Ꮠ ࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 23 」
«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝗏𝖾𝗂𝗇𝗍𝗂𝗍𝗋𝖾́𝗌»... [23]
❝𝗟𝗮 𝗽𝗿𝗼𝗽𝗶𝗮 𝗣𝗮𝘀𝗶𝗼́𝗻❞
Y aunque al principio dijo que sí, al estar de rodillas todo cambió.
Kim sintió el peso de las palabras de Jeon como una losa aplastante sobre su conciencia. En el primer instante, la indignación y el instinto de autopreservación lo hicieron retroceder, poniéndose de pie con un movimiento brusco. Su mente se debatía entre la humillación y la culpa, la fe y el deseo. Miró a Jeon, esperando ver algún indicio de misericordia en sus ojos, pero solo encontró una determinación férrea.
━ No puedo... ━ murmuró Kim, su voz temblorosa ━. No puedo hacer esto.
Jeon no respondió, su mirada fija en Kim, implacable y desafiante. El silencio que siguió fue abrumador, un vacío que absorbía todas las dudas y miedos de Kim. La culpa seguía pesando sobre él, un recordatorio constante de su deuda. Sabía que Jeon había arriesgado su vida por él, y la realidad de esa acción lo atormentaba. ¿Cómo podía negarle ahora una prueba de devoción, por pecadora que fuera?
Con cada segundo que pasaba, la culpa y el deseo se enredaban más profundamente en el alma de Kim. Los pensamientos se agolpaban en su mente, recordándole todos los momentos en que había sentido una atracción prohibida por Jeon, todos los pensamientos que había tratado de reprimir. Y ahora, enfrentado a la mirada implacable de Jeon, comprendía que esos sentimientos nunca desaparecerían. La deuda que sentía con Jeon era más que física; era emocional, espiritual.
Tomando una decisión dolorosa, Kim volvió a arrodillarse lentamente, sus rodillas tocando el suelo frío de la clínica. Su corazón latía con fuerza, la vergüenza y la sumisión mezclándose en un torbellino de emociones. Cerró los ojos un momento, intentando encontrar la fuerza para lo que estaba a punto de hacer.
━ Está bien, Jeon ━ susurró, más para sí mismo que para el otro ━. Haré lo que me pides.
Inclinándose hacia adelante, Kim comenzó a besar las piernas de Jeon, sus labios rozando la piel con una mezcla de adoración y arrepentimiento. Cada beso era una penitencia, una súplica silenciosa por perdón. Mientras sus labios se movían lentamente hacia los muslos de Jeon, sintió la textura de la piel bajo su boca, el calor del cuerpo del otro.
Aunque estaba nervioso no pudo evitar actuar de manera rápida, besando sus muslos como si eso fuera menos grave.
Le iba a chupar el jodido pene.
Jeon permaneció en silencio, su expresión cambiando lentamente. A medida que Kim continuaba con su tarea, la actitud de Jeon se transformó. La debilidad y la vulnerabilidad que había mostrado antes se desvanecieron, reemplazadas por una presencia dominante. Era como si, a través de este acto de sumisión, Jeon recuperara su poder y control.
Era como si ahora estuviera renovado.
Kim lamió y besó la base del pene de Jeon, luego de bajar con nervios sus pantalones. Sus labios acariciando la piel con una devoción desesperada. Cada contacto era una mezcla de deseo reprimido y arrepentimiento, un acto de expiación por los pecados que sentía haber cometido. Jeon, ahora completamente en su papel de dominador, observaba con una satisfacción fría, disfrutando del control absoluto que tenía sobre Kim.
Sentía el sabor de su carne, de cada partícula de él y eso le encantaba. No podía negarlo, al menos no a si mismo.
El tiempo parecía detenerse mientras Kim continuaba con su tarea. Cada minuto que pasaba era una eternidad de pecado y penitencia, un recordatorio constante de su deuda. Diez minutos de silencio y sumisión, con cada beso y lamida reforzando la pasión entre ellos. Kim sintió cómo su propia voluntad se desmoronaba, cómo se perdía en el acto de adoración.
El tamaño de su pene era tan grande que tuvo dificultades para meterlo a su boca por completo. Sin embargo cuando Jeon le sostuvo su cabellera rubia, dicho complique no se convirtió en más nada que en un extraño placer. Ahora Jeon follaba su boca, dando embestidas sin pensar en el ardor de su garganta.
