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» Capitulo 11 | +18

Su corazón latía frenético. ¿Realmente había entrado en pánico?

–Eres una idiota– se dijo Luz a si misma, mientras secaba sus manos y guardaba los platos limpios. «Solo respira, Lucía».

Su corazón se negó a controlarse.

Imaginó, mientras subía las escaleras, lo que hubiese sucedido sí Amity hubiese dicho «sí» y ella hubiese tenido el atrevimiento de besarla, de desvestirla, de llevarla a la cama.

¿Estarían ahora en su cama gimiendo el nombre de la otra entre caricias y besos?

«Mierda, sí».

Su corazón latió errático. Quería pertenecerle a esa chica, para que ella la usara a su antojo.

Una sonrisa se formó en sus labios. «Esa sería una historia divertida»

Llegó a la puerta de su habitación, y su corazón latió desbocado al ver la puerta del baño, unos pasos más allá, abierta.

«Sí me necesitas, estaré dándome un baño» le había dicho.

Luz podía escuchar cómo el agua de la ducha corría desde ahí y su mente evocó la imagen de la chica bajo la regadera.

Su cuerpo palpitaba, ansioso y febril.

–¿Me estás esperando?– dijo una voz cerca de ella. No había escuchado la regadera cerrarse, pero ahí estaba su princesa de la noche, desnuda bajo una corta bata de baño color rosa chicle, goteando agua tibia a unos pasos de ella.

–¿Yo?– tartamudeo Luz, e inmediatamente se regañó en su cabeza. «Claro Luz, ¿Quién más?».

Amity Blight río, provocando mariposas en su estómago.

–Si, tú– le dijo, acercándose a ella. Su expresión cambió. –Estás caliente, y tú pulso va rápido, ¿Te sientes bien?– le preguntó.

–E-estoy bien– murmuró Luz, sin poder inventar una excusa.

«¿Los vampiros pueden leer la mente, Amity?» pensó Luz, sonrojándose ante la idea de que la vampira descubriera sus pensamientos.

–Hey, tranquila– dijo ella, poniéndose de puntillas y dándole un suave beso en la boca. –¿Estás segura que estás bien?– volvió a preguntar, tocando con sus manos su rostro y cuello. La chica cerró los ojos ante su tacto, absorbiendo sus caricias. –Si necesitas algo, Luz, puedo ayudarte– le dijo, acariciando los mechones sueltos de su cabello castaño.

Ella abrió los ojos, hipnótico y dulce avellana, y los clavó en su mirada, luego en su boca cereza, y bajó hasta su pecho y lo poco que la toalla permitía ver.

Ella acercó sus manos y deshizo el nudo, abriendo solo un poco la bata.

Amity suspiró, sintiendo la punta de sus dedos, tímidos y lentos, recorrer su piel desde su clavícula hasta su vientre, mientras se inclinaba contra la chica que la miraba deseosa y asustada.

«Eres tan tontamente tímida y atrevida, Lu. ¿No sabes cómo dar el primer paso, no es así?».

La vampira jugueteó con el borde de su jersey, dando un paso, y otro, y otro, y otro, hasta que su humana quedó acorralada contra la pared.

Su expresión era una delicia y sus latidos un éxtasis melódico.

–Eres hermosa– susurró Luz, colocando una mano alrededor de su cintura.

–Gracias, Lu– respondió Amity, sonriendo. Sus colmillos se miraban tan sexys en su boca.

–¿Dije eso en voz alta?– preguntó Luz, cerrando otra vez los ojos.

–Sí, dices muchas cosas– susurró Amity, acercándose a sus labios. –Dime más–.

–Mmm, yo, creo que tú cabello es lindo– dijo Luz, pasando sus dedos sobre el verde cabello húmedo de la vampiresa. «No imaginas cómo me gustaría enredader mis manos en él mientras me besas».

–¿Si? Continúa– pidió Amity.

