chapter six
── VI ──
«The Prophesy of the Sons of Adam & the Daughters of Eve»
Por lo que Lucy les contaba, el Señor Tumnus era un agradable fauno de cabello rojo, siempre llevaba con el una sombrilla y una bufanda roja, intentando evitar así la nieve y un resfriado. Kath ya conocía toda esa información (Lucy se lo había contado la noche anterior) por lo que se dedicó a admirar el resto de Narnia que no había visto antes.
Narnia era hermosa, la nieve crujía debajo de sus pies y los arboles se movían al compas de la brisa que paseaba por aquellos bosques. El recuerdo de aquella criatura de melena dorada pasó por su mente, por lo que empezó a buscarlo por todas partes.
Escuchó una rama crujir detrás de ella, esperanzada creyendo que era el león, se dio vuelta con una gran sonrisa. Se desilusionó cuando el responsable de aquel ruido había sido Edmund, y no el león.
── ¿A quien buscas, Kath? – dijo él acercándose hacia la muchacha. Ella metió las manos dentro de los bolsillos del abrigo y se encogió de hombros.
── A nadie en especifico – respondió sonriéndole. Edmund entrecerró sus ojos, analizándola. Al final, se dio por vencido con saber la respuesta.
── Venga, que los demás se adelantarán – dijo extendiendo su mano hacia ella. Kath sonrió levemente antes de tomarlo y apurarse para no terminar perdidos y sin encontrar a los otros.
Cuando llegaron con los demás, supo que algo malo pasaba.
── ¡Lucy! ¡Espera! - gritó Peter corriendo detrás de Lucy, quien, estaba dirigiéndose de manera apresurada hacia una casa dentro de lo que parecía ser una cueva.
Para ser más específicos, todos corrieron detrás de Lucy.
La casa estaba casi en su totalidad sin ninguna luz (con excepción de la luz que entraba por la puerta principal. Habían vidrios rotos en el suelo, junto a plumas del sofá y libros destrozados y desparramados sobre una alfombra llena de tierra. Kath caminó un poco por aquel lugar, había un extraño olor a podrido, y cuando abrió una olla de la cocina, arrugó la nariz al percibir el olor asqueroso de la carne podrida.
── Parece que pasó un huracán por aquí – murmuró tapando la olla y acercándose hacia los demás.
Notó como alguien apretaba ligeramente su mano, se giró y vio que aún estaba tomada de la mano de Edmund. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Al parecer Edmund también se dio cuenta, por qué la soltó rápidamente y se sonrojó. Ella intentó no sonreír al ver lo avergonzado que estaba.
Caminó por todo el lugar, investigando, hasta que la voz de Peter llamó su atención.
── El fauno Tumnus es acusado de alta traición contra su Majestad Imperial Jadis, Reina de Narnia, por ayudar a sus enemigos y fraternizar con humanos – leyó lo que parecía ser un papel colgado en una viga de la casa – Firmado, Maugrim, Capitán de la Policía Secreta, larga vida a la Reina.
Katherine se estremeció ante lo que él leyó. Se sentía mal, muy mal de que el señor Tummnus tuviera ese destino. Algo en su corazón le decía que aquella mujer, que se hacía llamar reina, no era más que una mentirosa.
── Bueno, ahora creo que deberíamos regresar – dijo Susan con voz preocupada.
── ¿Y el señor Tumnus? – exclamó Lucy.
── Si lo arrestaron por estar con humanos, no podemos hacer gran cosa – le contestó Susan con una sonrisa apenada.
── Es que ustedes no lo entienden, ¿verdad? ¡Yo soy ese humano! ¡Gracias a mi esto le está pasando al Señor Tumnus! – espetó la niña con los ojos vidriosos – Debe de haberse enterado de que me ayudó.
── Por más que me gustaría ayudarte Lucy, Susan tiene razón – dijo Kath tomando la carta de las manos de Peter y dándole una rápida leída – Estamos en tierras desconocidas, y somos humanos. Si la reina sentencia a cualquiera que nos ayude, lo mejor sería que volvamos a casa.
La niña la miró con una mezcla de dolor y decepción. Pero a pesar de que no le gustaba que la mirara así, Kath se mantendría firme con lo que decía. A no ser que una fuerza mayor los pudiese ayudar, lo mejor que debería de hacer es irse y aceptar el castigo de la señora Macready.
── Podemos llamar a la policía – sugirió Peter.
── Por si no lo sabes Peter ¡Ellos son la policía! – le dijo Susan irónicamente.
