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» Capitulo 35

Semanas y meses escribiendo y ahora tenía aquí, su primera novela, Midnight love, en sus manos.

Luz estaba desbordando emociones, y para celebrar, había organizado una fiesta en la terraza del edificio al atardecer, invitando a sus compañeros de trabajo y algunos viejos amigos, incluyendo a Drea Willow.

–¡Pero si es Lucí, la escritora!– exclamó un chico moreno detrás de ella.

–¡Holaaa!– chilló ella, abrazándolo.

–Amity, él es August, un viejo amigo de la universidad– dijo ella, presentándole a su novia a cada invitado y viceversa. –August, ella es Amity, mi novia–.

–Hola– saludo Amity tímidamente, poco acostumbrada a tratar con personas nuevas.

–Hola– repitió él, mirándola detenidamente –tú y yo, ¿Nos conocemos de algún lado?– preguntó él, rascando inconscientemente su cuello, dónde yacían dos puntos de una cicatriz antigua.

Una mordedura de vampiro.

¿Era posible que ella hubiese mordido a ese chico algunos años atrás?, no lo recordaba, pero era probable.

–Lo dudo mucho– respondió ella, lo más serena que pudo. –No salgo mucho de casa–.

August iba a decir algo más, pero en ese momento llegó otra invitada y Luz, arrastrando a su novia con ella, fue a saludarla.

Lucía le presentó a amigos del trabajo, de sus años como estudiante e incluso a su editora; todos parecían estar felices de ver a su Lu realizando aquel sueño, y cuándo el cielo ya se había tornado lila, Drea Willow, acompañada de aquella vampirita de cabello rojo, llegó.

Hoa Wiou– murmuró Luz desde dónde estaba, sentada alrededor de la fogata que habían preparado, con la boca llena de pegajoso y dulce malvavisco. Drea le devolvió el saludo y caminó hasta ella, comenzando a entablar una conversación de la que nadie más participaba.

Amity sonrió, al menos las cosas entre ellas ya no eran tan tensas como antes, cuándo Luz la evitaba, molesta por haberle ocultado su secreto.

El resto de la velada transcurrió con calma entre risas y anécdotas, comida estilo picnic ( sin bebidas embriagantes porque estaban a veintidós pisos de altura en una azotea ) y un par de juegos. Su favorito fue aquel en el que los invitados se turnaban para leer un fragmento del libro de Luz.

Ella estaba concentrada escuchando todo, guardándose para sí misma los recuerdos de las veces en que Luz le leyó a solas sus primeros escritos, acurrucadas en la cama bajo las mantas.

De pronto, en su bolsillo, comenzó a vibrar su celular, sacándola de sus recuerdos.

Ella ya sabía quién era, pues solo dos personas tenían su número y una de ellas estaba comiendo malvaviscos a su lado

–Ya regreso– le susurró Amity a su novia, besando su mejilla y provocando chillidos entre los invitados. Luz asintió y la observó alejarse, preguntándose a dónde iba.

«Tengo un regalo para tí» había escrito Viridiana. «Estoy abajo».

Cuándo ella llegó al primer piso, vio a la reina Viri, con un par de enormes gafas de sol puestas aunque ya era de noche y sin sus cuernos, apoyada en una pared, con una maleta negra a su lado.

–¿Por qué tienes...?– empezó Amity, captando la atención de la vampira, quién había tenido la mirada clavada en la pantalla al otro lado, sintonizando el noticiero local.

–¡Mini Blight!– chilló ésta al verla, tomando la maleta y entrando al elevador con ella.

–¿Qué es lo que necesitas?– preguntó Amity, incómoda y cruzándose de brazos. Nunca sabía cómo comportarse frente a ella.

–Pues... me dijo un pajarito...– dijo Viri.

–Drea– murmuró Amity.

–... qué tú y el ratoncito de tu novia habéis organizado una fiesta– dijo ella. Amity abrió los ojos.

–Eh, Luz hizo la lista de invitados, yo no...– intentó excusarse Amity, pero Viri le restó importancia.

–No vengo a la fiesta, lindura, tengo otros asuntos que cumplir esta noche– la interrumpió, –Solo vine a dejarte esto y me voy– le dijo.

El elevador se detuvo en el último piso, su piso, y Amity la dejó pasar al apartamento. Viridiana, sin perder tiempo, abrió la maleta y le mostró lo que contenía, provocando que a Blight se le hiciera agua la boca.

Eran al menos cincuenta bolsas de sangre fresca.

–Drea me dijo que tú y Lucía saldrán de viaje en unas semanas– explicó, cerrando otra vez la maleta. –Esto es para que no tengas que salir a cazar– indicó, con un tono suave pero autoritario.

Una orden disfrazada de consejo.

–Estos últimos años– continuó la reina, –han habido muchos asesinatos a causa de los vampiros salvajes. Asesinatos innecesarios que están alarmando y destrozando a muchas familias, principalmente en el lado norte de esta ciudad. Se que no eres tú la que lo está haciendo, pero...–.

