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El pelirrojo colocó la pierna derecha de la mujer sobre su hombro, dándole mayor entrada. Con lentitud, impacientando a esta besaba la cara interna de su muslo, cada vez más cerca de su sexo. La mujer, abierta de piernas subida en la cómoda de la habitación jadeaba agarrándose de los mechones de su cabello, impaciente al saber que sus húmedos labios harían contacto con su reciente humedad.

Gimió con fuerzas el nombre de su esposo cuándo se detuvo para recorrer con su lengua cada uno de sus pliegues, repitiendo la acción varias veces al saber cómo su mujer disfrutaba. Su pecho subía y bajaba por las fuertes sensaciones que le transmitía a su cuerpo.

Atrapó el punto de extásis de la mujer entre sus dientes succionándolo, Fred al comprobar que su esposa estaba completamente húmeda llevó dos de sus varoniles y largos dedos que volvían a la Lupin loca a su entrada estimulándola lenta y dolorosamente.

De los labios de Elizabeth unicamente se escapaban suspiros, gemidos y el nombre de su amante entre sus piernas. Cada que Fred la tocaba se sentía en el mismísimo cielo, sus dedos ya bombeadan dentro de ella, arqueándolos para chocar contra sus paredes vaginales, dándo toquecitos en ellas. Su lengua se movía con maestría, deteniéndose en morder y succionar su clítoris para volver a recorrer sus labios vaginales completamente húmedos, causando que en la habitación solo se escucharan los sorbidos de Fred y los gemidos y respiraciones entre cortadas de Elizabeth.

Las paredes de Elizabeth cada vez aplicaban más presión entre los dedos de su esposo, sintiéndo que si Fred seguía bombeándola y estimulándola con su lengua, llegaría al extásis en cuestión de segundos.

Fred escuchaba cómo su esposa gemía con más impetu y más excitación,  Elizabeth esta vez se recostó en la pared, sus manos agarraban con fuerza los bordes de la cómoda, sus nudillos blancos ante la fuerza que aguantaba. Gimió con fuerza cuándo Fred bombeó con más rápidez y fuerza, golpeándo su punto G mientras que succionaba el pequeño dardo de carne. El orgasmo la golpeó con brutalidad.

Elizabeth jadeaba en busca de aire, tratándo de recuperar su respiración mientras Fred aún seguía succionando todos los fluidos que él mismo causó. Cuándo su tarea fue realizada, bajó la pierna de su esposa de su hombro con cuidado, permitiendo que él se apoyara en sus muslos para verla con una sonrisa victoriosa y triunfal, constando de la mandíbula, la barbilla y los labios relucientes a causa de sus fluidos.

-Eres lo mejor que he probado Lizzie..- acarició con sus ásperas manos sus muslos, haciéndo que la azabache se deleitara con su tacto cómo de costumbre.- Arréglate cariño, los niños están a punto de venir.

Se irguió para besar lentamente sus labios, permitiéndo que la mujer se probara a si misma. Los labios de Fred se movían con rudeza y deseo contra los suyos. El pelirrojo la atrajo más hacia él. dándole un fuerte apretón a su trasero mientras lo amasaba, causando que Elizabeth jadeara contra sus labios. Fred rompió el beso, mordiendo su labio inferior lentamente mirándola a sus chocolateados ojos.

-Te veo abajo cariño.- le sonrió robándole un corto beso.- Te amo.

-Te amo más- aseguró Elizabeth, tratándo de procesar todo lo que acababa de pasar.

Su esposo a pesar de los años seguía siendo un puto dios del sexo. 

Se bajó de la cómoda, agrupándo su ropa interior y pantalones para colocarselos. Alcanzó su varita que reposaba en su tocador para lanzar un hechizo de limpieza a la cómoda en la que había estado abierta de piernas hace un rato y al suelo que se encontraba algo manchado. También aprovechó el estar enfrente del espejo para con esta colocar bien su cabello y su ropa, la cuál se encontraba arrugada al haber sido lanzada por el suelo.

Bajó a la sala de estar, dónde su esposo terminaba de colocar algunos platos llenos de dulces en la mesa. Lo abrazó por detrás, inspirándo el aroma a pólvora que desprendía, con el cuál a dónde quiera que iba se sentía segura.

