Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Chapter 22: El vínculo: es una puta mierda.

Mi trabajo como portero fue muy sencillo. Me paré al lado de la puerta, apoyé la espalda en la pared, me encendí un cigarro y detuve al primer grupo de mujeres que quiso entrar sin más. Llevaban vestidos muy cortos y muy escotados bajo sus abrigos mojados de la fina lluvia, iban maquilladas y se habían puesto unos tacones bastante altos porque, como todos sabían, los lobos eran muy altos. Aun así, no eran loberas, solo un grupo de amigas con ganas de probar algo nuevo y peligroso.

—Entradas —les pedí con tono seco mientras echaba el humo a un lado.

—Nunca he pagado una entrada al Luna Llena —dijo una de ellas, mirándome de arriba abajo con cierto desprecio, sospechando de que yo trabajara allí realmente.

—Tú nunca has estado en el Luna Llena —le aseguré—. Cien dólares cada una.

—¿Cien putos dólares? —gritó otra—. ¿Estás loco? ¡Deberían pagarnos a nosotras por entrar!

—Fuera —respondí, señalando las escaleras que subían a la acera—. Si no les gusta, váyanse a un club de humanos a que les inviten a tomar copas.

Hubo un silencioso debate entre ellas, algunas miradas cruzadas, susurros que no querían que yo oyera. Finalmente, metieron la mano en sus abrigos y sacaron el dinero. Sorpresa, sorpresa, sabían cuánto costaba la entrada y habían venido preparadas. Eso, o eran mujeres que llevaban cien dólares en el bolso como si nada. Fuera como fuera, pagaron, así que yo les puse el sello de tinta con la forma de una cabeza de lobo aullando a cada una en la muñeca y al fin pasaron adentro. Todas llevaban perfume y desodorante, así que no iban a conseguir a ningún lobo. Sí, aquella noche descubrí lo mucho que había aprendido sobre lobos y sus gustos después de pasar tanto tiempo en el Foro, leyendo las tonterías de los omegas y los loberos. Podía distinguir perfectamente a los clientes habituales de los que venían simplemente a probar: por su actitud, por las marcas en su cuerpo, por su olor o su maquillaje. Y, curiosamente, ellos pudieron reconocerme a mí.

—Vaya, has cazado a uno bueno, eh —me dijo una mujer de estética gótica, lobera, con gargantilla y septum en la nariz. Cuando le había pedido la entrada, me había mirado con odio y desprecio por interponerme en su camino, hasta que olió el aire y lo comprendió—. ¿Beta?

Conté los asquerosos billetes que me había dado, alisándolos antes de metérmelos en el bolsillo de la chaqueta. Le puse el sello de tinta y respondí:

—SubAlfa.

Ella abrió mucho sus ojos rodeados de eyeliner y se le escapó una mezcla de risa y mueca asqueada.

—Hijo de puta con suerte... —le oí decir por lo bajo antes de pasar al interior.

Después estaban los que intentaban ligar conmigo para ahorrarse la entrada, como hubiera hecho Joohyun, mostrando los pechos o con una sonrisa juguetona en los labios; siempre tratando de acercarse más de lo que deberían. Yo les decía lo mismo a todos:

—O pagas la entrada o te vas. Intenta tocarme y te doy una patada en la boca.

Pasadas las tres y media o cuatro de la madrugada, las cosas se tranquilizaron mucho. La gente solo salía, cansada de bailar, borracha y decepcionada. A veces alguna o alguno olía a semen de lobo y sabías al momento que un Macho de la Manada se los había llevado al baño o al callejón, pero la mayoría olían solo muy suavemente; esos que siempre salían frustrados, enfadados o quejándose. Era divertido verles. Sobre las cinco, a una hora de cerrar el local, llegó Yeonjun. Le vi aparecer por lo alto de las escaleras, con su expresión seria de mafioso y sus felinos ojos muy atentos. Bajó los escalones mojados a paso rápido, haciendo retumbar el suelo a pesar de su leve cojera. Se acercó a mí sin decir nada y empezó a olfatearme, pegando su rostro a mi cuello, a mi cara e incluso a mis manos.

