» Capitulo 5
Su respiración, cálida y rítmica, acariciaba su piel fría y sensible, enviando ondas de eléctrico placer por todo su cuerpo.
Sus labios, pálidos e hinchados, ansiaban volver a tocar, probar, besar a los suyos, temblorosos y enrojecidos, tan dulces y tímidos; mortalmente adictivos.
Hacía tantas décadas que Amity no yacía junto a una chica en tan íntima vulnerabilidad, abrazadas y exhaustas, en la soledad de una fría noche como aquella.
Con una sonrisa afilada en su boca, pasó su mano por el cabello castaño de Luz, acariciando con ternura a la chica dormida sobre su pecho.
Luz era la primera chica que yacía en sus brazos con todas sus prendas, y Amity quería tenerla así por siempre, tan inocente, pero también quería desvestirla y comerla a besos, quería que ella fuese suya.
Quería congelar aquel momento eternamente.
Quería volver a besarla.
–Mmm– se quejó la humana, acomodándose sobre ella sin abrir los ojos.
Amity, acallando sus salvajes fantasías, la empujó con suavidad a un lado, dejándola caer entre los cojines del sofá dónde siguió durmiendo, tranquila y pacífica, sin inmutarse.
La observó un instante, y bostezando, se puso de pie, estirando sus manos hacia el oscuro cielo.
El insomnio de las noches hacía su habitual acompañía mientras ella caminaba hacia la ventana.
¿Sería posible que aquella humana de sonrisas preciosas hubiese agrietado sus muros y hubiese poseído sus labios, un beso tras otro, como si toda ella le perteneciese?
¿Era posible que ella, Amity Blight, la hubiese dejado?
Gimió y apoyó la cabeza en el cristal, recorriendo con su mirada miel las terrazas de los otros edificios mientras suspiraba confundida.
Fantasear y hacer siempre serían cosas opuestas, y en su ausente corazón, ella sabía que no podía llevar sus fantasías a la cama, no con Luz.
Porque ella era un vampiro, y Luz no tenía ni idea.
¿Cómo reaccionaría ante algo así?
Podía no creerle y pensar que estaba loca, o podía si creerle y aborrecerla. Quizás incluso echarla del apartamento.
Cualquier opción sonaba igual de mal.
Amity volteó a ver a la chica en el sofá, con quién apenas había compartido un par de besos y algunas caricias limitadas, y negó.
No estaba lista para arruinar las cosas tan pronto.
Volvió a centrar su atención en las calles llenas de tráfico de la ciudad, donde el mundo pareció continuar su curso, y trató de ya no pensar más en ese tema, pero cuándo sus ojos recorrieron un callejón poco iluminado entre dos edificios, un sutil destello de dorado atrapó su mirada.
Su respiración poco a poco se volvió irregular y el miedo se instaló en su pecho, asfixiándola.
No podía ser él, no.
Lentamente, dió un paso atrás y luego otro, hasta alejarse de la ventana. El pánico invadía su cuerpo.
¿Estaba segura de lo que había visto o solo se estaba volviendo loca?
Si era cierto… él la había encontrado.
Un recuerdo horrible, sangriento y doloroso golpeó su mente, y aterrada, se acercó a Luz y con cuidado la tomó en sus brazos, llevándola a la habitación.
Tenía que protegerla, se prometió mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos.
Ella era tan linda, e inocente, y asombrosa, y divertida… no dejaría que nadie le arrebatará todo eso.
Cerró la puerta y con delicadeza la recostó sobre la cama, colocó una almohada bajo su cabeza, le quitó los zapatos y la incómoda blusa y luego la arropó con una manta estampada, asegurándose que estuviera cómoda.
Respiró, una, dos, tres veces. No podía perder los estribos.
La observó un instante, asegurándose de que ella estaba bien, y luego la vampira sintió como el miedo se dilataba al acurrucarse junto a ella en la cama, envuelta en sus cálidos y arrolladores latidos.
–Te quiero, Lu. Y no dejaré que nadie te lastime– le susurró Amity, y besó con ternura sus labios, sellando así su promesa.
No dejaría que nadie, mucho menos Edric Blight, le hiciera daño.
Se quedó con ella toda la noche, cuidandola hasta que el cielo se tornó rosa y la noche se convirtió en día.
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