–Me gusta el tono de voz que usas cuando me coqueteas. Realmente funciona– admitió, provocando una sonrisa en la vampira. –Y tus ojos me encantan. Parecen dos gotas de miel–.

Amity, al escuchar esto, alzó la mirada, permitiéndole a la chica contemplar esas dos gotas de miel.

Ella suspiró y rozó su boca contra la de ella, para luego besarla.

Sus colmillos contra su lengua eran éxtasis y placer.

–Y amo, amo besarte– exhaló contra sus labios–.

–¿Quieres otro?– ofreció Amity, mordiendo sus labios.

«Con ese tono, pide y ofréceme lo que quieras».

Luz intentó hablar, gritar que sí, pero sus palabras se habían quedado adheridas a su boca, selladas por aquel beso, mientras su cuerpo rogaba que respondiera algo.

Amity solo escuchó el delicioso concierto que formaron sus latidos, salvajes y desincronizados, mientras ella pasaba sus dedos sobre la piel descubierta, rozando sus mejillas y toqueteando sus labios.

Le dió otro beso, más lento y profundo, arrancándole un gemido de placer que quedó ahogado contra los labios de su amante.

Ellas podrían quedarse así por horas, abrazadas a medio pasillo entre besos.

Se separó de la chica, con el rostro pálido y la mirada brillosa, para luego acercarse a su oído.

–¿Te puedo contar otro secreto?– le susurró. Luz asintió débilmente. –Me puedes pedir lo que quieras, Lu, lo que tú quieras, y yo te lo concederé– le dijo, con su voz teñida en placer dilatado.

Luz sintió su corazón detenerse un instante, para volver a latir deprisa, sin control.

–Amity– murmuró, sin ser capaz de formular otra palabra, y Amity sonrió, cómo si amara escuchar su nombre en los labios de aquella chica.

–Solo asiente, Lu– le susurró, pasando sus manos por su espalda. –Asiente, y te demostraré lo que puedo hacer– le prometió, su voz cálida tocando su piel.

Y Luz asintió.

«Soy tuya, Amity, ¿No te das cuenta?».

–Espérame aquí entonces– le dijo, sonriendo y apartándose de ella.

–Pero– llamó Luz, confundida.

–Dame dos minutos– le pidió Amity, desapareciendo en su habitación.

Luz gruñó. De pronto su piel se sentía fría y a sus labios le faltaron besos. Ella quería a aquella chica, ahí, con ella, con todo y sus juegos, pero sin ropa.

Quería a Amity Blight entre sus brazos.

–Cierra los ojos y entra– escucho decir a Amity desde el otro lado de la puerta. Luz, cerrando los ojos, entró.

La habitación olía cómo a rosas, miel y vino.

–Abrelos– la escuchó decir, y lo hizo.

Sus labios formaron una tímida sonrisa.

En la cama, recostada sobre la sábanas blancas, estaba Amity, su vampira, con un vestidito de traslúcido encaje negro y mitones, con las pálidas piernas apoyadas en la pared.

Parecía una muñeca, hermosa y delicada, dispuesta sobre la cama para que Luz jugase con ella.

–¿Me veo mal?– preguntó Amity ante el silencio de la chica, que la miraba de arriba a abajo mientras se acercaba a la cama.

–¿Mal?– repitió Luz. –Amity, te ves preciosa– suspiró. –Y… deliciosa–.

–¿Si?– volvió a preguntar la vampira, acercándose al borde de la cama dónde la sonrojada chica estaba de pie. –Porque si no te gusta, Luz, me lo puedes quitar– le dijo, guiñandole un ojo miel.

Aquella chica podía desarmarla con nada más que palabras.

–Oh, me gusta– le aseguró Luz, mirando de su boca al vestido. –Pero igual quiero quitartelo–.

Amity sintió su rostro palidecer mientras la chica se acercaba a su boca.

–Hazlo entonces, Lu– le susurro la vampiresa, atrayendo a la chica a su cama. –Hazme lo que quieras, que soy toda tuya–.

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