── No te preocupes Lu, pensaremos en algo – le dijo el muchacho mirando a su hermanita.
── ¿Porqué? – preguntó Edmund ganándose las miradas de todos – Quiero decir, es un criminal al fin y al cabo.
── Edmund – advirtió Peter. con voz enojada
── ¡No! – gritó Susan – ¡Nos iremos ahora mis...!
Un sonido la interrumpió. Venía de afuera. «¿Alguien nos escuchó?» pensó con algo de temor. Pero rápidamente se tranquilizó un poco al ver cómo un petirrojo los miraba fijamente y les piaba.
Todos se mantenían en silencio e inmóviles, casi como estatuas mientras miraban aquel pájaro piar una vez mas antes de tomar vuelo y alejarse de ellos. El frio empezó a calar sus huesos, y a pesar de que su abrigo era lo bastante cálido, no era lo suficiente. Katherine odio ser tan friolenta en el momento en que sus brazos empezaron a temblar por el frio.
── Acaso... – susurró Susan confundida – ¿Ese pájaro nos acaba de piar?
Peter empezó a caminar hacia la salida de aquel destruido hogar, siendo seguido por sus hermanas. Kath, en un intento de parar sus temblores, se refregó sus brazos para entrar en calor. Sintió como su mejor amigo la tomaba de su mano y la llevaba hacia salida.
Sus manos hacían un enorme contraste. Edmund era cálido, su tacto lo era; todo lo contrario a ella, quien tenia sus manos tan pálidas y congeladas por aquel ambiente frio. El muchacho percibió como ella se aferraba a su mano en busca de calor, no dijo nada, le agradaba en cierta manera poder ayudarla en algo tan pequeño como recuperar el calor.
Al salir de la cueva vieron como un arbusto frente a ellos se empezaba a mover, como si algo saliera de él en cualquier momento. Peter, en un intento de protegerlos a todos, se puso frente a ellos mirando fijamente al arbusto mientras tomaba la mano de Susan.
El movimiento del arbusto cesó cuando un castor salió de ahí y empezaba a olfatearlos, como si estuviera curioso. Kath suspiró con alivio, era solo un pequeño castor. Vio a Peter agacharse y estirar su mano para llamar la atención de aquella criatura.
── Aquí, aquí amiguito... – susurró este acercando su mano hacia el castor haciendo que este lo mirara y se levantara en sus cuartas traseras.
── No oleré tu mano si eso es lo que quieres, ¿entendido? – le espetó sorprendiendo a todos.
Edmund, quien aún sujetaba su mano, afirmó más su agarre en ella y se adelantó un poco, en un intento de protegerla. La muchacha solamente sonrió con aquel inocente gesto, ella sabía que en Narnia los animales hablaban, no se quedó observando al castor con fascinación, sino que vio con ternura a su amigo. Al fin y al cabo, esa actitud protectora que él tenía era casi únicamente con ella.
── Oh, lo siento – se disculpó Peter un poco avergonzado.
── ¿Lucy Pevensie? –llamó el castor sacando un pañuelo y mirando a los cinco niños.
── Ese... – susurró ella acercándose – Ese es el pañuelo que le di al señor...
── Tumnus – terminó aquel castor por ella, tenía una mueca de nostalgia al decir su nombre. Kath supuso que eran buenos amigos – Me lo dio antes de que lo arrestaran.
── ¿está bien? – le preguntó la niña.
── Vamos a adentrarnos más– respondió bajando la voz y mirando hacia todos lado con una actitud alerta. Luego fue con sus cuatro patas en dirección al los bosques mientras olía el suelo.
Peter y Lucy caminaron para seguir a aquel castor. Ella los hubiera seguido si quitamos el hecho de que Ed aún sostenía su mano con fuerza. Susan tomó el brazo de su hermano antes de que diera otro paso más.
── ¿Que haces? – exclamó en susurros esta.
── Tiene razón – apoyó Edmund a su hermana – ¿Cómo sabemos si es de confianza?
── Dice que conoce al fauno – le contestó Peter.
── ¡Es un castor! ¡Se supone que el no tiene que decir nada! – le contestó con obviedad haciendo que Kath rodara los ojos. Hay a veces que aquella actitud que tenía le irritaba.
── ¿Está todo bien? – preguntó el castor al ver que no lo seguían.
── Si, solo estamos hablando – le contestó el mayor de los Pevensie.
── Dejen eso para un lugar más seguro – dijo antes de volver al camino.
── Habla sobre los árboles – les explicó la niña antes de encaminarse hacia donde el castor había ido.