—¿Qué carajos haces? —quise saber, tirando de las manos para que dejara de olérmelas como un puto lunático.

—Beom no huele a otros Machos. Bien —fue lo que respondió.

Apoyé la espalda en la pared y me crucé de brazos, no demasiado divertido con aquello.

—¿Qué te he dicho sobre eso, Yeonjun? —le recordé con tono serio.

El lobo levantó la cabeza para mirarme un poco. Dio un lento paso hacia delante para pegarse a mí y encerrarme entre su cuerpo y la pared. Sentí su fuerte peste, caliente y tan familiar. La respiré sin darme cuenta y, de pronto, sentí que la había echado de menos; tan solo habían pasado seis horas y, aun así, había extrañado muchísimo la compañía del lobo. Mi teoría de que en algún momento adquiría resistencia a las feromonas se estaba cayendo por completo, porque, al parecer, cada vez solo me afectaban más y más.

—Yeonjun único Macho —me advirtió con su voz grave. Sonó muy intimidante junto con aquel rostro rudo, más de un humano se habría cagado vivo, pero no funcionó conmigo.

Entreabrí los labios para mandarle a la mierda o algo parecido, sin embargo, un profundo rugido de tripas interrumpió el momento. El lobo trató de mantener la cabeza alta y su actitud dominante mientras el gorgoteo se alargaba, delatándole por completo. Cuando al fin cesó, Yeonjun tomó una buena respiración y dijo con un tono que trató de que sonara fuerte y orgulloso:

—Yeonjun hambre.

Me quedé cruzado de brazos y mirando sus ojos con la mayor de las indiferencias.

—¿No te has comido las costillas? —le pregunté, porque aquel rugido de tripas había sonado a un lobo muy hambriento.

Yeonjun apartó entonces el rostro hacia el lado.

—Yeonjun estaba nervioso y no pudo comer.

Alcé una ceja y mantuvimos aquel silencio en el que el lobo trataba de parecer muy fuerte y decidido, pero no dejaba de echarme rápidas miradas por el borde de los ojos para comprobar si yo seguía enfadado o si iba a ceder a su estúpida actitud. Entonces sus tripas volvieron a rugir y apretó los dientes. Puse los ojos en blanco y aparté la espalda de la pared.

—Toma, el dinero de esta noche —le dije, sacando de mi bolsillo un montón de billetes. Me había parado a contarlos todos en un momento de aburrimiento y había descubierto que había más de diez mil dólares; de los que, por supuesto, había sacado mi sueldo de mil—. Y el sello —añadí. Yeonjun lo cogió todo y se lo metió dentro de la chaqueta de motero que le había regalado—. Vámonos a casa —ordené después, caminando hacia las escaleras y dando un intencionado roce en el hombro a Yeonjun.

El lobo me siguió sin dudarlo, muy cerca, hasta alcanzar el Jeep. El intenso olor a Macho que había allí me volvió a dejar algo tocado. Tuve que cerrar un momento los ojos y ladear el rostro para recuperar la compostura. Me puse bastante cachondo y Yeonjun pudo olerlo al instante, poniéndose duro bajo su vaquero y soltando leves gruñidos de excitación; pero con cuidado, porque todavía no sabía cómo de enfadado estaba yo con él. No lo suficiente para llegar a casa y no llevarle directo a la cama, arrancándole la ropa entre la furia y la necesidad. Fue sexo bastante violento, repleto de gritos, insultos, gruñidos y una lucha encarnizada de Yeonjun por domarme. Me dejó sin energías y flotando en una maravillosa nube de satisfacción. Tras la inflamación, aparté al lobo sudado encima de mí, fui a buscar un cigarro y después hacia la cocina para calentar la carne en el horno. Yeonjun apareció poco después, con sus pesados pasos y su cuerpo tan desnudo como el mío, se pegó y me rodeó con los brazos antes de frotarse el rostro contra mi nuca y ronronear. Yo fumaba y le ignoraba, mirando el cristal del horno mientras la cocina empezaba a tener un delicioso aroma a comida.

