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Cómo ya era de costumbre, entraron a trompicones al departamento. Entre risitas y murmullos subieron los escalones hasta llegar al piso de arriba dónde actualmente residía el Weasley.
Noareth al entrar lanzó al sillón el buzo del Weasley, pues este se lo había ofrecido al el frío comenzar a aparecerse. Imitó la acción con sus tacones, que ya le estaban incluso llegando a hacer daño. George aprovechó para desprenderse de su camisa, fue entonces cuándo Noareth volvió a estrellar sus labios en un beso apasionado y cargado de deseo.
Lo que más le impresionó al Weasley fue cómo la rubia poco a poco tomaba el control de la situación. Sus finos labios mordieron el inferior suyo, aprovechando la ventaja para colar su lengua en la boca del hombre, comenzando una guerra lujuriosa dónde ambos deseaban ganar.
Los brazos de Noareth fueron a parar alrededor del cuello de Weasley, jugueteando con los mechones de su pelo, jalándolo levemente debilitando así al hombre. George serpenteaba la cintura de la rubia, pegándola aún más a él. Noareth sintió cómo un escalofrío la recorría desde la espina dorsal cuándo sintió la erección del Weasley contra su núcleo.
Insitintivamente esa sorpresa que causó en ella hizo una ventaja al Weasley quién la acercó aún más disfrutando de su cercanía. Sus firmes y calientes labios se movían contra los suyos, explorándo su cavidad bucal mientras jugueteaba con su lengua. Las manos de este fueron a pasar al trasero de la mujer, lo apretó con fuerza y dejó en este un azote. Noareth jadeó contra sus labios, sus caderas involuntariamente se inclinaron hacia delante, rozándose con el miembro del Weasley. Por lo contrario que ella pensaba, el dolor que George le hacía le generaba placer a su cuerpo.
-Sube
Ordenó el Weasley separándose de sus addictivos labios por unos segundos, encontrándose con la respiración acelerada de la mujer, su pecho subía y bajaba al haberle quitado el aire a sus pulmones por el caliente beso.
Noareth rodeó sus caderas con sus piernas, de esa manera podía sentir aún más cómo la longitud de este rogaba y suplicaba por ser liberada. Las manos de la rubia serpentearon los hombros del Weasley mientras este la llevaba a su habitación sin separarse del beso.
La puerta fue abierta con dificultad, pero con el empuje de ambos cuerpos que querían ceñirse de una vez en solo uno consiguieron lograrlo. George sin perder ni un segundo de su valioso tiempo tumbó de forma brusca a la rubia en la cama. Noareth chocó contra la acolchada superficie, su cabello se despeinó dejando frente a sus ojos algunos rubios mechones que le impedían reveldemente la vista. Con un soplido consiguió quitarlos, encontrándose con la mirada lujuriosa del hombre que suspiró ante lo visto.
-¿Te gusta lo que ves Georgie?- pasó una mano tratando de parecer desinteresada, por su escote, llegando al valle de sus senos que eran cubridos por el ceñido vestido que se amoldaba a su cuerpo y le permitían ver sus curvas.
Las piernas de George flaquaron y por un momento el deseo de dominarla se desvaneció, queriendo que fuese ella quién lo dominase a él. Pero no se iba a dejar caer tan fácilmente en las manos de la rubia, no podía.
Noareth sacó su mano de su escote, y por encima del vestido acarició sus senos. Comenzó a amasarlos, imaginando que sus manos eran las varoniles y ásperas de aquel hombre. Atrapó la comisura de su labio inferior entre dientes, nublada ante la nueva sensación.
-Noareth, cierra los ojos y no los abras.- lo único más que pudo observar la rubia fue cómo George se desabrochaba el pantalón que portaba y a los segundos su oído captó el sonido de su correa golpeando el suelo.-
George, ahora únicamente con unos boxers cubriéndolo se acercó a la mesa de noche que constaba a los lados de su cama. Tanteó cada una de las esquinas hasta encontrar su varita y un afilado cuchillo que guardaba para ocasiones especiales.
Lo próximo qué pudo sentir Noareth fue cómo fue atada al cabecero de la cama del pelirrojo, soltó un leve quejido cuándo su espalda dió contacto con la fría estructura. Trató de abrir los ojos, pero todo lo que veía era simplemente negro.
-No, ni siquiera lo intentes tienes una venda.- la varita de George serpenteó por sus muslos y chocó con brusquedad sobre uno de ellos.