Peter le siguió junto a Susan, quien murmuraba cosas inentendibles entre dientes detrás de él. Edmund parecía resignado a no soltar la mano de su amiga bajo ningún término. Ella lo miró con una pequeña sonrisa, el cual este devolvió.
── Vamos Ed – le susurró ella adelantándose y jalando su mano para que la siguiera..
Este asintió y ambos se unieron a la caminata junto a los demás, si querer soltar la mano del otro.
ˏˋ 亗 ˎˊ
Las estrellas Narnianas ya brillaban sobre ellos para cuando llegaron a lo que parecía ser la casa del castor. Era una bonita chiza sobre el lago, el cual cabe aclarar que era cubierto por una gruesa capa de hielo, tenía nieve en su techo y la chimenea estaba prendida. Ella siguió su mirada a través del humo y quedó embobada con la vista del cielo nocturno.
── Mira el cielo Ed – susurró emocionada apretando su mano levemente para llamar su atención. El muchacho sintió ternura hacia aquella acción, él sabía que ella amaba las estrellas y las constelaciones con todo su corazón – El cielo se ve tan limpio.
Y era verdad, el cielo Narniano tenía un aire tan puro que llenaba tus pulmones con el más limpio oxígeno. No como en Londres, donde estaba llena de humo y toxinas, lastimando la pobre atmósfera de la ciudad.
Ed quería decir algo, pero no podía. Algo le impedía hablar. No sabia exactamente que era, pero su mente era un revuelto de pensamientos. Estaba en Narnia, debía aprovechar ese momento y llevar a todos como había prometido a la reina de Narnia, Jadis, quien le había prometido ser el siguiente rey si cumplía con su promesa.
── ¡Castor! – se escuchó un grito dentro de la casa, era una castora, de seguro su esposa – ¡Estaba muy preocupada! Juro que si estabas con el tejón voy a... – paró en seco al ver con quienes venía – Oh, por Aslan, esos nos son tejones. ¡Ay por los cielos, nunca creí que fuera a ver este día! ¿No pudiste avisarme unos diez minutos antes?
── Ni siquiera con una mes estarías lista cariño – le respondió divertido aquel castor antes de besar la cabeza de su esposa. Él hizo una pequeña mueca al escucharlos, sonaban a como sus padres cuando estaban muy melosos.
── Vengan, pasen. Vamos a darles algo de comer y compañía civilizada – susurró aquella agradable castora mirando de mala manera a su esposo. Todos rieron ante aquello antes de seguirla.
Edmund sintió un abrupto vacío en su mano, se dio cuenta que Kath lo había soltado y se dirigía hacia la castora, no sin antes darle una pequeña sonrisa que a él le costó corresponder. Debía de apresurarse a ir con la reina.
── ¿Te gusta el paisaje? – le preguntó el Castor, él no dijo nada, solo lo miró antes de entrar a la casa.
Kath supo que entrar en aquella pequeña cabaña fue la mejor decisión del día, estaba muy cálido y sus entumecidos músculos le agradecieron el calor. La casa era pequeña, pero acogedora. Todos de a poco fueron quitándose sus abrigos y sentándose en una mesa, donde rápidamente la señora Castor puso tazas de té, bizcochos y golosinas en la mesa.
Ella tomó una galleta antes de morderla. Era delicioso, no mentiría. La avena junto a las pasas hacían una muy rica combinación. Momentos luego de que todos empezaran a tomar el té, el señor Castor los miró a todos y a cada uno de ellos.
── Entonces ¿Cuáles son sus nombres? – inquirió.
── Yo soy Peter, Señor... – se presentó el mayor de los Pevensie – Ellos son mis hermanos Susan, Edmund y Lucy, aunque a ella ya la conoce. Y ella es una amiga nuestra, se llama Katherine.
── Que bueno, que bueno... – le sonrió.
── ¿No podemos hacer algo para ayudar a Tumnus? – le preguntó Peter tomando un bocado de las galletas.
── Se lo llevaron a casa de la Bruja, dicen que pocos entran por esas puertas y vuelven a salir – respondió el Castor. Para Kath sonó demasiado cruel e insensible de su parte.
── ¡Pero tranquila cariño! – le dijo la señora Castor dándose cuenta de la mueca de Lucy. Sutilmente le dio un golpe en la cabeza ante aquel error que su marido había hecho – Hay todavía esperanza. ¿No es así, Castor?
