📞࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖮4 」
«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝖼𝗎𝖺𝗍𝗋𝗈»... [𝖮4]
❝𝗘𝗻𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗿𝗼𝘀 𝗽𝗲𝗿𝘁𝘂𝗿𝗯𝗮𝗱𝗼𝗿𝗲𝘀❞
Lalisa había comenzado a notar que en ese vecindario, donde las fachadas de las casas parecían resplandecer bajo la luz del día, había algo más oculto. Aquel aire tranquilo y apacible que rodeaba a sus vecinos, en especial a Jennie y su esposo, empezaba a desmoronarse ante sus ojos. Desde el encuentro en el jardín, donde la mujer misteriosa había mostrado esa extraña incomodidad, Lalisa no podía dejar de pensar en el moretón que había visto en su brazo, en su actitud distante pero cargada de algo indescifrable. Y, por supuesto, estaba su esposo.
Él, un hombre de aspecto serio y reservado, siempre parecía estar observándola de alguna manera. Era como si estuviera al tanto de cada uno de sus movimientos, pero no de una manera amigable. Había algo oscuro en sus ojos, en la forma en que la miraba, casi con desdén. Cada vez que Lalisa pasaba cerca de su casa, ya fuera de día o de noche, sentía su mirada fija en ella, vigilante, como si no quisiera que se acercara más de lo necesario.
Todo comenzó a tornarse más inquietante cuando, durante sus paseos ocasionales, Lalisa comenzó a notar ciertos comportamientos extraños en él. Al principio, había intentado ignorarlo, achacándolo a su imaginación o a la tensión acumulada por las llamadas misteriosas que no la dejaban dormir bien. Pero conforme pasaban los días, los detalles se hacían más evidentes. Veía cómo el hombre salía muy temprano de la casa, asegurándose de que nadie lo viera, siempre cargando con algo. Bolsas negras, que parecían pesadas, que desaparecían en su automóvil sin dejar rastro. Otras veces, lo observaba regresar en plena madrugada, moviéndose de manera furtiva, como si tuviera algo que ocultar.
Lo más inquietante era que Jennie, la mujer de la ventana, no parecía acompañarlo nunca. De hecho, después de aquel encuentro en el jardín, Lalisa casi no la había visto. Era como si la casa de al lado se hubiera tragado a su vecina, confinándola tras esas cortinas siempre cerradas y las sombras que se proyectaban en las noches. Algo no estaba bien, y Lalisa lo sentía en cada fibra de su ser.
Una tarde, cuando el sol comenzaba a ponerse y el vecindario se sumía en un silencio incómodo, Lalisa se sorprendió al oír el timbre de su casa. No esperaba visitas, y su sorpresa fue aún mayor cuando al abrir la puerta encontró al esposo de Jennie, plantado frente a ella con una expresión severa. La miraba fijamente, con esa misma intensidad que tanto la inquietaba, y por un momento, Lalisa se quedó paralizada.
━ ¿Puedo ayudarte en algo? ━ preguntó finalmente, tratando de sonar calmada, aunque algo en su interior le advertía que esa conversación no iba a ser agradable.
El hombre no respondió de inmediato. Parecía estar evaluando cada uno de sus movimientos, cada palabra que decía. Finalmente, dio un paso hacia adelante, cruzando el umbral de la puerta sin pedir permiso, lo que de inmediato hizo que Lalisa se tensara. Cerró la puerta tras de sí, quedando los dos en el pequeño recibidor de la casa, donde el aire parecía volverse más denso con cada segundo.
━ Escucha ━ comenzó, con una gravedad que hizo que Lalisa sintiera un frío recorriéndole la espalda ━. No sé qué crees que estás haciendo o qué piensas que has visto, pero te sugiero que dejes de entrometerte en lo que no te concierne.
Lalisa frunció el ceño, sintiendo que la situación escapaba de su control. La tensión en el aire era palpable, y aunque intentaba mantenerse firme, su corazón latía con fuerza. No podía apartar la mirada de los ojos oscuros del hombre, que parecían cargados de advertencias silenciosas.
━ No entiendo de qué me hablas ━ respondió, fingiendo inocencia, aunque la incomodidad la devoraba por dentro ━. Yo no me estoy entrometiendo en nada.
El hombre esbozó una sonrisa amarga, casi burlona, y dio un paso más hacia ella, achicando la distancia entre ambos. Lalisa retrocedió un poco, sintiendo que el ambiente se volvía más opresivo. Él no dejaba de mirarla, como si quisiera dejar claro que tenía el control, que él sabía más de lo que ella podía imaginar.
━ He notado que te gusta observar ━ dijo en tono bajo, casi susurrando ━. Que te interesa lo que pasa al otro lado del barandal, ¿no? ━ Su tono era acusatorio, y la ironía en sus palabras era inconfundible ━. Pero créeme, no tienes por qué meterte en asuntos que no son tuyos. Este vecindario tiene sus reglas, y tú eres nueva aquí. Deberías aprender a mantenerte en tu lugar.
