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chapter eight

── VIII ──

«The Great Lion of Narnia»












   La segunda parte de la travesía hacia donde se hallaba Aslan fue más entretenido que antes. El agua del rio que los había empapado por completo se había secado, el cabello de la muchacha estaba levemente despeinado haciendo que sus rulos volaran al son de la refrescante brisa que recorría las tierras narnianas y llevaba colgada en su cintura su espada.

Kath estaba extremadamente feliz al ver aquella hermosa parte de Narnia, era bellísima. 

Todos habían decidido que era el momento adecuado para usar la brújula de la muchacha para estar seguros por donde iban. Este mismo requería de que su poseedor murmurara donde debía de ir, y con solamente eso las flechas de la brújula se movieron rápidamente hasta detenerse en el frente, justo en donde había grandes colina de hierba verde y flores de todos los colores. Para luego de unos largos minutos en donde Katherine guiaba al grupo, llegaron a aquel campamento justo antes del atardecer.

Para ser sinceros, a Kath le dolían los pies, demasiado a decir verdad. Haber caminado por dos días y sin parar la había hecho sentir un millón de emociones que ella nunca creyó que algún día pudiera sentir. Caminaban todos emocionados por el campamento, dirigiéndose a una carpa a lo alto de una pequeña montaña, era la más grande y la más llamativa, era allí donde seguramente estaría Aslan. 

Los murmullos se escuchaban a su alrededor, decenas de criaturas los miraba con fascinación y se hablaban unos con los otros. Hasta algunos no tenían vergüenza y los apuntaba mientras sus ojos brillaban.

Al llegar hacia la gran carpa, Kath se dio la vuelta para poder encontrarse a la multitud detrás suyo, con la emoción en sus rostros. Ella supo porque estaban así, ellos habían llegado. Cuando estuvieron frente a la carpa, se escuchó movimiento que provenía de allí. Un centauro cubierto por una armadura de plata se acercó hacia ellos con pasos majestuosos.

── Venimos a ver a Aslan – dijo Peter alzando su espada en alto. Rápidamente un sonido dentro de la carpa se escuchó al igual que unas pisadas pesadas dirigirse hacía donde estaban.

Toda la multitud detrás de ellos se arrodillaron, así que ellos decidieron hacer lo mismo. Kath estaba mirando al suelo cuando escuchó aquella melodiosa voz que le había dado la bienvenida una vez.

── Levántate, Peter hijo de Adán – dijo esa voz. Katherine al levantar su vista, sus ojos brillaron al ver aquella melena dorada. El león que le dio la bienvenida, el león que había visitado sus sueños estaba frente a ellos con una gran sonrisa – Levántense Susan, Katherine y Lucy, hijas de Eva... Pero ¿Dónde está el quinto humano?

── A eso venimos, Señor – le respondió el muchacho levantándose del suelo – Ha sido capturado por la Bruja Blanca.

── Los traicionó, Señor – acotó el castor, a lo que hizo que Katherine le hirviera la sangre ¿Era tanto pedir que no lo dijera?

La multitud ahogó un grito y los murmullos no tardaron en hacerse oír. Kath se estaba poniendo nerviosa, nunca había pensado en las consecuencias que una traición conllevaba en Narnia.

── Entonces nos traicionó a todos – sentenció un centauro que parecía ser el segundo al mando. El corazón de la castaña se detuvo por un segundo con el atisbo de terror en su mirada.

── No nos apresuremos, Orius – le dijo Aslan.

── Pero Señor... –  se escuchó la dulce voz de Lucy llamarle – Es nuestro hermano.

── Lo se, hija mía. Pero eso solo hace que se agrave la situación – le respondió el león pena.

── Es mi culpa... – susurró Peter, llamando la atención de todos. El silencio reinó por unos segundos – fui muy duro con el.

Katherine tomó su mano, en una señal de apoyo mientras que Susan apoyaba la suya en el hombro de su hermano.

── Todos lo fuimos.

──  ¿Hay algo que se pueda hacer? – habló por primera vez ella, viendo con ojos esperanzadores a Aslan.

──  Haremos todo lo que esté a nuestro alcance – le respondió regalándole una sonrisa tranquilizadora – Ahora, las dríades y náyades los llevarán a sus carpas. Síganlas, les darán ropa nueva y comida.






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   Al entrar a su carpa junto a Susan y Lucy, quedó impresionada por como era. Habían tres camas con hermosas sábanas sobre ellas y de diferentes colores. Kath había elegido la que estaba al fondo de la carpa con sábanas azules y muchos almohadones. En cada cama, yacía un baúl sus pies donde había ropa y zapatos.

