–Buenas noches, Lucía– dijo la señora, mirando a su hija con una copa de champagne en las manos. –¿Cómo estás?–.

–Hola mamá– respondió Luz, con una sonrisa temblorosa en el rostro. –Estoy bien, ¿Y tú?–.

–Oh, ya sabes, sola– dijo, imitando un suspiro. –Por cierto, te ves preciosa–.

–Gracia…– murmuró.

–Me alegra que por fin te vistas de manera decente– la interrumpió Camila, pasando sus manos entre los mechones artificiales de su largo cabello, mirándola de arriba a abajo. –Bueno, más o menos– agregó.

Amity observó a Luz titubear, insegura de qué decir, mientras sus manos temblaban y su corazón latía, asustado.

–Yo…– intentó decir, pero volvió a cerrar la boca.

–Y, ¿Quién es tú amiga?– preguntó Camila, clavando su mirada, con una sonrisa, en Amity.

–Oh, ella es Amity Blight– respondió Luz, sintiendo frío correr por su venas, –mi novia–.

La sonrisa, afilada e imponente de Camila titubeó, y sus ojos castaños se oscurecieron, frunciendo el ceño.

–¿Novia?– repitió Camila, incrédula ante las palabras de su hija.

–Sí, mi novia– respondió Luz, intentando no deshacerse en explicaciones.

–Buenas noches, señora Noceda– interrumpió Amity, extendiendole la mano a Camila, quién veía a Luz con una mezcla de decepción y enojo, y con su mano libre tomaba la de Luz, dándole un suave apretón para intentar calmar un poco sus nervios. –Lu me ha hablado mucho de usted– mintió.

–Lo dudo tanto– respondió Camila, sin siquiera mirar a Amity. –¿Qué estás esperando, Lucía? Ésto está por empezar y tú sigues aquí– la regañó.

–Lo siento– respondió Luz, mirando hacia abajo. –Ya voy–.

–Eso espero– espetó la mujer, dándose la vuelta y alejándose de las chicas. Amity saboreó su amargo descontento, flotando con densidad en el aire, como veneno que corrompe sutil y lentamente.

–¿Lu, estás bien?– le preguntó a la chica, cuyo rostro se veía tenso y abatido.

–Sí, sí, estoy bien– respondió Luz, limpiando aquella lágrima que se había derramado por su mejilla.

«No, no estás bien» pensó Amity. «Puedo escuchar la amarga melodía que brota de tú pecho».

–¿Estás segura, mi amor?– insistió Amity.

–Sí, tranquila– desestimó Luz, conteniendo sus débiles sollozos, para no llamar la atención y acercándose a la vampira, para darle un abrazo.

Hundió su rostro en su cuello sin decir nada, y Amity, devolviéndole el abrazo, le dejó un cálido beso, que decía más de lo que sus palabras podían.

–Estoy bien– susurró Luz, separándose de Amity. –Tengo que irme– dijo, despidiéndose con la mano.

Amity, imitando su gesto, la observó alejarse.

Las luces bajaron, tornándose pálidas y tenues hasta desaparecer, mientras que en el escenario, otras se encendían, iluminando una mesa larga y a varias personas, dieron inicio al evento.

Entre ellas, su Lu.

Ella se miraba magnífica, y tan profesional, que a Amity le costaba imaginar que era la misma chica que caminaba por el apartamento en pijamas de gatos y se sonrojaba con cada muestra de afecto, y escucharla hablar ante el público con tanta emoción, cautivó a la vampira.

Luz cedió la palabra a la autora del aquel libro, una chica rubia y pecosa, que lucía emocionada y nerviosa, y mientras tomaba asiento, guiñó un ojo a Amity.

–¿Vino, mademoiselle?– le preguntó uno de los camareros. Amity tomó la copa que le ofrecían y se la llevó a los labios mientras le devolvía el gesto a su novia.

El dulce amargo y metálico se estancó en su paladar mientras la bebida espesa y pegajosa bajaba lentamente por su garganta. Ella descendió sus ojos miel hacia la copa medio vacía, y observó el ondear de la sangre oscura, reflejando los candelabros sobre su cabeza.

«Disfrútala, es tu bebida favorita» susurró una voz fantasmal en su cabeza.

Amity miró hacía los lados, dónde casi todos los presentes tenían una copa de vino en sus manos, y por su aroma, sabía que solo ella había recibido una copa de sangre.

«¿Qué demonios?» chilló en su cabeza.

Ella buscó al camarero con su mirada, pero éste ya no se veía por ningún lado. Volteó hacia atrás, hacía la barra improvisada de “books and bottles” a un lado del salón, y fué en ese instante en el que el frío penetró hasta calar sus huesos.