Noareth arqueó la esspalda y un jadeo se escapó de sus labios, en esos instantes pudo percatarse de que el agarre que tenía era resistente, porque sus muñecas comenzaban a arder.
-Estas bajo mi sumisión, mon ange..- su ronca y estruendosa voz susurró en su oído, mordiéndo el lóbulo.
Su piel sintió escalofríos y en esos momentos lo que más deseaba es que George volviera a tenerla a su merced, que le hiciera pedir más y que nunca se cansara de atarla, moderla, azotarla y muvho menos de tratarla con respeto. Quería olvidarse del encontronazo que tuvo con el Zabini, no quería ni siquiera volver a pensar en todo lo que sintió cuándo esa arrogancia entró al salón.
George enrolló el vestido de la rubia hasta sus caderas, dejando en revelación su sexo impacientaddo. Cuándo el frío aire de aquella noche estrellada que se colaba por las abiertas ventanas del departamento hizo contácto con su clítoris, quiso poder volver a repetir aquella sensación. Si Noareth hubiera podido ver la imagen en esos momentos se derretiría de la calor que sentitía en absoluto.
George había recogido su cabello que comenzaba a ser excesivamente largo y necesitaba un corte en un pequeño moño, impidiéndo así que los mechones le nublaran tan espléndida vista. Se encontraba encima de la mujer, con la mandíbula alíneada al apretar con sus dientes el cuchillo que tenía entre estos. En la mano derecha tenía la varita.
-¿Sin ropa interior por ahí? Que atrevida te veo.- de nuevo, la varita se estreyó esta vez contra el núcleo de la rubia, dejando enrojecida la zona. Noareth no pudo no soltar un estruendoso gemido.
-Quería que te dieras cuenta.., que me volvieras a follar hasta que mis piernas temblasen
Su voz melodiosa y sexy resonó en los oídos del Weasley quién quitó el agarre del cuchillo y se relamió los labios. Sin que la rubia pudiera esperárselo, George comenzó a cortar el vestido desde el inicio del escote hasta el final.
-Extrañaba ver tus bonitas tetas frente a mi, cielo.- sus dientes jugeuetearon con el pequeño botón de carne, alternando entre succionarlo, lamerlo y morderlo con agresividad.
Se sentía en el paraíso, las caricias de su pelirrojo la estaban llevando por completo a otro mundo. Sus palabras vulgares pero sin llegar a insultarla la calentaban y excitaban demasiado y sus actos rudos, dominantes y descabellados cada vez la sorprendían aún más.
Él vestido fue hecho pedazos de todos los tamaños, pues al pelirrojo le estorbaba. Noareth decidió no preocuparse en eso y disfrutar el momento.
-¿Confías en mi?- le preguntó el hombre a la rubia, antes de llevar a cabo su acción.
-Siempre
Fluyeron las palabras de sus labios con delicadeza y ansias en su voz por saber que tenía entre manos.
Notó cómo una superficie desconocida y rasposa se adentraba dentro de ella. No pudo evitar sentirse complacida ante la situación, por lo que los gemidos no tardaron en inundar su boca, se retorcía contra las cuerdas, cada vez que el extraño objeto pero que tenía el tamaño y textura adecuada se introducía a más profundidad y más velocidd.
-Oh merlín, tengo una diosa en la cama, atada y puesta a mi merced. Eres jodidamente caliente Noa.- su mano izquierda rodeó el cuello de la mujer apretándo con fuerza, sintiéndo cómo la ira que tuvo por el Zabini hace minutos desaparecía,
Noa era su calma.
-George, estoy cerca..
Ahogó un gemido al sentir cómo el objeto se ceñia ante sus paredes y golpeteaba varias veces su punto G. Su abdomen se contrajo y no fue hasta que olas de placer la recorrieron tras el empuje que introdució George que el clímax la invadió por completo.
George con cuidado de no cortarse, sacó el mango del cuchillo fuera de la mujer. Estaba lleno de los fluidos de esta, los saboreó lentamente disfrutando del amargo sabor mientras Noareth trataba de regular su respiración dando grandes bocanadas de aire.
Sin dejarla descansar un segundo más, el Weasley abrió con brusquedad sus piernas de nuevo, colocándose en el medio. Volvió a su vez a cojer la varita para pronunviar.
