13. That and more I can do
POV Haechan.
Sunhee me miraba con atención esperando a que dijera algo. Parecía que le intrigaba mucho saber como es que conozco al idiota de LeeKnow, por lo que me acomodé mejor en mi lugar y empecé a hablar.
— Lo conozco desde hace dos años, podemos decir que yo iba a la misma Universidad que tú. — solté sin rodeos, sus ojos se formaron grandes y su boca se abrió de par en par con sorpresa.
— ¿Enserio? — asentí, no pude evitar escapar una risa la ver su cara, pero apuesto a que tampoco no se lo esperaba. — ¿Te llevabas muy mal con él?
— Él sabe que no lo soporto, por eso me sorprende que todavía se siga apareciendo después de lo que hizo.
— ¿Te hizo algo malo?
— Sólo digamos que a su pelo le hacía falta un nuevo look. Así que lo rapé. — sonreí inocente, en cambio Sunhee abrió su boca horrorizada y dejé escapar una fuerte carcajada.
— ¡¿Enserio lo hiciste?! — la oí decir mientras yo abrazaba mi estómago y las lágrimas se me salían sin control.
— Por supuesto que no, sólo estoy bromeando. — empecé a cesar mi risa aunque era inevitable volver a reírme después de ver la expresión de su rostro. Ella era muy inocente, pero eso me divertía aun más.
— ¿Entonces no lo hiciste?
— Claro que no, aunque tampoco me faltan las ganas. — me aclaré la garganta y me acomodé mejor en mi lugar. — Pero LeeKnow es la persona más molesta y enferma que he conocido en mi vida, eso añadiendo lo psicópata que es.
— Es la misma cosa. — miré su ceño fruncirse, quizás porque la palabra enfermo y psicópata le parecían sinónimos, pero a mí sinceramente no me importa lo que sean. — Dices que ibas a la misma Universidad que yo. ¿Pues cuántos años tienes?
— Tengo 22 años. — solté con aire de indiferencia porque no me gusta que las personas pregunten por mi edad.
— ¿Enserio? Pensé que era un poco mayor que yo.
— ¿Me estás llamando viejo? — puse una mano en mi pecho en claro gesto de ofensa fingida.
— N-no, sólo... quiero decir que me parecías un poco mayor. — hizo énfasis en la palabra 'un poco', tragando saliva nerviosa.
— Sí, claro. — rodé los ojos. — ¿Y qué me dices tú?
— ¿Yo, qué? — frunció el ceño confundida.
— ¿Qué edad tienes tú? — intenté sonar paciente para ella ya que la paciencia no es una de mis cualidades.
— Tengo 20 años.
— ¡¿Enserio?! — exclamé con aire de incrédulidad, cruzando mis brazos. — Pues no lo pareces.
— ¿Disculpa?
— No aparentas tener 20 años, más bien pareces una niña de doce. — una curva juguetona se instaló en mis labios mientras la veía de arriba para abajo. No era verdad lo que le decía, más sólo quería molestarla.
— Eres un... — trató de encontrar una palabra con la que insultarme mientras me señalaba con su dedo. Sus labios se apretaron haciendo que sus mejillas se inflaran y finalmente se rindió cruzando los brazos como una niña haciendo una rabieta.
De pronto me volví a ella para verla servirse otro chupito, yo por mi parte saqué mi caja de cigarrillos y prendí uno llevándomelo a los labios. Pero entonces una voz me aturdió mi momento de relajación.
— ¡No puedes hacer eso aquí! — rodé los ojos y aburridamente volteé para verla horrorizada. Me saqué el cigarrillo de los labios para hablar.
— No es marihuana si es lo que piensas.
— Y aunque lo fuera no es bueno fumar.
— No hay un letrero donde diga que está prohibido fumar, así que puedo hacerlo en donde quiera y a la hora que yo quiera. — me acerqué más a su rostro para sonar claro. Poco después expulsé el humo que guardaban mis pulmones hacia ella, y empezó a toser quitando cualquier rastro de humo moviendo su mano.
— Deja de hacer eso.