Las dríades las llevaron a una carpa aparte donde cada una podía bañarse con aceites y sales aromáticas. Luego de aquel relajante baño, las tres llevaban vestidos hermosísimos, con detalles en cada uno de ellos bordados con hilos dorados; eran suaves al tacto, y no incomodaban para nada. Kath había elegido uno azul, con bordados en los antebrazos y en el cuello donde resplandecía su brújula (que ella había convertido en un collar).

En ese mismo instante, las tres se dirigían hacia la fogata para poder estar en el banquete de bienvenida. la noche había caído en las tierras narnianas, sus estrellas brillaban en el oscuro cielo con intensidad, sabiendo el porqué de aquella celebración. Katherine no quitaba su asombro de los alimentos variados que habían; todo tipo de carnes, verduras y frutos yacían allí. Todo tipo de bebidas e infusiones estaban en una mesa un poco más alta, la cual era rodeada cada tanto por bastantes criaturas que terminaban sedientos de tanto bailar, cantar o conversar los unos con los otros.

Esa noche, ella se atiborró de comida, y con el estómago lleno fue a dormir.

Al amanecer, Aslan llamó a los cuatro niños. Les había dicho que debían empezar a entrenar lo más antes posible, así que allí se encontraba Katherine ahora, frente a su instructor de defensas. Era un agradable fauno llamado Soilmitch, quien parecía tener una paciencia increíble con ella. Le había dado un escudo para que primeramente pudiese aprender a protegerse. Luego de arduas horas de entrenamiento, poco a poco, ella ya podía defenderse de cualquier golpe que le daban.

── Excelente Majestad – la felicitó el fauno – Puede descansar y almorzar, debemos de seguir entrenando.

Ella asintió y se dirigió hacia la mesa, donde segundos después los Pevensie se le unieron. Hablaron de cómo les había ido, parecía ser que ella y Peter llevaban un entrenamiento muy estricto y arduo comparado con el de las otras dos. Al terminar de almorzar, Katherine se dirigió hacia Soilmitch, quién le dio una vara algo pesada.

── Empezaremos con la postura, no usaremos la espada por cuestiones de su seguridad – comenzó mostrando una vara igual que la que tenía ella n sus manos – Quizás mañana o el día siguiente empecemos a usarla, pero por ahora, empezaremos con la costumbre de los golpes.

Durante dos días, el fauno la tuvo entrenando bajo un estricto entrenamiento con la espada. Parecía ser que cada vez mejoraba más, hasta se atrevía a decir que era una de los mejores espadachines. Peter y ella parecían ser que ganaban fuerza a cada paso que entrenaban. Y se sentían fuertes y valientes con cada segundo que pasaban allí.

Al caer la noche del tercer día, las tres chicas, luego de cenar, hablaron por horas hasta que se quedaron dormidas. Susan llevaba un estricto entrenamiento de puntería y hacía todo lo posible para mejorar, mientras que Lucy solo entrenaba una o dos horas por día para luego estar como aprendiz en la carpa de médicos.

Katherine estaba en el entrenamiento con Soilmitch cuando escuchó el cuerno de Susan a lo lejos, supo al instante que ella estaba en peligro. Tomó su espada y llegó hacia donde estaba Aslan. Frente a sus ojos, la escena le heló la sangre.

Un lobo estaba frente a Peter, quien tenía en alto apuntándolo hacia el, mientras que otro estaba bajo la pata del león. Susan y Lucy estaban sobre un árbol mientras veían con preocupación la escena.

── Oh, Hijo de Adán... – le dijo aquel lobo – No hagamos esto otra vez – aquella criatura caminaba en círculos, mirándolo fijamente mientras le gruñía, como a un animal mirando a su más reciente presa – Crees que con una espada serás hombre ¡Pero morirás como un perro!

En ese momento todo sucedió con mucha lentitud, aquel lobo se abalanzó sobre Peter y, mientras que este ponía en alto su espada para protegerse, un grito salió de la garganta de Katherine mientras corría hacia el chico. 

Al instante en que llegó hacia donde se hallaba Peter, se arrodilló en el suelo junto a Susan y Lucy, quienes para en ese momento habían descendido del árbol en donde se mantenían protegidas, y empujó el cuerpo del lobo sobre el del muchacho. Observó como el chico respiraba agitadamente mientras la veía a ella y a sus hermanas, sus ojos tenían leves destellos de lagrimas y cuanto notó que ninguna estaba mal, las abrazó.

── Nunca más vuelvas a hacer eso o te mato – le susurró Kath ganándose una risa del chico.

Aslan soltó al lobo que estaba bajo su pata, y le ordenó a Orius y a su ejército que lo sigan, alegando de que este los llevaría hacía donde se hallaba Edmund. El pequeño Ejercito fue al combate con paso firme y rápido, los cuatro niños miraron hacia el león, quien miraba con una pequeña sonrisa al muchacho. Aslan llamó a Peter y le ordenó que se arrodillada ante el.

