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Capítulo ~5

A la mañana siguiente, estoy en el trabajo, ocupada archivando cintas de vídeo con Kit.

Después de lo que me enteré ayer, sé que tengo que hablar con él. Tengo que contarle mis escapadas a los manantiales.

Se me revuelve el estómago solo de pensarlo.

Espero que Kit no se enfade demasiado conmigo por mentir.

—Bueno... Tengo que contarte una cosa.

—¿Ah, sí?

Asiento.

—¿Qué pasa?

—Te he estado mintiendo.

Frunce el ceño y deja las cintas de vídeo sobre el mostrador.

—¿Sobre qué?

—He vuelto a los manantiales unas cuantas veces desde aquella noche y me he enterado de algo sobre el plan de Tiffany mientras estaba allí —le explico, apenada—. Siento haberte mentido, es que... Pensé que te enfadarías conmigo si volvía a ver a los crípticos.

—No estoy enfadado contigo... —dice, aunque por su cara parece todo lo contrario—. Pero, ¿por qué volviste?

—Necesitan nuestra ayuda, Kit. El proyecto de renovación urbana de Tiffany no solo amenaza esta tienda, sino también su hábitat. Ayer escuché a uno de los socios de Tiffany decir que quieren convertir los manantiales en un aparcamiento.

—Ya veo.

—Mi plan es dejar la cámara grabando aquí esta noche por si vuelven. Así podremos pillarles in fraganti.

Kit sacude la cabeza.

—El hecho de que estuvieras lo bastante cerca como para oír al socio... —suspira—. Mira, puedes hacer lo que quieras, no te lo voy a impedir. Es que no quiero que te hagan daño, ¿vale?

—Tendré cuidado, lo prometo. Es cierto que Gil y Erebus son un poco extraños, pero no quieren hacerme daño.

—Espero que tengas razón, como sabes, ya han atacado a gente antes.

—Gil me dijo que intentaron capturarlo, así que tuvo que defenderse.

—Sí, seguro que él lo ve así. Mira, no quiero ser un capullo. Me gustaría poder confiar en ellos como tú.

—Lo sé, pero, por favor, intenta ser más abierto de mente. Es todo lo que pido.

—Lo intentaré.

—Puedo llevarte a conocerlos si quieres.

—Todavía no estoy preparado —sacude la cabeza—. Me cuesta hacerme a la idea de que los crípticos son reales.

—¿Estás seguro de que no quieres conocerlos? Quién sabe, quizá os hagáis amigos.

—Estoy seguro —dice con firmeza—. Si les ayudas a detener a Tiffany, es genial. Pero sé sincera conmigo a partir de ahora, ¿vale? No más mentiras.

—Vale, te lo prometo —sonrío—. En ese caso... creo que debería decirte que he conocido al fantasma de la tienda.

—¡¿Qué?!

Kit se lleva las manos a la cabeza.

—Sí, se llama Alexander.

—Primero descubro que los crípticos son reales y ahora los fantasmas también... —suspira, intentando asimilar la información—. ¿Hay alguna otra revelación que quieras compartir conmigo esta mañana?

—Bueno, las cintas de Pesadilla en Oak Park que pedimos se han perdido en el correo —río.

—Qué gran lunes...

Me encojo de hombros y sonrío inocentemente.

—Bueno, grabar la tienda esta noche podría servirnos de espeluznante material para nuestra película —dice Kit, riendo.

—¡Ni siquiera había pensado en eso!

Seguimos bromeando sobre nuestro proyecto mientras continuamos archivando cintas.

(...)

Kit se marcha temprano esa noche. Me quedo sola una vez más, sola para cerrar la tienda.

Supongo que necesita algo de tiempo para digerirlo todo.

En ese momento suena el teléfono y contesto.

Hola, Katalina. Soy tu tío Gary.

Hola, tío. ¿Qué sucede?

—¿No te importa estar sola en la tienda?

Es muy amable...

Seguramente le preocupe que pueda volver a ocurrir algo después del incidente del ladrillo.

Sí, estoy bien, no te preocupes.

Vale.

Te llamaré antes de salir de la tienda.

Genial. Avísame si necesitas algo.

Lo haré. Gracias.

Cuelgo.

Saber que Alexander está aquí me hace sentir más cómoda.

Recojo las cintas de la cesta de devoluciones y las pongo en el carro.

—Conversaciones con el hombre lobo —leo—. Android Police...

Muchas de estas películas me hicieron desear ser directora.

Me pregunto si...