── ¡Oh, es verdad! ¡Mucha esperanza! – dijo sobándose la cabeza y murmurando un "pudiste ser más delicada". Este los miró y les sonrió con emoción – Aslan está en movimiento.
── ¿Aslan? – murmuró ella un tanto confundida.
── ¿Quién es Aslan? - preguntó Edmund, quien se había negado a sentarse a la mesa. Estaba mirando los cuadros de la casa que tenían los castores, prestando de vez en cuando la conversación que se mantenía. Quería irse, debía irse.
── ¡Que niño! Como que quién es Aslan ¡Niño insolente! – se burló el castor soltando risotadas a lo grande, el muchacho lo miró con indignación, claro que no sabía quien era Aslan, por eso era la pregunta.
«Estúpido castor» pensó sentándose en las escaleras.
La señora Castor palmeó el hombro de su esposo al notar la confusión en el rostro de los niños.
── No saben, ¿verdad?
── Bueno señor – le dijo Kath – no hemos estado tanto tiempo aquí.
── Es el dueño del bosque, el mandamás ¡El verdadero Rey de Narnia!
── Se fue hace mucho tiempo – acotó su esposa.
── ¡Pero ha vuelto!¡Y los espera junto a la Mesa de Piedra!
── ¿Nos está esperando? – murmuró Lucy mirando a ambos castores
── ¡Están bromeando! – exclamó el castor ofendido – ¡Ni siquiera saben de la profecía!
── ¿Que profecía? – preguntó Kath.
── Que niños... – musitó entre dientes – Escuchen, todo lo que esta pasando. La llegada de Aslan, el arresto del Señor Tumnus, la policía secreta, ¡Todo está pasando gracias a ustedes!
── ¿Nos está culpando? – espetó incrédula Susan.
── ¡No! ¡No! ¡Nada de eso! – explicó la señora Castora – Todo lo contrario querida, se lo agradecemos.
── Escuchen – susurró el Castor – Hay una profecía "Cuando la carne y los huesos de Adán se sienten en Cair Paravel a reinar, la era del mar a su fin llegará"
── Eso no rima bien – le reprochó de nuevo Susan.
── Eso que importa ¡No es lo importante! – le dijo el Castor.
── Miren – llamó la Castora – Hace mucho predijeron que dos hijos de Adán y tres hijas de Eva derrotarían a la Bruja Blanca y restablecerían la paz en Narnia.
── ¿Y cree que somos nosotros? – preguntó Peter.
── ¡Más vale que si! Porque Aslan está preparando su ejercito – el Castor respondió. Kath estaba empezando a desagradarle la voz eufórica del Castor.
── Lo siento – le dijo Peter – Creo que ustedes se equivocan. Nosotros no pertenecemos a esa profecía. Somos de Finchley.
── Bueno, pero no me importa de dónde sean, porque Aslan está esperándolos en la mesa de piedra con sus tropas.
── ¿Tropas? – exclamó Susan – Mamá no nos alejó de una guerra para entrar en otra.
── Lo siento señor, se equivoca – le dice Peter una vez más.
── Lo siento... – esta vez se disculpó la Pevensie mayor – Pero debemos irnos.
── ¿Que? ¡No! – se quejó Lucy – debemos ayudar al Señor Tumnus.
── Lo siento Lucy – le susurró su hermano.
Katherine de un momento a otro, sintió un mal presentimiento. Observó la casa, buscando algún indicio de que era. Al darse vuelta vio la puerta abierta y la ausencia del menor de los Pevensie.
── Peter... – susurró preocupada la chica.
── Vamos Kath, Ed... – llamó pero al darse vuelta notó su ausencia – ¿Edmund? – nada, el se había ido. Parecía que ya hace tiempo, ya que había bastante nieve en la entrada. Peter se dio vuelta y miró a su hermana.
« Ahora si lo mato.
¡Hello hello helloooo tanto tiempo! Sorry por la tardanza, pero es que literalmente estuve muy ocupada con mi vida. Trabajar, estudiar y escribir no era tan dificil como creí que lo fuera, pero intentaré arreglar mis horarios asi puedo escribir a Warrior.
VAMOS QUE YA ARRANCÓ LO PIOLAAAAAAA
SO... no prometo nada, no prometo subir la semana que viene porque puede ser que no lo haga. pero lo que si prometo es intentar terminar de escribir y poder terminar de editar WARRIOR para fin de año. LLAMENME LOCA O QUE ALGUIEN VENGA Y ME PEGUE
Well, nothing else to say ¡Nos vemos pronto!
RiderStilinski ── 07/05/2020 - edición: 02/09/2022
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