Recuerdo muy bien que estaba sentado en el sofá frente al televisor, veía la televisión pero a la vez no, porque estaba con la cabeza ocupada pensando en ti, en cómo pronunciaste mi nombre.

Era de noche, pero no tenía sueño, tenía miedo... de todo lo que comenzaba a sentir.

El timbre sonó y yo no me quería levantar, es mas, no lo hice, pero el timbre volvió a sonar, solo que más desesperado. Ahí comprendí que debía ser urgente, así que levanté mi trasero que estaba casi impreso en aquel sofá café.

Caminé lento mientras me tambaleaba, estaba mareado, no había comido en días.

Abrí la puerta y te ví frente a mí, ¿por qué sentí un alivio al verte?, ¿por qué estaba esperándote?

"Mierda, Tae, ¿Qué te pasó?, ¿Por qué estás así?", preguntaste al verme y me tambaleé hacia atrás para dejarte pasar.

Tú me pasaste Nochu, por ti estoy así.

Tomaste mi mano y me jalaste hacia la sala de estar, yo me dejé, porque podías hacer lo que sea conmigo y yo hubiera estado completamente feliz, porque eras tú quien me tenía entre sus manos.

"Diablos, tienes un desastre", lo sabía, yo sabía que era un desastre gracias a ti. "Recuéstate un rato, te haré algo para comer", dijiste y yo te jalé con la poca fuerza que tenía, te quería cerca.

"No", dije con la voz firme cuando caíste sobre mis piernas y yo escondí mi cabeza en tu pecho. "Quédate así, s-solo...", tus manos se dirigieron a acariciar mis cabellos desordenados y yo te abracé con fuerza, no quería dejar de aspirar tu esencia.

"Está bien, yo me quedo aquí", susurraste cerca de mi oído mientras te acomodabas, dejando tus rodillas alrededor de mis caderas y descansabas tu trasero sobre mis muslos.

Como si estuvieras de rodillas en mis piernas...

Como si rogarás por poder drenar mi aflicción con tus blancas manos y perfume de chocolate.

¿No es estupido pensar que tú serías capaz de rogar?

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