—¿Qué estás haciendo? —oigo que pregunta una voz detrás de mí.

Grito y casi se me cae una cinta.

—¡Joder, Alexander!

—Lo siento, no quería asustarte —se ríe tímidamente—. Olvidaba que a la gente no le gusta que me materialice inesperadamente.

—Sí, casi me da algo.

—Tampoco sería tan malo, ¿no? —sonríe—. Así te convertirías en un fantasma y podríamos estar juntos todo el día.

Sacudo la cabeza, sonriendo.

—Estaba recordando algunas películas que me inspiraron —noto cómo Alexander me mira confuso—. En otoño voy a estudiar para ser directora.

—El cine ha avanzado mucho desde que yo vivía. Entonces, lo más aterrador que podías ver en la pantalla era un tren que se dirigía directamente hacia ti.

Río.

—Ahora, tú y tu amigo veis películas sacadas directamente de una pesadilla... y os reís.

—Es cierto. La industria del cine ha cambiado mucho.

—Es fascinante. Sé que es tarde, pero... ¿crees que podríamos ver una película juntos?

—Lo siento, Alexander —intento sonreír—. Debería cerrar la tienda y volver a casa. Mi tío me está esperando.

Alexander parece decepcionado.

—Debería haber sabido que estarías muy ocupada.

—Lo haremos en otro momento, ¿vale?

—Qué remedio... Me hacía mucha ilusión.

Un ruido del exterior interrumpe mis pensamientos.

—¡¿Qué ha sido eso?!

Corro hacia la ventana y busco el origen del ruido. Pero no veo nada.

—Quizá sea un gato jugando con la basura, no será la primera vez —me tranquiliza Alexander.

—Es posible. Eso me recuerda... —pienso un segundo—. Tengo que preparar la cámara para grabar la tienda esta noche.

—¿Para qué?

Después de coger la cámara de la mochila, empiezo a montarla en el trípode.

—Intento captar a la persona que lanzó el ladrillo a través del escaparate. Aunque tengo mis sospechas sobre quién lo hizo, primero necesito pruebas.

Es mejor no decirle a Alexander que Gil me dio la idea.

Uf, odio este secretismo.

—Es una idea ingeniosa —asegura Alexander—. Haces bien en aprovechar tus recursos.

Asiento lentamente.

—Sin embargo... —se pone una mano en la barbilla—. ¿Crees que merece la pena?

—¿Qué quieres decir?

—Llevo mucho tiempo rondando este videoclub, puedo decir con seguridad que está en decadencia. Tu tío ha estado ligado a esta tienda durante mucho tiempo. Por lo que he observado, ya no parece feliz aquí... Así que tal vez vender esta tienda sería bueno para él.

Suspiro.

—Tienes razón —lo miro—. Quizá mi tío sería más feliz sin la tienda. Pero sigo queriendo conseguir pruebas. Podemos decidir qué hacer con ellas después.

Cuando termino de prepararlo todo, me dirijo a casa.

(...)

A la mañana siguiente, pienso en las palabras de Alexander mientras compruebo la cámara.

—¿Has conseguido algo? —pregunta Kit.

Avanzo rápidamente por la cinta, pero en las dos horas de grabación no hay nada.

—No, nada —respondo cabizbaja—. Y la grabación de una tienda vacía tampoco da mucho miedo.

—Bueno, creo que el recorte de cartón de Danny el Dinosaurio en el fondo tiene algo que ver con eso.

Nos echamos a reír.

—Solo quiero una prueba concreta que pueda llevar a las autoridades. Algo que no puedan refutar —me quejo.

—Lo sé, yo también —su voz es firme—. Tenemos que ser pacientes.

Asiento con la cabeza. Siempre sabe cómo calmarme.

Sé que tengo que ser paciente, pero no puedo quedarme sentada esperando que pase algo.

Quizá Erebus sepa qué hacer ahora...

Gil quiere impedir que se lleve a cabo este proyecto, sé que me cubrirá las espaldas. Pero lo he visto mucho últimamente. Erebus podría sentir que tengo favoritismos.

Debería ir a ver a Erebus después del trabajo.

(...)

Después del trabajo, me dirijo al bosque en busca de Erebus.

Aunque me rodea la oscuridad, no tengo miedo. Sé que Erebus no puede estar muy lejos.

—¿Erebus? ¡Soy yo, Katalina!

No obtengo respuesta.

—Necesito hablar contigo.

Silencio...

