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Ꮠ ࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 21 」

«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝗏𝖾𝗂𝗇𝗍𝗂𝗎𝗇𝗈»... [21]

❝𝗦𝗶𝗻 𝗽𝗮𝗹𝗮𝗯𝗿𝗮𝘀❞

En los días que siguieron al incidente con el Padre Woojin, Kim no podía dejar de pensar en lo que había sucedido y en la intervención de Jeon. Cada vez que cerraba los ojos, revivía esos momentos de horror y alivio mezclados, y aunque había hablado brevemente con Jeon después, aún no había logrado entender completamente lo que todo aquello significaba.

La rutina de la iglesia se había mantenido sin grandes alteraciones, pero para Kim, cada momento estaba cargado de una nueva tensión. Su graduación se acercaba rápidamente y, aunque había completado todas sus tareas con dedicación, el evento ya no se sentía como el triunfo que había anticipado durante años. Había algo en su interior que lo hacía dudar, una inquietud que no podía simplemente ignorar.

Un martes por la mañana, mientras se preparaba para las oraciones matutinas, Kim notó la presencia de Jeon en la iglesia. No era inusual que Jeon apareciera, pero lo que captó su atención fue la forma en que se comportaba. En lugar de sentarse en el fondo y esperar, como solía hacer, Jeon se acercó a los primeros bancos y se arrodilló en profunda oración.

La mirada de Kim se encontraba con la de Jeon una y otra vez a lo largo de las oraciones. Había algo en sus ojos, una intensidad y una seriedad que lo perturbaban. No podía evitar sentirse inquieto, preguntándose qué significaba todo aquello. ¿Por qué Jeon estaba ahí? ¿Por qué no hablaba con él?

━ Kim, concéntrate en las oraciones ━ le susurró el Padre Minho, notando su distracción.

Kim asintió, tratando de apartar su mente de Jeon y enfocarse en sus deberes. Sin embargo, la presencia de Jeon era como una sombra constante, una distracción que no podía ignorar. Jeon permanecía inmóvil, con los ojos cerrados y las manos juntas, sumido en una oración silenciosa que parecía sincera y devota.

El patrón se repitió durante los siguientes días. Jeon llegaba a la iglesia a diferentes horas, pero siempre seguía el mismo ritual: se arrodillaba, oraba en silencio y se iba sin dirigirle una sola palabra a Kim. La constante presencia de Jeon empezó a minar la concentración de Kim, perturbando su paz interior y sembrando una creciente confusión.

Cada vez que Kim veía a Jeon entrar, sentía una mezcla de emociones que no podía descifrar completamente. Había gratitud por haberlo salvado del Padre Woojin, pero también había miedo, deseo, y una creciente culpa por albergar esos sentimientos. Jeon se había convertido en una especie de enigma para él, una presencia constante que lo desafiaba y lo desconcertaba.

La noche había caído sobre el pequeño pueblo, y un silencio profundo se cernía sobre la iglesia y sus alrededores. Kim se encontraba en su habitación, sus pensamientos un torbellino de emociones y dudas. Las velas encendidas proyectaban sombras danzantes en las paredes, mientras él se arrodillaba frente a su cama, susurrando oraciones en busca de consuelo y claridad. Pero, a pesar de sus esfuerzos, su mente seguía volviendo a Jeon y a los sentimientos que había intentado suprimir.

Mientras intentaba concentrarse en sus oraciones, un leve golpeteo en la ventana lo sobresaltó. Su corazón latió con fuerza, y una sensación de anticipación y miedo lo invadió. Se levantó lentamente, sus pasos apenas audibles en el silencio de la noche, y se dirigió hacia la ventana. Al abrirla, no se sorprendió al ver a Jeon de pie en la oscuridad, su figura apenas visible bajo la tenue luz de la luna.

━ Jeon... ━ susurró Kim, su voz llena de confusión y anhelo.

Antes de que pudiera decir algo más, Jeon se acercó rápidamente y lo besó apasionadamente. El contacto fue tan inesperado y ardiente que Kim quedó paralizado por un instante, su mente incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. Sentía los labios de Jeon contra los suyos, firmes y urgentes, transmitiendo una mezcla de deseo y desesperación.