-Accio correa
Noareth tragó saliva en seco tan fuertemente que estaba segura de que al fía siguuiente tendría dolor o molestia en la garganta. Escuchó el sonido de la correa golpear en la mano de George. Tuvo que soltar un fuerte grito de dolor, se escapó de sus labios cuándo el Weeasley estrelló con fuerza esta en su núcleo. El dolor fue momentáneo pues pasó a placer en cuestión de segundos.
-¿Te dolió mucho, no lo hago más?
A pesar de todo, en la voz de George se podía demostrar el arrepentimiento del que constaba, pues odiaba hacerle daño a su rubia sin que esta lo disfrutara.
-No, vuelve a hacerlo porfavor
Pidió en un súplico al que George obedeció, cumpliendo y atacando cada una de sus órdenes y deseos sexuales. Noareth volvió a gemir con fuerza. No podía observar pero casi ponía la mano en el fuego por que su núcleo estaba rojo y en segundos pasaría a morado, dejando el hematoma permanente por unos días.
George lanzó la correa al suelo, causando que el metal golpeteara.
Lo próximo que Noa sintió fue la lengua de George recorrer toda su entrada para segundos después comenzar a jugar con el pequeño botón de carne que cada vez se inflamaba aún más. Noareth no pudo hacer más que gemir con fuerza y retorcerse contra su agarre cuándo George recorrió cada uno de sus pliegues, repitiéndo la acción varias veces.
La rubia deseaba ser lliberada de aquel agarre y poder tocar y observas al hombre que tan buenas sensaciones le estaba haciéndo experimentar.
-Sabes tan bien, rubita- tarareó contra su entrada, emitiéndole vibraciones. Noareth jadeó en respuesta alzando las caderas involuntariamente necesitando que el Weasley le proporcionara algo más.
George tensó la lengua y poco a poco llegó a introducirla, lamiéndo cada una de las paredes vaginales de la rubia, estas se apretaban contra él con fuerza. Noareth sentía cómo su segundo orgasmo estaba a punto de llegar, en esos momentos se sentía ebria ante la sensación de la lengua del pelirrojo penetrándola.
Nunca pensó que podría disfrutar tanto del sexo hasta que George Weasley con su porte dominante y sadomazoquista llegó a su vida para enseñarle el arte de este.
En esos momentos George era el pintor, su lienzo era Noareth. Él lo pintaba a su gusto, dejándo marcas por cualquier zona de piel y lo moldeaba según estuviera más satisfecho.
Noareth arqueó la espalda, suplicándo por sentir más a George quién con la lengua lamía y succionaba cada una de sus paredes y le daba estocadas con su lengua, llegándo a tocar varias veces su punto g, pudo percibirlo pues las reacciones de la rubia y sus gemidos cada vez eran más escándolosos. Y en parte amaba que así fuera, porque eso le repetía que su objetivo de hacerla sentir bien se estaba cumpliendo.
Gimió con fuerza la rubia y George notó cómo sus paredes se apretaban más contra él. Noareth había llegado a su segundo orgasmo, cosa que hace unos años jamás llegó a creer posible, pues ni siquiera llegaba a tener uno. El Weasley sacó lentamente su lengua de la entrada de la mujer quién jadeó al sentirse vacía. Tenía la barbilla y mandíbula llenos de sus fluidos tras haberse tomado el tiempo de succionar cada uno de ellos y de atentar contra su entrada
Su entrepierna dolía demasiado pero primero se quiso encargar de hacer sentir bien a la rubia, pues fue su día especial y ella se lo merecía. Mientras esta trataba de regular su respiración de nuevo, George bajó sus boxers liberándo su incipiente erección, la palmeó y acarició, percatándose de que esta estaba llena de líquido pre-seminal.
-Oh merlín, Georgie que bien se ha sentido- tarareó con voz cansada la rubia, sin ser consciente de lo que estaba pasando a su alrededor.
El Weasley rió por lo bajo al escucharla y se colocó encima de esta, sin dejar caer todo su peso. Cómo en el cuadro sus brazos se encontraban flexionados, los músculos de la espalda tensados y sus varoniles manos apretaban cada lado de la sábana permitiéndo una completa vista de sus venas. Alineó su erección contra su entrada, Noareth gimió cuándo el miembro de este se rozó contra ella con fácilidad debido a lo húmeda que estaba tras sus dos orgasmos consecutivos. Pero algo le decía que no serían los últimos orgasmos y que pasaría una larga y excitante noche.
-Tercera ronda, rubita
UFF, SE PUSO CALIENTE EL AMBIENTE
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