Le dije que se sentara y saqué la bandeja de carne con cuidado, soltando un buen «¡Mierda!» al quemarme un poco. Chasqueé la lengua y me llevé el dedo a la boca, sacando la comida con rabia antes de dejarla frente al lobo de un golpe seco que retumbó por la mesa vieja y sucia. Fui a por dos cervezas de un litro y me senté frente a él para empezar a cenar. Sentía un ligero enfado; con Yeonjun por creer que tenía derecho a ponerse posesivo conmigo, y conmigo mismo por ceder con tanta facilidad ante el lobo. Culpaba a las feromonas, por supuesto. Si no fuera por ellas estaba seguro de que el lobo ya hubiera aprendido perfectamente quién era yo: Beomgyu, el Hombre de Hielo.

Cuando Yeonjun terminó de cenar, llevándose los últimos trozos a los labios y masticándolos lentamente, se limpió y salió hacia el sofá antes de tirarse como el cerdo cebado que era. Se puso la manta como pudo y gruñó para llamar mi atención y que me uniera a él mientras miraba alguno de sus programas de bricolaje. Lo hice, pero no le acaricié como a él le gustaba, así que no se quedó dormido hasta que llegamos a la cama y me rodeó con los brazos, pegándome mucho contra su cuerpo. Tras despertarme, tener mi buen sexo de primera hora y tomar mi café en la cocina; dejé al lobo durmiendo en cama mientras me iba a hacer los recados del día. Envié los retales que había vendido, puse nuevos a la venta, desayuné, me pasé por la tienda de comida para llevar y al llegar a casa me encontré con que Yeonjun estaba montano el puto armario. Por fin.

Dejé la bolsa de la comida en la mesa y le llamé con un grito. Él llegó a prisa, con uno de los pantalones de chándal de segunda mano y una camiseta vieja, se quitó el cinturón de herramientas colgado de la cintura y lo dejó a un lado de la barra antes de sentarse a devorar el primero de los tres pollos que le había comprado.

—Llévate el puto dinero —le dije, señalando el fajo de billetes que aún seguía allí, cerca del bonsái—. No me gusta tener eso encima de la mesa y menos en este edificio repleto de drogadictos y pandilleros.

Yeonjun miró el fajo un momento y después a mí.

—Dinero para Beom —respondió con la boca llena—. Yeonjun trae dinero a la Guarida.

Me saqué el cigarro de los labios y eché el humo hacia arriba sin apartar la mirada del lobo. Eso era preocupante... Los Machos no llevaban dinero a la Guarida a no ser que estuvieran pensando en quedarse mucho tiempo allí. Mucho tiempo junto al humano que les cuidaba. Fruncí el ceño y eché la ceniza sobre el fregadero antes de cruzarme de brazos y tomar otra calada. Podría mirar lo que eso podría significar exactamente, pero sabía que era algo grande. Los omegas siempre estaban deseando que sus lobos compartieran sus ganancias con ellos porque era una especie de prueba de amor. De que los lobos contaban ahora con ellos para mantenerles contentos o alguna tontería así. Apreté los dientes y bajé la mirada al suelo de madera sucia de la cocina. Hacía tiempo que ya no visitaba esa parte del Foro porque había cosas allí que quizá me diera miedo descubrir. Como, por ejemplo, que Yeonjun se estuviera tomando todo aquello demasiado en serio.