— Ya, no exageres. — me encogí de hombros volteando a otra parte. Pero tan pronto como lo hice ella me quitó ágilmente el cigarrillo de mis dedos y lo tiró al suelo para después aplastarlo con la punta de su pie. Volteé lentamente hacia ella para verla molesta y de brazos cruzados. — ¿Y eso?
— Una probadita para que veas de lo que soy capaz. Y sólo para que sepas, no soy ninguna niña de doce. — tomó la botella de licor de la mesa y se bebió el resto que quedaba de ella como si no hubiese un mañana.
— Te vas a ahogar. — traté de advertirle porque estoy seguro que ella no tenía suficiente experiencia para el alcohol. Aunque de nada sirvió ya que empezó a toser descontroladamente.
Rápidamente le dí golpecitos sobre su espalda para que poco a poco dejara de toser.
— Te advertí.
— Cá-llate. — me apuntó con el dedo sin mirarme, con la voz ahogada. Luego masejó su pecho un par de veces hasta que por fin controló su respiración.
— No es mi culpa que tu apariencia no te ayude. — ella me lanzó una mirada asesina y se cruzó de brazos molesta. Que infantil. — Ya, no era para tanto. — intenté bromear pero ella parecía estar muy indignada por lo recién dicho. No puedo creer que vaya a hacer esto. — Sunnie...
— No me llames Sunnie. — respondió fríamente sin voltear a verme. Esta chica era una completa caprichosa.
Entonces se me ocurrió algo. Estiré un poco mi mano y acaricié por debajo de su brazo pero ella lo apartó bruscamente del roce. Hice lo mismo sólo que esta vez sobre su hombro y oí un gemido mientras se volvía a apartar. Volví a hacerlo y acaricié su espalda hasta llegar a sus costillas donde empezó a reírse y se movió un poco, así que subí la intensidad y empecé a hacerle más cosquillas hasta llegó un punto en donde me pidió entre risas y lágrimas que me detuviera.
No estaba seguro si las cosquillas funcionarían en ella, porque normalmente es lo que suelo hacer con mis hermanas cuando están molestas. Pero al menos, ya había encontrado su punto débil.
Tomó una servilleta de la mesa y se secó cuidadosamente las lágrimas aunque su sonrisa seguía estampada en su rostro.
— ¿Ya no estás enojada? — le pregunté en un tono medio burlón y se giró a verme.
— Eres muy malo. — formó un puchero con sus labios aunque fue inevitable que soltara una risa mientras miraba al suelo y me hiciera el mismo efecto en mí negando con la cabeza. Esta chica. — ¿Por qué dejaste de ir a la Universidad?
— Bueno, debes saber que era el único marginado que había en una escuela de mimados. — soltó como si las palabras fuesen veneno.
— ¿Entonces no fue porque hayas tenido problemas con LeeKnow?
— Esa también habría sido una razón, pero no fue por eso.
— ¿Y entonces qué fue?
— Eres muy curiosa ¿lo sabías? — me volví a ella un poco irritado, pero ni siquiera se calló la boca.
— Lo sé. — dijo en un tono como estuviera orgullosa de serlo, pero supongo que esa es su mejor cualidad.
Así que me rendí.
— Está bien, le vendí crack a un profesor. — de pronto sus ojos se agradaron con estupefacción, como si estuviese viendo una película de terror. Pero ese sólo fue un motivo más para que una carcajada escapara de mi boca.
— ¡¿Estás loco?! — oí su voz molesta mientras que yo no encontraba manera de abrir los ojos acumilados por las lágrimas de tanto reírme.
— Estoy bromeando, por supuesto que no lo hice. — al menos no allí. Entonces paré de reír. — Pero mi madre trabaja mucho, y bueno, alguien tiene que cuidar a mis hermanas. — me encogí de hombros.
— Eso es entendible.
— No creo que lo entiendas. — mi voz se volvió más ronca de lo normal cuando me giré a ver a otro lado.
— De todos modos, ¿hace cuánto que dejaste la Universidad?
— Como hace un año. — respondí con simpleza.
— ¿Y no has querido volver a estudiar?