── Hijo mío, te nombro caballero de Narnia; Sir Peter, el terror de los lobos.

Las tres niñas miraron con emoción a Peter, quien tenía un leve brillo resplandeciendo en sus ojos. La muchacha enfundó su espada, no había peligro, no había necesidad de usarla. Por ahora.






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   A pesar de que todo era diversión y alegría, no lo era para Edmund. El muchacho había sido engañado por aquella reina de piel blanca. El día que la había conocido había sido un momento muy bonito, recibió dulces y chocolate caliente; abrigo del frio y un lugar para descansar sus pies del frio suelo. Palabras hermosas y una tentadora promesa como príncipe de Narnia. Pero solo había sido una trampa.

En cuanto pisó el suelo de aquel castillo de hielo se dirigió hacia la sal del trono e compañía de un lobo, que decía que era el jefe de la policía. Una sensación dentro de él creció, haciéndolo sentir incomodo con el pasar de los minutos. Sus instintos le gritaban que corriese, que huyera de aquel lugar, pero él las ignoró. la promesa era tentadora.  

La reina llegó hacia él y preguntó por sus hermanos, mas él no sabía como decirle que no los había convencido de ir con él. La mujer se enfureció tanto que lo amenazó con asesinarlo, mas no lo hizo. Mas bien, ordenó a que lo llevaran a un calabozo, en donde le ataron sus pies con una gran y pesada cadena de metal oxidada y le dieron un pan mohoso y duro para alimentarse.

En aquel calabozo conoció al curioso señor Tummnus, quien también estaba encarcelado. Unos minutos luego llegó la reina, quien exigió al fauno en donde estaba los niños, más este no dio ninguna razón. Edmund se preguntó si es que en verdad sabía en donde estaban o solamente intentaba encubrir a sus hermanos y a los castores.

El muchacho al ver que la vida del señor Tummnus corría peligro, habló. Le dijo que había escuchado al castor decir que Aslan se hallaba en la mesa de piedra. Aquel nombre congeló a la reina en su lugar, su piel (que de por si era muy pálida) palideció y notó que la mano que sostenía su vara tembló por un instante.

Creyó que había hecho bien en decirle, en salvarle la vida del fauno a cambio de información. Cuan equivocado estaba. Al fin y al cabo, terminaron llevándose a Tummnus, y horas más tarde lo tomaron a él. Libraron sus pies de aquellas pesadas cadenas y lo llevaron hacia el patio en donde estaban todas las estatuas. 

La respiración del muchacho se detuvo un segundo al ver una nueva estatua. El señor Tummnus estaba allí, con una mueca de terror y los ojos cerrados. Quiso llorar en ese instante al verlo congelado y sin vida, pero al instante en que vio a la mujer se guardó las lagrimas. No le daría el placer de verlo llorar.

Dos días pasaron desde que se convirtió en el prisionero de aquella cruel mujer. Le había hecho caminar kilómetros, llevar en sus manos su abrigo pesado de piel blanca (el cual con el tiempo se volvía gris ante la suciedad) y presenció como ella tomaba las vidas de decenas de criaturas con tal de sacarle información.

Al tercer atardecer, un atisbo de esperanza lo abrumó.

Él se hallaba en ese momento atado de pies y manos en un tronco, estaba amordazado y el enano, quien era el sirviente personal de la reina, se burlaba de él, bailaba su cuchillo por su rostro y le hacía algunas cortadas y moretones. 

 ── ¡Oh, querido principito de mamá! ¿Necesita alguna almohada para su pequeño traserito, majestad? – se burlaba posando momentáneamente su cuchillo en su cuello. El corazón del muchacho iba tan rápido como un caballo en una carrera, intentaba no mostrarse asustado, pero no podía evitarlo. 

Cuando vio que la mano del pequeño hombre se alzó, el cerró sus ojos y esperó el golpe en su rostro. Mas este nunca llegó.

Por el contrario, se escuchó un gran estruendo junto a gritos y espadas chocar. El muchacho mantuvo sus ojos cerrados, temeroso de lo que le llegasen a hacer, pero en ves de eso, sintió sus manos ser liberadas de la cuerda que las ataba y una dulce voz agitada que le pedía que la mirase. 

Una fauna le sonrió, junto a ella había un gran centauro con dos espadas, una en cada mano, y miraba a todos lados con atención.

 ── ¡Debemos irnos, Sally! – exclamó este mirándola. La criatura frente a él lo tomó en sus manos y lo alzó hasta que se hubiese sentado en el lomo del Centauro. 