Solo oigo el sonido de los insectos y de las hojas que crujen con el viento.

—¡¿Erebus?!

Sigo sin escuchar nada.

—¿Estás ahí?

Todavía no hay respuesta...

¿Dónde puede estar?

—Bueno, lo intentaré de nuevo mañana.

Cuando me doy la vuelta para volver a casa, me encuentro cara a cara con una criatura blanca y brillante.

Parecería un pantalón incorpóreo, si no fuera por los penetrantes ojos negros.

Ya he oído hablar de estas cosas.

Quizá quiera ayudarme...

—¿Eres un rondador nocturno?

La criatura chilla en respuesta.

No tiene boca...

¿Por qué me mira así?

No tengo un buen presentimiento.

—Vale... —retrocedo lentamente un paso.

¡Corre!

El corazón me va a mil.

Mientras corro, aparecen más rondadores nocturnos que me siguen.

Siguen haciendo ese sonido de chillidos sobrenaturales.

De repente, tropiezo con el cordón de mi zapato y caigo de bruces. Intento levantarme, pero las criaturas me rodean más rápido de lo que puedo moverme.

—¡Ayuda!

Los rondadores nocturnos siguen chillando y empiezan a darme patadas con sus garras.

Les devuelvo las patadas, pero por cada criatura que derribo, tres más ocupan su lugar.

—¡Ayuda!

—¡Erebus! ¡Que alguien me ayude!

Las criaturas empiezan a cantar en un idioma que no entiendo. Me caigo al suelo, mareada. Estoy a punto de desmayarme cuando lo oigo.

Un poderoso rugido, lleno de furia.

¡Dejadla en paz!

Erebus se cierne sobre mí y me protege de las criaturas.

Las criaturas se retiran lentamente en la oscuridad.

—Erebus... has venido...

Erebus baja al suelo y extiende una mano para ayudarme a levantarme.

—¡Si no te hubiera encontrado, podrían haberte matado! —me riñe—. ¿En qué estabas pensando? ¿Qué haces sola por aquí?

—Te estaba buscando, Erebus. Necesito decirte algo.

Se cruza de brazos y me mira fijamente.

—Puede que seas una humana valiente, pero sigues siendo humana —suspira—. Estos bosques son peligrosos para los de tu especie. Aunque no hubiera crípticos, no es buena idea que te aventures en el bosque sola por la noche.

—Bueno, ahora lo sé.

—No quiero preocuparme por ti. Deberías tener más cuidado...

Erebus deja de hablar cuando mira mis brazos y piernas.

—Estás herida... —se acerca a mí—. Cómo no lo he visto antes.

Parece muy preocupado.

—Solo son unos rasguños, me ocuparé de ellos en casa.

Me duele mucho, pero no voy a decírselo.

—Tienes cortes por todo el cuerpo... —me analiza con la mirada—. Lo mejor sería que vinieras a mi escondite secreto. Te curaré.

Tiene razón. Si mi tío me ve así, se asustará.

Pero seguro ya está dormido. Mejor voy a casa.

—Creo que me iré a casa sola.

Erebus suspira.

—Humana testaruda. Como quieras —rueda los ojos—. Pero la próxima vez que necesites mi ayuda utiliza esto —me tiende un pequeño silbato con una cadena.

—¿Qué es esto?

—Así podrás llamarme. Sin importar lo lejos que esté, allí iré —sonríe—. No lo uses a menos que sea absolutamente necesario.

—No lo haré.

Erebus me lleva de vuelta a las afueras del pueblo antes de marcharse.

Mientras camino a casa, reflexiono sobre lo que he visto esta noche.

Esos rondadores nocturnos eran tan extraños.

(...)

A la mañana siguiente entro en el trabajo, tarareando una canción de rock que escuché en la radio mientras me preparaba.

—¡Hola, Kit! ¡Hola, tío Gary! —saludo.

Kit corre hacia mí.

—Katalina, gracias a Dios que estás aquí —dice aliviado—. Anoche ocurrió algo muy grave.

—¿A qué te refieres?

—Ven a ver.

Me arrastra hasta donde coloqué la cámara.

De nuevo hay cristales rotos por todas partes.

—¡Oh, no! —digo mientras me arrodillo frente a los cristales.

Mi orgullo y alegría...

Se me llenan los ojos de lágrimas al ver los trozos en el suelo.

Maldita sea, pero si yo nunca lloro...

—¡Han roto mi cámara!

Las lágrimas caen por mis mejillas.

Esto no puede estar pasando...

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