El lobo terminó de desayunar y se fue a tumbar al sofá, rascándose los huevos bajo el pantalón de chándal mientras pasaba los canales sin mucho interés. Miré el fajo de billetes a un lado de la barra de la cocina y pensé que, con tanto dinero, la vida podía ser muy fácil. Ya no necesitaría vender el Olor a Macho de Yeonjun a los putos esnifadores ni preocuparme jamás de llegar a final de mes, porque tenía a un lobo mafioso que me iba a dar todo el dinero que necesitaba. Negué con la cabeza y fui hacia la puerta de emergencia para fumar las últimas caladas y expulsarlas al aire húmedo de la tarde, después tiré la colilla y fui a por mi chaqueta para salir de casa. No me despedí, simplemente me fui.

Paseé durante un rato antes de meterme en un bar a beber cerveza tras cerveza, sentado en la barra y mirando mi reflejo en los espejos tras las botellas de alcohol. Fumaba y pensaba en coger mi dinero e irme para no volver. Ya lo había hecho antes y podría volver a hacerlo. Desaparecer. Ser un desconocido en algún lugar nuevo. Volver a encontrar un trabajo de mierda y un apartamento en ruinas donde vivir. Volver a estar solo y tranquilo. Sin tener que preocuparme de nadie más que de mí mismo. Tras la décima cerveza, salí tambaleándome del local, dejando una pequeña propina a la camarera que se había esforzado tanto en llamar mi atención. Regresé a casa, ese lugar que quizá dejaría pronto. Tardé un minuto en meter las llaves en la cerradura y en entrar en aquel apartamento que apestaba a lobo. Yeonjun me recibió con un gruñidito a forma de saludo. Seguía en la habitación, terminando de montar lo que, al parecer, era una puta cajonera rodeada de estanterías y no un armario. Me senté en el borde de la cama sin decir nada y miré al lobo con su martillo en la mano, su camisa un poco sudada en el centro de su espalda, su cinturón de herramientas medio caído; colocando las últimas baldas de madera. Había limpiado los cristales de la ventana y arreglado el tirador, porque la tenía abierta del todo para dejar salir el polvo y la luz grisácea del atardecer entraba a raudales sobre él. El viento húmeda y fresco arrastraba su Olor a Macho. Yo respiraba lentamente, disfrutando de aquel olor a sudor que ahora ya no podría olvidar jamás.

Yeonjun se detuvo y se giró para mirarme. Le miré en respuesta, fijamente, por el borde superior de los ojos y con una expresión muy seria en el rostro. Dejó su martillo sobre una de las baldas y gruñó con excitación mientras la tela final y azul oscuro de su chándal viejo se elevaba rápidamente. Era rudo, era sucio y yo debería despreciarle. Pero cuando se acercó y se quedó frente a mí, le bajé los pantalones y le chupé esa polla gorda y mojada como si no hubiera un puto mañana. Estaba fuerte y densa, como siempre, llenándome la boca de aquel... sabor a Macho. Podría sonar desagradable, pero yo gemía y seguía adelante, apretando ese culo firme con las manos para atraerle más a mí y que me la metiera hasta el fondo. Yeonjun gruñía con fuerza y me agarraba del pelo. Se corrió sin avisar, como siempre hacía, pillándome desprevenido y soltando a chorros aquel semen tan denso y amargo directo a mi garganta.

—¡Joder! —le grité, escupiendo al suelo, pero ya era tarde y había tenido que tragar—. ¡¿Qué te he dicho de hacer eso?! —le pegué un rápido golpe en el costado.

El lobo solo gruñó con enfado y se quitó el cinto de herramientas, dejándolo caer al suelo con un estruendo pesado. Se echó sobre mí, hundiéndome bajo su cuerpo para someterme. Cuando lo consiguió, volvió a correrse y me puso a cuatro patas para seguir una tercera y una cuarta vez mientras me mordía el hombro y me tiraba del pelo. Cuando terminó, yo estaba en algún punto entre el cielo y la luna. Borracho. Jadeante. Con un lobo encima y dentro de mí. Sintiéndome absurda y estúpidamente feliz. Yeonjun recuperó el aliento y me frotó su rostro sudado contra la cara, dándome suaves mordiscos aquí y allá mientras ronroneaba.