Las palabras del hombre se clavaron en Lalisa como pequeñas dagas. Sentía cómo la atmósfera se volvía asfixiante, pero no podía quedarse callada. Sabía que algo extraño estaba ocurriendo, y aunque las advertencias del esposo de Jennie parecían claras, había algo en su tono que la hacía sentir aún más curiosa, más decidida a entender qué estaba ocurriendo.
━ No tengo intención de causar problemas ━ replicó, tratando de sonar serena, aunque su voz temblaba levemente ━. Solo quiero conocer mejor a mis vecinos. Eso es todo.
El hombre dejó escapar una carcajada fría, sin humor alguno.
━ Conocer a tus vecinos… ━ murmuró, como si la idea le resultara absurda ━. Algunos vecinos prefieren que no los conozcan tan bien. Te doy un consejo, por tu bien: mantente lejos. No necesitas saber nada más.
Lalisa sintió que su estómago se retorcía con ansiedad, pero no podía evitar sentirse más intrigada. ¿Qué estaba escondiendo? ¿Qué era lo que él no quería que ella viera o supiera? La imagen de Jennie, con su actitud extraña, el moretón en su brazo y su mirada esquiva, cruzó por su mente. Había algo más en esa casa, algo que no encajaba con la calma superficial del vecindario.
━ ¿Y si no quiero? ━ se atrevió a preguntar, sintiendo que estaba desafiando no solo al hombre, sino a las reglas no escritas de aquel lugar.
El hombre endureció su expresión, y por un momento, el silencio entre ambos fue casi insoportable. Luego, él la miró con una frialdad que hizo que Lalisa se estremeciera.
━ Te estoy advirtiendo ━ dijo, cada palabra cargada de amenaza ━. No quieras averiguar lo que no debes. Es por tu propio bien. La curiosidad es peligrosa en este lugar.
Sin más, se giró y abrió la puerta para marcharse, pero antes de salir, volvió la vista hacia ella, como si quisiera asegurarse de que su mensaje había sido claro. Lalisa lo observó irse, su mente inundada de pensamientos confusos y temores que comenzaban a arraigarse.
Cuando la puerta se cerró tras él, el silencio que quedó en la casa fue abrumador. Se quedó de pie, inmóvil, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir. Su intuición le gritaba que había algo oscuro en todo aquello, algo que el hombre estaba desesperado por ocultar. Pero, lejos de amedrentarse, esa conversación la había dejado con más preguntas que respuestas.
Caminó hacia la ventana, mirando hacia la casa de al lado, donde las cortinas seguían corridas, ocultando lo que sea que estuviera pasando en el interior. Recordó la primera vez que había visto a Jennie, cómo la mujer se había mostrado esquiva, incómoda, y ahora esas advertencias del esposo cobraban otro sentido. Algo no estaba bien en esa casa, y Lalisa no podía evitar sentir que Jennie necesitaba ayuda, aunque no lo dijera directamente.
Sus pensamientos se agolpaban en su cabeza. Las llamadas nocturnas, los silencios incómodos al otro lado de la línea, la voz de aquella mujer que lloraba pidiendo auxilio. Todo parecía estar conectado, y aunque sabía que estaba metiéndose en terrenos peligrosos, la curiosidad y la preocupación la empujaban a seguir adelante. ¿Qué era lo que el esposo de Jennie intentaba ocultar tan desesperadamente?
Lalisa sintió que la resolución se asentaba en su interior. No podía simplemente ignorar lo que estaba pasando, no después de todo lo que había presenciado. A pesar de las advertencias, estaba decidida a descubrir la verdad. No iba a dejarse intimidar por el hombre ni por su actitud amenazante.
Observó la casa de al lado una vez más, sus pensamientos llenos de inquietud y una creciente determinación. Algo se ocultaba entre esas paredes, algo que necesitaba ser revelado, y Lalisa sabía que estaba a punto de sumergirse en algo mucho más oscuro de lo que había imaginado al principio. Pero no había vuelta atrás.
Lalisa bajó al sótano una noche oscura y silenciosa, impulsada por una creciente necesidad de respuestas. Había algo en aquella casa que no le dejaba en paz, una sombra que parecía acechar desde los rincones más oscuros, una presencia que, aunque invisible, se manifestaba en las pequeñas grietas de su tranquilidad. Al llegar al sótano, el aire se sentía denso, cargado con el polvo de los años y el eco de secretos olvidados.
El lugar era un caos. Cajas viejas apiladas de manera descuidada, muebles cubiertos con sábanas grises por el tiempo, y herramientas oxidadas que alguna vez fueron útiles pero que ahora parecían formar parte de un museo del olvido. Lalisa había bajado allí con la vaga intención de buscar algo, cualquier cosa que pudiera ayudarla a entender lo que estaba ocurriendo en ese vecindario. Había escuchado historias, pequeñas piezas de rumores, y sus sospechas no hacían más que crecer con cada día que pasaba.
