por mucho tiempo, hyung —apretó sus labios, y levantó la mirada—. Ha hecho mucho por mi, pero ya es momento de que me vaya.

—Yo nunca te dije que tu estadía aquí tenía tiempo —dijo, intentando entender al menor—. Por mi puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras, no te estoy echando.

—Hyung, yo-

—¿A dónde irás? Me dijiste que no tienes a nadie —cortó sus palabras, hablando con un poco de desespero—. No permitiré que vivas en la calle, no mientras aquí tengas comida y un lugar para dormir. ¿Sucedió algo? Dímelo, habla conmigo, pero no tomes esta decisión tan apresurada.

»¿Es porque no aportas nada económicamente? Te he repetido una y otra vez que eso no me molesta. Mi sueldo es suficiente para nosotros dos. Si aún te sigues sintiendo mal entonces consigue un trabajo, pero desde ya te digo que no aceptaré dinero de tu parte. ¿Qué hay de la universidad? Quedamos en que te ayudaría a entrar, y sé que eres lo suficientemente inteligente como para optar por una beca completa. Sabes que te ayud-

—Tengo un Alfa.

Las palabras quedaron atascadas en la garganta de Namjoon luego de que Seokjin soltara aquella información mirándolo a los ojos. Lo miró intensamente, buscando la verdad en sus orbes, pero el menor volvió a desviar la mirada.

—¿Q-qué? —jadeó, sintiéndose asfixiado por el intenso aroma a rosas y la incredulidad que tenía sobre lo que había escuchado.

—Y-yo tengo un Alfa, hyung —murmuró sin fuerzas, mirando al contrario—. Él... debe de estar preocupado por mi, por no saber dónde estoy.

—¿Vives con él? —Seokjin asintió—, ¿y tus padres... lo saben?

Seokjin volvió a asentir. —Mi Alfa es lo único que tengo, hyung... yo no sé dónde están mis padres desde hace años. E-estaba solo luego de que mis padres me abandonaran, y él me encontró. Cuida de mi y me p-protege.

La información aún no cabía en la mente de Namjoon, y se sentía realmente ofuscado por todo. Un Alfa, Seokjin tenía un Alfa. Chasqueó la lengua disgustado, y su expresión se endureció por completo, tomando una seriedad de piedra que lograba asustar a muchas personas.

—¿Por qué no me dijiste y te llevaba con él? Recuerdo perfectamente que me dijiste que tenías un lugar donde vivir pero no querías volver allá, ¿me estás mintiendo justo ahora o lo hiciste antes? —habló con dureza, logrando que Seokjin se encogiera en su lugar—. También recuerdo que me dijiste que preferías vivir en la calle antes de volver ahí, incluso pasaste un día en la calle cuando te encontré, y ahora me dices que tienes un Alfa que te cuida y te protege. ¿Piensas que te voy a creer?

—H-hyung, no es lo que cree —balbuceó el menor, mirando a Namjoon con tristeza—. Mi Alfa no tiene nada que ver con eso... había sucedido algo, y por eso estaba en la calle, ¡pero le juro que él es bueno!

—¿Y si tan bueno es por qué no volviste con él?

—P-porque sabía que se preocuparía por verme en ese estado, pero ya estoy bien, así que puedo volver con él.

—Porque se preocuparía por verte en ese estado... —repitió con ironía—. ¿No crees que se haya preocupado más por todo este tiempo que estuviste lejos de él? ¿y qué le dirás cuando lo veas? ¿cuál será tu excusa?

—B-bueno... —Seokjin jugó con sus dedos, sintiendo sus ojos picar por las lágrimas. Namjoon estaba siendo demasiado rudo—. L-le diré que estaba con una tía, él lo entenderá. Hyung, sobre la universidad... no será necesario. Debo atender a mi Alfa, y si estudio no tendré tiempo para eso, así que no se preocupe por mi.

Namjoon quiso llorar de la impotencia al escuchar a Seokjin decir eso. Era tan indignante todo, y no lograba comprender el porqué estaba tan enfadado. Sin embargo, no dijo más nada sobre el tema, puesto que no era su lucha. Seokjin era un chico grande, y si quería volver con... él, entonces no podía hacer más nada, porque sobre el Omega no tenía ningún tipo de derecho, y menos si este ya tenía a un Alfa que esperaba por él.