Pero joder, de alguna forma eso hacía que su propia erección palpitara.
━ Eso, sacerdote. ¿Ahora no te da remordimiento con Dios? ━ susurró Jeon con su respiración agitada, viéndolo desde arriba mientras apretaba su mandíbula. Ni siquiera pudo responder ante eso, ya que las embestidas que le daba a su boca se intensificaron.
Intentó sujetar de sus muslos para evitar que las lágrimas de sus ojos se desbordaran. Sus mejillas encendidas en rojo carmesí que era la muestra de su pecado. Sentía la mirada penetrante de Jeon sobre él. Tenía vergüenza.
Pero no quería parar.
━ ¿Quieres que te llene el rostro de mí? ━ dijo, Kim alzó sus ojos curioso de su expresión, y sintió sus piernas temblar al ver como su cabeza se echaba hacia atrás.
El dolor de su propio miembro lo hizo temblar.
Quiso mirarlo a los ojos y tragarle su verga descaradamente. Decirle que se corriera en su cara y le llenara sus mejillas de leche. Que jalara de sus cabellos con fuerza y lo escupiera.
Pero no podía decir eso, nada en sí se lo permitiría.
Y como si Jeon leyera sus pensamientos, sus cabellos fueron jalados con fuerza y se corrió en su rostro. Fue inevitable para él no pasar la lengua por el semen en su boca. Escuchó la respiración agitada de Jeon y eso aceleró su corazón al máximo.
Finalmente, Kim se detuvo, sus labios todavía rozando la piel de Jeon. La realidad de lo que había hecho comenzó a hundirse en él, la vergüenza y la culpa mezclándose en su mente. Sin decir una palabra, se levantó lentamente, sus piernas temblando. No podía soportar mirar a Jeon a los ojos, sabiendo que había cruzado una línea de la que quizá no habría retorno.
━ Lo siento... ━ murmuró, su voz apenas audible.
Jeon no respondió, su mirada fija en Kim con una mezcla de satisfacción y algo más, algo que Kim no podía identificar.
Sin atreverse a decir más, Kim salió de la habitación luego de limpiar su rostro, su corazón pesado con la carga de lo que había hecho. La humillación y la culpa lo envolvían, y no podía dejar de preguntarse cómo afectaría esto a su relación con Jeon, a su propia fe y a su futuro como sacerdote.
Mientras caminaba por el pasillo, sintió las lágrimas comenzar a brotar de sus ojos. No podía creer lo que había hecho, lo lejos que había llegado en su desesperación por expiar su culpa. Y aunque sabía que lo que había hecho era en parte por su propia atracción hacia Jeon, no podía evitar sentirse traicionado por sus propios deseos. La batalla interna que había estado librando se intensificó, dejándolo más confundido y angustiado que nunca.
Estaba llorando por saber que le había gustado, que lo disfrutó, que quería más.
Kim salió al aire libre, buscando desesperadamente una manera de calmar su mente y su corazón. Sabía que no podía seguir ignorando los sentimientos que tenía por Jeon, pero también sabía que no podía dejar que esos sentimientos destruyeran su vida y su vocación. La decisión que había tomado esa noche lo perseguiría, y tendría que encontrar la manera de reconciliar su fe con su deseo, su culpa con su amor.
Sin embargo, por ahora, todo lo que podía hacer era seguir adelante, un paso a la vez, esperando encontrar algún tipo de redención en el camino.
Kim llegó a la iglesia con el corazón pesado y la mente nublada por el remordimiento y la vergüenza. Cada paso que daba resonaba en los pasillos vacíos, un eco de su lucha interna. No podía sacudirse la imagen de Jeon, de lo que había hecho para demostrar su gratitud, y la confusión que sentía por sus propios deseos. Con determinación, se dirigió hacia el pequeño cuarto donde guardaba el látigo, un instrumento que había usado en momentos de desesperación para purgar sus pecados.
Desnudándose hasta la cintura, Kim se arrodilló frente al altar improvisado, sus labios murmurando oraciones de perdón. Tomó el látigo y comenzó a golpear su espalda, cada golpe una súplica silenciosa para liberar su alma de los pensamientos impuros que lo consumían. Con cada azote, el dolor físico se mezclaba con el dolor emocional, creando una tormenta de agonía y redención.