Ella llevaba el cabello largo y en bucles, un vestido ceñido de color esmeralda, adornado con una sonrisa mortal y en sus manos descansa una copa rebosante de sangre roja, que alzó hacía arriba para brindar por algo que Amity no sabría jamás.

«Santé, Amity» susurro la voz.

–Emira– murmuró Amity con algo de temor y confusión. «Si tú estás aquí, ¿dónde está Edric?».

Su mirada se volvió inmediatamente hacia Luz, quien seguía sobre el escenario, en dónde otro autor hablaba sobre la aventura de escribir su libro.

Que sus hermanos estuvieran aquí no era nada bueno.

«Tengo que protegerte, tengo que…».

Una mano se posó en su hombro, y Amity volteó, encontrándose con dos colmillos desencajados y un par de ojos verdes, que la miraban sin una pizca de amabilidad.

–¿Quién demonios eres, Blight, y que quieres de Luz?– le siseó.

–Willow– jadeó Amity, volteando a ver el lugar dónde había visto a su hermana, pero ésta ya no estaba ahí, ni en ningún otro lugar del auditorio. –Mierda– masculló la vampira.

–Respóndeme– demandó aquella chica, quién decía ser amiga de Luz, y quién, al igual que ella, era una hija de la noche.

–Soy Amity Blight– exclamó la vampira, mirando a Willow a los ojos. –Vampiresa por nacimiento. Primera y última hija de Alador y Odalia Blight– dijo, quitándose la mano de Willow de encima. –Y como dijo mi Lu, soy su novia– le recordó. –Y tú, Drea Willow, ¿Quién eres?– replicó Amity.

Willow gruñó y desvío la mirada, visiblemente enojada.

–No sé de dónde saliste, ni si eres quién dices ser– dijo Willow, dando un paso más cerca de ella. –Pero, si llegas a lastimar a Luz, aunque sea un poco, lo lamentarás, Blight– le advirtió la novicia.

–No me agradas, Drea Willow– dijo Amity, despacio, –pero ten por seguro, de que jamás le haré daño a mi novia–.

–Eso espero– sentenció Willow, dando un paso atrás. –Aunque he estado lejos un tiempo, Blight, Lucía es mi mejor amiga, y la adoro– dijo, comenzando a alejarse. –Por favor no le digas mi secreto. Aún no– pidió, y cuándo Luz bajó del escenario, caminando hacia Amity, ella ya había desaparecido.

Su chica tenía una sonrisa radiante en su rostro, contraria a su agria expresión al subir al escenario, y Amity, acercándose a ella, no era capaz de decirle nada que pudiera opacar su noche.

–¿Cómo te fue?– preguntó Amity, quitando un mechón de cabello suelto de su rostro.

–¡Genial!– chilló Luz, –aunque aún me siento nerviosa– rió. –Pero me fue bien, gracias, y gracias, Amity, por acompañarme– dijo, tomando su mano y caminando con ella hacia otro lugar.

–Ya te dije que no es nada– le aseguró Amity. Luz le sonrió.

–¿Me acompañarías ahora a conseguir unos libros, preciosa?– le preguntó, deslizando una mano en su cintura y atrayéndola más a ella mientras caminaban.

–Será todo un gusto, mi amor– respondió la vampira, sin poder evitar sonreír también.

Un par de libros resultó ser una pila de diecisiete novelas, que Luz acomodó en la parte trasera del coche, mientras le hablaba un poco de cada uno.

–Oh, ya quiero leerlos– chilló Luz, –contigo, claro– le dijo, cerrando las puertas del coche.

–Ow, acepto– exclamó Amity, –pero no te pongas a hacer esas voces raras de nuevo, o me largo– le advirtió, riendo.

–Hablas de ésta voz– dijo Luz, haciendo voz de ardillita.

–Noo– chilló Amity, entrando al auto.

Luz era tan tonta, cosa que le encantaba.

–Y, ¿A dónde vamos ahora?– preguntó Amity, acomodándose en su asiento.

–Mmm, no lo sé, ¿Qué sugieres, chica nocturna?– preguntó Luz, encendiendo el coche.

–Pues si aún no tienes sueño, me gustaría ir por un trago– dijo Amity. –¿Te gustaría conocer Daemonik?– le preguntó.

Daemonik, el bar vampiro al que su novia iba casi cada noche.

–Me encantaría– dijo Luz, escribiendo las líneas de una novela en su cabeza.

«Sangre, vino y una chica vestida de negro, en busca de su próximo amante».