 ── Aférrate bien a él – ordenó ella – Llévalo Orius, yo terminaré algo. 

Edmund se giró por un segundo al ver que ella se dirigía hacia un lugar en especifico. La fauna tomó al enano del suelo, quien estaba inconsciente, y lo arrastró por sus cabellos hasta el árbol en donde lo mantenían antes a él atado.

No pudo decir nada, ni siquiera hacer nada ya que el centauro se alzó en sus cuartos traseros, obligándolo a aferrarse a él con fuerza, y dirigirse hacia la salida de aquel campamento.








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 La noche ya reinaba en las tierras narnianas, la fiesta se había acabado y la gran fogata que iluminaba todo el campamento estaba apenas en sus últimos momentos con sus carbones apenas prendidos. Kath se había ido a dormir cuando Lucy y Susan habían dicho que tenían sueño, ella las acompañó hasta su carpa y al acostarse en su cama y dar vueltas por varios minutos en estas se dio cuenta de que no podría conciliar el sueño.

Decidió entonces tomar su capa y salir con cuidado de su carpa, intentando no molestar a las ya muy dormidas chicas en sus camas. Había sido un día largo, pero fascinante también. Caminó hacia la colina donde se sentó y observó el cielo. Las estrellas brillaban con intensidad y alegraban el corazón de la chica mientras las contemplaba.

── Las estrellas son una de mis creaciones favoritas – se escuchó una voz detrás suyo, Aslan había llegado hacia donde estaba y se había recostado junto a ella mientras veía el cielo – Ellas son sabias, y son maravillosas.

── Son hermosas – concordó sin apartar su vista de aquellas constelaciones – ¿Tú las creaste?

── A cada una de ellas.

El silencio reinó sobre ellos mientras ambos veían el cielo. De pronto, una apuesto muchacho de su edad, quien se arrodilló ante Aslan al verlo.

── Que alegría verlo, mi Señor – le dijo aquel muchacho de belleza extraordinaria. Su cabello era caoba como la madera y al ver sus ojos, estos eran de un brillante azul electrizante. Su pálida piel era resplandecida levemente por un brillo azulado que recorría su cuerpo y su túnica blanca con un extraño estilo griego lo hacía lucir el doble de guapo.

── Buenas noches Ramandu ¿Cómo esta todo por allí arriba?

── Oh, estamos muy emocionados mi Señor. Estamos cerca de la victoria, todos tenemos la fe puesta en nuestros reyes y reinas.

La realidad cayó sobre los hombros de la chica al ver el entusiasmo de la estrella al verla. Estaba llevando un enorme responsabilidad, y justamente ahora lo veía así. Sus nervios pararon en la boca de su estomago haciendo que la comida quisiese salir.

── Ramandú, ella es Katherine – presentó el león, ella sonrió levemente intentando controlar su ansiedad.

── Un gusto, Señor – se levantó ella y le estrechó su mano, el muchacho parecía muy feliz al verla, a lo que rápidamente tomó con ambas manos la de Katherine y lo apretó.

── El placer es todo mío, mi Señora – le regaló una hermosa sonrisa antes de ver a Aslan – Mi Señor, me temo que debo volver. Usted sabe muy bien que no puedo estar mucho tiempo aquí.

── Lo se hijo mío, vuelve y cumple con tus responsabilidades – le dijo él antes de soplar en el rostro a la estrella, un gesto que al parecer era bastante común en el león.

── Nos veremos pronto Katherine – le dijo el antes de alejarse y transformarse en una estrella y volver hacia el cielo.

Ella y Aslan se quedaron viendo el cielo iluminado por un tiempo más.

── En definitiva amo los estrellas.

El león soltó una risa por lo bajo.

── Ya es hora de que vayas a dormir – le dijo enderezándose. Ella, por su parte, se quedó un momento más allí en aquella colina, recostada en el suelo mientras miraba el cielo – Buenas noches, hija mía.

── Buenas noches Aslan.












¡HOLASASSSS! Tanto tiempo sin leernos, cómo les trata la vida? Bueno, vuelvo con un nuevo capitulo de WARRIOR y tengo una  pequeña noticia. Estoy de vacaciones, por lo que significa queeeee VOY A ESTAR ACTUALIZANDO MÁS SEGUIDO.

So, para festejar la semana que viene vamos a tener otro nuevo capitulo, será publicado en el fin de semana así que paciencia xd.

However, ya estamos a fin de año y que mejor manera que un capitulo "feliz" ahr. Espero que este nuevo año los sorprenda muchísimo y no se olviden de que los quiero y les agradezco por seguir disfrutando de WARRIOR

¡HASTA EL AÑO QUE VIENE!

RiderStilinski ── 22/05/2020 - edición: 31/12/2022

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