— No. — solté secamente. Ni aunque me pagaran la colegiatura no volvería a ninguna escuela de mierda. — El estudio no es para mí.
— Pero te perderías la oportunidad de estudiar algo que te guste.
— ¿Qué parte del estudio no es para mí, no estás entendiendo? — me giré hacia ella en un ataque de ira. La verdad ya me estaba hartando de sus preguntas absurdas.
— Sólo trataba de motivarte. — soltó con suavidad mientras bajaba la mirada al suelo.
— No es necesario que lo hagas. — traté de sonar algo amable porque ya no sabía que más decirle. Este tipo de situaciones me ponían de los nervios y no sabía como manejarlas. Si ella fuese alguien más hubiera salido despavorida.
Pero no fue así.
— ¿Puedo preguntarte sólo una cosa más? — solté un suspiro fastidiado, no quería contestar más preguntas, pero por una extraña razón accedí, y me giré hacia ella.
— ¿Qué es?
— ¿Quién es Yujin?
(...)
POV Sunhee.
Haechan se quedó en silencio en cuanto le mencioné el nombre de su supuesta novia. Pero al ver su cara presentí que algo no estaba bien, ya que ni siquiera se quedó mucho tiempo así y se giró para no verme.
— Haechan... — lo llamé con cautela, pero ni siquiera se giró a verme.
— ¿Qué?
— ¿Me escuchaste? — él cerró sus ojos por un momento mientras soltaba un suspiro y giró un poco su cabeza hacia mí.
— ¿Qué decías?
— El día que me salvaste de LeeKnow lo oí a él mencionar a una tal Yujin. — me hice la ignorante, aunque él iba a abrir la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla como si estuviese nervioso.
— ¿Sabes qué? Voy por otra botella de licor. — se levantó en dirección a la pista de baile, desapareciendo entre la multitud.
Haechan me llenaba de dudas. Por un lado, el hecho de que haya mencionado que dejó la escuela para cuidar de sus hermanas puede ser algo creíble, sin embargo, a mí no me convencía. No tenía ningún sentido, si bien llevarse tan mal con LeeKnow al punto de mandarlo al hospital podría ser una razón precisa, pero eso es sólo una teoría. Porque entonces, ¿qué tenía que ver Yujin para que LeeKnow la haya mencionado y Haechan simplemente evadiera mi pregunta sobre ella?
Esto estaba muy raro, y no es que me guste pensar mal de los demás incluyendo a Haechan, pero a mí parecer, él me estaba mintiendo.
Mi mente sólo se concentraba en las posibles razones por las que este chico haya hecho o dicho en el pasado, pero todo lo que sé de él son sólo palabras de los demás aunque la respuesta fuese la misma.
No me había dado cuenta de mi trance hasta que una mano se movió frente a mi cara y reaccioné.
— Sunhee. — ví a Liz bajando su mano y una ligera sonrisa se instaló en su rostro.
— Hola, Liz.
— ¿Estás bien? Parecías un poco ida. — soltó una ligera risa pero con aire de preocupación, por lo que negué sutilmente la cabeza.
— Creo que bebí de más. — solté una pequeña risa acompañada de una suya.
— Está bien, sólo vine para decirte que Chaewon te está buscando.
— ¿Ah, sí? — alcé las cejas con falsa emoción. Bueno, no la culpo por pasar tiempo con Mark ya que ellos parecen llevarse muy bien.
— Dijo que van a jugar a la botella o algo así. — frunció el ceño no muy segura.
— Está bien, ¿quieres quedarte a jugar?
— Me encantaría, pero mi madre me espera en casa. — sonrió ligeramente, acomodándo la correa de su bolso en su hombro.
— Es una pena. — solté un poco triste, alargué mis brazos y ella se inclinó para darme un abrazo. —Te veré el lunes.
— Nos vemos, Sun. — Liz se dio media vuelta para irse, pero al hacerlo terminó chocando con alguien. Me incliné un poco para ver a la persona ya que yo seguía sentada. Miré el rostro de Liz pálida como una vela al tener de cerca a Haechan, quien tampoco sabía como reaccionar y sólo se le quedaba mirando estático.