Fred sonrió al sentir de inmediato a la mujer que desde que era un adolescente lo volvía loco. Esta fecha emocionaba a ambos en especial, ni siquiera era su aniversario pero el hecho de que se conocieron años atrás en Navidad hacían que esta fuera una de sus épocas del año favoritas.

-Toma, antes de que Remus te las robe todas..- le entregó una barra de chocolate, girándose para verla.

Remus y Elizabeth eran conocidos por ser los amantes del chocolate en su familia, no podían evitar llevarse una barra a la boca y degustar el dulce sabor. Ambos hacían honor al padre de Elizabeth ya abuelo y tocayo de este.

-Gracias cariño- sonrió desemvolviéndo el paquete para tomar un pedazo de esta y le ofreció el otro al pelirrojo.- ¿Quieres?.

Fred negó, pues no tenía mucho apetito en esos momentos. Al instante, una aparición mediante polvos flu hizo que ambos se giraran.

-¡Mamá, Papá por fin!- Fue Hiraeth la primera en llegar y sin importarle los objetos que llevaba se avalanzó a los brazos de su padre.

Fred la cargó en los aires, Hiraeth rodeó con sus piernas su cintura abrazándolo con fuerza, inhalando el olor a pólvora y lavanda de sus primogenitos.

Estaba en casa.

Remus fue el segundo en aparecerse, lanzándo sus pertenencias a un lado, para sacudirse el hollín que llevaba e ir a abrazar a su madre con fuerza, cómo si hiciera una eternidad que lo la viese, pero para él en verdad lo era.

Jackson fue el último, pues se quería encargar de que sus dos hermanos menores llegaran a salvo a su hogar. Abrazaron a sus primogénitos con fuerza, reencontrándose.

-¡Un banquete!- abrió los ojos Jackson al ver la mesa que contenía algunos dulces y platillos de cómida que hacían que con tan solo el olor su boca se hiciese agua.

-¡Y hay chocolates!- prosiguió entusiasmado Remus.

Fred y Elizabeth rieron al unísono al escuchar a sus hijos varones. El hombre rodeó los hombros de su hija al tenerla más cerca, sonriendo al ver cómo esta cada vez era más parecida a él. Pues, a pesar de que tenía la complexión física y algunos rasgos de su madre era demasiado parecida a él, cómo el cabello pelirrojo y sus ojos avellanados. Pero en  lo que más se parecían no era el fisico, si no en varios aspectos; ambos eran fieles amantes de las bromas, solían poseer un gran sentido del humor, disfrutaban de jugar al Quidditch y sobre todo sabían que la familia era lo primero.

-Para ustedes, nos tendréis que contar muchas cosas suponemos y me esmeré en  haceros un buen banquete.- les guiñó un ojo burlón.

Solo Elizabeth pudo percatarse de la mueca apenada que hizo la pelirroja al observar la comida, la reconocía tan bien que le dolía verla en su hija.

●●●

Noareth reía ante las anécdotas del pelirrojo mientras se llevaba la copa de  vino a sus labios, apreciándo como el líquido recorría su garganta. Se encontraba sentada a las orillas de la cama del pelirrojo, la cuál estaba totalmente deshecha. Unicamente vestía un conjunto de lencería blanco de encaje que había ido a comprar previamente y únicamente para probarlo con su pelirrojo. 

George se encontraba vistiendo únicamente unos bóxers, en el suelo de la habitación a orillas de la cama se encontrába, haciendo contacto visual con la rubia. Estaba tumado entre el montón de sábanas que hace minutos lanzaron fuera de la cama, su brazo derecho flexionado pues apoyaba la cabeza en la palma de su mano, causándo que sus brazos firmes se flexionaran y Noareth tuviera una espléndida vista  de la que no quería quitar mirada.

