Clase de filosofía, tres de la tarde, brisa fresca que congelaba hasta lo más profundo de mis huesos y tú durmiendo sobre el pupitre.

¿Por qué me distraje viendo como tus cabellos lacios reposaban sobre la madera?

"La clase termina aquí, recuerden que esto entrará en el examen de la próxima semana", dijo la maestra y yo empecé a guardar mis cosas.

Tú estabas despierto, jamás dormiste, Nochu.

"¿Acaso no pensabas despertarme, Tae?" cuestionaste con un puchero y yo negué mientras me levantaba del banco. "Que buen amigo eres", ironizaste y yo me dirigí a la salida, pero te levantaste de forma veloz y corriste a mí.

"Ten cuidado, te puedes caer", comenté mientras te veía llegar a mí.

Llegaste para dejarme.

Me abrazaste por el cuello y yo solo me dejé, "Tae, a veces pienso que no me quieres", bufé con una sonrisa.

Porque yo lo sabía, yo siempre lo supe.

"Sí te quiero, Nochu, ya te lo dije" sonreíste dejando ver tus dientes frontales y acaricié tu mentón.

Yo siempre supe que te quería Nochu, yo siempre te quise, yo siempre te he querido.

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