📞࿐「 𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝖮2 」
«𝖢𝖺𝗉𝗂𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗇𝗎́𝗆𝖾𝗋𝗈 𝖽𝗈𝗌»... [𝖮2]
❝𝗟𝗮𝘀 𝗽𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿𝗮𝘀 𝗻𝗼𝗰𝗵𝗲𝘀❞
La inquietante rutina de las madrugadas en el pequeño apartamento de Lalisa continuaba, y con cada noche que pasaba, la sensación de incomodidad parecía crecer más y más, como una sombra que se aferraba a las esquinas de su mente. Ya habían transcurrido varias noches desde aquella primera llamada, y sin embargo, los ecos de aquel llanto aún resonaban en su memoria como una advertencia silenciosa.
Aunque había intentado convencerse de que se trataba de una simple coincidencia, o de alguna broma pesada, algo en el fondo de su ser sabía que había algo más. No era solo el insomnio lo que la mantenía despierta, sino una inquietud profunda, una sensación que no podía sacudirse, como si el lugar mismo en el que vivía ocultara algo que ella no alcanzaba a ver por completo.
Y así, en el corazón de una noche cualquiera, el reloj marcó las tres de la madrugada y el teléfono volvió a sonar. Como cada vez que el timbre agudo rompía el silencio, Lalisa despertó de inmediato, sus sentidos alertas y su cuerpo tensándose ante lo que ya era una rutina perturbadora. Sentada en la cama, observó el teléfono sonar insistentemente desde su mesilla de noche, y por un instante, contempló la idea de no contestar. Pero algo, quizá una mezcla de curiosidad y miedo, la impulsó a levantarse.
Caminó lentamente hacia el aparato, casi como si sus pies se movieran por inercia, y una vez más levantó el auricular, sintiendo una fría oleada de ansiedad recorrerle la columna vertebral.
━ ¿Hola? ━ su voz sonó apagada, cansada, pero aún llena de una expectativa nerviosa.
Como de costumbre, el silencio fue su única respuesta inicial. Aquella quietud en la línea se había vuelto casi familiar para ella, pero eso no lo hacía menos aterrador. Esta vez, sin embargo, decidió que no se quedaría esperando por lo que fuera a suceder.
━ ¿Quién eres? ━ preguntó, intentando que su voz sonara firme, aunque por dentro su estómago se revolvía de puro nerviosismo ━. ¿Por qué sigues llamando?
La única respuesta fue una respiración entrecortada, apenas perceptible al otro lado de la línea. Esa respiración era un recordatorio de que, quienquiera que estuviera al teléfono, lo hacía a propósito. No era un accidente. Y aunque esa certeza la llenaba de un miedo latente, también comenzaba a despertar en ella una sensación de determinación. Ya no podía ignorar lo que estaba ocurriendo. Había algo terriblemente mal en esa casa, en esas llamadas, y debía descubrir qué era.
La llamada se cortó de nuevo, y el silencio regresó, pero esta vez Lalisa no regresó a la cama. Sentía la urgencia de hacer algo, de entender lo que estaba ocurriendo. Las tres de la madrugada eran siempre la hora precisa en que todo sucedía, como si esa franja del tiempo guardara algún significado oculto, un misterio al que aún no había accedido. ¿Qué tenía esa hora en particular? ¿Y por qué esas llamadas comenzaban siempre en el mismo momento?
Con la mente aún inundada de preguntas sin respuesta, decidió que no podía quedarse de brazos cruzados. Si no obtenía respuestas al otro lado de la línea, tendría que buscarlas en otro lugar. Se sentó en la pequeña mesa de la cocina, encendió la lámpara y sacó su ordenador portátil. Había algo que había estado posponiendo desde que comenzaron las llamadas, algo que por temor había evitado investigar: la historia de la casa en la que vivía.
El apartamento que había alquilado era barato, muy barato en comparación con otras opciones del vecindario, pero hasta ese momento no había cuestionado demasiado las razones. Solo había asumido que había tenido suerte, que la falta de demanda se debía al pequeño tamaño del lugar o quizá a la lejanía del centro de la ciudad. Pero ahora, con todo lo que estaba ocurriendo, ese bajo costo comenzaba a parecer más una advertencia que una ventaja.
Decidida a seguir su intuición, comenzó a buscar información sobre el lugar. Tecleó la dirección exacta de su apartamento, acompañada de palabras clave como "incidente" o "historia", con la esperanza de encontrar algún detalle que le ayudara a entender lo que estaba ocurriendo. Al principio, no halló nada fuera de lo común. El vecindario tenía una reputación tranquila, casi anodina, y no parecía haber sucedido nada relevante en los últimos años.
