Las lágrimas corrían por sus mejillas y sus labios luchaban por no dejar salir un sollozo. Una gran tristeza se estableció en su corazón cuando leyó las últimas dos cartas del anónimo. Fue la única persona que se dió cuenta de lo que ocurría con él.

Sabía cómo se sentía. Desde lo decepcionado de sí mismo cuando la señora Park le dijó que mejorara y se esforzara más en sus pinturas y en el canto que estuvo ensayando durante día y noche.

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