Mientras caminaba entre las cajas, algo llamó su atención: un pequeño cuaderno, cubierto de polvo, que descansaba en una repisa. El cuero envejecido de la portada estaba agrietado, y al tocarlo, sintió una extraña electricidad recorrerle los dedos. No sabía exactamente por qué, pero algo en su interior le decía que ese diario tenía las respuestas que buscaba.
Se sentó en una silla desvencijada, iluminada solo por la luz tenue de una bombilla que colgaba precariamente del techo. Abrió el cuaderno con cuidado, sintiendo cómo las páginas crujían bajo su tacto, como si resistieran ser leídas después de tanto tiempo de silencio. En la primera página, una letra inclinada y fina formaba un nombre: Mina.
Su corazón dio un vuelco. Mina era el nombre de la mujer que había vivido en esa misma casa antes de su misteriosa desaparición. No había sido mencionada más que en murmullos por los vecinos, pero Lalisa había logrado enterarse de su existencia. Y ahora tenía en sus manos lo que parecía ser su diario.
Comenzó a leer, sintiendo cómo su piel se erizaba con cada palabra. Las primeras entradas eran vagas, relatos cotidianos sobre la mudanza y la adaptación a la nueva casa. Pero a medida que avanzaba, el tono cambiaba. Mina comenzaba a expresar una inquietud creciente.
"Algo no está bien aquí." Escribía Mina en una de las entradas.
Lalisa sintió un nudo formarse en su estómago al leer esas palabras. Eran exactamente los mismos sentimientos que ella misma había estado experimentando desde que se mudó. La sensación de ser observada, los ruidos inexplicables en la noche. Mina lo había sentido también.
"Escucho cosas por la noche. Ruidos extraños, como pasos o susurros. Pero cuando reviso, no hay nadie. Al principio pensé que era mi imaginación, pero ahora sé que no lo es. Algo está aquí conmigo."
Las palabras de Mina resonaban en su mente. Era como si estuviera leyendo su propia experiencia, como si el diario de esa mujer desaparecida reflejara los mismos miedos que Lalisa había intentado suprimir. Y entonces, la escritura se volvió aún más alarmante.
"Quiero irme. Lo sé. Este lugar… este vecindario no es lo que parece. La gente aquí es… diferente. No puedo confiar en ellos. He intentado hablar con algunos, pero me miran como si supieran algo que yo no sé. Me siento atrapada. Si algo me pasa, por favor, que alguien investigue. No puedo quedarme aquí mucho más tiempo."
Lalisa tragó saliva, sintiendo una mezcla de miedo y empatía por aquella mujer a la que nunca había conocido, pero con la que ahora compartía una conexión extraña e inquietante. A medida que avanzaba en las páginas, la situación de Mina parecía volverse más desesperada.
"Los del vecindario… hay algo mal con ellos. Me miran de una manera que me pone nerviosa. He visto cosas en las casas, cosas que no deberían estar ahí. Estoy convencida de que no son buenas personas. Quiero irme, pero siento que algo me retiene. Como si ya fuera demasiado tarde para escapar."
Las palabras de Mina eran cada vez más desquiciadas, más paranoicas, pero Lalisa no podía evitar sentir que había algo de verdad en lo que decía. Las advertencias del esposo de Jennie, los comportamientos extraños de los vecinos, la sensación constante de estar siendo observada. Todo comenzaba a encajar de una manera que la aterrorizaba.
Finalmente, llegó a la última página escrita.
"Yo sé que es él. Ese loco me quiere matar."
Las palabras estaban subrayadas con furia, casi arañadas en el papel, y justo debajo, el diario se interrumpía abruptamente. Había una página arrancada, dejando un espacio vacío que parecía gritar con el silencio de lo que no estaba escrito. ¿Qué había pasado después de eso? ¿Quién era "él"? ¿Y por qué Mina había desaparecido sin dejar rastro?
Lalisa cerró el diario, su mente corriendo a mil por hora. Mina sabía algo, algo que probablemente había sido su perdición. Y ahora Lalisa tenía esa misma sensación de que estaba acercándose demasiado a un secreto oscuro, a algo que quizás la estaba arrastrando hacia el mismo destino.
El sonido del viento afuera hizo que se estremeciera, y de repente, el sótano le pareció mucho más frío, mucho más claustrofóbico. Se levantó de la silla, todavía aferrando el diario, y subió las escaleras con una sensación de urgencia. Sabía que no podía quedarse allí, que tenía que hacer algo con la información que había encontrado, pero ¿a quién acudir? ¿Quién la creería?
Una cosa era segura: ya no podía ignorar las advertencias. Si Mina había desaparecido por descubrir demasiado, entonces Lalisa estaba ahora en peligro. Porque al igual que ella, también sabía demasiado.
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Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09
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