—Hyung, no sabe lo agradecido que estoy con usted por toda su ayuda —susurró Seokjin, con finas lágrimas corriendo por sus mejillas—, e-entiendo si me odia ahora mismo.

No dijo nada, solo se levantó de la cama y caminó hasta su habitación buscando debajo de su clóset una de aquellas maletas que ya no usaba tanto. Volvió a la habitación del menor y la dejó sobre la cama, con Seokjin mirándolo con curiosidad.

—Mete todo aquí —indicó—. En tu bolso no entra toda la ropa.

—H-hyung, solo me llevaré mi ropa.

—La ropa que está en el armario también es tuya, así que llévala contigo.

Seokjin negó. —No puedo llevarla. Usted la compró, así que es suya.

—Seokjin, compré esa ropa para ti, y no haré nada con ella, tampoco tengo a quien dársela —habló con firmeza—. Llévate todo, los libros y la ropa. No dejes nada aquí. Todo lo que te compré es tuyo, y no lo quiero de vuelta. También esta maleta es tuya, te la regalo, así que mete tus cosas y no me contradigas.

Sin nada más que agregar salió de la habitación, para encerrarse en la suya. Se llevó una mano a la frente, y su rostro se arrugó en una expresión dolorosa. ¿En qué momento había estado feliz de ver a Seokjin graduarse a pasar de estar enfadado por saber que se iría? Lo peor de todo es que, analizando mejor la situación, su molestia no era por saber que Seokjin se iría, sino que todo ese conjunto de malas emociones radicada en el simple hecho de conocer aquel delicado detalle de que ese lindo Omega que había cuidado y protegido con vehemecia ya tenía a alguien más que era merecedor de ese papel que estaba cumpliendo.

Se sintió un estúpido por pensar que en sus brazos Seokjin estaba siendo cuidado, cuando ya había quien estaba destinado a ello. Quiso protegerlo de todos, con deseo de meterlo en una pequeña cajita cristal para que nadie lo lastimara, sin saber que estaba resguardando algo que no era suyo, y que nunca le iba a pertenecer.

Se deslizó por la puerta, hasta caer sentado en el suelo, totalmente destrozado en simples segundos con una verdad que nunca había tomado en cuenta, y que ahora lo abofeteaba burlona por su desgracia.

💞

Seokjin apretaba con fuerza el mango de la maleta, al tiempo en que miraba la sala con algo de añoranza. Sus paredes, adornos y demás cosas, todo estaba siendo grabado en su memoria como un tesoro. Quería que, al cerrar los ojos, pudiera recordar con facilidad cada detalle del lugar, tanto el aspecto físico que tenía, como la sensación hogareña que lo abrazaba.

Miró tentado el pasillo por donde estaban las habitaciones, pero se negó a sus deseos. Su hyung probablemente ni quiera ver su cara, y no se creía capaz de soportar alguna expresión de odio de su parte para con él. Se repitió una y otra vez a sí mismo que estaba haciendo lo correcto. Sabía que su presencia no era del todo favorable para su hyung, y que irse de su vida le traería un poco de normalidad. Sin embargo, no pudo evitar mirar el pasillo una vez más con anhelo, queriendo tener la presencia del mayor una vez más cerca de él.

Se sentía tan egoísta.

Dio media vuelta, rodando la maleta a su lado dispuesto a irse, cuando el sonido de la puerta siendo cerrada lo hizo congelarse en su sitio. De manera vacilante se giró, encontrándose con la mirada del mayor en él. Namjoon estaba vestido con ropa para salir, sorprendiéndolo puesto que lo esperaba con su pijama. Su pelo, —que acostumbraba a verlo en una prolija media cola— se encontraba suelto, y detrás de sus orejas dándole un aire más libre.

Su expresión era estoica, sin ningún tipo de emoción que Seokjin pudiese descifrar, y se notaba tenso en su posición.

—Buenos días, hyung —habló finalmente, haciendo una corta reverencia para el mayor.

—¿Desayunaste?

—Uh, no... ya me iba.

Namjoon alzó una ceja, y se acercó hasta él para pasar al pequeño recibidor, colocarse unos zapatos y abrir la puerta de la casa. —Vamos. Te compraré algo para desayunar, y luego te llevaré a casa.