━ Perdóname, Señor ━ murmuraba entre sollozos, el látigo dejando marcas rojas en su piel ━. Líbrame de estos deseos, de esta tentación.
Sin previo aviso, la puerta del cuarto se abrió con un golpe seco. Jeon, con el rostro torcido en una mezcla de rabia y determinación, se acercó rápidamente. A pesar de la herida que había sufrido, se movía con una fuerza y una energía que parecían desafiar su estado físico.
━ ¿Qué demonios crees que estás haciendo? ━ rugió Jeon, arrebatándole el látigo de las manos. Sin detenerse, lanzó el látigo hacia la chimenea cercana, donde las llamas lo consumieron rápidamente.
Kim, aún de rodillas, lo miró con una mezcla de miedo y confusión. ━ Jeon, yo... tengo que purgar mis pecados. Tengo que...
━ ¡No necesitas hacer esta mierda! ━ interrumpió Jeon con furia ━ Esto no es lo que necesitas. Tú sabes tan bien como yo que lo que estás haciendo no es por expiar tus pecados, sino porque te niegas a aceptar lo que sientes.
Kim bajó la cabeza, los sollozos sacudiendo su cuerpo. ━ No entiendo de qué hablas ━ dijo débilmente, aunque ambos sabían que era una mentira.
Jeon se arrodilló frente a él, tomando su rostro entre sus manos, obligándolo a mirarlo a los ojos. ━ No te flagelas por tus pecados ━ dijo con una voz más suave pero cargada de emoción ━. Te flagelas porque no puedes aceptar que me deseas. Que me quieres. Y eso no es algo que puedas expiar con dolor físico.
Kim cerró los ojos con fuerza, intentando bloquear la realidad que Jeon estaba exponiendo tan crudamente. ━ No, no es verdad ━ susurró, más para sí mismo que para Jeon. ━ Yo... soy un hombre de Dios. No puedo...
Jeon soltó su rostro, levantándose bruscamente. ━ Sigue mintiéndote a ti mismo, entonces ━ dijo con amargura ━. Pero sabes tan bien como yo que no puedes seguir así. No puedes seguir lastimándote por algo que es natural, algo que sientes profundamente.
Kim lo observó salir del cuarto, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras la verdad de las palabras de Jeon se asentaba en su mente. Había intentado negar sus sentimientos, había tratado de purgarse de ellos, pero al final, todo lo que había logrado era aumentar su sufrimiento.
Cuando Jeon desapareció de su vista, Kim se dejó caer al suelo, abrazándose a sí mismo. La realidad era dolorosa y desconcertante, pero innegable. Jeon tenía razón. No podía seguir viviendo en negación, no podía seguir lastimándose por algo que no podía controlar. Pero tampoco sabía cómo reconciliar sus sentimientos con su fe, con su compromiso de convertirse en sacerdote.
Las lágrimas continuaron cayendo, y en su corazón, Kim supo que estaba en una encrucijada. Debía encontrar una manera de aceptar sus sentimientos sin perderse a sí mismo en el proceso. Debía encontrar una manera de vivir con la verdad que Jeon había revelado, sin destruir su espíritu ni su vocación. Pero en ese momento, todo lo que podía hacer era llorar, sollozando por el amor no correspondido y el conflicto interno que lo consumía.
Horas pasaron antes de que Kim se levantara del suelo, sus piernas temblando. Se dirigió a su habitación, sintiéndose vacío y agotado. Al entrar, se dejó caer en su cama, mirando el techo con los ojos vidriosos. El dolor físico de los latigazos se mezclaba con el dolor emocional, creando una tormenta de sensaciones que lo mantenían despierto. Jeon estaba en su mente, sus palabras resonando una y otra vez.
━ No te flagelas por tus pecados. Te flagelas porque no puedes aceptar que me deseas.
Kim cerró los ojos, susurrando una última oración antes de caer en un sueño inquieto. Sabía que el camino hacia la reconciliación interna sería largo y arduo, pero en algún lugar en lo más profundo de su corazón, también sabía que tenía que enfrentarlo. Porque, al final, la verdad era ineludible. Y debía encontrar una manera de vivir con ella.
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Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09
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