El mundo pareció detenerse en ese momento. Todo lo que existía era el beso, la conexión intensa y abrumadora entre ellos. Kim se aferró a los hombros de Jeon, sintiendo la fuerza y la calidez de su cuerpo. Su mente estaba dividida entre el deseo y la culpa, la devoción y la tentación.

Finalmente, Jeon se apartó, sus ojos oscuros brillando con una intensidad que Kim nunca había visto antes. No dijo una palabra, pero la mirada que le dirigió fue suficiente para comunicar todo lo que no podían expresar con palabras. Kim lo observó, su respiración entrecortada, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.

━ Jeon, yo... ━ comenzó a decir, pero las palabras se le atragantaron en la garganta.

Jeon levantó una mano, deteniéndolo. Luego, sin decir nada, dio un paso atrás y se desvaneció en la oscuridad de la noche, dejándolo solo y lleno de preguntas sin respuesta. Kim cerró la ventana lentamente, sus manos temblando. Se apoyó contra el marco, tratando de calmar su mente y su corazón.

La habitación, que antes parecía un refugio seguro, ahora se sentía claustrofóbica. Las sombras proyectadas por las velas parecían más inquietantes, como si reflejaran el tumulto en su interior. Kim se dejó caer de rodillas, las lágrimas comenzando a rodar por sus mejillas.

━ Dios mío, ayúdame... ━ susurró, su voz quebrada por la emoción.

El beso de Jeon había sido un despertar, un recordatorio de los deseos que había intentado reprimir. Pero también era un recordatorio de la complicada situación en la que se encontraba. Estaba a punto de tomar los votos sagrados, de dedicar su vida completamente a Dios. Y, sin embargo, su corazón y su cuerpo anhelaban algo que no podía negar.

La noche se sintió interminable, cada minuto arrastrándose lentamente mientras Kim luchaba con sus pensamientos y emociones. Se levantó de nuevo, caminando por la habitación en un intento de calmarse. Cada rincón parecía estar impregnado del recuerdo de Jeon, de su beso, de la intensidad de su mirada.

Finalmente, se dejó caer en su cama, exhausto tanto física como emocionalmente. Cerró los ojos, pero el sueño no llegaba. Solo podía pensar en Jeon, en el beso, y en lo que significaba para él y para su futuro. Sabía que no podía seguir ignorando lo que sentía, pero también sabía que su compromiso con Dios era fuerte.

La madrugada comenzó a asomar por el horizonte, y Kim seguía despierto, sus pensamientos girando en círculos. Se levantó una vez más y se dirigió al pequeño altar que había en su habitación. Se arrodilló frente a él, sus manos juntas en oración.

━ Dios, dame la fuerza para hacer lo correcto... ━ susurró ━. Muéstrame el camino...

Sus ojos, pesados por la falta de sueño, finalmente se cerraron mientras el cansancio lo vencía. A medida que se sumergía en el mundo de los sueños, su mente comenzó a tejer una serie de imágenes y sensaciones, llevándolo a un lugar que parecía a la vez familiar y extraño.

Se encontró de pie en un vasto campo verde, con el sol brillando cálidamente sobre él. El aire estaba lleno del dulce aroma de las flores silvestres y el suave canto de los pájaros. El cielo era de un azul profundo y sin nubes, y todo parecía estar en perfecta armonía. Kim caminaba descalzo sobre la hierba, sintiendo la frescura bajo sus pies. La paz que lo envolvía era casi palpable, y por un momento, se permitió olvidar todas sus preocupaciones y dudas.

De repente, escuchó una risa familiar a lo lejos. Giró la cabeza y vio a Jeon corriendo hacia él, con una sonrisa radiante en el rostro. Kim sintió que su corazón se llenaba de alegría al verlo. Sin pensarlo dos veces, comenzó a correr hacia él también. Cuando finalmente se encontraron, Jeon lo envolvió en un abrazo fuerte y cálido. La risa de ambos resonaba en el campo, y por primera vez en mucho tiempo, Kim se sentía verdaderamente libre y feliz.

━ Jeon ━ dijo Kim, su voz llena de emoción ━, esto es tan... perfecto.

Jeon lo miró a los ojos, su mirada llena de ternura y afecto.