Te llevaré a casa, ¿por qué se escuchaba tan desagradable en su boca? Claro, porque cada vez que decía aquello se dirigía a su casa y no a la de alguien más. No había podido dormir en toda la noche, y luego de pensarlo mucho se decidió por ser él quien llevase a Seokjin, puesto que aún esa necesidad de cuidarlo estaba presente.

—Namjoon hyung, no es necesario. Puedo irme solo, no quiero ser más molestia.

El mayor detuvo sus pasos y miró a Seokjin. —Yo nunca he pensado en ti como una molestia, así que deja de asumir cosas que no son. Te compraré algo, y luego te llevaré con tu Alfa.

Seokjin bajó la cabeza, y asintió una sola vez.

Namjoon condujo por las calles con su mirada fija en el camino. A diferencia de otras veces, el auto se encontraba en un angustiante silencio, y ninguno se veía capaz de acabarlo. Se detuvo en un pequeño establecimiento de Subway para comprarle a Seokjin un sándwich para desayunar en conjunto con un jugo y un pequeño pastelito que no pudo evitar pedir. ¿Por qué no podía dejar de consentir a Seokjin? Ya debía dejar de hacerlo, ya no le correspondía ese tipo de acciones.

Le entregó al menor la bolsa de papel con la comida, y se recargó en su asiento. —Come todo, no dejes nada.

—Hyung, esto es demasiado, no tenía porqué hacerlo —se quejó Seokjin con pena, mirando el contenido en la bolsa—. C-coma conmigo.

—Lo compré para ti, no para mí.

Tan seco, así se expresaba Namjoon, logrando que el estómago de Seokjin se removiera de puro pesar. Sus ojos ardieron por las eminentes ganas de llorar, pero lo merecía. Merecía que su hyung lo tratara de aquella forma tan desinteresada.

Saltó en su lugar cuando la bolsa fue tomada de sus piernas, y miró con sus ojos acuosos al mayor tomar la mitad del sándwich y darle un mordisco. Tomó la otra mitad del pan y se la colocó en las manos.

—Ayer te prometí que cocinaríamos juntos y no lo cumplí —habló luego de tragar la comida, mirando a Seokjin con la misma seriedad de antes, pero con algunos destellos de arrepentimiento—. Toma esto como una compensación.

Las mejillas de Seokjin se calentaron, pero asintió, mordiendo él de igual modo el pan, y sintiendo sus lágrimas rodar por sus mejillas. El día de ayer, luego de que Namjoon se fuera con Soyeon, Seokjin había preparado el almuerzo que se suponía y debían hacer ambos, con el corazón destrozado en las manos, y con el pensamiento claro de que no hacía nada ahí. No lo comió, tampoco cenó tiempo después, siendo aquel sándwich el primer bocado de comida luego de un día.

A pesar de la desolada situación, sabía bien, porque lo estaba compartiendo con el mayor, y nuevamente le agradeció mentalmente por aparecer en su vida, aún si no estaba permitido permanecer en esta.

—G-gracias, hyung... —habló con voz quebradiza, y sus ojos rojos, inundados en dolorosas lágrimas. No quería irse, no quería apartarse de su lado, pero era lo correcto. Namjoon sintió su estómago cerrarse, pero solo movió su mano, restándole importancia y terminando a duras penas la comida.

Vio a Seokjin partir el pastelito, y se negó de inmediato. —Es tuyo. Cómelo completo. Dame la dirección.

El menor dictó la dirección, y Namjoon frunció el ceño. Eso quedaba muy lejos de donde había encontrado a Seokjin, pero no hizo preguntas, sin embargo.

Dejándose llevar por el GPS, condujo por las calles con tranquilidad, escuchando de fondo el sonido del comer de Seokjin y las indicaciones del aparato. Su mente estaba algo dispersa, y si era sincero, aún no podía creer que estaba llevando a Seokjin con su Alfa; uno del que nunca había escuchado.

Apretó el volante entre sus manos cuando miró con atención el vecindario. Era algo descuidado, y podía asegurar que era de personas de pocos recursos, sin embargo, no lucía como si las casas fuesen a destruirse. El GPS le indicó que su destino estaba a unas cuantas casas más, así que cuando se acercó y aparcó en el lugar correspondiente, no pudo evitar mirar la vivienda con ojo crítico. El jardín delantero estaba totalmente arruinado, con la grama algo crecida. Las paredes de la pequeña casa tenían la pintura cayéndose en pedazos, y sus ventanas se veían sucias.