—Yeonjun montó el armario —me dijo después de la inflamación, pero sin quitarse de encima—. Ahora Beom puede poner ropa de su Macho en ella.

Solté un murmullo y seguí con la vista perdida en el salón a lo lejos. Tras un par de minutos, el lobo se levantó, sacándola de mí para ir a echar una larga meada al baño. Salió de allí con calma y se vistió antes de acercarse a mi cuerpo inerte en la cama y frotar el rostro contra el mío.

—Yeonjun se va.

—Pásalo bien... —dije en voz baja.

El lobo hizo una última parada en la cocina para coger el cubo de plástico con su arroz con ternera y salir por la puerta. El silencio se apoderó de la casa. Yo seguí mirando el salón, con la boca empapada en líquido viscoso y saliva, un fuerte regusto a semen en la garganta, las nalgas mojadas mientras pequeñas gotas densas todavía se deslizaban entre mis piernas porque tenía los pantalones por las rodillas. No estaba pensando en nada en concreto, solo me había quedado en blanco hasta que, en algún momento en mitad de la penumbra, me giré y miré al techo. Entonces me hice una pregunta: «¿Qué cojones estás haciendo con tu puta vida, Beomgyu?» Era una buena pregunta. Me la había hecho hacía un par de años cuando me di cuenta de que tenía un problema con las drogas. Me había despertado en la cama de otro desconocido, en un lugar al que no sabía cómo había llegado después de una noche que no recordaba; y mirando al techo me había hecho esa pregunta. Bien, la respuesta fue la misma: «No tengo ni puta idea». No sabía por qué seguía haciéndome eso a mí mismo como no sabía por qué seguía cuidando de un puto lobo. Por alguna razón, simplemente, no podía dejarlo.

Me levanté de la cama después de mucho tiempo allí tirado. Fui al baño y me di una larga ducha caliente que no se interrumpió en ningún momento, así que Yeonjun debía haber arreglado ya el calentador de agua. Salí a ponerme algo cómodo y a hacerme un café mientras fumaba un cigarro. Le di un fuerte golpe a la máquina para que empezara a funcionar y, de pronto, me enfadé. La cogí entre las manos, la llevé hacia la puerta de emergencias y la tiré directa a la calle para ver cómo estallaba al chocar contra el suelo. Fumé una buena calada y la solté con la cabeza gacha, apoyando una mano en el marco y la otra en la vieja puerta metálica. Después la cerré, me senté en uno de los taburetes frente a la barra y busqué en el móvil máquinas de café, de las caras, de las que compraban las estrellas de la tele. Encontré una cafetera automática de aluminio con ocho tipos de preparación y tanque para el café en grano. Tres mil dólares. La pedí al momento, solté el humo del cigarro entre los labios y alargué la mano hacia el fajo de billetes de Yeonjun. Ese cabrón me debía mucho dinero y me iba a pagar aquel capricho sí o sí.

Ya no estaba seguro de si continuaba con aquello para seguir vendiendo ropa con Olor a Macho, o si lo hacía porque ahora era adicto a las feromonas de lobo. Quizá ese era el problema, que me había «enganchado» a Yeonjun, como me había enganchado a las drogas. Ambos me hacían sentir calmado, ambos me hacían sentir lleno y, por un instante, hasta me hacían sentir feliz; pero al final del día, ambos eran malos para mí. Fumé otro cigarro, mirando hacia las plantas que ahora llenaban mi casa y a los cristales limpios y traslúcidos tras años sumergidos en capa de grasa y suciedad. La luz de la calle entraba con total claridad ahora, iluminando la penumbra con el brillo amarillento de las farolas. Miré la pantalla rota del móvil y deslicé el dedo para desbloquearla, pasando las pestañas hasta encontrar la del Foro. Entré en el SubForo de omegas y leí el hilo que nunca me había interesado leer entero, uno titulado «¿Cómo saber si le gustas a tu lobo?». MamáOmega83 había reunido una lista bastante extensa de señales junto con un glosario de palabras y terminología que se habían inventado los propios omegas, terminología que, por desgracia, ahora entendía sin necesidad del glosario.