━ Kim, siempre quise que fueras feliz. Aquí, conmigo, no hay nada que temer.

Sin más palabras, se inclinaron el uno hacia el otro y sus labios se encontraron en un beso suave y apasionado. El mundo a su alrededor parecía desvanecerse mientras se entregaban a ese momento, como si nada más importara. Los besos de Jeon eran dulces y llenos de amor, y Kim sentía que todo lo que había deseado estaba allí, en ese instante.

Pero entonces, una sombra oscura comenzó a extenderse sobre el campo. Kim se separó de Jeon, mirando a su alrededor con preocupación. La tranquilidad del lugar se había roto, y ahora podía escuchar voces a lo lejos, gritando con rabia. Los gritos se hicieron más fuertes y más cercanos, y Kim pudo distinguir palabras que le helaron la sangre.

━ ¡Pecadores! ¡Ardan en el infierno! ━ vociferaban las voces, llenas de odio y condena.

Kim miró a Jeon con desesperación.

━ Jeon, ¿qué está pasando?

Antes de que Jeon pudiera responder, una multitud apareció en el horizonte, avanzando rápidamente hacia ellos. Portaban antorchas y armas improvisadas, sus rostros distorsionados por la ira y el fanatismo. Kim sintió una oleada de terror al verlos acercarse.

━ Tenemos que irnos, rápido ━ dijo Jeon, tomando la mano de Kim y comenzando a correr.

Corrieron juntos a través del campo, pero la multitud seguía ganando terreno. Los gritos y los insultos llenaban el aire, y Kim podía sentir la desesperación apoderándose de él. No entendía por qué estaban siendo perseguidos, por qué el amor que sentía por Jeon era motivo de tanto odio.

━ ¡No podemos dejar que nos atrapen! ━ jadeó Kim, su respiración entrecortada por el esfuerzo.

Jeon apretó su mano con más fuerza, tratando de infundirle valor.

━ No te preocupes, Kim. No permitiré que te hagan daño.

Finalmente, llegaron a un pequeño bosque en el borde del campo. Se adentraron en él, esperando que los árboles y la oscuridad les brindaran refugio. Pero incluso allí, las voces de la multitud resonaban, cada vez más cerca. Kim sintió que el pánico lo ahogaba, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

━ Jeon, no quiero perderte ━ susurró, temblando de miedo.

Jeon lo abrazó con fuerza, tratando de consolarlo.

━ No perderás. No aquí, no ahora.

Pero antes de que pudieran encontrar un lugar seguro, la multitud irrumpió en el bosque, iluminando la penumbra con sus antorchas. Los rodearon rápidamente, y Kim pudo ver la furia en sus ojos.

━ ¡Ahí están! ¡Los pecadores! ━ gritó uno de los hombres, levantando su antorcha en señal de victoria.

Kim y Jeon se miraron, sabiendo que no tenían escapatoria. La multitud avanzó, y Kim sintió que su corazón se hundía en el pecho. Los gritos y las acusaciones llenaron el aire, y Kim se aferró a Jeon, buscando consuelo en su presencia.

━ ¡Quémelos! ¡Que paguen por sus pecados! ━ gritó alguien, y la multitud rugió en aprobación.

Kim cerró los ojos, rezando en silencio por un milagro. Pero justo cuando el miedo y la desesperación alcanzaban su punto máximo, sintió que todo se desvanecía. El calor de las antorchas, los gritos de la multitud, incluso el abrazo de Jeon, todo se desvaneció en la oscuridad.

Despertó bruscamente, su cuerpo cubierto de sudor frío. La habitación estaba en silencio, solo rota por el sonido de su propia respiración agitada. Se sentó en la cama, tratando de calmarse. El sueño había sido tan vívido, tan real, que todavía podía sentir el miedo y la desesperación en su corazón.

━ Dios mío... ━ susurró, llevándose una mano al pecho.

Se levantó y caminó hacia la ventana, mirando la tranquila escena del pueblo nocturno. El contraste con el caos de su sueño era abrumador, y se permitió respirar profundamente, tratando de centrarse. Pero el sueño había dejado una marca en su alma, una advertencia de los peligros que acechaban en su interior.

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Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09

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