Liz miró al suelo y se apartó aun lado torpemente para salir casi despavorida. Haechan volteó un segundo hacia donde ella se fue y luego se sentó a mi lado con una nueva botella de licor en sus manos.
— Pensé que te habías ido.
— ¿Me extrañaste? — sin emoción en su voz y sin verme nos sirvió un shot para cada uno.
— No, sólo pensé que no te gustaba estar cerca de los ricos. — solté con amargura y tomé mi shot bebiéndolo.
— Bueno, no eres tan creída como el resto. — eso me sorprendió que no supe si tomarlo como un halago o como una ofensa.
— ¿Eso piensas?
— Puede que no me agrades mucho todavía, pero al menos eres tolerable. — dijo para luego beber su shot de un solo trago.
— Y si no te agrado mucho todavía, ¿entonces porque sigues aquí? — me hubiera ofendido con ese comentario, pero no sentí que me ofendiera para nada. De hecho, me daba curiosidad.
Haechan no respondió porque en eso aparecieron Chaewon y Mark junto a otros de nuestros amigos.
— Sunhee, ya vamos a jugar. — me hizo una seña con la mano para que me levantara. Luego miró que Haechan estaba allí y lo miró por un segundo. — S-si quieres tú también puedes venir, Haechan. — Chaewon disimuló el nerviosísmo de su voz con una ligera sonrisa.
No estaba segura de sí él quería o no unirse a nosotros, pero supongo que diría que no o algo parecido.
— Claro, vamos a jugar.
(...)
— Muy bien, Mark. ¿Eliges verdad o reto? — uno de nuestros amigos, Jisung, le preguntó al peliazul, quien se quedó pensativo por un momento.
— Verdad. — habían dos pequeñas cajas en la mesa, cada una contenían tarjetas para verdades o retos. Entonces Jisung tomó una tarjeta de la caja de verdades.
— ¿Saldrías en una cita con alguien de esta habitación? — Mark rió algo nervioso sobando su nuca y un ligero rubor se notó sobre sus pómulos.
— Bueno, sí... — todos quedaron pasmados, excepto yo. Estoy segura que si se lo preguntaran dos veces, sin duda elegiría a Chaewon entre todas las chicas.
— ¿Quieres decirnos de quién se trata? — Chaewon preguntó y Mark casi se ahoga con su propia saliva sino fuera porque Haechan le dio algunos golpes en su espalda.
— Mejor sigamos jugando. — dijo Mark entre una tos fingida. Jisung volvió a girar una botella de vidrío en medio de la mesa y esta apuntó hacia Haechan.
— Haechan, ¿eliges verdad o r-
— Elijo reto. — Haechan cruzó los brazos decidido de su elección. Esta vez, nuestra amiga Sakura sacó una tarjeta de la caja de retos y la leyó.
— Besa a una persona del sexo opuesto. — Sakura leyó lo último casi en un murmuro. Todos volteamos a ver al castaño y él también parecía estar sorprendido.
— Si no quieres hacerlo está bien, Haechan. — Chaewon trató de sonar comprensible para que él no se viera obligado a hacer algo que no quisiera.
— ¿No vas a hacerlo? A ti que te encantan los retos. — Mark le dio un codazo juguetón.
— Cállate, Mark. — Haechan miró con aburrimiento a su amigo.
— No creo que pueda. — me reí por debajo sin pensar, pero luego Haechan se volteó hacia mí con una expresión que me dio miedo.
— ¿Y qué sino lo hago? — sus ojos estaban fijos en los míos y sentí una tensión que recorría todo mi cuerpo.
— No pasa nada, sólo es un juego. — Chaewon intervino y dejé que el aire saliera poco a poco de mis pulmones cuando Haechan apartó su mirada de la mía.
— Bien, sigamos ento- — no pude terminar mi frase porque unos labios presionaron mi mejilla dejandome sin aliento. Cuando se separó oí su risa maliciosa desprenderse, pero no podía moverme aún. Mis manos sudaban, mi corazón comenzó a latir con fuerza y mejillas ardían.
— No vuelvas a retarme, Jung, porque eso y más puedo hacer.
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