Pero entonces, después de varios intentos y búsquedas infructuosas, encontró una noticia antigua, casi perdida en el vasto océano de información en línea. El titular le erizó la piel de inmediato: **"Misteriosa desaparición de joven mujer en pequeño apartamento: sin pistas tras tres años"**. El artículo era de hacía más de tres años, pero la dirección que mencionaba era exactamente la suya.
Sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras leía cada palabra con detenimiento. La noticia relataba la historia de una joven que había vivido en su apartamento antes que ella, una chica llamada Mina, que había desaparecido sin dejar rastro. Según el artículo, sus vecinos la describían como una persona solitaria, que rara vez interactuaba con los demás, aunque no parecía haber nada en su comportamiento que indicara que planeaba huir. Una noche, simplemente desapareció. La puerta de su apartamento estaba cerrada por dentro, no había signos de violencia ni de una lucha. Simplemente, Mina había dejado de existir.
Lalisa sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho. La noticia era inquietante por sí misma, pero había algo más que la perturbaba profundamente. La desaparición había ocurrido, según el informe, alrededor de las tres de la madrugada, la misma hora en que las llamadas telefónicas comenzaron a atormentarla.
━ No puede ser una coincidencia ━ murmuró para sí, con el rostro pálido ante la pantalla de su ordenador.
El artículo concluía diciendo que la desaparición de Mina había sido uno de los misterios más desconcertantes del vecindario. A pesar de las investigaciones, nunca se encontró ni un solo rastro de la joven. Era como si la tierra la hubiera tragado.
Lalisa se recostó en su silla, con la mente dando vueltas. Ya no era solo una cuestión de llamadas extrañas. Ahora, la casa misma parecía estar marcada por algo oscuro, algo que había quedado sin resolver durante demasiado tiempo. ¿Podía haber alguna conexión entre Mina y las llamadas? ¿Y qué significaba ese llanto que seguía escuchando al otro lado de la línea?
Inquieta, apagó el ordenador y se levantó, caminando de un lado a otro del apartamento. Cada crujido de las paredes y cada sombra en las esquinas parecían tener un nuevo significado. La sensación de que algo invisible la acechaba era cada vez más fuerte, y por primera vez desde que llegó al vecindario, se sintió genuinamente aterrada.
Decidió que no podía seguir ignorando lo que estaba sucediendo. Las piezas del rompecabezas estaban comenzando a encajar, pero aún faltaban respuestas cruciales. Lalisa sabía que, de una forma u otra, debía descubrir qué le había sucedido a Mina. Y sobre todo, tenía que averiguar si aquello que había causado su desaparición seguía presente, oculto en las sombras del pequeño apartamento que ahora ella llamaba hogar.
El aire fresco de la tarde envolvía a Lalisa mientras caminaba de regreso a su pequeño apartamento, sus brazos cargados con bolsas llenas de las provisiones que había comprado en el supermercado local. Era uno de esos días serenos en el vecindario, donde las calles permanecían casi vacías y el silencio se entremezclaba con el leve murmullo de la brisa y el crujido de las hojas secas bajo sus pies. A pesar de la calma aparente, algo en el ambiente continuaba generándole una sensación de incomodidad.
Quizá era la acumulación de noches de mal dormir, o la inquietante investigación que había hecho acerca de su propia casa, pero incluso la luz del sol parecía llevar consigo una especie de sombra invisible.
Su mente aún vagaba por esos pensamientos perturbadores cuando, de repente, algo en su visión periférica captó su atención. Mientras caminaba por la acera frente a la casa de al lado, esa misma casa que siempre había parecido tan reservada y apartada, un movimiento tras la ventana inferior la hizo detenerse instintivamente. Giró la cabeza y, para su sorpresa, se encontró una vez más con la figura de la mujer que tanto la había intrigado desde su llegada al vecindario.
Esta vez, la ventana no estaba parcialmente cubierta por cortinas, como había sido en ocasiones anteriores. No, ahora la mujer estaba completamente visible, de pie justo detrás del cristal, observando a Lalisa con una mirada que resultaba enigmática y, de alguna manera, inquietante. Había algo diferente en esta ocasión. A plena luz del día, Lalisa pudo ver con mayor claridad los rasgos de su vecina. Y lo que vio la dejó sin aliento.
La mujer era extraordinariamente hermosa. Su rostro, enmarcado por un cabello oscuro que caía en ondas suaves, tenía una delicadeza casi irreal, con pómulos altos, una nariz perfectamente perfilada y labios que se curvaban de manera natural, aunque ahora estaban tensos en una expresión que Lalisa no supo interpretar del todo. Sus ojos, grandes y oscuros, estaban fijos en ella con una intensidad que hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Lalisa. No era una mirada hostil, pero tampoco era amigable. Había algo en esos ojos que parecía estar observándola desde una distancia insondable, como si intentara descifrar algo oculto en ella.