-Te lo prometo, no era por el hecho de saber que me estaban pintando. Me empalmaba porque tú estabas delante y joder..- con su mano señaló de arriba hacia abajo a la rubia, admirándola con la mirada.- es que eres una puta diosa Noareth

-Tu diosa en todo caso.., mon amour- pronunció en un francés mezclado con el inglés, al no ser su idioma natal. Le guiñó un ojo al pelirrojo que la veía con atención embelesado. Llevó de nuevo la copa a sus labios relamiendolos.

Mon amour..

La palabra se repitió constantemente en la mente del Weasley. ¿Acaso se refería a algo con eso?¿Estaría la rubia llegándo a sentir sentimientos por él?.

Abrumado y esperanzado por sus preguntas, imitó su acto para después soltar un largo suspiro involuntario.

Noareth se dió cuenta de la frustración que cargaba en este, y de que algo lo preocupaba pues su rostro sonriente pasó a uno sin expresión, preocupándola.

-Georgie-lo llamó con su dulce voz.- ¿Hay algo que te preocupa? ¿Sabes que puedes contarme?

Se removió en la cama para ponerse más comoda para poder escuchar al pelirrojo.

El Weasley se enterneció al escuchar cómo se preocupaba por él, alzó la cabeza encontrándose con sus ojos esmeraldas que tanto lo cautivaban.

Ahora más que nunca entendía cuándo su hermano gemelo decía que se perdía en los profundos ojos de Elizabeth, pues ahora estaba él sintiendo lo mismo con su rubia.

-Solo.., cosas de los negocios de la tienda.- mintió para proseguir- Ya sabes, nuevos productos que realizar, debe de venir mercancía nueva, Fred y yo debemos compajinar los horarios..

Noareth miró cada gesto que hacía el hombre, solo con  esto dándose cuenta de que George le estaba mintiéndo. Relamía sus labios y su pie se movía, se había dado cuénta que hacía eso cada vez que mentía. Noareth soltó un suspiro frustrada,  algo apenada y decepcionada.

-George te seré del todo sincera.- Noareth empezó mirándolo de manera seria.- Esta bien que no me quieras contestar, que ni siquiera creas que tienes la suficiente confianza cómo para no decirmélo. Pero porfavor, no me mientas.- pidió, mirándolo a los ojos.- Odio las mentiras.

Era cierto, lo que más odiaba en el mundo era que le mintieran, tal vez fuese porque en su relación con el Zabini este se la pasaba enganñándola a cada segundo.

Desconfiaba de las personas que mentían, ella no quería desconfiar de George.

George la miró perplejo, no supo cómo la rubia pudo averiguar su mentira. Su cuerpo cargó con la total culpa y arrepentimiento. Atrapó su labio inferior entre dientes y miró al techo suspirándo, para después pasar a observar a la mujer.

-¿Quieres saber la verdad Noareth?- cuestionó dejándo la copa a un lado y colocándose entre el espacio de sus piernas, acariciándo sus muslos mientras la miraba a los ojos que lo cautivaban.

-Porfavor

Pidió, acariciándo con cariño y suavidad su mejilla sin poder quitar mirada de sus ojos cafés. Estaba esperanzada de que este tuviera una razón lógica por la cuál mentirle, por lo que si no se sentitía demasiado herida y engañada.

Tal vez para muchos fuera o es exagerar, pero para ella no lo era. No lo era tras haber convivido en una relación fundamentada en los cimientos de las mentiras y traiciones.

-Lo que me pasa no es que no te quiera contar o que no tenga confianza en ti. Créeme, confío en ti incluso más que en mi mismo cómo sé que tu confías en mi.- besó su muslo cariñosamente para proseguir.- Lo que a mi me está pasando no es eso Noareth. Lo que a mi me pasa es que me estas volviéndo jodidamente loco, eres como una puta droga u adicción, jamás podré desprenderme de ti Noareth. Te necesito para vivir.

Acarició su mandíbula impresionada y sorprendida ante sus cautivadoras palabras, dándose cuénta de que él hombre hacía el mismo efecto en ella. La tenía totalmente embelesada, había caído entre George Weasley, cuando se prometió no confiar más en ningún hombre.

-¿Quieres saber una cosa?- se inclinó para rozar su labios.- Tu también me vuelves loca, George Weasley.


Parte uno del maraton!!

Opiniones?

🤭🤭🤭

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