–Pero Edric sí– musitó Amity.

«Pero tú también fuiste parte de esto una vez. Tú también eres una asesina» sentía que pensaba Viri.

Hace más de dos años que Amity había jurado lealtad a Viridiana y no había vuelto a cazar pero, nada de eso no anulaba las décadas y décadas que había pasado bajo las órdenes de Edric, y la culpa rondaría para siempre dentro de ella.

–¿Lo habéis encontrado?– preguntó, cambiando de tema.

–Aún no– confesó Viri, disgustada consigo misma. –Desde que redamos La mansión Blight y él escapó, no hemos tenido más pistas de su paradero– admitió, casi gruñendo.

Amity recordó eso, dos años atrás, cuando le había dado la llave de su antiguo hogar a la reina vampiro a cambio de protección para ella y Lucía, y Viri había desplegado sus armas contra Edric y sus cómplices. Varios habían muerto o sido arrestados, las chicas que su hermano mantenía secuestradas en el sótano para alimentarse habían sido liberadas y protegidas, pero varios, incluyendo a Edric, habían escapado.

Amity esperaba que lo encontraran pronto.

–Y Emi, ¿Cómo está?– preguntó en cambio.

La expresión de Viri cambió, y Amity no supo cómo interpretar su su mirada.

–Ella está bien, demasiado bien– le respondió, –aunque desde que la capturamos no ha sido muy cooperativa– confesó.

Amity no pudo evitar tensarse un poco ante esas palabras. Capturamos. Emi era complicada, si, pero era su hermana, era... diferente a Edric.

El silencio volvió a invadirlas, roto solamente por la vibración del celular de Amity.

«¿Dónde estás?» le había escrito Luz. Mierda, la fiesta, lo había olvidado.

Se puso de pie y Viri entendió que debía irse, despidiéndose de la chica y volviendo a colocar sus gafas para sol. Amity la observó irse y luego corrió hacia la azotea, dónde varios de los invitados ya se habían ido, pero los que quedaban se estaban divirtiendo a topé.

–¿Estás bien?– le preguntó Luz, corriendo a ella cuando la vió volver.

–Si, si– le aseguró Amity, sonriendo.

Luz dudo de eso, pero decidió que no era el momento ni el lugar para hablar de ello, por lo que dejaría esa conversación para después.

La tomó de la mano y volvieron a la fogata, que era más bien una parrilla que Luz había conseguido prestada, dónde Boscha relataba historias de terror y Willow estaba apenada por la manera tan poco indecente en que las narraba.

Cuando la fiesta terminó y el último invitado se fué, las chicas recogieron el desastre que había quedado, volviendo casi media hora después a su apartamento.

–Dormiré hasta al mediodía– se quejó Luz, abriendo la puerta. Sus ojos inmediatamente se posaron en la maleta junto al sofá y volteó a ver a Amity, confundida.

–Oh, eso– exclamó Amity, –Viridiana lo trajo–.

–¿Viri, la vampira rubia del pandemonium estuvo aquí?– preguntó Luz.

–Si, ella– dijo Amity. –No cree que sea correcto que salga a cazar, así que me trajo esto. Son bolsas con sangre– explicó, levemente pálida y avergonzada.

–Oh– musitó Luz, alejándose de la maleta. –Pensé que ella te daba miedo, no sabía que aún mantenían contacto– comentó, quitadose los zapatos y dejándolos en el suelo.

Amity suspiró. No podía mentirle.

–Mi amor, ¿recuerdas aquella noche en la que rompieron la ventana y la sala estaba llena de sangre falsa?– le preguntó, viendo como ella se encogía. Obviamente lo recordaba todo. –Esa noche– suspiró Amity– decidí que no dejaría que nadie te lastimara, así que hice un trato con mmm, ella– dijo.

–¿Un trato?– repitió Luz.

–Ella... ella quería Le manoir Blight, mi antiguo hogar, y solo necesitaba el permiso de un vampiro de la casa Blight para tomarla. Yo se lo di, y a cambio, ella está protegiéndote de cualquier vampiro salvaje. De Edric– confesó Amity.

Luz la observó, meditando sus palabras. Sabía que Amity había vivido toda su vida en aquel lugar, pero también sabía que lo odiaba, y que jamás deseaba volver a él. Y aún así, era el único legado de su familia, y había sido muy importante para ella.

–Gracias– susurró Luz, abrazándola. –Gracias por cuidarme– repitió, sabiendo que quizás no había sido una decisión facil.

Amity besó su frente y después la miró a los ojos. –Si está en mis manos, mi amor, haré lo que sea necesario para protegerte– le prometió ella.

Luz volvió a abrazarla, conteniendo sus lágrimas y aspirando su aroma a cerezas, antes de separarse y dirigirse a su habitación, con ella siguiéndola de cerca.

Lo que sea necesario.

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