Lalisa parpadeó, sorprendida por la intensidad de aquel momento. Estuvo a punto de sonreírle o levantar una mano para saludarla, pensando que quizá, después de todo, era hora de intentar un contacto más directo con aquella vecina tan misteriosa. Pero justo cuando sus labios se entreabrieron para decir algo, una sombra pasó por detrás de la mujer, y todo cambió de manera abrupta.
Un hombre apareció a su lado, emergiendo de algún lugar profundo en la casa. Era alto, con una complexión firme y una presencia que, incluso a la distancia, se sentía imponente. Su rostro estaba tenso, esculpido en una máscara de seriedad que contrastaba de manera inquietante con la belleza serena de la mujer. El hombre no llevaba expresión alguna que indicara simpatía o curiosidad hacia Lalisa; al contrario, su mirada era fría, dura, como si su sola presencia fuera una advertencia silenciosa.
La mujer, al percibir la llegada del hombre, bajó la cabeza de inmediato, casi como si se encogiera bajo su sombra. El cambio en su postura fue sutil pero inconfundible, y algo en esa reacción dejó a Lalisa con una sensación amarga en el estómago. ¿Era miedo lo que veía en la mujer? La forma en que sus ojos, que momentos antes habían estado fijos en ella con una intensidad tan penetrante, ahora se desviaban hacia el suelo con lo que parecía ser una mezcla de sumisión y aprensión, no pasó desapercibida para Lalisa.
La tensión en el aire era palpable. Lalisa sintió como si el tiempo se hubiera detenido por un breve instante, atrapada en el intercambio silencioso entre el hombre, la mujer, y ella misma. Sin saber muy bien qué hacer, decidió volver a intentar hablar, aún con la esperanza de que pudiera surgir algo de normalidad en aquella situación tan extraña.
━ ¡Hola! ━ exclamó con una voz que intentó sonar casual, aunque en su interior la incertidumbre la invadía ━. Soy Lalisa, vivo aquí al lado.
La mujer apenas levantó la cabeza, y cuando lo hizo, fue solo por un segundo. Sus ojos se encontraron fugazmente con los de Lalisa antes de volver a caer, y entonces, sin decir una palabra, se apartó de la ventana. Desapareció detrás de las cortinas con una rapidez que hizo que la mente de Lalisa comenzara a formular mil preguntas a la vez. El hombre, sin embargo, permaneció allí, inmóvil, observando a Lalisa con una mirada que ella no pudo descifrar del todo. No era rabia lo que veía en sus ojos, pero tampoco era indiferencia. Parecía más bien una especie de advertencia velada, como si le estuviera diciendo que no se involucrara, que se mantuviera alejada.
Lalisa se quedó de pie frente a la casa durante lo que le pareció una eternidad, sin saber qué hacer. Finalmente, el hombre también dio un paso atrás, cerrando las cortinas con un movimiento brusco que dejó la ventana completamente oculta. Era como si toda señal de vida en aquella casa hubiera sido borrada en cuestión de segundos, dejándola una vez más envuelta en un manto de silencio.
Aún con las bolsas en la mano, Lalisa permaneció quieta, procesando lo que acababa de suceder. La confusión la embargaba, pero más que eso, la sensación de que algo estaba muy mal en aquella casa se afianzaba en su mente. No era la primera vez que veía a la mujer, pero nunca la había observado tan de cerca. Y ahora, habiendo sido testigo de esa escena tan peculiar, no podía evitar preguntarse quiénes eran realmente sus vecinos. ¿Por qué la mujer siempre se ocultaba? ¿Y qué papel jugaba aquel hombre en todo esto?
El peso de las bolsas de compras comenzó a resultarle incómodo, lo que la obligó a continuar su camino de vuelta a casa, aunque su mente seguía atrapada en lo que acababa de presenciar. No dejaba de repasar la imagen del rostro de la mujer, su belleza etérea y el cambio repentino en su comportamiento al aparecer el hombre. ¿Qué clase de relación existía entre ellos? ¿Era solo su imaginación, o había realmente algo oscuro en aquella casa?
Cuando finalmente llegó a su apartamento, se detuvo por un momento antes de entrar, lanzando una última mirada hacia la casa de al lado. Las cortinas seguían cerradas, y no había ningún indicio de movimiento dentro. Sin embargo, Lalisa sabía que no estaba sola. Podía sentir los ojos de la mujer, aunque no la viera. Sentía que, de alguna manera, estaba siendo observada.
Entró en su hogar, cerrando la puerta detrás de ella con un clic que resonó en el silencio del lugar. Y aunque intentó distraerse con otras cosas, su mente no podía dejar de volver a aquella mirada, al hombre, y a lo que esa interacción podía significar. Algo no encajaba en todo aquello, y Lalisa estaba decidida a averiguar qué era. Pero, al mismo tiempo, sabía que debía ser cautelosa.
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Ⓒ︎𝖧𝖨𝖲𝖳𝖮𝖱𝖨09
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