—¿Es aquí? —preguntó desconfiado.

Con la vergüenza coloreando sus mejillas, asintió. —D-dentro luce mejor.

No muy seguro de esa información, miró al menor, encontrándose con su mirada, pero sin pasar por alto la manera en la que jugaba con sus dedos. Esa manía la conocía tan bien, ¿por qué la tenía en ese momento?

Abrió su boca para decir algo más, pero detuvo toda oración cuando Seokjin se lanzó a sus brazos en un apretado abrazo. Se encontraba algo pasmado por el acto, pero no tardó mucho en rodear al menor y apretarlo contra sí. Las palabras estaban en la punta de su lengua, deseosas por salir. Un suplicante "quédate conmigo" estaba haciendo estragos en él, pero se aseguró de no decirlo, recordándose a si mismo que Seokjin no era asunto suyo, y que debía dejarlo ir.

Una vez se separaron, Seokjin bajó del auto y sacó la maleta con él, caminando a paso lento hasta la entrada del lugar. Namjoon permaneció en el auto, vigilando el lugar con tintes de preocupación. Miró a Seokjin tocar la puerta, y luego de un rato esta se abrió, dejando ver a un hombre un poco mayor que Namjoon, con un aspecto algo desarreglado pero no tanto. Este hombre abrió los ojos con sorpresa al mirar a Seokjin, y no tardó mucho en rodearlo entre sus brazos en los que parecía ser un desesperante abrazo que gritaba lo mucho que había extrañado al menor.

Dolía, ver aquella escena dolía en el pecho de Namjoon, incapaz de desviar la mirada a otro lado que no fuera de ese hombre abrazando con tanto anhelo a Seokjin. Lo miró separarse del menor, y con una sonrisa en el rostro, tomó de las mejillas al Omega para unir sus labios en un furioso beso. Eso fue suficiente para que Namjoon pudiese desviar la mirada, con la presión en su pecho haciéndose más pesada.

«No lo beses así...» pensó con pesar, «él merece ser besado son suavidad, con toda la adoración del mundo».  Sacudió la cabeza en cuanto aquello pasó por su mente, «ya está con él, ya no me necesita» y con ese pensamiento, maniobró el coche hasta salir de ahí, tomando camino con dirección a su casa.

Sus nudillos estaban blancos, de la fuerza que estaba ejerciendo en apretar el volante, y abrió las ventanas del auto para dejar salir todo el aroma de Seokjin que solo lograba asfixiarlo. Ya no me necesita, se repitió, está con su Alfa, él lo cuidará, aseguró en su mente, intentando desviar todo el malestar que cubría cada zona de su cuerpo.

Estacionó sin cuidado el auto al frente de su casa, y se adentró en esta, abriendo las ventanas con apuro para deshacerse del aroma de Seokjin. Entró a su habitación y también abrió las ventanas, saliendo después para entrar a la habitación que había ocupado Seokjin hasta esa mañana. El aire se atascó en sus pulmones, y es que ahí su olor era más potente. Paseó su mirada por todo el lugar, encontrándolo vacío, pero su camisa, —esa que Seokjin le quitó para usarla al dormir— estaba doblada sobre la cama, y se deslizó sobre esta para tomar la prenda entre sus manos.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y no evitó soltar sus sollozos adoloridos. Ya no estaba, Seokjin ya no estaba con él. Se abrazó a su vieja camisa, y se acostó sobre la cama, percibiendo con mayor impacto la fragancia a rosas que el chico destilaba. Lloró aún más por eso, porque ya no cuidaría de ese frágil chico que se había adentrado en su corazón, sino que otra persona se encargaría de eso. Ya no vería sus sonrisas de buenos días, ni sería escuchado con atención cuando hablara sobre su trabajo. Su casa perdería la alegría que él había traído, y no sería bendecido con su preciosa voz al cantar.

Había perdido todo lo que lo había hecho feliz durante ese tiempo, y justo en aquel momento se dio cuenta que eso era Seokjin para él; un rayo de alegría que lo motivaba.

Y quizás, solo quizás, también se había dado cuenta de que Soyeon tenía razón, porque su corazón se sentía destrozado y pensó que tal vez no quería a Seokjin solo como el chico que cuidaba, y le dio pesar saber que se había dado cuenta muy tarde.

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