✰ Si tu lobo te impregna a menudo y se preocupa de mantener su Olor de Macho en ti, significa que le importas mucho, que eres «suyo» y desea protegerte de los demás Machos.

✰ Si tu lobo se frota contra tu rostro o tu pelo y ronronea (mormonear), significa que te tiene mucho cariño. Es un gesto comparable a los besos y los abrazos entre humanos o a decir «te quiero»

✰ Si tu lobo te muerde es porque desea dejar una marca en ti (marcar), es un símbolo de posesión y dominación, pero también de deseo y excitación. Cuanto más fuerte lo haga, más intenso lo siente.

✰ Si tu lobo eyacula tres o más veces FdC (fuera del Celo), es una señal de que le excitas muchísimo. Junto a los mordiscos, es uno de los indicadores más obvios de lo mucho que le atraes.

✰ Si tu lobo camina muy cerca de ti, se pega a tu espalda y nunca se aleja demasiado, significa que quiere protegerte de los enemigos «cubriéndote la espalda» para que no puedan atacarte por sorpresa.

✰ Si tu lobo te agarra del cuello, la nuca o las muñecas, significa que desea dominarte o remarcar su autoridad sobre ti. Esto es muy importante para que ellos se sientan seguros y sepan que tienen el poder.

✰ Si tu lobo se pone celoso y posesivo FdC (fuera del Celo), es señal de que tiene mucho interés en que llegues a formar parte de su vida de una «forma especial». Aunque los lobos sean muy promiscuos, esta actitud indica que puede que solo estén interesados en mantener relaciones contigo y exigen absoluta fidelidad a cambio.

✰ Si tu lobo duerme mucho en tu presencia (o solo en tu presencia), significa que está muy cómodo a tu lado y que se siente lo suficiente seguro para descansar y recuperar energías.

✰ Si tu lobo te mira mientras come, significa que quiere que te des cuenta de lo mucho que disfruta la comida que le has dado o que has hecho con tanto cariño para él. La comida, al igual que el sexo, es fundamental para tener a tu Macho satisfecho, sano y feliz.

Dejé de leer y apagué la pantalla del móvil antes de dejarlo sobre la mesa. Me terminé el cigarro y lo tiré por la puerta de emergencia. Cuando Yeonjun regresó antes del amanecer, entró por la puerta y dejó las llaves en el taburete. Vino directamente a la cocina y se acercó para frotarme la cara a forma de saludo. Tenía una herida en el labio y la camiseta gris manchada de sangre bajo la chaqueta de cuero negro. Solo hizo falta una mirada seria para que me dijera:

—No es sangre de Yeonjun.

—Ponla en el cesto especial para la ropa con sangre —le ordené.

Volvió sin la camiseta y con unos pantalones cortos de pijama sin ropa interior, así que el bulto de su entrepierna no dejaba mucho a la imaginación. Se sentó en la mesa y empezó a comer lo que ya le había calentado, mirándome mientras lo hacía y parando solo para dar largos tragos a su cerveza. Miré su cuerpo con atención, fumando lentamente calada tras calada del cigarro, buscando alguna marca, algún arañazo, algún chupetón que yo le hubiera hecho. No pude encontrar ninguno.

Por supuesto, yo por aquel entonces estaba seguro de que Yeonjun tendría otros hombres o mujeres en su vida. Algunos loberos que iría a visitar de vez en cuando; pero realmente no había nadie más. Yeonjun me fue siempre fiel, desde ese primer abrazo que me dio en el callejón hasta el día en que murió.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro